La (in)justa desigualdad

Uruguay experimentó una importante caída en los niveles de desigualdad de ingresos desde mediados de la década pasada hasta mediados de la última década, que se han mantenido relativamente estables desde entonces. Esta caída fue consecuencia de un conjunto de medidas adoptadas que, en su mayoría, implicaron una mayor participación del Estado en diferentes esferas. En particular, la aplicación de políticas de redistribución del ingreso por medio de impuestos y transferencias fue una de las principales políticas implementadas. Si bien estas medidas representan sólo uno de los posibles factores que podrían explicar la caída de la desigualdad, las políticas con fines redistributivos desde los sectores más ricos hacia los más pobres han sido, particularmente, las que mayor debate han generado. En términos generales, las decisiones de los gobiernos en materia de políticas públicas dependen de una vasta cantidad de factores sociales, económicos, políticos y culturales. Sin embargo, en sociedades democráticas con mecanismos electorales establecidos, la viabilidad de estas políticas se encuentra fuertemente condicionada por las preferencias de los individuos.

Diversas explicaciones en relación con por qué los individuos están a favor de que los ingresos de la sociedad sean mejor distribuidos entre las personas han emergido recientemente en la disciplina económica. Una de ellas está dada por el hecho de que los individuos se preocupan por la redistribución motivados meramente por su interés propio e individual. En este sentido, dadas dos posibles políticas redistributivas, los individuos preferirán aquella que en términos netos les reporte una mayor ganancia (o menores costos). Bajo esta idea, es esperable que exista una relación inversa entre la posición que los individuos ocupan en la distribución del ingreso y el grado de apoyo a políticas redistributivas. Esto porque a medida que aumenta el ingreso, aumenta la probabilidad de ser gravado. Por ende, el pago de impuestos sería mayor en relación con lo que han de recibir por la transferencia.

No obstante, analizar la demanda redistributiva desde un enfoque meramente egoísta resulta claramente insuficiente. Las personas también persiguen objetivos altruistas mediante la redistribución, teniendo de fondo consideraciones de justicia social. En definitiva, el apoyo a políticas redistributivas tiene como origen, en parte, el valor que los individuos le asignan a la igualdad. Por ello, es esperable que los niveles de desigualdad imperantes en la sociedad constituyan un factor relevante en la formación de sus preferencias redistributivas.

Creencias diferentes sobre los factores que dan origen a la distribución del ingreso podrían generar posturas distintas hacia la desigualdad como fenómeno. En efecto, si la política pública tiene como objetivo nivelar las condiciones de partida de los individuos de tal forma que no existan ventajas vinculadas a las circunstancias, la creencia de las personas sobre el proceso que genera tal diferencia pasa a ser relevante para la viabilidad de las políticas.

La idea que subyace a esta consideración refiere a que la desigualdad existente puede ser consecuencia de diferentes niveles de esfuerzo realizados por los individuos, o por circunstancias de partida diferentes. Es en este sentido que la creencia respecto del papel que juegan el esfuerzo y la suerte en el proceso generador de ingresos de las personas –y, por ende, en cómo se distribuyen los ingresos de la sociedad– resulta un factor de estudio relevante para comprender por qué los individuos pueden demandar más o menos redistribución. Resulta esperable que se demande menos redistribución si se cree que la desigualdad es mayoritariamente producto del esfuerzo, y por ende “justa”; sucede lo contrario si se cree que la desigualdad es mayoritariamente producto de la suerte, y, por ende, “injusta”.

Foto del artículo 'La justicia en la redistribución de los ingresos'

El sueño uruguayo: ¿esfuerzo o suerte?

Utilizando datos que provienen del Estudio Longitudinal de Bienestar en Uruguay (ELBU),1 podemos aproximarnos a las creencias de la sociedad uruguaya sobre cuál es el proceso generador de los ingresos. En primer lugar, mediante las respuestas a la siguiente consideración: “Algunas personas dicen que la gente sale adelante gracias al trabajo duro, mientras que otros dicen que se debe a golpes de suerte o a la ayuda de otras personas. ¿Cuál creés que es más importante?”.

En segundo lugar, mediante las respuestas a la consigna “Algunas personas creen que los individuos pueden construir su destino”, para la que los entrevistados podían optar entre “Todo es determinado por el destino”, “Mayormente por el destino”, “Mitad destino mitad decisión propia”, “Mayormente por una misma”, “Nosotros(as) hacemos nuestro destino”.

Este segundo indicador ha sido utilizado en la literatura como aproximación de locus de control, que refiere a la percepción que tienen los individuos sobre el origen de los comportamientos.

