Ni la negatividad propia del caos y la incertidumbre de 2020 ni la panacea de una reactivación de las economías mundiales que nos arrastre hacia un ciclo de fuerte expansión. Ese es el panorama trazado para este año, que estará marcado por una reactivación de la actividad que podría no ser suficiente para recuperar el terreno perdido y que no permite avizorar grandes saltos en las perspectivas para nuestro país. Sobre esto y otros temas expusieron el miércoles Tamara Schandy, socia de la consultora Exante, y Marcos Soto, decano de UCU Business School.

En el evento, organizado por Rivero-Quirino, Comunidad Etcétera y la diaria, Schandy señaló que hubo un comienzo de año “relativamente positivo en las condiciones internacionales”, aunque hace dos semanas “comenzaron algunas turbulencias”. Esto último está asociado al fortalecimiento global del dólar y al importante ajuste de las tasas de interés en Estados Unidos, fenómenos que han tenido impacto en nuestro país.

Se trata de efectos colaterales de “la fase hiperexpansiva” en la que se encuentra el mundo, con las principales potencias desplegando “paquetes de estímulos fiscales muy potentes” y generando un “contexto de abundante liquidez” vía política monetaria. A esto se suma “la incertidumbre” sobre lo que pasará una vez que la pandemia vaya quedando atrás con el “incremento del ahorro que se dio el año pasado”, producto de las restricciones y la precaución para hacer negocios. “Hay un debate en el mundo sobre si habrá un fuerte desahorro y eso dará un impulso adicional al gasto”, indicó la analista.

Para Uruguay “un ingrediente positivo” del escenario internacional es el alza de los precios de las materias primas de exportación, como la carne, los lácteos y los granos. “Esto es un contexto externo favorable, aunque igual no lo vemos como el inicio de otro ciclo tan bueno como el que tuvimos poscrisis global de 2008 y hasta 2014”, aclaró Schandy.

Esa previsión está ligada a que “hay una perspectiva de rebote [de la actividad global], pero con economías que seguirían por debajo de los niveles prepandemia”. A su vez, en esta oportunidad los países emergentes sufrieron directamente los impactos de la pandemia, a diferencia de lo que sucedió en 2008, cuando “disfrutaron las políticas expansivas de las principales economías sin experimentar la resaca de la crisis”.

Además, hay países, como Uruguay, que llegaron al escenario de pandemia “arrastrando problemas que son limitantes para el crecimiento en los próximos años”. Además, la situación hoy es otra y no existe el mismo margen para capitalizar este escenario como se hizo años atrás. “En 2008, y durante los años que siguieron, Uruguay estaba en una fase de precios altos de exportación, pero haciendo inversiones para aprovechar esa coyuntura y crecer. Hoy tenemos precios que resultan atractivos en lo agropecuario, pero este sector venía operando con capacidad ociosa, por lo cual no necesariamente tendrá una vocación de inversión”, analizó la socia de Exante.

A nivel local, Schandy destacó que la economía “tuvo un rebote muy bueno” en los meses posteriores al inicio de la pandemia, entre mayo y setiembre, pero que “el panorama cambió desde el cuarto trimestre, con una recuperación más dispar a nivel sectorial”.

La trayectoria en este 2021 luce “sumamente heterogénea”, con sectores como el agro y la construcción “operando a niveles más altos que en 2019” pero con otros que aún se mantendrán por debajo, como el comercio y los servicios ligados al turismo.

La analista marcó como “la pieza fundamental” de este andamiaje de la economía “la lenta recuperación del empleo”, incluso “en los sectores en reactivación”. Hay 60.000 ocupados menos en el último año, dentro de un mercado laboral “que ya venía expulsando trabajadores en los cinco años previos”. Esto provoca “una situación sumamente frágil” y ubica la generación de empleo como el “el principal desafío de la política económica para este año”.

En este marco, la consultora Exante proyecta un muy moderado crecimiento económico en el transcurso de 2021. En concreto, “el PIB crecería 3,2% promedio anual, con una contribución relevante del proyecto de UPM”. De esta manera, “la recuperación prevista para 2021 se apoyaría en el fuerte crecimiento de la inversión y en una recuperación del consumo privado, que sería igualmente parcial”.

Por otra parte, la economista señaló que la “inflación bajará de forma relevante en los próximos meses”, cerrando el año en torno a 6,7%. Esto sería suficiente para “marcar con claridad un camino de desinflación y abre un espacio para que la política monetaria pueda mantener una tónica expansiva”.

