“Uruguay es distinto”, remarcó el economista y director del Centro de Estudios de la Realidad Social y Económica (Ceres), Ignacio Munyo, que durante cerca de dos horas de exposición repasó fortalezas y debilidades del país. El foco estuvo puesto en que hay distintos factores que determinan un contexto externo favorable para apuntalar el crecimiento, pero se mantienen desafíos internos que, de no resolverse, pueden menguar las perspectivas de desarrollo en el corto, mediano y largo plazo.

En el ciclo de reuniones de Ceres, Munyo realizó un repaso de “las perspectivas pospandemia para Uruguay”. Comenzó hablando del panorama externo, marcado por el repunte económico de las principales economías tras la caída de 2020 por el coronavirus –con excepción de China, que apenas creció a menor nivel– y expectativas empresariales al alza en Estados Unidos y la Unión Europea.

Como trasfondo, aparecen dos fenómenos económicos positivos desde la perspectiva de Uruguay: las tasas de interés internacionales permanecen bajas –en 0,25 puntos la de la Reserva Federal estadounidense y en 0 la del Banco Central Europeo– y los precios de los commodities mantienen una tendencia alcista. Hubo un crecimiento de 43% en los valores de exportación de los alimentos desde finales del año pasado, con la carne, que aumentó sus precios 32%, en tanto que la leche subió 36%, la soja, 68% y el arroz, 23%.

“Tenemos tasas de interés y precios muy favorables para las necesidades actuales de la economía uruguaya. Los cambios que empezaron con la guerra comercial [entre Estados Unidos y China], y luego la covid-19, han hecho un mundo de tasas mucho más bajas de lo que deberían ser si nada de esto hubiera pasado; eso es una buena noticia para economías como la de Uruguay, que tiene dos aspectos que dependen de las tasas: el déficit y la deuda para el gobierno, y la atracción de inversión extranjera directa para el sector privado”, analizó Munyo. En agregado, se originó “una combinación de precios muy favorable para el sector agroexportador, algo que no depende en absoluto de lo que hicimos [en Uruguay], sino que es una señal totalmente exógena y muy positiva”.

Sin embargo, aclaró que al reducir el análisis a la región aparece un panorama “más complicado”. Por un lado, Brasil tiene en marcha un potente plan de inversión en infraestructura a través de concesiones a privados que sumará 50.000 millones de dólares para 2022, y una economía que ya alcanzó los niveles de actividad precovid; pero esto convive con una situación política inestable y la posibilidad de juicio político contra el presidente Jair Bolsonaro por el manejo de la pandemia y las más de 500.000 muertes.

Según Munyo, las mejores perspectivas de la economía brasileña no tienen un correlato “en el bolsillo de la gente”, y esto genera malestar social, con 54% de la población que apoyaría un proceso de impeachment contra el mandatario. A su vez, Lula se posiciona como favorito para las elecciones de octubre del 2022, lo que genera “un foco de atención” para Uruguay, por el cambio de rumbo en las políticas.

Yendo al otro vecino, Argentina, enumeró un combo de factores de alerta: la confianza de los consumidores en caída, riesgo país elevado, inflación arriba de 50% y la cotización del dólar paralelo muy por encima del oficial. Sobre esto último hizo foco el analista: “Va a generarse un encarecimiento relativo de Uruguay [respecto de Argentina] como hace mucho tiempo no se veía, y eso tendrá impactos en el comercio local”. Es que Argentina quedará barata para los consumidores uruguayos, y esto seguramente derive en un importante flujo de turismo de compras cuando reabran las fronteras.

En el plano económico, se proyecta que Argentina a finales de 2021 aún no recuperará el nivel de actividad precovid, y cuando lo logre aún estará 4% abajo del nivel de 2011. “Es una década perdida”, subrayó Munyo, quien también hizo notar que el clima de campaña de cara a las elecciones legislativas de noviembre hace postergar reformas y medidas necesarias. Entre otros temas a resolver “que se patearon para adelante”, está el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, “que deberá incluir un ajuste fiscal y el gobierno lo quiere evitar” en tiempos electorales. En resumen, según el director de Ceres, Argentina “está en un compás de espera y con enormes incertidumbres”.

Luego de repasar el panorama exterior, Munyo presentó el “índice de condiciones externas”, para cuya elaboración se tomó en cuenta el PIB de los países vecinos, el rendimiento del bono a diez años de Estados Unidos y el precio del petróleo y de los alimentos. Este índice tiene “enorme correlación con el PIB” de la economía uruguaya, y muestra la situación actual como mucho más favorable que en el quinquenio pasado, y en línea con la década previa –la época del boom de los commodities–.

Foto del artículo 'La balanza de la economía según Ceres: contexto externo favorable y necesidad de más inversión'

Inversión, mercado de valores e inmigración

Tras las noticias internacionales, Munyo pasó al plano local y analizó diferentes puntos. La perspectiva de Ceres es que el PIB crezca 2,9% este año, y que en el segundo trimestre la actividad repunte tras el bajón del trimestre inicial –los datos se conocerán en setiembre–, según el Índice Líder, que sirve para anticipar tendencias. El analista recordó que “Uruguay estaba en recesión antes de la covid-19”, lo que significa que si bien próximamente retomará los niveles de actividad previos a la pandemia, aún quedará “lejos” de la situación que había en años previos. “El desafío del gobierno es transformar los fundamentos recesivos precovid en expansivos”, indicó.

