“Gracias por enviarme tu paper. El de los limones está muy bueno. De hecho, estaba preguntándome que sería de tu vida. Me alegra saber que no estás dedicando todo tu tiempo a tocar la guitarra y fumar marihuana”. Este es un fragmento de la carta que le envió en 1967 Robert Solow, Nobel de Economía en 1987, a George Akerlof, Nobel de Economía en 2001. Ese paper, The Market for Lemons: Quality Uncertainty and the Market Mechanism – “el de limones”-, sería clave para su premiación décadas después. Al menos cinco de los economistas que recibieron esa distinción combinaron su carrera con la música. Muchos otros la combinaron con otras artes y con otros hobbies porque en definitiva, todos tenemos un Lado B, incluso los economistas. Como dice el economista argentino Juan Carlos de Pablo, “en el ámbito académico las referencias a las vidas privadas de los economistas son escasísimas, como su fuéramos átomos en lugar de personas”.1

¿Como economista dónde has trabajado?

Empezando de atrás para adelante, desde 2015 trabajo en la Asesoría Macroeconómica del Ministerio de Economía y Finanzas. Como parte de la asesoría estuve participando en la implementación y el diseño del Programa de Inclusión Financiera y, de un tiempo a esta parte, me he estado enfocando en los temas vinculados con la seguridad social. A partir de esto, desde hace algunas semanas vengo estando abocado prácticamente full time a la coordinación de la Secretaría Técnica de la Comisión de Expertos en Seguridad Social [CESS], que está a cargo de la realización de un diagnóstico del sistema y de establecer recomendaciones de cara a una reforma. Mi otro boliche es la docencia. Hace más de diez años que soy docente de Macroeconomía en la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la Universidad de la República.

¿De qué se trata el trabajo en la Secretaría Técnica de la CESS?

La Secretaría Técnica de la CESS está conformada por funcionarios de distintos organismos: Banco de Previsión Social, Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Banco de Seguros del Estado y Ministerio de Economía y Finanzas. Su función es dar soporte al trabajo de la CESS, ya sea generando insumos para su trabajo o brindando apoyo en tareas o análisis específicos. La tarea de coordinación implica, además de orientar y ordenar el trabajo de todo este grupo, participar en las numerosas audiencias que tiene la CESS para estar interiorizados con el trabajo que se lleva adelante. Es una experiencia bastante demandante, pero también es una gran oportunidad de aprendizaje y un lindo desafío para quienes nos gustan estos temas. Además, para los que tenemos cierta vocación de servidores públicos, está muy bueno poder participar en un proceso tan importante para el futuro de nuestro país.

¿De dónde viene el interés por la música?

Me resulta un poco difícil identificar un origen preciso. Como todo buen amor que aspire a durar, ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Sin dudas que mi vieja tuvo mucho que ver con el despertar de ese interés, ya que fue quien me incentivó a estudiar música desde bastante pequeño. Ella siempre fue bastante promotora del interés por las artes y la cultura en general, lo cual se retroalimenta ya que, evidentemente, las disciplinas artísticas no son compartimentos estancos. Sin ir más lejos, la canción, que es a lo que yo más me dedico, mezcla literatura con música.

¿Cuándo toma forma este proyecto?

El interés por hacer canciones viene de larga data. Digamos que desde hace unos diez años que vengo mostrando mis canciones con mayor o menor frecuencia en distintos ámbitos. El proyecto empieza a cobrar fuerza en el año 2017, cuando invito a Pedro Restuccia a producir mi primer disco, Versos impuntuales, que editamos el año pasado. Allí Pedro me presenta a José Redondo y armamos el equipo de producción del disco, que nos llevó casi tres años. Sin ellos no habría sido posible la largada. Fue un proceso largo en el que aprendí muchísimo. Se armó un equipo divino, incluyendo a músicos y técnicos, en el que logramos gran calidad técnica y humana.

¿Habías incursionado en otros proyectos antes?

