El viernes tuvo lugar el encuentro virtual del Nodo Uruguay de la Economía del Bien Común (EBC), que busca promover un modelo alternativo en nuestro país para cambiar las reglas del juego. La EBC propone un nuevo paradigma económico y social basado en la solidaridad, la dignidad humana, la justicia social, la sostenibilidad ecológica y la participación democrática. Bajo esta concepción, la competencia y la acumulación son sustituidas por la colaboración y la generosidad, el dinero es un medio para el bienestar y no un fin en sí mismo, y el éxito de las organizaciones debe evaluarse en función de su contribución al bien común.

El nodo uruguayo, que forma parte del hub latinoamericano, se integra a un movimiento internacional que fue fundado una década atrás por la Asociación Internacional para el Fomento de la Economía del Bien Común, con sede en Viena. El movimiento toma su nombre del libro publicado en 2010 por Christian Felber, bailarín, escritor y divulgador austríaco con estudios en política, economía y sociología.

El encuentro contó con varios expositores, entre ellos Gualberto Trelles, coordinador en Uruguay de la EBC, miembro fundador del Consejo Empresarial Uruguay del Sistema B y presidente de la Asociación de Ingenieros Químicos. Entre varias historias, Trelles contó la historia de Margaret Douglas y de su hijo, el célebre Adam Smith.

Trelles recordó la famosa respuesta que encontró Smith para explicar cómo la comida termina en nuestra mesa, una pregunta que, por tonta que parezca, recoge una parte sustancial de su pensamiento. “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés”. Esta es una de las bases de la concepción del hombre económico, un prototipo de persona que deja por fuera lo que Trelles entiende deberían ser los fundamentos que orienten la forma en la que interactuamos, no sólo entre nosotros, sino también con la naturaleza y el resto de los seres vivos.

También recordó la importancia que tuvo la madre de Smith en la vida de su hijo, y el costo que tuvo la omisión de todo aquello que los unía para el desarrollo posterior de la disciplina. “Sin mi familia me voy a convertir en uno de los hombres más desvalidos de Europa”, le escribió Smith a un amigo hace más de dos siglos. Sin embargo, eso no fue lo que quedó plasmado en la concepción de la economía clásica. “Quedaron afuera el amor, la empatía, el cuidado, la solidaridad, el cariño y todos los valores que nos protegen y nos hacen vivir mejores vidas en comunidad”, advirtió Trelles.

No era ni el carnicero ni el cervecero el que le servía todas las noches la cena al padre de la economía. Tampoco fueron ellos los que hicieron posible que pudiera hacer todo lo que hizo sin tener que preocuparse por las cosas más básicas. Fue el amor de su madre y su trabajo, que quedó invisibilizado en esa cadena de eventos que, según él, es la responsable de llevar la comida a las mesas. Y todos esos valores, que de alguna manera no fueron adecuadamente recogidos dentro del modelo clásico que emerge de ahí, son los que operan como pilares de la economía del bien común: la solidaridad, la dignidad humana y la justicia social. “Nadie tiene que ser dejado atrás”, subrayó Trelles.

Y eso supone, además, que sean las personas las que decidan a través de mecanismos democráticos transparentes en cada ámbito del que formen parte. Por eso la participación democrática también es considerada un pilar de este modelo; uno de los valores que construyen el bien común.

Pero las omisiones identificadas no se terminan ahí. La naturaleza, que aparece como algo ajeno destinado al beneficio del ser humano en esa primera concepción, también quedó afuera. “Por eso la EBC propone abandonar esta relación de extranjería con la naturaleza, dejar de considerarla un otro ajeno”. La sostenibilidad ambiental y ecológica también son pilares de este paradigma.

Recogiendo todo lo anterior es que surge el balance del bien común y la matriz del bien común, dado que de alguna manera hay que aterrizar todos estos valores y concepciones en el plano de la acción. Aproximarse a la contribución desde esta nueva óptica requiere, obviamente, un instrumento alternativo de evaluación y medición. Es ahí donde se inscribe el Balance y la Matriz del Bien Común, como una herramienta que integra los distintos grupos de interés en torno a los pilares que sostienen las bases de este nuevo paradigma. Es este instrumento el que mide cómo una organización, una comunidad, un municipio, u otro colectivo, contribuye a movernos hacia ese bien común.

Por ejemplo, en el caso de una empresa, la matriz evalúa cómo sus proveedores incorporan estos valores en su accionar, cómo es la relación entre la empresa y su ambiente, cómo es el relacionamiento con los clientes y consumidores desde el punto de vista del producto que ofrece, qué modelo de finanzas desarrolla la institución que la financia, etcétera. De alguna manera, evalúa cuáles son los valores que promueven todos los grupos de interés que forman parte de su ecosistema.

El balance financiero, entonces, no debe ser la forma de medir el éxito de una empresa. Debe ser ese otro balance, el balance del bien común. Obviamente, la viabilidad financiera es clave para cualquier organización, pero la cosa no debería agotarse ahí. “Es una condición necesaria, pero no suficiente” resaltó Trelles.

Además de Trelles, que expuso sobre los principales postulados de la EBC, el panel contó con Ingrid Rasmussen y Andrea de Nigris ‒que presentaron las herramientas específicas del ECB‒, Andrea Rígoli ‒que abordó la creación del nodo Uruguay y su relación con el resto de la organización mundial‒ Luciana Cornaglia y Thilo Schmit ‒que compartieron lo que se viene haciendo en la región‒ y Federico Mesa ‒que contó la experiencia de Entre Bichitos, el primer emprendimiento uruguayo en realizar el balance del bien común‒. La presentación puede encontrarse completa en el canal de Youtube de EBC Uruguay.