María Paula nació en Montevideo y estudió Economía en la Universidad de la República. Se fue a Francia a obtener una maestría en finanzas y cursó los primeros años de un doctorado, con una beca del gobierno francés. Vivió cuatro años en Toulouse y en París y en 2021 regresó a Montevideo, donde trabaja en el sector de inversiones en activos biológicos en Agroempresa Forestal.

¿Siempre tuviste vocación por la economía?

Desde muy chica sentí curiosidad por la economía. Me tocó vivir la crisis de 2002 con 11 años y, analizándolo más de grande, me di cuenta de que fue ahí cuando empecé a cuestionarme temas relacionados. En primero de facultad tuve Economía 1 con Rodrigo Arim, que fue una materia que disfruté mucho y terminó de definir mi vocación. Un poco más adelante en la carrera, empecé a cuestionarme el rol del sistema financiero en la economía, dado que es la causa intrínseca de muchas de las crisis económicas modernas. Ahí supe que quería especializarme en finanzas. El sistema financiero cumple un rol fundamental en la asignación de recursos, canalizando el capital desde agentes con excedentes hacia distintos procesos productivos. En la forma en que se da esa asignación se juega gran parte del partido, que luego tiene impactos en todas las otras áreas de la economía. En la carrera ves una aproximación muy básica a conceptos financieros que yo necesitaba profundizar. En la crisis de 2008 se hablaba de causas originadas en productos estructurados, CDS, SPV, burbujas de precios, etcétera. Y yo me preguntaba: ¿qué son?, ¿cómo funcionan?, ¿dónde está el link de todo esto con la economía real?

¿Cuándo empezaste a considerar la idea de irte a estudiar afuera?

Creo que desde siempre me quise ir a estudiar afuera, pero terminé de convencerme luego de volver del viaje de Ciencias Económicas. En ese entonces yo ya había hecho dos programas de posgrado con especialización en administración del riesgo y economía bancaria, pero me di cuenta de que necesitaba profundizar más. La formación académica en estos temas en Uruguay es muy básica, la innovación financiera va mucho más rápido que lo que avanza la educación académica acá; cuando te vas, te das cuenta de que los programas allá están mucho más cerca de la “frontera del conocimiento”. Eso combinado con una avidez por seguir viajando, conocer otras culturas y estilos de vida en otros países. La experiencia va mucho más allá de lo académico-profesional, te enriquece en muchos sentidos. Mi grupo de amigos “francés” está compuesto por argelinos, tunecinos, indios, italianos, chinos, españoles y más. Lo que se aprende es impagable.

¿Qué consejos le darías a alguien que está pensando en hacer lo mismo?

El proceso previo es largo, hay que preparar aplicaciones a varias universidades, dar exámenes, conseguir financiamiento o becas, cartas de recomendación, etcétera. Eso lleva tiempo y hay que tener paciencia. Me gustaría destacar dos factores relevantes a tener en cuenta: cuidar la escolaridad de grado (es muy importante) y hablar con gente que ya haya estado en los países que a uno le interesan. Cuando vas allá creás una red de contactos y las universidades del exterior agradecen que les enviemos nuevos estudiantes referenciados. Es mucho más fácil entrar si alguien que ya estuvo ahí te ayuda.

Por otro lado, en lo que refiere a las maestrías, Francia es una excelente opción, dado que muchas universidades de primer nivel están subsidiadas por el gobierno y los costos de las maestrías son marginales (400 euros aproximadamente) comparados con lo que cuestan en otros países o incluso en Uruguay. Para las maestrías en finanzas, que suelen ser las más caras, junto con los MBA, definitivamente Francia es una excelente opción. Último consejo: no tengan miedo del idioma, estos programas son 100% en inglés en su mayoría y el francés se aprende a la fuerza luego de calentarte un par de veces seguidas porque no lográs pedir ni un agua.

¿En qué estás trabajando?

En febrero de este año volví a Uruguay y estoy trabajando en el rubro de inversiones en activos biológicos en Agroempresa Forestal, a cargo del área de estudios financieros. Los cuatro años que estuve en Francia hice varias cosas. Los primeros dos años estuve en Toulouse, haciendo la maestría y los primeros años de un doctorado, totalmente dedicada a la academia. Luego seguí un camino que no es el tradicional. Siempre tuve claro que no quería seguir una carrera puramente académica y quería hacer un doctorado 100% aplicado a la industria, así que aproveché una oportunidad que se me presentó para trabajar en Allianz, también en el manejo de inversiones, pero en otra clase de activos (real estate). Al mismo tiempo, seguí (sigo) con la tesis del doctorado, pero en proyectos aplicados al trabajo que hago a diario. ¡Esa sinergia me apasiona! La experiencia laboral en Francia fue igual de importante que la experiencia académica, me resultó clave aprovechar el tiempo afuera para trabajar en empresas de primer nivel. En finanzas el mercado es enorme y hay muchas oportunidades.

¿Algo que hayas aprendido en todo ese proceso?

Fue una experiencia increíble, aprendí mucho en varios frentes, no sólo en lo profesional. Estando allá tus nuevos amigos son tu familia, y te hacés muy cercano con gente de culturas distintas que está en la misma situación. También te pone a prueba en muchos aspectos, ya que estás fuera de tu zona de confort todo el tiempo. Destaco la capacidad de aprender e incorporar grandes cantidades de conocimiento, tu cerebro se entrena para estar en modo “aprendizaje” constantemente, no sólo en lo académico-profesional: idiomas nuevos, ciudades nuevas, trámites nuevos, amigos de culturas nuevas. Es cansador, obvio, pero es un hermoso desafío.

¿Por qué volviste?

Yo siempre supe que era un viaje de ida y vuelta. Soy muy familiera, muy cercana a mis amigos y me encanta el paisito. Además, creo que es muy importante incentivar a los jóvenes a formarse afuera y volver a volcar todos los conocimientos acá. Creo que es clave para el desarrollo del país tener profesionales formados afuera, que puedan hacer un poco de benchmarking de conocimientos adquiridos. A mí en particular, como profesional de la economía, Francia me voló la cabeza. No hay un solo día que no piense “algún día llegaremos”, y para eso es fundamental que los jóvenes se animen a irse, ¡y vuelvan!

¿Un libro de economía apto para todo público?

Un libro que me pareció excelente: Thinking, Fast and Slow (Pensar rápido, pensar despacio), de Daniel Kahneman. Habla del cambio de paradigma que significó para la disciplina económica lo que es la “economía comportamental” con respecto a las teorías clásicas, que conciben a los seres humanos como puramente racionales, haciendo cuentas como robots. Yo soy una fiel seguidora de las teorías comportamentales, que ven a los seres humanos como tales, predecibles y cometiendo “errores”. Si bien es necesario estudiar los modelos racionales para entender la ciencia económica, hoy no comparto ninguna teoría que no incorpore algún componente comportamental. Otro libro que disfruté mucho leer es El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty. Está escrito de una forma excelente para que cualquiera lo pueda entender, sin perder la complejidad técnica. El libro plantea un análisis descriptivo excelente sobre la desigualdad y sus causas históricas.