Desde hace unos meses Uruguay está transitando el proceso hacia una reforma de su sistema de seguridad social, que culminará a finales de este año –según las fechas que estima el gobierno– con la aprobación de un proyecto de ley que introducirá cambios en las reglas jubilatorias. Aunque queda camino por recorrer y varios debates por zanjar, es probable que las condiciones para alcanzar causal jubilatorio sean más exigentes –por ejemplo, al elevar la edad de retiro–, y por ello cobra relevancia la definición sobre el denominado “pilar cero”. Esto es, el régimen no contributivo que brinda una pasividad a los trabajadores que no alcanzaron el mínimo exigido de años de aportación.
A efectos de dimensionar la magnitud del problema que se vislumbra en el horizonte, distintos trabajos han surgido como parte de los insumos para la Comisión de Expertos en Seguridad Social (CESS), un ámbito técnico conformado por representantes de los partidos políticos y de los sectores sociales.
En noviembre, una investigación hecha por Ignacio Apella –economista de la Práctica Global de Protección Social y Trabajo del Banco Mundial– y Gonzalo Zunino –director del Centro de Investigaciones Económicas– estimó, en función de microdatos de historias laborales del Banco de Previsión Social (BPS), los niveles de aporte para la jubilación del promedio de los trabajadores entre abril de 1996 y diciembre de 2015. Los resultados mostraron que la densidad de cotización, es decir el período de tiempo que se aportó respecto del total, es de 57%, y que sólo 17% de los activos no tiene baches en la contribución.
La contracara de estos números es que cerca de la mitad de los trabajadores llegará a los 60 años con 30 años de aporte, lo que le permitirá acceder a una jubilación. La cosa cambia poco al extender la simulación hasta los 65 años, lo que muestra que alrededor de la mitad de los activos tendrían una prestación no contributiva.
En una línea similar van las advertencias que surgen de un reciente trabajo realizado por el contador Nicolás Bene, de la Asesoría Económica y Actuarial del BPS, presentado el viernes en un seminario virtual organizado por la CEES.
El estudio, disponible como nota técnica en la web de la CEES, utilizó como base una muestra de 87.329 cotizantes en BPS y su historial laboral, contabilizando sólo a aquellos que tuvieron algún mes de aporte en 2019. Al igual que el trabajo previo, el objetivo de este estudio fue llegar a la densidad de cotización promedio, tomando en este caso una base de datos con algunas diferencias. ¿Por qué importa conocer la densidad de cotización? Bene señaló que “estudiar la frecuencia” de los aportes “permite analizar si existen dificultades o no para acceder a una jubilación”.
Resultados generales y según distintas variables
El cálculo de fondo para el trabajo consiste en dividir “los meses con aportes sobre los meses potenciales de aportación”. Por eso es esencial definir qué período de tiempo abarca el estudio. Un inconveniente es que la historia laboral se volvió obligatoria en el BPS en 1996, cuando se implementó la última gran reforma previsional. Al no poder reconstruir la trayectoria completa de los trabajadores con actividad previo a esa fecha, la definición fue tomar abril de 1996 como punto de partida. En el caso de quienes ingresaron al mercado laboral con posterioridad, se calcula la densidad de cotización desde la edad promedio de ingreso al trabajo, estimada en 20 años. En ambos casos, el punto final es diciembre de 2019.
Con esta metodología, Bene llegó a una densidad promedio del conjunto de trabajadores de 66%. Esto significa que “de cada tres años posibles de trabajo de una persona, en realidad aportó dos años”.
Más allá de que ese dato ya es significativo de por sí, y refuerza los indicios observados en el estudio de noviembre, el cálculo también permite indagar sobre las características que presentan los niveles de aportación de los trabajadores. Una de ellas es que la densidad de cotización aumenta con la edad de la persona: cuanto más años de trabajo se acumulan es menos probable tener un bache en la contribución.
Según los datos presentados por el autor, hasta aproximadamente los 45 años de edad el nivel de aporte se ubica por debajo del promedio. Desde ese momento sube para volver a bajar sobre los 60 años. Esto último responde a que una porción de los trabajadores empieza a alcanzar el causal jubilatorio y opta por retirarse, tirando abajo el promedio general.
El estudio también diferenció los resultados de la densidad de cotización según ciertas variables. En el caso del sexo de la persona, se observó que el nivel de aportación “en promedio es superior en los hombres que en las mujeres”, con una diferencia de seis puntos porcentuales –68,8% contra 63%–. Esto está relacionado con otras cuestiones que también quedaron reflejadas en diversos estudios que llegaron a la CESS, y que muestran los impactos de la maternidad en el nivel de empleo femenino y otras lógicas del mercado laboral que perjudican a las mujeres, tanto en el presente laboral como en el futuro acceso a una jubilación.
