La última semana se conocieron los resultados de la Encuesta de Expectativas Empresariales de la consultora Exante, que cada seis meses consulta a más de 300 gerentes y ejecutivos de empresas de mediano y gran porte que operan en Uruguay. Sobre los resultados de este relevamiento, y sobre otros aspectos de la coyuntura, asociados a las perspectivas de la actividad y los equilibrios macroeconómicos, dialogó con la diaria la economista y socia de Exante Tamara Schandy.
La encuesta señala que 45% de las empresas tuvieron caídas de 5% o más en sus ventas durante 2020. ¿Qué implicancias tiene un fenómeno así para la economía?
Ese registro no es para nada inconsistente, está alineado con el hecho de que el PIB tuvo una caída muy grande el año pasado. Para que el PIB caiga 6%, en números redondos, naturalmente, tiene que haber una cantidad grande de empresas experimentando caídas en su nivel de actividad superiores a ese número. Con lo cual es un número que shockea, pero que es consistente con la contracción del PIB. Por eso sabíamos que algo de esto había pasado. Naturalmente, esto tiene muchas ramificaciones.
Lo primero son los impactos en el mercado de trabajo que estamos viendo en Uruguay. Luego, tenemos empresas que, aunque recortaron costos salariales y de otro tipo, igualmente quedaron con balances más debilitados a raíz de esa caída de la facturación. Y eso puede significar limitaciones en su capacidad de inversión y restringir su capacidad de crecimiento futuro. Esto más allá de que en Exante no tenemos un diagnóstico de que en Uruguay tengamos un problema severo de restricción de financiamiento. Por el contrario, en general las empresas que responden la encuesta no consideran que estemos mal en términos de disponibilidad de crédito. Igualmente, la hora de la verdad vendrá con los balances cerrados del año 2020, a medida que empiecen a aparecer.
Pero es claro que la magnitud de la caída de la facturación en muchos sectores puede ser un elemento que obligue a las empresas a reperfilar sus deudas, a tener que renegociar y reestructurar, y a tener que recortar costos. Por eso algunas pueden tener restringida su capacidad de inversión y crecimiento.
Hay 54% de las empresas que ya recuperaron el nivel de actividad prepandemia o prevén hacerlo en los próximos seis meses. ¿Cómo debe leerse este dato y cuándo prevén que la economía en su conjunto recupere el nivel previo?
Es un poco anecdótico “cuando el PIB en su conjunto retome el nivel prepandemia”, porque es tan dispar la situación sectorial que probablemente el PIB, cuando alcance ese nivel, va a ser una conjunción de muchas realidades sectoriales distintas. Por ejemplo, en el caso de la construcción, el nivel está notoriamente por encima respecto de ese umbral, porque están las obras de UPM y toda la infraestructura conexa. También el sector agropecuario, que en términos de PIB va a estar muy por arriba de su nivel de 2019, dado el escenario de valorización de commodities, de mejora de la rentabilidad en el agro, de incentivos para que aumenten las áreas, y de buena actividad en lo que hace a la actividad ganadera.
“No deja de ser un poco arbitrario marcar el momento en que el PIB vuelva a su nivel prepandemia, porque la realidad es que cuando vuelva va a ser con una combinación muy diferente a nivel sectorial”.
Del otro lado, y sólo por poner los ejemplos más prototípicos, vamos a tener seguramente todas las actividades vinculadas al turismo, a las que les va a costar mucho tiempo volver a sus niveles prepandemia. Entonces, no deja de ser un poco arbitrario marcar el momento en que el PIB vuelva a su nivel prepandemia, porque la realidad es que cuando vuelva va a ser con una combinación muy diferente desde el punto de vista sectorial.
Dicho eso, las proyecciones de Exante marcan que sobre el final de este año el PIB todavía no llegará a tocar los niveles prepandemia. Eso lo tenemos previsto para 2022, aunque en 2021 no llega por poquito. Igual, de nuevo, hay una contribución muy grande de todo lo que es construcción y proyecto UPM, lo que empaña un poco el mérito de llegar al nivel prepandemia como hito. Es algo que sí se está mirando más en otros países, pero en Uruguay, al ser una economía pequeña, y con un proyecto tan grande que te mueve mucho la aguja, no deja de ser un poco arbitrario mirar eso.
