1. Introducción

La problemática del desarrollo ocupa un lugar central en la vida cotidiana de uruguayas y uruguayos. A diario escuchamos, leemos y observamos un conjunto no menor de noticias vinculadas con los niveles de desarrollo de los países y, especialmente, sobre las diferencias de los niveles de desarrollo entre regiones a nivel internacional. En el seno de organizaciones internacionales, en los partidos políticos y en las instituciones educativas se identifican con nitidez los pocos países que presentan niveles elevados de desarrollo y, por otra parte, los muchos países que se encuentran en vías de lograrlo bajo la clasificación y denominación de “países en vías en desarrollo”.

En este sentido, se establece como necesidad la puesta marcha de medidas para mejorar notoriamente las condiciones de estos últimos. Este tipo de clasificación y lenguaje se encuentra inculcado de tal manera en nuestra cultura y sociedad que en la actualidad suele identificarse a clubes de fútbol profesional, históricamente “cuadros chicos”, como “equipos en desarrollo”, sin embargo, ¿de qué hablamos cuando hablamos de desarrollo?

Durante la segunda posguerra el desarrollo fue asociado con el crecimiento económico; los países desarrollados serían aquellos que presentaran mayores niveles de expansión de su estructura económica. En concreto, se entendía el desarrollo como un lugar al que arribaban los países que emprendían un conjunto de procesos vinculados con el mejoramiento de sus niveles de ahorro e inversión y, por ende, mayores niveles de desarrollo. Eran claramente diferenciadas las etapas que debían atravesar los países subdesarrollados para convertirse en desarrollados: iniciaba con el aumento de los niveles de inversión en algunos sectores clave de la economía, este primer impulso inversor influía en segundo lugar en el mejoramiento de otras actividades que, en una etapa posterior, dinamizarían la economía en su conjunto, estableciendo un despegue con respecto a la estructura inicial, derivando de este proceso una mejora del nivel de bienestar generalizado mediante los derrames que el crecimiento económico produciría.[^1]

La experiencia histórica demostró –de manera soberbia– que la problemática del desarrollo era un tanto más compleja que la puesta en marcha de un conjunto de pasos universales, atemporales y preestablecidos. Por sí solo el crecimiento económico no garantizó un nivel de bienestar generalizado (y superior a las etapas precedentes), por el contrario, agudizó las desigualdades al interior de los países y, en efecto, las desigualdades entre países que, en definitiva, intentaron contrarrestar las medidas preestablecidas.

De este modo, en las décadas posteriores a la segunda posguerra, emergen diferentes críticas sobre el entendimiento del desarrollo que nos acompañan y definen la agenda de políticas públicas en la actualidad. En primer lugar, el desarrollo dejó de ser entendido como un lugar al que arriban los países: comenzó a ser entendido como un proceso, un camino que recorren los países, condicionado esencialmente por su cultura e historia. En segundo lugar, el crecimiento económico dejó de ser un sinónimo de desarrollo debido a su falta de garantías en la generación de bienestar general de la sociedad y, por lo tanto, se cuestionan los supuestos de efectos significativamente positivos en la disminución de la desigualdad. En efecto, el crecimiento económico siguió siendo relevante, sin embargo, dejó de ser entendido como el único proceso necesario para el desarrollo. Finalmente, dos aspectos muy presentes en los discursos políticos de cualquier escala ideológica: el desarrollo consiste en un proceso de mejoramiento de la calidad de vida de las personas y este proceso debe contemplar de manera central la preservación y la reproducción del medioambiente donde se llevan a cabo estos cambios.

En síntesis, cuando hablamos de desarrollo hablamos del proceso de mejora de la calidad de vida de las personas que integran un territorio y, como sucede en la vida cotidiana, la calidad de vida depende de muchos factores. En esta línea, el desarrollo también depende de muchas dimensiones (económica, política, ambiental, social y cultural) y, por lo tanto, existen múltiples sendas para recorrer estos caminos tan complejos.1

Todo lo bueno que hay aquí, que hace grande a mi país

En el caso de Uruguay, como señala la canción “Mi país” de Rubén Rada, existen muchos aspectos que “lo hacen grande” y lo ubican como uno de los países de mayor nivel de desarrollo humano en la región y en el mundo. Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en su informe de 2019, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) conforma una aproximación relevante al nivel de vida de las personas mediante la medición de dimensiones esenciales de la calidad de vida, como la salud, la educación y el nivel de ingreso.

En este sentido, el IDH se integra por las tres dimensiones mencionadas y, en un valor que oscila entre 0 y 1, clasifica los países según su nivel de desarrollo humano. Cuanto más cercano a 1 sea el valor del índice, más elevado será el nivel de desarrollo humano del país.