A su vez, el trabajo analizó la densidad de cotización según el nivel de ingreso salarial. Como era de esperar, el menor tiempo de aportación y los baches son fenómenos mucho más extendidos en la parte baja. Además, el tiempo de contribución sobre el total crece con el salario: para el primer quintil –el 20% de menores ingresos– se encontró una densidad de cotización promedio de 48,2%, que se eleva a 55,7% en el segundo quintil, a 66,6% en el tercero, a 76,4% en el cuarto y termina en 84,3% en el segmento de mayor salario. Entre el primer quintil y el último hay 36 puntos porcentuales de diferencia.
De estos números se desprende que los trabajadores “de los dos primeros quintiles pueden tener problemas para acceder a una jubilación, porque aportan por cada dos años de trabajo uno”, indicó Bene.
Otros datos que surgen del análisis por quintil de ingresos son que los dos segmentos de menor salario “tienen una brecha” entre sí hasta los 40 años de edad, y luego se comportan de forma homogénea, mientras que a partir de esa edad “aumenta la diferencia del último quintil respecto de todos los demás”. Es decir que la tendencia de que a mayor edad más aportación se refuerza aún más en el caso del segmento de mayores ingresos.
Pensando en futuras reformas paramétricas que modifiquen las condiciones de acceso a una jubilación, el autor expresó que resulta relevante observar cómo es la evolución de los aportes de los distintos grupos de trabajadores segmentados por edad. Para quienes ingresaron al mercado laboral a partir de 2005, “el promedio [de densidad de cotización] es 62%, un aumento no muy significativo [respecto del total de la muestra] pese a un contexto de crecimiento de la economía”, analizó Bene. Y a su vez advirtió que “si no se repite” este ciclo positivo “a futuro la densidad promedio puede ser menor”, es decir que más gente tendrá dificultades para alcanzar un nivel de aporte óptimo.
Otro grupo de estudio fueron quienes ingresaron al mercado de trabajo antes de abril de 1996, que hoy tienen entre 40 y 70 años. En este caso hay una densidad promedio más elevada, de 70,5%, aunque también se observa que se mantiene la brecha entre hombres y mujeres –73,3% contra 67,3%–.
Estos niveles de aportación “repercuten a la hora de jubilarse”, y por eso se indagó dentro del grupo de mayores de 60 años que pasaron a retiro, con la salvedad de que aquellos que continúan trabajando puede ser porque decidieron postergar su paso a la vida pasiva o porque no tienen las condiciones para hacerlo. “Hay una brecha considerable” en el nivel de aportes de quienes pasan a jubilación y quienes no, de entre diez y 18 puntos porcentuales, dependiendo de la edad que se tome en consideración.
El fenómeno de fondo es que “la densidad de los que se jubilan es mayor respecto de los que no lo hacen, lo que puede mostrar un problema” de acceso a prestaciones. Volviendo a la reforma que se analiza, Bene subrayó que los trabajadores con menos aportes “son candidatos al pilar cero”.
La visión del presidente de la CESS y del Frente Amplio
“Muchas veces se piensa en reformas desde la mentalidad del funcionario público, donde el trabajo y la aportación es continua, pero la realidad nos muestra que esto no es así para una gran cantidad de trabajadores”, adelantó previo a la presentación del trabajo el presidente de la CESS, Rodolfo Saldain.
Al problema obvio de que los baches de aportación afectan la posibilidad de acceder a una jubilación –y, en caso de alcanzar los requisitos, también el monto de la pasividad a percibir– agregó que esta realidad tiene impactos sobre el régimen de ahorro individual de las AFAP, que complementa al esquema del BPS dentro del sistema mixto uruguayo. Esto porque la renta vitalicia que se cobra luego del retiro en función del dinero ahorrado en la AFAP depende de forma directa del nivel de aportación –al que se suma la capitalización lograda por la AFAP–.
Al ser entrevistado a fines de diciembre por la diaria, Saldain fue consultado sobre los problemas por los baches de aportación que había revelado el estudio de Apella y Zunino. “Esa situación debe ser contemplada en la reforma” señaló. Y adelantó que en su visión, “por las características del mundo del trabajo actual, se va a requerir un pilar cero o no contributivo más potente que hoy, que asegure un beneficio mínimo y lo haga contemplando todos los ingresos de la persona, incluso por actividades de otra naturaleza, no sólo laborales”.
De implementarse algo así, Saldain sostuvo que se podría “mantener o incluso mejorar” el nivel de cobertura del régimen previsional, que tiene hoy como uno de sus grandes éxitos el brindar un ingreso a más de 95% de los adultos mayores.
Sin embargo, desde el Frente Amplio (FA) se advierte que estos aspectos no han sido incorporados al diagnóstico del sistema elaborado por la CESS y que se votó semanas atrás –lo apoyaron el oficialismo y la delegada del sector empresarial–. La economista especializada en temas previsionales y delegada del FA, Jimena Pardo, dijo entrevistada por la diaria que en el documento “se anuncian” los problemas para el acceso a una jubilación, pero “no se dice cuál es la medida” para resolverlos. “Según tú entiendas ese rediseño de beneficios no contributivos, y en función de cómo ese pilar se inserta en el sistema general, hay un abanico tan amplio que podés llevar el sistema uruguayo hacia Chile o hacia Suecia”, sentenció Pardo.