Algo curioso es que, más allá de zapadas con amigos esporádicas, nunca llegué a tener en la adolescencia o juventud más temprana la típica banda de garaje. Es un debe que me quedó, se ve que no se alinearon los astros. Ese lugar probablemente haya sido ocupado por la murga joven en la que participé un montón de años, que se llamaba Harzo Monigote. Ese espacio fue tremenda escuela.

¿En qué sentido?

Ahí se mezclan montones de cosas que me interesaban, los arreglos musicales, el canto y las letras, que en el caso del Harzo eran muy buenas, por cierto. Además, la participación en estos grupos grandes, como sucede también en el deporte o en otras áreas, siempre es un espacio de aprendizaje bárbaro desde el punto de vista humano y de la convivencia. Conservo muy buenos amigos y recuerdos de esa etapa.

¿Cuáles son tus influencias?

Sin dudas que todos los grandes maestros de la música popular uruguaya son de algún modo una influencia: Jaime Roos, Fernando Cabrera, Eduardo Mateo, Rubén Rada, Jorge Galemire y tantos otros. Especialmente los llamados “tuqueros”. También los Beatles - ¿quién no? - y mucha música brasilera: Chico Buarque, Lenine, Djavan y Caetano Veloso. Probablemente, y de un modo algo más lejano, también tenga alguna influencia de los cantautores de la trova cubana, así como de Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina y Fito Páez, que en alguna época los escuchaba mucho. En sus composiciones la letra tiene mucho peso y yo intento que en las mías pase lo mismo. Hoy en día están bastante pasados de moda los cantautores, pero yo reivindico la figura. Una buena canción debería poder defenderse a guitarra y voz.

¿Cómo manejás la dualidad músico-economista?

La verdad que no siempre es fácil de manejar. Obviamente mi medio de vida actualmente viene por el lado de la economía, y afortunadamente los trabajos que vengo desempeñando en los últimos años han sido muy gratificantes. Más allá de eso, me gustaría tener más tiempo disponible para dedicarle a la carrera musical, porque es un elemento fundamental de cara a una mayor profesionalización. Quizás un buen equilibrio sea un trabajo part-time como economista con algo más de tiempo disponible para desarrollar los proyectos musicales. Una cosa positiva de no vivir de la música es que también uno puede enfocar sus proyectos con mayor libertad y centrarse en lo que a uno realmente le interesa, especialmente en lo artístico. No tenés esa presión constante de estar generando alguna vía de ingresos, que a veces impone un condicionamiento que no está bueno.

¿Qué planes tenés a futuro en relación con tu proyecto musical?

Un poco como a todos los músicos, el tema de la pandemia y el distanciamiento me tiene un poco más quedado, especialmente en relación con tocar en vivo. A su vez, en mi caso se agregan dos circunstancias. La participación en la secretaría de la CESS me viene implicando una carga de trabajo mayor a la habitual, a lo que se le suma la llegada de mi segundo hijo, Rafael, un “pandemial” de cuatro meses. Pese a ello, intento no quedarme quieto y aprovechar las oportunidades que dan las redes para seguir difundiendo mi trabajo. Recientemente estrené un videoclip de uno de los temas de mi disco, llamado “Con un libro de Maquiavelo en la mesa de luz”. Fue realizado por Tatiana Datz y Andrea Blengini con la técnica de stop motion y quedamos muy contentos con los resultados. A su vez, tengo previsto estrenar en las próximas semanas otro video con una versión en vivo de otro de los temas del disco. Se llama “El placer de que me usurparan” y narra el periplo de un individuo con inclinaciones rawlsianas.

¿Cómo sería eso?

Es la historia de un tipo que, tras ser víctima de un robo, en lugar de indignarse siente un extraño placer por las mejoras en la distribución del ingreso que esto acarrea. El tema es el corte de difusión del disco y puede encontrarse en Youtube y Spotify.


  1. de Pablo JP (2017). Nobelnomics. Vida y obra de los ganadores del Nobel de Economía