El cuadro 1 muestra que 53% considera que el trabajo duro (esfuerzo) es el factor determinante, mientras que 43% considera que tanto el trabajo duro como la suerte resultan importantes.2 Por su parte, el cuadro 2 evidencia cierta inclinación hacia la percepción de que uno mismo, y no el destino, es el principal responsable sobre los acontecimientos de su vida. En ambos casos, las personas parecen creer, mayoritariamente, que la desigualdad de ingresos es producto de diferentes niveles de esfuerzo de los individuos (y no producto de hechos externos a las personas) y, por ende, que podría no considerarse una situación injusta que deba solucionarse.

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Por otro lado, las preferencias por la redistribución han sido caracterizadas por la economía de distintas formas: participación estatal preferida, tasa impositiva óptima, nivel de redistribución preferido, entre otras. Una forma de aproximarse a esta preferencia podría ser mediante la pregunta “Piense en una familia de clase alta. ¿Usted cree que el gobierno debería...?”, con las opciones: “Aumentarle los impuestos”, “Bajarle los impuestos, “Dejarlos igual”.

Se podría interpretar que quienes consideran que hay que aumentar los impuestos a la clase alta tienen una mayor preferencia redistributiva. Si observamos el cuadro 3, 46% de las personas responden que se deberían aumentar los impuestos a la clase alta, mientras que solamente 7% considera que se deberían bajar.

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Dime qué crees que origina la desigualdad y te diré cuánta redistribución prefieres

Considerando diferentes medidas de desigualdad percibida entre las clases sociales, se encuentra que las personas que creen que el esfuerzo determina nuestros resultados también parecen percibir que existe menos desigualdad entre las clases. Esto podría ser una posible explicación de por qué las personas que creen que la desigualdad es “justa” apoyan menos las políticas de redistribución de los ingresos.

Esto significa que la creencia respecto de qué factores explican la desigualdad no sólo resultaría relevante para comprender por qué los individuos demandan más o menos redistribución, sino también para comprender por qué las personas perciben diferentes niveles de desigualdad existentes.

En este sentido, vinculando preferencias redistributivas (aumentar o bajar los impuestos a la clase alta) con los niveles de desigualdad percibidos y con la creencia sobre qué origina la desigualdad, emergen resultados sugerentes. En primer lugar, que independientemente del nivel de desigualdad que perciban quienes asocian que la desigualdad es externa a la responsabilidad de los individuos (vinculada a la circunstancia) muestran mayores preferencias redistributivas. A su vez, dentro de este grupo de personas, quienes perciben alta desigualdad entre las clases apoyan aún mayores niveles de redistribución. En segundo lugar, que aun quienes consideran que el esfuerzo es lo que hace que la gente “salga adelante” apoyan políticas redistributivas cuando perciben que existen altos niveles de desigualdad entre las clases.

En síntesis, los resultados evidencian la relevancia que tienen las creencias de las personas sobre los factores que dan origen a la desigualdad. Los resultados sugieren que esta creencia puede afectar no sólo nuestra percepción sobre el nivel de desigualdad existente en la sociedad, sino también nuestra valorización del fenómeno y nuestras preferencias redistributivas.

Todo debate en torno al fenómeno de la desigualdad no debería obviar que la discusión está directamente vinculada y fuertemente influenciada por nuestras consideraciones de justicia social. Aunque no siempre explícita, nuestra concepción sobre lo justo o injusto de la desigualdad está mediando toda discusión sobre las políticas públicas, y en particular las redistributivas. Si la viabilidad de las políticas públicas se encuentra condicionada por nuestras preferencias, entonces deberían reflejar que, como sociedad, existen niveles de desigualdad que al parecer no estaríamos dispuestos a tolerar.

Referencias

Alesina y Angeletos (2005).
Alesina y Giuliano (2011).
Borck (2007).
Corneo y Grüner (2002).
Fong (2001).
Roemer (1998).

Este artículo surge a partir de mi trabajo final de grado, titulado “¿A mayor desigualdad mayores preferencias por la redistribución? Exploración del vínculo a nivel individual para el caso uruguayo”.


  1. El ELBU es un panel de datos llevado adelante por el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (Universidad de la República) que ha constado, hasta el momento, de cuatro olas: 2004, 2006, 2011/12 y 2015/16/17. A partir de la tercera ola se incorporaron preguntas vinculadas a las opiniones de las personas con respecto a una vasta cantidad de cuestiones relacionadas con las subjetividades y las percepciones de las personas (tanto adultos como jóvenes). 

  2. En www.desigualdad.edu.uy se puede ver la distribución de todas las respuestas del ELBU, y también contestar las preguntas.