Siguiendo esa previsión, ¿el comercio y los servicios serán los que tardarán más en recuperarse?
Sí, la recuperación será más extendida en el tiempo en esos casos. Aún es incierto cómo volverá el turismo luego de superar la parte más crítica de la pandemia, pero quedarán efectos de más largo aliento. Estos sectores tardarán bastante más que este año en lograr alcanzar los niveles de actividad precovid-19.
¿Los empresarios creen que se aplicará la agenda de reformas que han reclamado? Porque caen las expectativas ante la pregunta sobre mejoras en la gestión económica.
No pedimos mayor explicación a esa respuesta, con lo cual sería excederme en la interpretación. Lo que sí, cuando pedimos el top tres de una lista larga de prioridades, mejorar la educación está siempre, y en los últimos años se ubica al tope de las respuestas. En temas económicos ha cambiado un poco la ponderación de las preocupaciones. Aparece la prioridad de ponerle foco al tema de la apertura de la economía –el porcentaje de quienes mencionan eso en su top tres viene subiendo–. En esta edición casi dos tercios lo mencionaron. La preocupación por el déficit fiscal, por llevar la inflación a la meta, por temas de infraestructura, si bien hay una cantidad significativa que la menciona, tienen menos importancia relativa que educación y apertura.
¿Cómo puede impactar en esa previsión la diferencia de precios relativos con Argentina?
Ahí se combinan dos cosas. Por un lado, cuando realmente se pueda viajar, y entre la población que no perdió ingresos como para hacerlo, va a haber uruguayos que van a encontrar una Argentina muy barata y van a tener ganas de ir. También va a haber argentinos que van a querer volver a su oasis de Uruguay; por ejemplo, los de alto poder adquisitivo. Con lo cual turismo va a haber, pero probablemente nos cueste llegar a niveles prepandemia.
Ahora, volviendo al comercio, no es solamente el tema turismo lo que hay que mirar. Esta pandemia configura un shock muy importante, con un cambio de nivel en términos de la cantidad de personas ocupadas. Eso es algo que a Uruguay le va a costar reabsorber. Va a costar lograr que retorne al mercado laboral todo el contingente de personas que perdieron su empleo producto de esta crisis. También ha caído el salario real, con lo cual, desde el punto de vista del ingreso de los hogares, hay una restricción sobre la capacidad de crecimiento de todos los sectores que están volcados hacia el mercado interno.
“La expectativa de mejora de la rentabilidad está rezagada respecto del crecimiento; la inversión, a su vez, va atrás en relación a lo anterior, y el empleo viene todavía más rezagado”.
Yendo al tema del empleo, ¿qué tendencia observan en las respuestas sobre la posibilidad de contratación de personal?
Nosotros recogimos, y eso es una constante, porque hace muchas encuestas que recogemos lo mismo, que tenemos empresarios que se muestran relativamente más optimistas respecto de su nivel de producción que respecto de su nivel de rentabilidad o su nivel de inversión, y más aún respecto del nivel de empleo en la empresa. Son más los que consideran que van a crecer en producción o en actividad que los que piensan que van a tener una mejora de la rentabilidad.
Y eso ya es una conclusión: la expectativa de mejora de la rentabilidad está rezagada respecto del crecimiento, en que en muchos casos hay hasta un efecto rebote del año pasado. A su vez, la inversión va atrás de lo anterior, lo cual tampoco tiene que sorprender. Y las respuestas respecto del empleo están todavía más rezagadas en relación a todo ello. En ese sentido, 68% de los ejecutivos dice que su empresa va a aumentar el nivel de producción o actividad dentro de los próximos 12 meses. Sin embargo, sólo 48% dice que va a crecer en rentabilidad, 42% dice que va a incrementar la inversión, y sólo 26% dice que va a aumentar la dotación de personal en su empresa.
Eso, por supuesto, es mejor que lo que veíamos en encuestas anteriores. En la medida en que hemos ido despejando un poco la incertidumbre covid, hay un poco más de respuestas favorables. En abril de 2020 sólo 11% decía que iba a contratar más y 39% decía que iba a bajar el personal. El saldo neto era claramente negativo, y era claro que el empleo iba a caer. Ahora el saldo neto es positivo, son más los que dicen que van a contratar que los que dicen que van a achicar la dotación, pero no deja de ser una progresión favorable pero muy modesta que al final muestra empresas bastante reticentes a aumentar el empleo.
