La representante demócrata de Estados Unidos, Alexandria Ocasio-Cortez, ha logrado decirlo y enviar un mensaje al mundo, que fue recogido por los principales medios de prensa (incluyendo los de Uruguay) y las redes sociales, aunque de una manera muy particular: en su vestido para el evento de la moda de New York Met Gala 2021, se pudo leer en grandes letras rojas sobre fondo blanco: “Tax the Rich” (“impuestos para los ricos”).
Sobre ese mensaje, y al día siguiente del famoso (para mí desconocido hasta estos días) evento de la moda, nada menos que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en su cuenta de Twitter publicaba: “It’s time the super-wealthy and big corporations pay their fair share in taxes” (“es hora de que las grandes corporaciones y los súper ricos paguen su parte justa en impuestos”).
No voy a opinar aquí de medios ni de comunicaciones; no domino el tema y a priori me podía haber parecido una frivolidad. Sin embargo debo reconocer que el suceso ha logrado poner en escena y romper el tabú que siempre significa discutir seriamente sobre la imposición a la riqueza, aun con fundamentos académicos y en países con democracias plenas.
El momento no es casual y va más allá de la actitud de la congresista estadounidense, pues luego de un largo período de ausencia en el debate público, durante los últimos años se ha asistido a un renovado interés académico y político por el análisis de la concentración de la riqueza a escala global y regional. Este proceso se desarrolla en un contexto signado por la elaboración y la difusión de un variado conjunto de indicadores que aporta nuevas mediciones de la riqueza y el patrimonio.
Recientemente han surgido propuestas elaboradas por expertos tributarios y por organismos internacionales, tendientes a aprovechar las significativas mejoras en la información disponible para mejorar el diseño de la imposición patrimonial, considerando, en particular, tres clases de impuestos: a las herencias, sucesiones y donaciones, a la propiedad inmueble o predial y al patrimonio neto, que tradicionalmente han sido subutilizados, tanto en los países desarrollados como en América Latina. Esta tendencia se ha visto intensificada por las necesidades de financiamiento tras la crisis provocada por la pandemia y ha ido ganando espacio como consecuencia del notorio rebrote de la desigualdad en la distribución del ingreso y en la riqueza, acontecida durante la emergencia sanitaria.
Las estimaciones acerca del potencial recaudatorio varían considerablemente entre las diferentes clases de impuestos mencionados, no obstante, la realidad fiscal de la región indica que el fortalecimiento de estas modalidades tributarias no alcanzaría para cubrir la brecha de financiamiento requerida para atender los requerimientos de intervención pública que plantea la pospandemia.
La expectativa recaudatoria no debería ser, sin embargo, un argumento en contra del necesario fortalecimiento de estas modalidades tributarias. Por el contrario, el desarrollo de una reforma tributaria solvente y equilibrada entre los distintos componentes de la estructura patrimonial debería entenderse como una condición necesaria (pero no suficiente), en términos de aceptación social, suficiencia y equidad, para justificar una nueva agenda de reformas tributarias en la región, en la que los gobiernos se hagan cargo de la importancia que tiene para los países de América Latina el recurso de modalidades impositivas que contribuyan a señalizar objetivos distributivos.
Las medidas para que los sectores públicos dispongan de los recursos necesarios para atender la difícil situación económica y social requerirán alcanzar consensos, entre países y al interior de los países, acerca de la forma y la intensidad que asumiría la intervención pública. La cooperación fiscal internacional ha resurgido -a instancias de Estados Unidos, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, el G20 y el G7- con bríos tal vez nunca alcanzados en la historia de la tributación internacional, con propuestas de creación de una tasa mínima sobre las rentas de las actividades empresariales y para combatir la elusión fiscal y la transferencia de beneficios a jurisdicciones de baja o nula tributación. Esta situación adquiere importancia en la recolección de la información necesaria para determinar la riqueza, que serviría de soporte para el fortalecimiento de la imposición patrimonial.
En el trabajo que hemos finalizado recientemente con destacados colegas de nuestro país y la región,1 denominado “Hacia el fortalecimiento integral de la imposición sobre la riqueza y la propiedad en América Latina: nuevas oportunidades y viejos desafíos”, de donde recojo algunos párrafos y conceptos centrales, se ha podido constatar que estos factores generan condiciones propicias en América Latina para avanzar en el fortalecimiento de la imposición patrimonial.
En el caso particular de la imposición a la herencia y al patrimonio neto es posible identificar un conjunto de acciones que contribuirían a mejorar su recaudación, ampliar su cobertura y maximizar su incidencia distributiva. Las reformas propuestas se asientan sobre la necesidad de avanzar en diseños que aseguren la consistencia interna entre las diferentes modalidades de imposición patrimonial y adaptar los nuevos instrumentos tributarios para lograr sinergias con la tributación a la renta, fundamentalmente, con la imposición a la renta personal.
Gustavo Viñales es contador público (Universidad de la República), máster universitario en Hacienda Pública y Administración Financiera y Tributaria (UNED), profesor de maestría y posgrados de Tributaria, e investigador asociado de Cinve
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Juan Pablo Jiménez, Fernando Lorenzo, James Mahon y Gustavo Viñales (2021). “Hacia el fortalecimiento integral de la imposición sobre la riqueza y la propiedad en América Latina: nuevas oportunidades y viejos desafíos”. Laboratorio Fiscal y Tributario de CINVE. ↩