El Pepe Mujica parece que no era muy del fútbol, pero seguro sabía, como repetía siempre el desaparecido exfutbolista y entrenador Miguel Ángel Puppo, que “el fútbol es como la vida”.

“No existe uruguayo que mire el fútbol de lejos”, también decía José.

Mujica Cordano, como lo conocimos los que nacimos en los 60 o los 70 por noticias, comunicados y pedidos de captura en el medio de “la lucha contra la subversión”, había sido hincha y cultor del ciclismo, lo que no quiere decir que no hubiese corrido con ganas atrás de una pelota. A los 15 años vivió a través de una radio a válvula medio deshecha, una vieja radio Catedral de madera, la épica del Maracanazo, y aunque a esa edad ya andaba pedaleando era imposible no mezclarse en los potreros y juntarse con sus pares intentando ser como el Pata Loca Julio Pérez o como el Maestro Juan Alberto Schiaffino, porque José quería y jugaba de entreala, es decir, la posición que en las viejas estructuras de cinco atacantes se ubicaba entre el puntero y el centrodelantero. Es posible, casi seguro, como hincha, vecino o seguidor de Cerro, que hubiese querido jugar como Ruben Morán, el futbolista albiceleste que ante la ausencia del Patrullero Vidal para el último partido del Mundial de Brasil de 1950, el de Maracaná, el del 16 de julio, fue elegido para entrar en la oncena y héroe, como los otros diez, de la hazaña.

“Nunca vi una fiesta popular tan grande. Me quedó grabado para siempre”, contaba el Pepe de la epopeya de Maracaná y el pueblo uruguayo.

Mujica unas cuantas veces se declaró hincha de Cerro, pero también lo pudo haber sido de Huracán del Paso de la Arena, dado que era amigo de Pedro Alejandro Bossio, uno de los impulsores de la fundación del club en 1954 cuando Pepe ya se había soltado las punteras de la bicicleta y se había entregado al amor y a sus convicciones crecientes.

José era de Cerro, y seguramente debe haber subido a algún mionca de los que bajaban del Cerro en la increíble campaña de 1960, cuando ni cerca un club distinto a Peñarol o a Nacional había peleado el título de campeón uruguayo en el profesionalismo, y haber llegado a la Colombes el 18 de diciembre, el día de la final con Peñarol.

Pepe no hablaba mucho de fútbol, por lo menos en su vida pública desde su liberación después de “la noche de 12 años” en 1985 tras años preso y rehén de la dictadura, pero tampoco le era ajeno. Es que la vida es como el fútbol.

Algo de eso sentí y escribí el 1° de marzo de 2010 cuando asumió como presidente de la República. Qué loca la vida. No necesité de Brian Weiss ni de su terapia regresiva para decodificar que esa mirada, tambaleante, haciendo esquina con el knock out de Pepe Mujica mirando al pueblo como presidente, tenía trazas de un corto de una película de vida en la que, a miles de cuadros por segundo –en una peli de verdad van de 16 a 24–, te pasan en tu proyector mental imágenes, ideas y pensamientos que, sin saberlo, han sido editadas para ese estreno exclusivo único e irrepetible.

Sí, una vida de película, como cuando un par de años después al presidente Mujica, viviendo en su casa de Rincón del Cerro, se le rompió la tapa del wáter, se subió al fusquita, le preguntó a Manuela, su perra, la renga de tres patas, si quería ir, y agarró por Batlle Berres hasta Tomkinson donde está la ferretería Belén, pero también está la entrada del Bossio, del Pedro Alejandro Bossio. Y ahí salió el presidente Mujica, con un jogging, alpargatas, una campera gastada y la tapa del wáter en su mano, y el técnico en ese entonces de Huracán, el exarquero Carlos Rodao, cruzó y se presentó, o lo saludó, o lo invitó a que fuera a hablar con sus jugadores, y Pepe cruzó, no soltó la tapa del wáter y discursó sobre la vida, que es sobre el fútbol también, cuando aquel plantel soñaba con pelear el ascenso –de hecho fue la segunda vez en toda su historia que estuvo cerca de llegar a la A–, y les prometió compartir un asado si lo lograban.

En ese mismo 2012 aprobó el apoyo del Estado a la candidatura uruguaya para organizar el Mundial 2030 junto con Argentina. Mujica dijo que se trataba de respaldar “un tema de identidad”.

Mujica hablaba poco de fútbol, pero en 2020, en radio Rivadavia de Argentina, contó que estaba cerca del fútbol porque no hay uruguayo que lo mire de lejos. Él lo miraba en profundidad: “Los sueldos de algunos jugadores de fútbol ofenden, sobre todo por cómo están nuestros pueblos. Pero no es culpa de los jugadores. Los jugadores son el pretexto para una movilización económica que gira alrededor de ellos. Ellos no pueden escapar a la realidad de nuestro tiempo”, y sentenció también acerca del fútbol como mercancía del capitalismo: “Se fue transformando en un negocio. Un negocio que en parte tiene arte y tiene magia. Pero, claro, las sociedades modernas y actuales se caracterizan en transformar en negocio hasta los suspiros. Todo es negocio. El fútbol, también. Puertas atrás tiene cosas dolorosas”.

El Pepe sabía de fútbol, sabía de la vida, era entreala en el ataque del futuro del pueblo.

Siempre poniéndola entre líneas, siempre en profundidad, siempre ahí.

Buena, Pepe.