¿Cuánto de eso es atribuible a la pandemia?
Esto no es nuevo. En Uruguay el empleo –salgo de la encuesta y me voy a los datos macroeconómicos– viene cayendo desde 2014. El mercado laboral ya estaba expulsando gente desde hace varios años. Está la discusión sobre cuánto de esto son cambios subyacentes de la revolución tecnológica, del recambio de gente por procesos automáticos. Igual destaco que esa es una tendencia que sucede en todo el mundo y, sin embargo, las respuestas que estamos obteniendo en Uruguay respecto de las expectativas de aumentar el empleo luego de la pandemia son mucho más modestas que las vistas en otras partes del mundo. Eso queda reflejado, por ejemplo, en una encuesta que realizó McKinsey: 43% dice que va a contratar más, cuando acá ese número es 26%.
Más allá de que la economía vuelva al nivel prepandemia, ¿el empleo acompañará esa recuperación?
El empleo en nuestras proyecciones va de atrás respecto de la recuperación de la actividad económica. Para finales de 2021 el PIB no llegará a los niveles prepandemia, pero se acercará bastante. Sin embargo, en términos de empleo, probablemente vamos a quedar abajo todavía del nivel 2019. En la encuesta hay una pregunta sobre eso, sobre cómo comparan el nivel de empleo en su empresa respecto del prepandemia. En números gruesos, la mitad dice que va a estar igual, pero después son más lo que dicen que va a ser menor que los que dicen que va a ser mayor. Falta, obviamente, la perspectiva de las pymes, que también son grandes generadoras de empleo –porque acá hablamos de empresas más bien grandes–, pero incluso en este universo ya se ve con bastante claridad que es difícil que los niveles de empleo vuelvan al nivel prepandemia.
¿Qué instrumentos de política pública podrían ser útiles para tratar de que se acerque la dinámica del PIB a la generación de empleo? Por ejemplo, el programa “Oportunidades laborales”.
Esos instrumentos apuntan en la dirección correcta, el punto es la magnitud del incentivo y la tracción que tienen. No quiero caer en un reduccionismo de que el empleo se genera creciendo, pero la realidad es que se necesita que las empresas tengan una visión positiva del crecimiento de la actividad para que haya decisiones de contratación, sobre todo que no estén atadas a programas específicos, sino que puedan tener impactos de más largo aliento y le den sostenibilidad al crecimiento del empleo.
Desde esa perspectiva, me parece una buena noticia que en la encuesta esté apareciendo un corrimiento de expectativas respecto del ritmo al que puede estar creciendo Uruguay en tres o cuatro años, y que la mayoría de las empresas esté viendo que va a estar mejor dentro de un año. Esas son cosas que deberían ayudar a la recuperación del empleo, y hay iniciativas que se están tomando, y otras que pueden ayudar a que eso suceda de forma más temprana.
Después está el juego de cómo se trata el seguro de desempleo y la flexibilidad del seguro parcial, que es una herramienta clave de protección social. Eso también hace a la velocidad con la que se absorbe a la gente. Creo que no hay respuestas simples, de un solo instrumento, o una llave mágica para recuperar el empleo. Otro tema importante, aunque no hay que reducirlo al elemento definitorio del mercado de trabajo, es que aún no está sobre la mesa con claridad cómo van a funcionar las próximas rondas de negociación colectiva.
Ese no deja de ser un elemento importante a la hora de la toma de decisiones de las empresas, cuál va a ser la dinámica salarial en los años que vienen. Las pautas que divulgue el Poder Ejecutivo van a dar visibilidad al escenario para adelante.
Respecto del PIB prevén un crecimiento de 2,7% en 2021. ¿En qué basan la previsión?
Tenemos una proyección que tiene una caída modesta de la actividad en el primer semestre y después tenemos un punto de llegada que no es muy distinto al que veníamos proyectando previo al incremento de los casos. Por un lado, venimos relativamente bien con el despliegue de la vacunación, y eso debería dejar expectativas de que en la segunda parte del año tengamos una recuperación en lo que hace al movimiento de personas, al sector comercio y demás. Por el otro, tenemos lo que mencionaba antes: la construcción, los agronegocios y todo lo que es el corazón agroexportador, con buenas perspectivas de crecimiento. Por eso no hemos hecho una revisión más severa pese al deterioro sanitario.
