Durante casi dos horas, Marcelo Bielsa se plantó a responder las preguntas de las y los periodistas uruguayos que estaban en el Centenario, en la conferencia de prensa que el propio director técnico propuso para contactarse con la gente a través de la prensa –si es eso lo que hacen los medios: ser intermediarios entre su idea, sus frustraciones, sus certezas y sus dudas y las del pueblo de a pie, los de la canción del Canario Luna “A los hinchas de cuadros chicos”, a los que hizo especial referencia el técnico, quien confesó que había compartido la letra con sus futbolistas–.
Una hora y 47 minutos en la esgrima con los hombres y mujeres del micrófono allí presentes y demandantes, que tampoco eran todos quienes pedían la destitución sumaria de Bielsa.
A Bielsa lo pasearon por todos lados, pero a nosotros, sus intermediarios y receptores primarios, él también nos paseó. Por ejemplo, habló del episodio de las denuncias de Luis Suárez y de los reclamos de los futbolistas durante y después de la Copa América, atándolo también a los presumibles reclamos que ahora mismo habrían hecho algunos de los futbolistas seleccionados.
“Suárez dijo lo que dijo y eso tuvo el efecto que tuvo. Yo nunca respondí a las afirmaciones de su mensaje, pero hablé internamente con los jugadores. Evidentemente un episodio como ese no es a lo que estamos acostumbrados, o por lo menos no era a lo que estaba acostumbrado yo a que sucediera, que los reclamos se hicieran públicos sin antes haberse hecho en el ámbito privado. Pero todo aquello pasó y yo no tengo rencor ni revanchismo. Yo, justamente, si tengo que recordar a Suárez no es por lo que él dijo sobre mí, sino por lo que él le dio al desarrollo de la Copa América, que para mí fue un episodio muy importante. Sin él, hubiera sido mucho más difícil: él nos ayudó a salir terceros. Está bien, tercero no vale nada, pero para mí sí vale y él fue un factor. Aparte, tuvo una presencia durante toda la Copa América de absoluta colaboración. Paralelamente, queda un resabio de que los jugadores pueden reclamar por aquello que no les gusta del entrenador y buscar caminos para vehiculizar ese reclamo. Porque el reclamo tiene un lugar natural. Si yo convivo con los jugadores y estamos mucho tiempo juntos, los reclamos tendrían que llegarme a mí, pero quedó aquel episodio [que] marca dos cosas: se puede reclamar, se puede hacerlo públicamente, se puede evitar el camino que todos elegimos. Porque todos elegimos que si hay disputas en casa no abramos la ventana para que los demás vean cómo nos peleamos. Eso, igual que aplica en la casa de cada uno de nosotros, aplica en la selección. Yo recibí muchísimos reclamos vinculados a mi comportamiento. Constantemente hago autocrítica y veo qué puedo hacer, sin dejar de parecerme mínimamente a mí mismo, para satisfacer todos los reclamos que hay. Por otro lado, en toda mi carrera siempre fui valorado por los jugadores. En este período es cuando más maltrato recibo, en algunos casos concretos, como el de Suárez, y en otros casos potenciales, porque no he tenido problemas con ningún jugador de Uruguay como para decir que los jugadores están incómodos conmigo. Habrá –siempre hay– dificultades, y el que conduce nunca cuenta lo que pasa, porque si uno cuenta lo que pasa la convivencia se vuelve imposible; si yo cuento qué dificultad tengo con alguien y ese alguien cuenta qué dificultad tiene conmigo. Es una regla que permite funcionar colectivamente en común: te digo lo que te tenga que decir, decime lo que creas que tengo que escuchar. Y así funciona, es civilizado. Pero cuando se usan voceros, cuando se usan trascendidos, cuando se usan intermediarios se pierde lo que la sinceridad y la frontalidad garantizan, que es ‘esto que está pasando es verdad’”.
Y ahí, en el espadeo esgrimista con las preguntas y afirmaciones que no dejaban de medirlo y calificarlo en su rol de conductor de la selección nacional, contó que una vez le había pasado en Chile que le reclamaran que los periodistas no podían hablar con base en certezas porque no podían asistir a sus entrenamientos. Entonces, antes que nada aclaró: “Lo que no quiero es que no se comparen argumentos, porque la polémica sin compararse es el circo barato que reclama el mundo actual. ¿Me entiende? Peleas que no dejen nada”. Y a continuación dijo: “Yo dirigía en Chile y me hicieron el mismo planteo y yo dije ‘puta, es legítimo’. Tenía dentadura postiza. ¿Sabe qué hice? Al otro día dejé entrar a los periodistas y les di un lugar preferencial, casi adentro del campo, y fui al entrenamiento sin la dentadura. Le sacaron fotos y la pusieron en portada. La tapa de todos los diarios chilenos era mi boca vacía. ¿Me entiende? Está clarísimo. El rasgo del valor del conocimiento específico futbolístico respecto de la repercusión amarilla de situaciones es lo que vende”.
