Los datos divulgados el miércoles por el Instituto Nacional de Estadística (INE) evidenciaron una interrupción en la recuperación del mercado laboral durante diciembre, en línea con el deterioro de la situación sanitaria que tuvo lugar en el último tramo del año.
En este sentido, las estimaciones puntuales para la tasa de actividad y empleo cayeron en relación a noviembre. La primera cerró el año en 61,3% y la segunda en 54,1% de la población en edad de trabajar. Esto representa una caída de 0,4 puntos porcentuales (p.p.) y 0,1 p.p., respectivamente.
Como la caída de la oferta laboral fue más pronunciada que la caída de la demanda, la tasa de desempleo se retrajo, pasando de 10,9% a 10,5% de la población económicamente activa. Esto significa que fueron 186.000 los desocupados a diciembre. En efecto, el desempleo bajó en diciembre. Sin embargo, haciendo abuso del lenguaje, no fue por “buenas razones”. En otras palabras, pese a que el empleo se deterioró en términos mensuales, la reducción de la cantidad de personas activas en el mercado laboral fue mayor en términos relativos. Esto significa que la contracción de la tasa de actividad volvió a operar como un amortiguador para contener la escalada de la tasa de desempleo.
La comparación mensual de las estimaciones puntuales para cada indicador representa un primer abordaje a la problemática, pero es superficial y puede conducir a errores de interpretación y conclusiones equivocadas. Los datos relevados mes a mes tienen “mucho ruido” y un intervalo de confianza no menor; no es bajo el margen de error. Por ejemplo, si bien la estimación puntual pautó un desempleo de 10,5% en diciembre, el intervalo de confianza se extiende entre 9,6% y 11,4%. Dado que todos los meses sucede lo mismo, el resultado termina siendo esa suerte de “efecto electrocardiograma” que se aprecia en los respectivos gráficos. Obviamente, esto dificulta la correcta interpretación de la tendencia. Para depurar esos efectos estacionales y/o factores irregulares, los economistas suelen extraer la “tendencia-ciclo” de cada indicador, que arroja una señal más estable sobre su evolución. Dicho de otra manera, le saca el ruido mensual a la serie y la deja más limpita para su interpretación.
Siguiendo esta línea, el empleo interrumpió la recuperación que gradualmente venía mostrando desde el piso de abril, al tiempo que el desempleo mantuvo su trayectoria alcista (amortiguada por la caída de la tasa de actividad). De esta forma, como era esperable, el deterioro de la situación sanitaria hacia el cierre del año tuvo su correlato en la dinámica del mercado laboral (pese a que el desempleo bajó).
Esto también se desprende del análisis de los indicadores adicionales divulgados por el INE desde que comenzó la pandemia. Uno de ellos refiere a la incidencia del teletrabajo, cuyas implicancias fueron analizadas detalladamente en la nota publicada el 18 de enero (“Panorama complejo al comienzo de 2021”). A este respecto, y por tercer mes consecutivo, se registró un aumento en la proporción de los ocupados que desempeñan sus tareas de forma remota.
A nivel geográfico, la incidencia del teletrabajo en Montevideo triplicó la del interior en el último mes del año (18% y 6,5% respectivamente). Esos registros alcanzaron su pico máximo en abril (29,8% para Montevideo y 12,2% para el interior), luego bajaron de forma sostenida hasta octubre y desde ahí volvieron a repuntar en el último bimestre. Si se analiza por nivel educativo, uno de cada tres ocupados con educación terciaria completa terminó el año teletrabajando. Ese guarismo llegó a alcanzar al 60% durante el mes de abril. En contraposición, entre los menos calificados la incidencia del teletrabajo nunca superó el 1% durante 2020. Este es uno de los factores principales detrás del impacto asimétrico que tiene esta crisis: el trabajo a distancia tiene sesgo hacia la alta calificación y por eso profundiza inequidades preexistentes. Por último, al mirar la dinámica del teletrabajo por sectores de actividad, se destacaron información y comunicación, y actividades financieras y de seguros (50,4% y 40,8% en diciembre respectivamente).