¿Qué previsión tienen para inversión y exportaciones, que eran dos pilares del crecimiento previsto por el gobierno en la ley de presupuesto?
Respecto de las exportaciones de bienes tenemos una visión positiva. Pero para el crecimiento también es importante la contribución de las exportaciones de servicios, y para el turismo va a ser un año muy malo, con lo cual la contribución del sector exportador en su conjunto no va a ser tan buena, a pesar de que sí tenemos previsto un crecimiento importante en materia de bienes.
En inversión vamos a tener un crecimiento importante que tiene mucho que ver con el proyecto UPM y la infraestructura asociada. Para el resto de la inversión privada no tenemos proyectadas caídas adicionales, como las hubo en años anteriores, pero tampoco tenemos previsto un boom de inversiones. Vuelvo a la encuesta y subrayo que no hay que perder de vista el nivel. Hoy tenemos un clima de expectativas favorable respecto del futuro, pero venimos de un 2020 muy golpeado para las empresas. Cuando uno mira las preguntas específicas respecto de la inversión, por mencionar un ejemplo, aproximadamente 50% de las empresas dice que sus niveles de inversión este año van a ser menores a los normales prepandemia.
Entonces sí, son mayoritarias las respuestas favorables sobre el clima de negocios, sobre que la situación económica va a mejorar, sobre que las empresas van a operar más, pero sólo la mitad dice que va a invertir en un nivel similar o superior al prepandemia; la otra mitad dice que su presupuesto de inversión va a ser menor que el de 2019. Y eso en las empresas de mayor porte, que son las que relevamos. En las otras probablemente haya menos capacidad de invertir más. Entonces, nuestra visión es de recuperación, en el margen, pero sin lograr un nivel particularmente elevado.
¿Y el consumo seguirá deprimido?
En el consumo tenemos cierta recuperación proyectada. En definitiva el empleo, aunque esté creciendo de atrás respecto de la recuperación de la economía, debería ser mejor en promedio que en 2020. Además, no tenemos restricción de crédito, con lo cual tenemos un panorama de crecimiento para el consumo este año, en comparación con un 2020 muy golpeado. Tampoco en el consumo tenemos una previsión de que se retomen los niveles prepandemia. Nos quedamos como un escalón abajo, pero en relación a 2020 lo vemos como un año positivo.
¿En el plano fiscal esperan que se cumpla la previsión del gobierno sobre el déficit o deberá ser revisada?
En Exante veníamos trabajando con una estimación para este año en el entorno de 5% del PIB. Porque, con el agravamiento de la situación sanitaria, vamos a tener una recaudación un poco menor a la prevista y más gasto asociado a la pandemia. Eso fue lo que terminó confirmándose hace algunas semanas, cuando el gobierno cambió su previsión. No sabemos qué señal va a querer oficializar el gobierno en la próxima Rendición de Cuentas, pero entendemos que es muy probable que terminemos este año con un déficit sensiblemente superior a 4,3%.
La inflación entró en el rango meta en abril, ¿esto puede mantenerse hacia adelante?
Hace tiempo venimos con una proyección de inflación en baja. Preveíamos una baja rápida en marzo y abril, esencialmente porque se van dos meses de inflación alta, marzo y abril de 2020 –con el dólar a 46 pesos y suba de tarifas–. Era algo aritmético que la inflación iba a bajar al no repetirse eso ahora.
Para el resto del año esperamos que la inflación se mantenga en torno al techo del rango meta [7%], con algunas fluctuaciones dependiendo de con qué intensidad sea la suba del combustible que se va a disponer y algún otro detalle. Para la perspectiva de inflación también va a ser muy importante la definición de las pautas salariales, que son un componente clave de la formación de precios, que hacen no sólo a las proyecciones de este año, sino también a la trayectoria hacia 2022.
En 2022 tenemos una caída adicional, con una pauta salarial moderada y aun suponiendo suba nominal del dólar. El Banco Central tiene una oportunidad de ir encauzando la inflación a niveles más bajos.
¿Cómo visualizan la evolución este año del dólar?