La visión final es que Uruguay está avanzando, pero tiene que seguir ajustando desbalances macroeconómicos y promoviendo reformas de carácter más estructural. “Salvo que estemos ante el comienzo de un auge prolongado de los precios de las materias primas y un período de fuerte ingreso de capitales hacia los mercados emergentes, Uruguay seguirá enfrentando restricciones de crecimiento, que demandan una agenda más importante de reformas estructurales y una estrategia decidida de inserción internacional y captación de inversión extranjera”. Previo a que irrumpiera la pandemia, Uruguay ya exhibía tasas de crecimiento insuficientes que le impedían llegar “al lugar que todos tenemos en la cabeza para nuestro país”, remató Schandy.

El “barrio complicado” y la apuesta por captar valor

Soto prosiguió el hilo conductor de la presentación anterior y planteó que se disparan varias preguntas relativas a la reactivación de la economía este año. Una de ellas refiere a qué tipo de recuperación habrá. En su visión, la reactivación será “desigual intra economías y entre economías”. Esto porque a la interna de cada país “hay sectores mucho más dañados que otros”, tomando como extremos al turismo y al rubro tecnológico. “Se migró hacia sectores más dinámicos” y eso supone que hay que ser cuidadosos al hablar de recuperación económica, “porque seguramente quedaron por el camino empresas que generaban mucho trabajo”.

Esas diferencias también se observan entre países. Por ejemplo, “China logrará profundizar su despegue frente al resto del mundo”, mientras que otras economías tardarán años en recomponer el daño ocasionado por la pandemia. El punto de partida, el impacto de la crisis y la capacidad de respuesta generan trayectorias divergentes hacia adelante.

En lo que refiere a la región, Soto se preguntó cómo va a responder América Latina frente a esta realidad. Nuestro barrio “trae un punto de partida complicado, con sus principales economías arrastrando problemas estructurales desde hace varios años”.

Brasil todavía no ha logrado recuperarse de la recesión que atravesó en 2015 y tiene “una economía hiperdeficitaria, con importantes problemas en el sistema de seguridad social”. Además, nuestro vecino del norte “es el país con más muertos por día a raíz de la covid-19, lo que afectará su desempeño actual y futuro”. Esto determinará “que el crecimiento de Brasil estará más ralentizado de lo esperado”. Del otro lado, Argentina sigue “con sus crisis crónicas” y “no podemos esperar” efectos positivos para Uruguay. “Es una bomba permanente que nadie sabe desactivar”.

A nivel más agregado, añadió que la pandemia “ha traído una profundización de la desigualdad social: 2020 terminó con 20 millones de pobres más, dejando 210 millones de personas por debajo de la línea de pobreza”. El analista subrayó que se trata de “una herida profunda” para la región, que tiene 8,4% de la población mundial, pero 28% de las muertes por covid. En efecto, estamos en un “barrio complicado”, remarcó Soto.

¿Todo es negativo? “No. Dentro de un escenario muy desafiante, hay algunos factores que pueden llegar a oxigenarnos, como la evolución de los precios internacionales [de los alimentos que Uruguay exporta]”. De esto deriva otra pregunta más general: ¿con qué mundo deberá lidiar el país hacia adelante? “Lo peor que podemos hacer es creer nuevamente que los precios internacionales altos nos llevarán al desarrollo, nada más alejado. De acá en más, vendrá un mundo en el que habrá que pelear –en el buen sentido de la palabra– por capturar la creación de valor”, y para eso “hay que entender dónde está”.

Hoy se crea valor produciendo “materias primas cada vez más sofisticadas, incorporando inversión en tecnología, servicios profesionales”. En ese sentido, la clave pasa por resolver “cómo capturar cada vez más valor en una economía global que empieza a asignar ese valor a otros eslabones, no sólo la generación primaria”. Esto último en referencia a “todo lo que hay detrás del consumo”, como la experiencia del cliente u otros intangibles asociados al servicio y el marketing. “Hoy 90% del valor generado en Estados Unidos –según Standard & Poor's– pasa por activos intangibles. Ya no son stocks ni propiedades, son derechos, datos, software, licencias, marcas y patentes”.

Esto conduce a un tema que es central para nuestro país: ¿cómo nos relacionamos con el mundo? “Somos una economía pequeña que tiene el desafío de la apertura y la inserción internacional. Nada de lo dicho tiene sentido si Uruguay no consigue colocar trabajo en el exterior, tanto vía comercio de servicios como a través de los bienes”. A este respecto, subrayó que se requieren “más mercados y un flujo de inversiones más dinámico, que genere proyectos siempre orientados hacia el exterior”.

Como reflexión final, Soto subrayó que “nuestra capacidad de producción es mucho mayor que nuestro consumo, pero a la vez consumimos cosas que no producimos y debemos comprar. Eso se llama ‘intercambio comercial’ y para eso es necesaria la integración”.