Otro indicador relevante para analizar la dinámica laboral en el marco de la pandemia es la proporción de ocupados ausentes (aquellos que, a pesar de no haber trabajado en la última semana, mantienen el vínculo con su puesto). En este caso, el dato de diciembre pautó el primer incremento registrado desde abril. Concretamente, los ocupados ausentes aumentaron 1,4 p.p. en diciembre, cerrando el año en el entorno de 7% del total (en abril fueron 24%). Depurado de los trabajadores que se encontraban de licencia, uno de los motivos tradicionales de ausencia en el mundo prepandemia, el aumento estuvo ligado a las ausencias por “poco trabajo o mal tiempo” (1,5% del total de ocupados y 22% de los ausentes) y por “suspensión y cuarentena por covid-19” (0,5% del total de ocupados y 18,1% de los ausentes).
Balance 2020: caída del empleo superó la registrada durante los cinco años previos
En el promedio anual la tasa de empleo se ubicó en 54,3%, 2,4 p.p. por debajo de la registrada en 2019. Esto implica que aproximadamente 60.000 personas perdieron su trabajo durante 2020. El desempleo, por su parte, dio cuenta de un aumento de 1,4 p.p., que llevó la tasa hasta 10,3%.
Como fue mencionado, este incremento estuvo mitigado por el repliegue de la participación laboral: la tasa de actividad pasó de 62,2% a 60,5% entre 2019 y 2020. Como ejercicio meramente ilustrativo, si la participación en el mercado de trabajo se hubiese mantenido constante en el nivel de 2019, el desempleo habría sido cercano a 13% durante el año pasado.
Cabe notar que el deterioro del mercado laboral no se restringe a la pandemia. Por el contrario, la economía ya venía mostrando crecientes dificultades para generar empleos desde hacía varios años. En este sentido, entre 2015 y 2019 se perdieron un poco más de 50.000 puestos. En efecto, la comparación de las cifras deja en evidencia la magnitud del golpe que supuso la pandemia para el empleo en nuestro país.
El impacto desigual sobre el empleo
Esta crisis, más que cualquier otra, tiene impactos asimétricos muy diferenciados sobre la población y el mercado de trabajo. Por ejemplo, la incidencia de la informalidad cayó en 2020 de 24,9% a 22,2%. Esto puede parecer contraintuitivo, pero lo que indica no es que se hayan logrado avances en la formalización durante los últimos meses, sino que pone en evidencia que el sector informal fue el más golpeado por la pandemia. En promedio, la caída de los puestos cotizantes en BPS superó los 22.000 (casi 40.000 en la comparación interanual al último trimestre)
A nivel geográfico, los datos de empleo muestran un mayor impacto en el interior del país con respecto a Montevideo. En el primer caso el indicador cayó 2,6 p.p. y en el segundo se redujo 2,0 p.p. Concomitantemente, y de manera análoga, el desempleo registró un mayor aumento en el interior que en la capital (ubicándose en 10,9% y 9,0% respectivamente).
Si se analiza por género, el deterioro relativo del empleo fue mayor para los hombres. Sin embargo, las mujeres experimentaron un mayor incremento del desempleo dada la dinámica diferenciada en lo que hace a la participación laboral. Por un lado, la tasa de empleo se ubicó en 62,1% y en 47,1% respectivamente. Esto representa una caída anual de 2,8 p.p. para los hombres y de 1,9 p.p. para las mujeres. En la órbita del desempleo, el balance 2020 dejó las tasas en 8,6% y 12,4% respectivamente. La primera (hombres) aumentó 1,3 p.p. y la segunda se incrementó 1,7 p.p. Más allá del impacto asimétrico de la crisis, los datos evidencian las diferencias estructurales que caracterizan el vínculo de hombres y mujeres con el mercado laboral.
Además, como destacó CEPAL, la pandemia generó un aumento de la demanda de cuidados que derivó en una enorme salida de las mujeres de la fuerza laboral en la región. De acuerdo al organismo, la tasa de desempleo femenina sería de 22,2% en 2020 (si se asume la misma tasa de participación del 2019), lo que implica 12,6 p.p. en comparación interanual. En efecto, el golpe de la crisis fue mayor para las mujeres y acentuó desigualdades históricas.
Ingresos de los hogares caen durante el último año
La caída del empleo coincidió con la contracción del salario real (la pérdida de poder adquisitivo fue, en promedio, 1,7% en 2020), profundizando el retroceso de los ingresos medios de los hogares. Los ingresos, que ya habían caído durante los dos años previos, se ubicaron 7,1% por debajo del nivel que tenían en 2019. Esta caída fue mayor en el interior del país (-8,0%) que en Montevideo (-6,1%).