Seguimos manteniendo una proyección en alza. Pensamos que Uruguay sigue caro en dólares, por más que nos hayamos abaratado con los sucesivos aumentos que tuvo el tipo de cambio. Estamos caros en dólares respecto de nuestra propia historia, frente a la región y respecto de varias referencias relevantes. Desde esa perspectiva, nuestra expectativa es que el tipo de cambio debería subir más que la inflación, en horizontes de 12, 18 o 24 meses.
Nos parece que la combinación de política económica que hemos tenido con política fiscal más restrictiva en lo que hace a lo no covid, política salarial moderada y política monetaria expansiva es una combinación que favorece la suba del dólar. Desde el punto de vista internacional, tenemos a Estados Unidos con una agresividad fiscal muy importante y con el mundo convencido de que ese país va a tener este año un crecimiento muy fuerte –los bancos de inversiones colocan el crecimiento en torno a 7%–. En ese escenario tampoco debería sorprender si el dólar se fortalece algo más a nivel internacional, pese al aflojamiento de las últimas semanas.
La mayor duda que tenemos hoy es cuánto mueve la aguja la mejora en términos de intercambio, que no deja de ser un factor de apreciación de la moneda.
Al margen de lo sanitario, ¿qué riesgos de mediano plazo visualizan?
Seguimos teniendo una región que puede ser fuente de riesgos importantes. Estamos un poco anestesiados con eso, por estar acostumbrados a que la región esté mal, pero puede estar peor también. Tanto Brasil como Argentina tienen una posición fiscal muy dura: un potencial cambio en las condiciones de financiamiento puede traer sorpresas negativas en cuanto al contexto financiero regional.
Pero en términos de posibles riesgos hoy el sanitario está por lejos a tope. Después está todo el debate a nivel internacional acerca de que estamos en territorio no conocido en términos de cómo se está conduciendo la política económica en los bloques más grandes. Eso deja algo de riesgo de que tengamos en algún momento una reacción adversa del mercado o vayamos a un contexto de más turbulencia, sea por preocupaciones sobre la sostenibilidad fiscal en Estados Unidos o por un rebote de la inflación que obligue a un endurecimiento más prematuro de política monetaria.
Hay múltiples formas en las que esto puede salir mal, pero también hay múltiples formas en las que puede salir bien. Esa es un área de incertidumbre hoy, más allá de que en el corto plazo parece haber consenso en que el escenario de 2021 es de reactivación importante de la economía mundial y en que Estados Unidos va a ser un motor importante.
La evaluación de los empresarios sobre el clima de negocios es la más alta en los últimos cinco años, ¿cómo lo evalúan?
A esa pregunta, que es de valoración absoluta (“¿Cómo entiende usted que es el clima de negocios en Uruguay?”), solíamos tener respuestas muy buenas cuando comenzamos a hacer este relevamiento, en 2010. Ese perfil de respuestas se mantuvo hasta 2015, que fue el momento en que la economía se frenó. Cambió el contexto externo, terminó el ciclo de auge de las materias primas y comenzó a deteriorarse el empleo. Fueron muchos los cambios que se dieron esos años, y eso está en línea con el momento de quiebre de las expectativas, con empezar a recoger opiniones más críticas sobre el clima de negocios.
Entre 2016 y 2018 realmente eran muy pocos los ejecutivos que nos contestaban que el clima de negocios era bueno o muy bueno, en el eje de 20%. Eran respuestas pobres y consistentes con el resto de la encuesta, donde había una visión más bien pesimista respecto de la marcha de sus propias empresas, de la rentabilidad y de la inversión privada.
Eso cambió a finales de 2019. De allí en adelante –en la encuesta de abril de 2020, luego en setiembre y ahora en la primera de 2021– hubo un progresivo aumento de quienes opinan que el clima de negocios es bueno o muy bueno. Eso seguramente tuvo que ver con el cambio de gobierno y, sobre todo, más que con el signo político con un refresh de la agenda económica.
Tenemos una serie de preguntas en la encuesta que se enfoca en la evaluación que hacen los ejecutivos de la agenda de política económica y las respuestas, hasta 2019, venían siendo bastante críticas en cuanto a la gestión. Estábamos teniendo resultados pobres en términos de crecimiento de la economía; estaba estancada, había alto déficit, inflación, y todos esos eran elementos valorados negativamente en la encuesta. Además, la inversión venía cayendo, por lo cual el clima empresarial por varios lugares estaba presionado.
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