Foto del artículo '“Como uruguayo quiero ser parte de ti”: los niveles de desarrollo al interior del Uruguay'

Según los datos de la tabla 1, Uruguay ocupó el lugar 58 en la escala internacional de nivel de desarrollo humano en 2019. Nuestro país se ubicó en el grupo de países con mayor desarrollo humano a nivel global por sus elevados valores en educación, salud e ingresos. Los valores en estas dimensiones fueron superiores al centenar de territorios que se encuentran en los grupos de desarrollo alto, medio y bajo. En términos de salud, la población uruguaya presentó niveles de esperanza de vida al nacer cercanos a los 78 años, con valores superiores a los países de bajo desarrollo humano, con menos de 62 años de esperanza de vida. Algo similar se observa en términos de educación, los años promedio de educación en Uruguay casi que duplican los años promedio de educación en países de bajo nivel de desarrollo humano; sin embargo, aquí es preciso destacar que valores uruguayos son sensiblemente inferiores al promedio de otros países de desarrollo humano muy alto. Por último, en el marco de América Latina, Uruguay fue solamente superado por Chile con un IDH de 0,847 y por Argentina con un valor de 0,830, ambos países pertenecientes al grupo de países de desarrollo humano muy alto, al igual que Uruguay, de acuerdo a la clasificación de las Naciones Unidas.

3. Como uruguayo quiero ser parte de ti

Si bien a nivel internacional somos clasificados e identificados como un país de desarrollo humano muy alto, es relevante reflexionar y cuestionar qué tan homogéneo es el proceso de desarrollo en el interior del país. Según datos del Observatorio Territorial de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OTU-OPP), en 2018 los departamentos con mayor nivel de desarrollo humano fueron Montevideo, Colonia, Maldonado, Florida, Flores y Río Negro (ver gráfico 1).

De este modo, se observa que el nivel de desarrollo humano en Uruguay es superior a 0,70 en todos los departamentos, valores de desarrollo humano elevado en la escala internacional y, por otro lado, se observa que Montevideo es el lugar donde mayor desarrollo humano existió en 2018. La capital concentra la mayor proporción de la población, con mayor nivel de formación educativa y, además, a nivel económico es el departamento que concentra la mayoría de los emprendimientos empresariales.

Foto del artículo '“Como uruguayo quiero ser parte de ti”: los niveles de desarrollo al interior del Uruguay'

Además del IDH existe otro tipo de mediciones que nos permiten aproximarnos al fenómeno del desarrollo reconociendo su carácter multidimensional. Es decir, cuando hablamos de desarrollo hablamos de la calidad de vida de las personas y, en esta línea, la calidad de nuestras vidas depende (además de la salud, la educación y el nivel de ingresos) de factores que hacen al bienestar de una sociedad. Ejemplo de esto puede ser la seguridad, la desigualdad social, la conectividad, el medio ambiente, entre otras dimensiones.

Una medida alternativa del desarrollo se encuentra en el Indicador de Desarrollo Regional (IDERE), construido por el Grupo de Desarrollo Regional y Local del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la Universidad de la República, que mide en una escala de 0 a 1 el nivel de desarrollo de los departamentos mediante ocho dimensiones (educación, salud, bienestar socioeconómico, economía, conectividad, seguridad, ambiente e instituciones), integradas por treinta y tres indicadores que resumen en una única medida el nivel de desarrollo del departamento.2

De acuerdo a los datos del IDERE incluidos en la tabla 2, el departamento con mayor grado de desarrollo en 2016 fue Montevideo. La capital presenta los indicadores más sólidos en la dimensión educativa, por destacar algunos, presenta el mayor porcentaje de población con estudios superiores y concentra a las personas con mayor nivel educativo medido en años promedio de educación formal. Otro aspecto relevante de Montevideo es la conectividad, el porcentaje de población con acceso a conexión internet es el más elevado de Uruguay y, en términos de conexiones físicas, es el territorio mejor conectado en materia de rutas y calles, al igual que el porcentaje de sus rutas pavimentadas.

Los otros departamentos que presentaron mayor nivel de desarrollo son Maldonado (0,624), Canelones (0,611) y Colonia (0,598). Estos tres departamentos mostraron rendimientos parejos en todas las dimensiones, destacándose del resto de territorios en los indicadores de tres dimensiones como educación, bienestar y economía. Es decir, han sido territorios con mayores niveles educativos, con menores niveles de desigualdad, indigencia y pobreza y, por otro lado, han sido las economías departamentales más dinámicas (menor desempleo, mayor cantidad de ingresos y mayor contribución a la economía nacional).

Foto del artículo '“Como uruguayo quiero ser parte de ti”: los niveles de desarrollo al interior del Uruguay'

Los departamentos que presentaron mayor rezago en términos de desarrollo han sido Rivera, Durazno, Treinta y Tres y Cerro Largo. Sus niveles de desarrollo oscilaron entre 0,440 y 0,489, datos que reflejan procesos de desarrollo sensiblemente inferiores a los departamentos mejor ubicados. Estos territorios reflejaron condiciones estructurales complejas con respecto a la calidad de vida: menor nivel educativo en términos de promedio de años de educación y acceso a la educación superior, mayores niveles de pobreza, indigencia, informalidad y desigualdad de ingresos y, por otro lado, en términos de estructura económica, presentaron rezagos en el nivel de desempleo, en el nivel de ingresos de las personas, y además fueron economías con menor aporte relativo a la economía nacional.