Como ocurrió con el resto de los indicadores del mercado laboral, los ingresos exhibieron dinámicas dispares durante el correr del año. El peor momento fue abril, cuando el desplome interanual superó el 13%. Desde ahí, y con una lógica dispar, las caídas se fueron moderando para cerrar el año con un retroceso de 4,6% frente a diciembre 2019.
Perspectivas 2021
El mercado laboral logró procesar una leve recuperación luego del profundo golpe que recibió durante el segundo trimestre. No obstante, hacia el cierre del año esa dinámica fue perdiendo fuerza y se interrumpió durante el último mes, en línea con el deterioro de la situación en el frente sanitario.
Si bien se espera un rebote de la actividad económica para este año, no será suficiente para recuperar el terreno perdido durante la pandemia. En otras palabras, la recuperación del empleo será más lenta y diferida en el tiempo: los empleos perdidos durante el año pasado se recompondrían sólo parcialmente. Además de lo que suceda con el frente sanitario y la llegada de las vacunas, la próxima negociación colectiva y las medidas que eventualmente puedan desplegarse para estimular el empleo serán determinantes para la recomposición del mercado. En cualquier caso, es esperable que este año el desempleo permanezca por arriba de 10% y que no se recuperen los niveles de empleos previos a la pandemia.
Al respecto de la trayectoria del desempleo, es importante destacar que la proporción de inactivos disponibles para trabajar se ha mantenido elevada (casi 68.000). Al momento, estas personas no son desempleadas porque estrictamente no están buscando trabajo de forma activa, pese a que se encuentran disponibles para hacerlo. Dentro de este universo, más de 14% declaró que no buscó por la coyuntura de la pandemia (lo que representó un incremento de 6,4 p.p. en relación a noviembre) y casi 16% señaló que buscó antes, no encontró y dejó de buscar. A medida que las perspectivas mejoren, la reincorporación de estas personas a la búsqueda activa de empleo supondrá una presión alcista sobre el desempleo. Hay que recordar que el desempleo permanece amortiguado justamente por el repliegue de la oferta (tasa de actividad). A medida que esta se recupere, el número de desempleados podrá ir en aumento.
Lo mismo sucede con los ocupados ausentes, que mantienen un vínculo más inestable con su puesto de trabajo. Por ejemplo, de los ocupados que estaban ausentes en noviembre, 7,5% perdió su empleo al cierre del año: 2,5% pasó a la desocupación y el restante 5% a la inactividad.
Según los analistas consultados por el Banco Central en diciembre, la tasa de empleo se situaría por debajo de los niveles de 2019 al menos hasta 2022. En el caso del desempleo, la mediana de las respuestas indica una tasa promedio de 10% para este año. Análogamente, si bien se espera cierta recomposición de los ingresos de los hogares, la lenta recuperación prevista para el empleo y las perspectivas para el salario real no sugieren que se pueda recomponer lo perdido en el corto plazo.
¿Qué dicen los datos del BPS sobre la situación en enero de 2021?
Los datos del Banco de Previsión Social (BPS) permiten ir adelantándonos a la dinámica más reciente mediante la evolución de los beneficiarios del subsidio por desempleo. Según la Asesoría General en Seguridad Social, el mes pasado se registró una ligera caída en términos mensuales. Concretamente, fueron 76.590 los beneficiarios en enero. Esto equivale a una caída de 1% (773 personas). Así, luego del descenso que se registró a partir del pico de mayo (casi 190.000), los últimos tres datos muestran cierta estabilidad.
En relación a diciembre, la caída estuvo asociada principalmente a la disminución de aquellos beneficiarios por causal reducción (-7,6%; 1.100 personas menos), que más que compensaron el aumento de los beneficiarios por causal suspensión (1,6%; 500 personas más). Los beneficiarios por causal de despido, por su parte, se mantuvieron relativamente estables en la comparación mensual.
Por sector de actividad, las mayores caídas mensuales se registraron en comercio (6,9%), transporte y almacenamiento (6,2%) e industria manufacturera (3,9%). En contraposición, los beneficiarios aumentaron más en enseñanza (23,1%) y construcción (7,75). Si se compara con enero 2020, los beneficiarios aumentaron 59%. El comercio y los servicios de alojamiento y comida fueron las actividades que más contribuyeron al crecimiento del indicador. Por último, cabe notar que en enero 45% de los beneficiarios corresponden a Montevideo. Le siguen Canelones (15,4%), Maldonado (6,9%), Salto (4,4%), Paysandú y Colonia (3,8%).