El capitalismo ya no es lo que solía ser. En el viejo y querido capitalismo, cualquier persona con la voluntad y el dinero para comprarse la versión más estrambótica de la última consola de videojuegos podía efectivamente comprarse la versión más estrambótica de la última consola de videojuegos. En el viejo y querido capitalismo, cualquier persona que necesitara una camioneta con siete pantallas táctiles sensibles a todos los rangos de su voz podía tener su camioneta con siete pantallas táctiles sensibles a todos los rangos de su voz.

Bueno, ahora ya no más. Y lo mismo pasa con los celulares y otros tantos dispositivos electrónicos arraigados profundamente en las entrañas de nuestra cotidianidad. La demanda está, pero la oferta no logra ponerse a tiro: hay escasez de consolas, de modelos de automóviles y de muchas otras cosas de las cuales nadie imaginó que podía llegar a haber escasez dado el estadio de desarrollo actual del capitalismo. Shame!

Oda al capitalismo

Entonces, ¿qué te sucedió, estimadísimo capitalismo, que eres incapaz de saciar los deseos de millones de consumidores dispuestos a gastar sin mirar la factura? ¿Acaso te estás desmoronando ante los embates sistemáticos de infieles trasnochados? ¿Has sucumbido ante la usurpación socialista del poder en Estados Unidos?

Podría ser. A esta altura, y en este loco mundo cada vez más loco, ¿quién podría saberlo con certeza? ¿O será que este fenómeno, en lugar de alertarnos sobre tu colapso inminente, nos habla de la excepcionalidad de esta crisis y del entramado productivo de la globalización?

Tal vez esto no sea más que eso, una piedra en el camino; apenas una prueba a tu entereza, noble sistema exento de defectos y sin aspectos censurables. Sí, seguramente no sea más que eso. Tonto de mí, que comenzaba a padecer las primeras pulsaciones de una crisis nerviosa ante esa sombría perspectiva.

¿Cómo te vas a desmoronar, querido capitalismo, con todo lo que tenés para dar? Iluso de mi parte considerar verosímil tamaño disparate. ¡Si estás en tu mejor momento! Mandando billonarios al espacio en prototipos fálicos que no dan lugar a doble interpretación sobre el mensaje que nos transmiten desde los cielos. Sí, los billonarios calvos son también personas, con sueños, anhelos y esperanzas, como todos los demás. ¿Y quién más puede, si no tú, ayudarlos a verlos realizados?

Y lo que es más importante: lo que no te mata, querido capitalismo, te fortalece. ¡Aguardo impaciente descubrir las bondades de la variante Gamma-Deltaxyz capitalista! Oh, sí, el espacio colmado de personas obscenamente ricas jugando a ver quién la tiene más grande... a la cápsula espacial, ¡no seas malpensado, apreciado lector! Y las vacunas que falten en este decadente planeta, pasado de moda entre aquellos que saben y merecen vivir la buena vida, no serán contra la covid-19, serán contra la envidia de pobres y resentidos. Pero no nos extraviemos dentro de anhelos románticos de un mundo mejor, en este o en otro planeta, y concentrémonos en la piedra que te desvela, glorioso capitalismo.

Ensayo sobre la escasez de semiconductores

Y esa maldita piedra no es más que la piedra de la escasez. Pero no la escasez que has sabido resolver maravillosamente durante siglos con ecuanimidad, ilustre capitalismo, sino una escasez singular e increíblemente específica: la escasez de los semiconductores; algo tan pequeño como omnipresente. Tu insospechado talón, legendario Aquiles.

¿Pero cómo arribamos a estas costas? No ha sido tu culpa, claro está, que no has hecho más que multiplicar panes y peces para que todos tengan lo que merecen. ¿De dónde proviene entonces esta escasez? Habrán sido factores ajenos a tus dominios; imperfecciones de las gentes, cuyo vacío de virtudes les impide canalizar el poder que les confieres.

Señalan que proviene de la necesidad de convertir el hogar en oficina, y su consecuente impacto en la demanda por computadoras y equipamiento. Argumentan que proviene de la necesidad de potenciar la infraestructura tecnológica para atender el aumento de las videollamadas y la recreación virtual. Responsabilizan al auge de las criptomonedas y las necesidades computacionales propias de su minería. Culpan a las disrupciones derivadas de la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China. Y sugieren, también, que proviene de las dificultades inherentes al incremento de la capacidad de producción de estos semiconductores; que no es sencillo, dicen, que no puede hacerse de un día para otro. Shame!

Proviene de ellos y no de ti, todopoderoso capitalismo. No serán más que necios y canallas quienes pretendan endosarte, estimable sistema económico, las grietas en sus posibilidades de consumo y las tribulaciones de sus existencias, carentes de la versión más estrambótica de la última consola y de las camionetas de siete pantallas táctiles sensibles a todos los rangos de voz. Superado este incómodo traspié, nos encontraremos en Marte, bienaventurados capitalistas de próxima generación.