Las rachas están para romperse, pero este no fue el caso. Nacional venció a Peñarol, se adueñó de la Supercopa e igualó a Liverpool con tres títulos en el torneo. Pero, sobre todo, estiró el momento triunfal ante el carbonero: el bolso no pierde un clásico desde abril de 2023.
Como un amor de verano, el cambio fue fugaz y las caras largas del cierre de 2024 ahora son sonrisas eternas en tres colores. En una semana arranca una nueva temporada y en dos se volverán a ver las caras por la segunda fecha del Apertura, seguramente en el Gran Parque Central.
Martín Lasarte, otra vez, planteó un partido donde le tiró la responsabilidad al rival. Nacional intentó dañar con espacios y logró abrir el marcador de penal, con un zurdazo furioso de Nicolás López que dejó sin asunto al cuestionado –desmedidamente–Guillermo de Amores. Polémica instaurada, Javier Burgos revisó la jugada en el VAR y decidió pitar la pena máxima. Tocó el brazo. Es de esas jugadas grises que, según la camiseta con la que se miren, se puede afirmar si estuvieron bien o mal cobradas.
Instantes más tarde de que pudo ser expulsado Leo Coelho por un patadón a Bruno Damiani, llegó el gol de Jeremía Recoba, que la mató de pecho y definió notable filtrándose en el área ante la pasividad de la defensa del carbonero para salir del fondo.
Peñarol tuvo empuje para buscar el resultado, pero careció de juego sostenido para llegar al empate. En un centro rastrero llegó el descuento de Diego García, el mejor de los que ingresaron desde el banco. El ex Liverpool y Leonardo Fernández fueron los más peligrosos cuando lograron conectarse.
Con viento en la camiseta
El 2-0 de cara al descanso fue un resultado largo para lo que mostraron los equipos. Pero Nacional ejerció una superioridad grande en espacios cortos del trámite, le fue suficiente para tener dos goles de diferencia en el marcador. Y los merecimientos podrán tener análisis varios, pero, al hacer el balance, lo único que cuentan son los gritos sagrados de los hinchas que se rompen las gargantas en la tribuna. El gol como divino tesoro, del clásico y del fútbol.
Peñarol fue a buscarlo. Lo intentó. Totalmente carente de claridad y otra vez sufriendo la buena defensa colectiva sobre Leo Fernández, que se movió todo lo que pudo, pero siempre entró en contacto con el balón en lugares de escasa influencia.
Nacional esperó y controló al rival. Luís Mejía, Sebastián Coates y Christian Oliva volvieron a ser figuras ganando todas las divididas, transmitiendo experiencia y seguridad. El zaguero, además, tuvo un par de cruces oportunos cuando falló su compañero Julián Millán.
Con el balón, el bolso intentó con Lucas Morales, que le ganó con velocidad a su tocayo Hernández. El Diente se tiró a la derecha y generó inconvenientes, además, fue creciendo Recoba por izquierda.
El factor anímico fue clave, en el cierre del primer tiempo el tricolor arrasó. El partido se quebró en un penalito que Burgos decidió pitar al revisar la jugada tras el llamado del VAR. El envión fue tan grande que Peñarol se perdió definitivamente en el encuentro y cayó el segundo gol.
Peñarol fue por necesidad y le puso incertidumbre al final
Diego Aguirre buscó variantes ofensivas. Ingresó Pedro Milans para darle más proyección por derecha y rápidamente se sumó Javier Cabrera adelante intentando un tándem que nunca funcionó como tal. García también entró en el descanso, esa variante fue revulsiva.
Peñarol fue juntando jugadores de ataque, pero no ofendió con claridad. Se repitió en centros que entre Mejía y Coates fueron sacando hasta que un envío rastrero cruzó toda el área y García por el segundo palo cambió por gol con remate potente.
Los cambios, la lesión del colombiano Millán y las bengalas que cayeron adentro de la cancha le fueron quitando ritmo al partido y a la reacción del aurinegro. Cuando el partido quería retomar la normalidad, en tiempo de descuento hubo un encontronazo entre Diego Herazo y Rodrigo Pérez que terminó con empujones y los bancos de los dos en el campo de juego.
El resultado tuvo incertidumbre porque sólo había un gol de diferencia. Nunca hubo situaciones de real peligro para cambiar el 2-1 final. Entre discusiones, entreveros y expulsiones se fue el clásico que dejó a Nacional como campeón de la Supercopa por tercera vez en su historia.