La trayectoria laboral de una persona, con sus vaivenes y particularidades, es la que determina la jubilación a la que accederá –más allá de que existen pensiones no contributivas, como por vejez o invalidez– y cómo podrá vivir en la última etapa de su vida. La brecha de género que existe en el mercado laboral, tanto en oportunidades como en salarios, la desigualdad en las horas de trabajo no remunerado de hombres y mujeres, así como las decisiones que toman las parejas tras el nacimiento de un hijo, son aspectos que inciden en la contribución a la seguridad social de la población femenina y afectarán el resultado de su futura jubilación.

Ante esa realidad, cobra relevancia en momentos en que Uruguay encara una reforma del sistema previsional –ya está funcionando una comisión de expertos, con representantes de los partidos políticos y sectores sociales– analizar el punto de partida de las mujeres en los aspectos mencionados, así como las estrategias de compensación que han implementado otros países para atender las diferencias de género. Sobre eso trató un seminario virtual organizado el martes por la comisión, donde expusieron investigadoras de la Universidad de la República (Udelar).

Tanto Marisa Bucheli, del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales, como Verónica Amarante, del Instituto de Economía (Iecon) de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, dijeron que las desigualdades de género en las jubilaciones deben mirarse en retrospectiva, relacionadas con lo que ocurre en el mercado laboral y con las decisiones vinculadas al hogar y los hijos. Además, tampoco puede analizarse de forma aislada de otras políticas, como las de cuidados o la regulación laboral.

En función de un trabajo de Bucheli de 2013, Amarante repasó que la brecha de horas de trabajo no remunerado –tareas del hogar o cuidados– crece en función de los ciclos de vida: las mujeres le dedican por semana seis horas más que los hombres durante la época de solteros, 16 horas más al formar una pareja y 29 horas más cuando tienen hijos. “Esto está por detrás de muchas cosas que vemos después en la seguridad social”, expresó.

En el caso de la pareja que tiene un hijo, eso implica “la toma de decisiones, se hace un acuerdo de cuánto tiempo va a dedicar cada uno al trabajo remunerado” y al cuidado del recién nacido. Más allá de que se trata de algo consensuado entre la pareja, Amarante advirtió que inciden “el factor cultural y las normas sociales”.

Ese acuerdo puede derivar en tres posibles escenarios: que la madre tenga un trabajo remunerado a tiempo completo, lo que redundaría en que ambos integrantes de la pareja accedan a futuro a una jubilación; que la mujer se dedique a tiempo parcial al trabajo remunerado, consiga un empleo informal o trabaje pero con interrupciones, lo que pone en riesgo que acceda a una jubilación; o que se concentre en el trabajo no remunerado y sea el hombre quien salga a trabajar, lo que llevaría a la mujer a depender de una pensión cuando llegue a la vejez. A estas previsiones se suma una, cada vez más recurrente, que es la posibilidad de separación de los cónyuges, luego de años de convivencia y acuerdo sobre el trabajo no remunerado.

“El resultado [de la jubilación] depende de si la mujer llega al final de su vida activa sola o en pareja. El riesgo cuando se opta por una dedicación part-time o con interrupciones es que si la pareja se disuelve a la mujer le será más difícil generar una jubilación [porque si asumió la crianza de los hijos debe dedicar aún más horas de trabajo no remunerado] y es mayor la posibilidad de que termine con una pensión”, señaló Amarante. Todo lo mencionado, dijo la investigadora, “abre la discusión de la jubilación como un bien ganancial o no”.

A su vez, apuntó que “la toma de decisiones” sobre el cuidado de los hijos “presenta diferencias” según el nivel socioeconómico de las parejas. Las horas de trabajo no remunerado son bastante constantes en el caso de los hombres, pero en las mujeres se observa una mayor carga en las de menores ingresos. La brecha en las horas dedicadas a las tareas domésticas y los hijos “es más chica en los hogares más ricos”, vinculado a la posibilidad de contratar alguien para cuidar a los niños, lo que también impacta en que las mujeres de más ingresos tengan más margen para salir al mercado de trabajo.

Pero el nacimiento de los hijos afecta en esta área también: la tasa de empleo de los hombres no varía en función del número de hijos, mientras que en las mujeres cae a medida que aumenta la cantidad de hijos. A la inversa ocurre con la tasa de informalidad, que es mayor para las mujeres según crece la descendencia. La brecha salarial muestra que las mujeres a igual nivel educativo reciben 19% menos que los hombres.

“Al final, las decisiones dentro del hogar y lo que ocurre en el mercado laboral tienen como resultado diferencias en el tipo de prestación al que acceden hombres y mujeres [jubilación o pensión] y en el monto”, expresó Amarante. Según los datos presentados, en general la mayoría de los hombres alcanzan causal jubilatorio y en el caso de las mujeres hay una mayor predominancia de las pensiones no contributivas. Respecto del monto –llevado a dólares y a paridad de poder adquisitivo– con números promedios a 2013, los hombres percibían 1.045 dólares de jubilación contra 701 dólares de la población femenina, lo que se revertía en el caso de las pensiones –388 y 523 dólares respectivamente–.