Del análisis por sectores, subrayó que el agro crece “con mucha fuerza” a impulso de los precios internacionales, y la construcción “también empuja, aunque menos”. El resto de los sectores están en caída o con mínimo crecimiento; sin embargo, Munyo sostuvo que los dos en expansión “son los que tienen más multiplicación” hacia otros rubros de actividad, “por sus efectos indirectos y derrames”. Si bien esto lo consideró “una buena señal” dentro del panorama complejo del PIB, también señaló que el turismo “multiplica mucho y le va mal”.

¿Qué falta para un repunte sólido de la economía? Munyo no dudó en la respuesta: más inversión. Sin contar la obra de UPM 2, que hizo crecer los niveles invertidos, estamos en guarismos “bajos”, y en esa línea apuntó: “Uruguay necesita inversión para iniciar un nuevo ciclo de desarrollo económico. Hay financiamiento disponible en el sector privado, se necesitan proyectos con rendición de cuentas y para ello se necesita al mercado de capitales”.

Subrayó que es “un debe a mejorar” el de canalizar inversiones a través del mercado de valores, porque “muchas veces no hay alternativas locales y el dinero se invierte afuera”. Según el Centro de Estudios Económicos de la Industria de la Construcción, hay necesidad de obras de infraestructura vial por 1.500 millones para este período y hay asignados a través de proyectos de participación público-privada un tercio. A esto debe sumarse la merma en el volumen de inversiones de las empresas públicas (Ancap, UTE, Antel y OSE), que tomando el promedio anual están desde 2020 en 0,9% del PIB, mismo guarismo que el último quinquenio, por debajo del 1,5% del período previo y del 1,2% anterior.

“Para alcanzar los niveles previos [en las empresas públicas], se requerirían inversiones de entre 500 y 1.000 millones de dólares para el período 2021-2024”, evaluó. Según Munyo, “deben invertir para competir” incluso las que están en régimen de monopolio, porque “Uruguay quiere tener empresas públicas” y esta es la forma de hacerlo. Todas las inversiones que hagan las compañías del Estado “deberían pasar por el mercado de valores”, porque es la forma de “dar la cara, justificar la inversión” y asegurar mecanismos de control y buena gestión de los recursos.

El director de Ceres reconoció que este método “implica esfuerzos que pueden no gustarles a las empresas públicas”, porque, entre otras cosas, implica “preparar información” y tener “disposición a responder las inquietudes de los inversores”, pero termina siendo “vital porque trae enormes beneficios”, como “ganancias de eficiencia y mejor calidad de servicios”.

Por otra parte, Munyo advirtió por el nivel del tipo de cambio, que está 12% arriba de la paridad histórica. Uruguay está 55% más caro –según el tipo de cambio real bilateral– que Argentina, 36% más que Brasil, 15% más que la Unión Europea y 12% más que Estados Unidos. Esto produce “problemas de competitividad” para las empresas locales que venden al mundo, aunque un factor que “ayuda” a compensar esto “es la ecuación de precios internacionales”, que favorece las exportaciones de alimentos, “lo que no pasaba otros años”.

Como coletazo de este y otros problemas de la economía local se encuentra la pérdida de empleo. Las perspectivas empresariales muestran que “se va a crecer, pero sin contratar más trabajadores”, y Munyo llamó a “repensar los apoyos, cambiar la forma en que el Estado” fomenta la contratación, la capacitación y la reconversión del personal. Dijo que sería un plan “fiscalmente neutro” y debería encararse con la intención de evaluar “si lo que tenemos [en materia de apoyos al empleo] no quedó obsoleto”. Mencionó que deben verse ejemplos del exterior y sus resultados, como lo hecho en Finlandia de “dar subsidios sin contrapartida” a desempleados, o mantener el pago de un seguro de paro aunque la persona consiga un trabajo con un ingreso mínimo.

En parte este fenómeno tiene su origen en que “el sistema educativo no ha dado la talla” en la formación de las nuevas generaciones, y “no las prepara para insertarse en el mercado de trabajo”. A continuación, Munyo presentó como una oportunidad asociada a este punto la nueva ola de inmigración que recibe Uruguay desde hace unos años, ya que se multiplicaron por cuatro las residencias concedidas en la última década respecto del período previo.

Foto del artículo 'La balanza de la economía según Ceres: contexto externo favorable y necesidad de más inversión'

“Uruguay tiene con la inmigración una oportunidad gigante para despegar”, subrayó, y mencionó que, según estudios, en los países más avanzados el crecimiento sería entre 15% y 30% menor sin la llegada de extranjeros. El tipo de ciudadanos que recibe el país “son los que más contribuyen”, porque una población envejecida recibe personas jóvenes y con alta calificación –la edad promedio es 33 años y 73% tiene estudios terciarios–.

El desafío principal pasa por permitir que los inmigrantes se inserten en los rubros para los que estudiaron, lo que implica acelerar la revalidación de títulos, entre otros temas, y así evitar que exista cierta “competencia desleal” con la mano de obra local. Por eso, advirtió que las condiciones dan para generar “un círculo virtuoso” de la mano de los extranjeros que llegan al país, pero puede transformarse “en un círculo vicioso”, si no se toman medidas acordes. Igualmente, remarcó que se trata de un fenómeno que tiene “un impacto fiscal positivo, porque lo que aportan es más que los servicios que utilizan”.

En gran parte los extranjeros llegan a Uruguay por la calidad de vida, en busca de oportunidades laborales y estabilidad sociopolítica. Esos diferenciales, que explican también por qué Uruguay fue de los pocos países del continente que no tuvieron protestas sociales o conflictos de riesgo en los últimos años, son “el principal activo” a aprovechar de cara al mundo poscovid, concluyó Munyo.