Hubo música también. “Una de las cosas que me decía en la conversación Ignacio Alonso es que el clima de convivencia dentro de una selección uruguaya tiene un efecto potenciador de las virtudes de los jugadores. Esto es un poco difícil de expresar, pero yo creo firmemente que la emoción es el efecto que más difunde, que más permite el crecimiento de la virtud, y se lo voy a poner como un ejemplo. Hay una, no sé si es milonga, porque no conozco de géneros musicales, pero hay una canción que a mí me enloqueció cuando la escuché, vinculada con el fútbol uruguayo, casi le diría que una de las mejores canciones de fútbol que he escuchado. Es del Canario Luna [se llama ‘A los hinchas de cuadros chicos’], es una canción que hay que ser de madera para no emocionarse con ella. Y en mi charla técnica previa a un partido definitorio para nosotros –porque nosotros escuchamos las canciones pero no sabemos lo que estamos oyendo en términos de letra, no la sentimos: la escuchamos como si la música y la letra se escucharan y no que se entendieran– a los jugadores les puse [esa canción] –¿vio que ahora la internet les da la canción escrita– y les dije: ‘muchachos, escuchen lo que dice porque eso es tan potenciador, tan tan potenciador’. Cuando nosotros éramos chicos y amábamos el fútbol como locos, una chapita y una pared en blanco eran una pelota y un arco, la entrada a un garaje de una casa y un tomate o un zapallito que quedó ahí del verdulero que pasaba, eran un arco y una pelota. Ese es el pasado de todos los que queremos al fútbol. Y cuando uno remite a ese pasado, es muchísimo mejor jugador profesional de fútbol. ¿Me entiende? El jugador profesional de fútbol alimentado por el amateurismo. Obviamente, usted sabe cómo están jugando las proporciones de esa ecuación de amor incondicional por el juego y amor rentado por el juego; cada vez los jugadores saben que necesitan volver a aquel jugador para ser mejores jugadores profesionales, encuentran en la selección el mejor escenario. Les da lo mismo si ganan plata o no ganan plata. Vienen buscando eso. Entonces, ¿cómo yo no voy a valorar el mensaje de la emoción, el estado de ánimo, el clima, la convivencia al estar juntos. Entonces, lo que le quiero decir es que yo valoro mucho los mensajes del lugar y valoro mucho los mensajes vinculados a la convivencia”.
El tóxico
Bielsa enhebraba una respuesta con otra, una idea con una reflexión, una demanda con una respuesta inconexa, y ahí, en medio de todo, se reveló como tóxico: “Yo soy tóxico. Relacionarse conmigo empeora al que se relaciona conmigo. Sí, tóxico, ¿me entiende? Hay tipos tóxicos, tipos que sólo ven el error que están corrigiendo, que demandan, que nunca están satisfechos con nada, que les gusta hablar sólo del trabajo, que van a comer y llevan un diario porque no quieren integrarse con el resto para no tener que hablar de cosas que lo alejen. ¿Sabe en qué está basada esa conducta? En el miedo. En el miedo. El miedo, porque uno no disfruta por ganar. Teme por perder mucho más de lo que disfruta por ganar. Pregúnteselo a cualquier entrenador. Entonces, esa obsesividad está en la búsqueda de recursos que te alejen de la derrota y que te acerquen a la victoria. Esas cosas no las cuento, ni las digo, ni las describo. Mire, yo puedo decirle esto. Nosotros salimos terceros en la Copa América y podríamos haber jugado la final, salimos cuartos en la Eliminatoria, que no tiene nada que ver si clasificaba fácil o difícil. Uruguay salió cuarto y estuvo a un punto de salir tercero. Para mí todo eso tiene valor, porque tiene valor y es parte del desarrollo de un plan. Usted me dice: ¿y el 5-1 [con Estados Unidos] no tiene valor? Sí, claro que tiene valor. Imagínese dar un golpe de esas características. Pero también los golpes sirven. A mí me tocó dirigir a Newell’s. En la fecha 1 de la Copa Libertadores habíamos mejorado un gran equipo con una incorporación, jugamos de local con San Lorenzo, la cancha se venía abajo y empezaba un proyecto extraordinario, perdimos 6-1. Ahí me quedó grabado. Yo llegué a mi casa y le dije a mi mujer: ‘esto se terminó, no puedo seguir, pero preciso pensar dos, tres días para tomar una decisión bien pensada’. Y mi mujer me dice: ‘Los miércoles no renuncia nadie’”.