A modo de resumen de la presentación, la investigadora de la Udelar afirmó: “La reproducción social hace que se hagan acuerdos al interior del hogar y se llega a cierta forma de funcionamiento durante la vida activa, lo que redunda en riesgos más altos de las mujeres de no acceder a la seguridad social o de hacerlo en condiciones desventajosas –eso se agudiza con las nuevas formas de familia [más casos de separación], que refuerzan esos mayores riesgos–. Y por otro lado, el mercado laboral, aun en los casos de inserción completa de la mujer, igual tiene mecanismos que la pueden terminar desfavoreciendo”.

La “buena noticia” ante esta realidad es que se puede modificar “con la forma en que diseñamos las políticas y los incentivos”. Mencionó como ejemplo que el beneficio de sumar un año de contribución por hijo que se estableció en la ley de flexibilización jubilatoria de 2008 permitió que “casi la mitad de las mujeres que lo usaron puedan obtener causal jubilatoria [sin el cómputo extra no llegaban con sus años de trabajo], y otras puedan mejorar el monto” a percibir.

Estrategias tradicionales y nuevas tendencias

Maira Colacce, investigadora del Iecon, habló sobre “las variables de diseño de la seguridad social y los impactos diferentes sobre hombres y mujeres”, así como de las “estrategias de compensación que los sistemas [previsionales del mundo] realizan para suplir o hacerse cargo de las diferencias de género en el mercado laboral”.

La especialista señaló que en la literatura sobre estos temas surge “una tensión” entre “las estrategias de compensación o que buscan valorar el trabajo no remunerado de la mujer”, y “otra mirada que considera que esto puede ser discriminatorio o perpetuar el rol de género y la división tradicional entre mujeres y hombres”.

Respecto de las “estrategias de compensación” que existen a nivel de los sistemas de pensiones, Colacce explicó que “lo más tradicional son las pensiones por supervivencia [como hay en Uruguay], pensadas para parejas que llegan juntas al retiro y en el momento de la muerte de uno el sostén económico se traslada al que sobrevivió”. Las receptoras de esta prestación “son principalmente mujeres”, no sólo por la mayor esperanza de vida sino también “por el patrón de participación en el mercado laboral”.

Otra opción, ya en los casos de modelos de ahorro individual –como las AFAP locales–, es la de requerir “una renta vitalicia para dos personas, que puede distribuirse de forma diferente en función de ciertas reglas”. La renta vitalicia es la jubilación que paga una aseguradora en virtud de lo ahorrado por el trabajador en su cuenta individual y la rentabilización que logró la AFAP.

En el caso de las pensiones no contributivas, Colacce señaló que si bien en esencia buscan “compensar a las personas de bajos ingresos o con baja densidad de cotización”, en los hechos hay más mujeres que las perciben y por esta vía de cierta forma se compensa “el arreglo familiar” sobre el trabajo no remunerado.

Más allá de esto, también existen “estrategias de compensación individual”, siendo la más conocida y replicada en el mundo la antes mencionada de dar una bonificación por hijo. Así se “reconoce el trabajo no remunerado de las mujeres para el cuidado y la reproducción social”. Advirtió que “en estos diseños hay que cuidar los incentivos al empleo”, especialmente porque “la promoción de la autonomía económica de las mujeres es parte de los objetivos deseados de la política”.

Asimismo, la investigadora del Iecon señaló que surgen “estrategias más recientes” de compensación, ligadas a la ruptura de las parejas. “La mayoría parte de la premisa de que si la división del trabajo dentro del hogar forma parte del proceso de negociación y se da cierta especialización de cada uno, esto implica que los dos deberían poder disfrutar de los beneficios económicos que generaron al momento del retiro”, detalló. Así surgen las pensiones familiares, “que buscan encontrar estrategias para distribuir los aportes realizados durante el tiempo del matrimonio”.

En Chile y Canadá lo que se habilitó fue “la posibilidad de acuerdos privados” al momento del divorcio entre las partes. En la nación sudamericana se impone “la idea de que el aporte es como un bien ganancial” y cualquier cónyuge puede transferir hasta la mitad de lo ahorrado en su cuenta individual al otro al divorciarse. Como otra opción alternativa, Colacce mencionó que “las normas del sistema establezcan de antemano” que frente a una separación “el historial de salarios se divide entre los cónyuges, como si se acumulara de forma conjunta”.

El sistema de cuidados, otro aspecto a atender

Margarita Percovich, integrante de la Red Pro Cuidados, habló sobre la importancia para elevar la inserción laboral de las mujeres de tener un sistema de cuidados consolidado. Sostuvo que eso ayudaría a generar más empleo y así contribuir a balancear los ingresos y egresos del sistema de seguridad social.

Este aspecto fue considerado de “particular relevancia” por Rodolfo Saldain, presidente de la comisión de expertos que estudia la reforma previsional. Señaló que los sistemas de cuidados tendrán cada vez más relevancia en las sociedades modernas y si bien no está dentro del mandato legal de la comisión analizar el “muy incipiente” sistema de cuidados que hay en Uruguay, sí debe considerarse a la hora de definir el diagnóstico y las modificaciones del régimen de jubilaciones.