De este modo, si bien a nivel internacional somos catalogados como un país de muy alto nivel de desarrollo, al interior de nuestro país coexisten múltiples desigualdades según las dimensiones del desarrollo.

Foto del artículo '“Como uruguayo quiero ser parte de ti”: los niveles de desarrollo al interior del Uruguay'

Este tipo de aproximaciones ofrece diferentes aristas sobre la identidad uruguaya: si bien a nivel internacional tenemos una visión positiva sobre el nivel de desarrollo, al interior de nuestro país existen marcadas heterogeneidades. Por otro lado, este tipo de mediciones contribuyen a la construcción de sendas y caminos para el establecimiento de procesos de mejoramiento de la calidad de vida en un sentido amplio y plural. En concreto, medidas como el IDERE ofrecen una visión multidimensional sobre la calidad de vida en el país mediante sus diferentes dimensiones y ofrecen la oportunidad de construir agendas que propongan un conjunto de medidas que contribuyan al mejoramiento de la calidad de vida y el nivel de desarrollo al interior y a nivel general del Uruguay.

Como se observa en la figura 2, en el interior existen desigualdades en términos de desarrollo. Al sur del Río Negro se encuentran los departamentos con mayores niveles de desarrollo. Representan territorios con niveles elevados de educación, salud, bienestar socioeconómico, economía, conectividad, entre otras dimensiones que influyen de manera significativa en la calidad de vida de un territorio.

La contracara de este proceso es lo que ocurre al norte del Río Negro, con departamentos con niveles relativamente bajos de desarrollo, conformando territorios con bajos niveles educativos, con indicadores de pobreza, indigencia, desempleo y desigualdad elevados y, asimismo, con dificultades en términos de conexiones dentro de su territorio. De este modo, es posible destacar agendas de desarrollo diferenciadas a nivel departamental y medidas diferenciadas en relación con las diferentes dimensiones que integran la calidad de vida de las personas.

4. A modo de cierre: tus costumbres, tu perfil

La problemática del desarrollo conforma un tema trascendente en el campo de las ciencias sociales, sobre todo en el campo de las ciencias económicas, al igual que en el ámbito político nacional e internacional. Un tema como éste merece reflexionar en múltiples direcciones, implica reconocer: i) la diversidad de escalas de estos procesos (internacional, nacional y subnacional); ii) el carácter multidimensional del desarrollo, al destacar que la calidad de vida de las personas depende de muchos factores; y iii) la dimensión histórica de estos procesos, destacando que es un concepto cambiante en el tiempo y que se aplica a un determinado contexto.

El proceso de desarrollo en Uruguay demuestra algunos patrones, al igual que canta Ruben Rada, es posible recorrer todas sus playas, sus costumbres y su perfil. En el ámbito internacional, nuestro país es catalogado como uno de los países de mayor nivel de desarrollo humano. Esto es motivo de orgullo y estima, contribuye a reforzar nuestra identidad de que somos un país modelo en la región y, además, que nuestros niveles de desarrollo humano y cohesión social son cuestiones admiradas a nivel internacional. Otra de las costumbres que tenemos como uruguayos refiere a las desigualdades y heterogeneidades en términos de desarrollo al interior de nuestro territorio.

No parece ser motivo de orgullo y estima que en el interior de Uruguay existan marcadas desigualdades en términos educativos, sanitarios, económicos, sociales y conectividad. De todas maneras, mirar el desarrollo desde una óptica con múltiples escalas y múltiples dimensiones ofrece la oportunidad de comprender en mayor medida cuáles son las problemáticas específicas de cada territorio.

A modo de cierre, este tipo de documento ofrece una oportunidad de reflexionar sobre la calidad de vida, sus determinantes y las acciones que se pueden llevar a cabo para influir de manera significativa en nuestro país. Sin dejar de reconocer que a nivel internacional somos un país que cumple con los estándares más elevados en términos de desarrollo, en el interior persisten desigualdades estructurales que si se tomaran en cuenta harían aún más grande a nuestro país.

[^1] Para mayor detalle sobre las teorías del desarrollo consulte Amartya Sen (1998), “Las teorías del desarrollo a principios del siglo XXI”, en Cuadernos de Economía, v. XVII, n. 29, Bogotá, paginas 73-100.


  1. Para comprender en mayor medida las críticas al concepto de desarrollo ver: i) Dudley Seers (1969), “The Meaning of Development”, en IDS Comununication 44, 1969, Institute of Devolopment Studies y ii) Wolfang Sachs (1996), Diccionario del Desarrollo: una guía del conocimiento como poder, PRATEC, Perú. 

  2. Para mayor detalle metodológico ir al sitio de IDERE Latam, información disponible en http://www.iderelatam.com/informe-chile-uruguay/