La dinámica de la inflación

El índice de precios al consumo aumentó apenas 0,1% entre octubre y noviembre, dejando el registro interanual de la inflación en el entorno de 7,1% (dos décimas por debajo de lo esperado). El núcleo inflacionario, que excluye de la medición a los alimentos y la energía, también marcó una desaceleración adicional: 0,2% en términos mensuales y 6% en relación a noviembre de 2021.

El precio de los alimentos aumentó 10,6% en perspectiva interanual, continuando con el proceso de desaceleración que comenzó en el mes de agosto (11,4%). Sin embargo, el componente de la canasta con mayor incidencia sobre la moderación inflacionaria viene siendo la energía. Concretamente, su medición interanual pasó de 42% a 13% entre junio y noviembre.

Sin embargo, la moderación de estos precios no viene siendo acompañada por todos los rubros que integran la canasta. En particular, el costo de los servicios ha venido en aumento y eso podría frenar los avances en los próximos meses. Sin embargo, al margen de esto último, el dato de noviembre trajo la expectativa −o, al menos, la esperanza− de que la FED no tenga que apretar tanto el freno, algo que sería muy positivo para la dinámica económica mundial de cara al nuevo año que está por comenzar.

De esta manera, como destaca la revista británica The Economist, “la preocupación pronto puede comenzar a pasar de una alta inflación a un bajo crecimiento”. La política monetaria actúa con rezago y eso supone que el apriete monetario que ha venido promoviendo la FED −y que supone uno de los ciclos monetarios más restrictivos de las últimas décadas− se comenzará a sentir más entrado el 2023. En efecto, más allá de que la autoridad monetaria pueda pausar el proceso de aumento de las tasas ante el “afloje” de la inflación, los riesgos de que se consolide un escenario recesivo en el primer semestre de 2023 siguen siendo altos.

Las controversias en torno al rumbo de la FED

“Es notable la inflexibilidad con que los bancos centrales están decididos a subir las tasas de interés. En nombre de controlar la inflación, están dispuestos a causar una recesión, o a agravarla si se produjera por sí sola. Además, reconocen abiertamente que sus políticas provocarán sufrimiento, aunque no dicen que la peor parte se la llevará la gente pobre y marginada (y, en Estados Unidos, las personas de color), no sus amigos en Wall Street”.1 Estas fueron las palabras recientes de Joseph Stiglitz (Nobel 2001), en referencia al dilema que enfrentan hoy los bancos centrales.

Y continúa preguntándose: ¿Las tasas de interés más altas aumentarán la oferta de semiconductores? ¿Aumentarán la oferta de petróleo? ¿Reducirán el precio de los alimentos? “Claro que no”, responde a las tres interrogantes. Sin embargo, lo que sí harán las tasas de interés más altas es dificultar la movilización de las inversiones orientadas a descomprimir las restricciones de oferta.

Si bien reconoce que es necesario normalizar las tasas de interés luego de haber permanecido durante años en mínimos históricos, subirlas más de lo necesario “en un intento quijotesco de controlar la inflación en poco tiempo” será contraproducente para encaminar la recuperación. “No sólo provocará sufrimiento ahora, sino que dejará cicatrices duraderas, sobre todo entre aquellas personas que tienen menos capacidad de soportar los efectos de políticas desacertadas como estas.” Como dicen por ahí, si lo único que tenés es un martillo, todos los problemas te parecerán un clavo. “Que la Reserva Federal de los Estados Unidos tenga un martillo no quiere decir que tenga que salir a destruir la economía a martillazos”, concluye Stiglitz.

Estas declaraciones ilustran con precisión una de las posiciones que está sobre la mesa en relación a la estrategia que podría seguir la FED durante 2023. La otra posición, por el contrario, señala que aflojar ahora es un error que se pegará caro más adelante. Hay que soportar los costos que causa el aumento de las tasas de interés en el corto plazo (por la vía de una menor actividad y un mayor desempleo), porque sus beneficios a largo plazo los superan con creces (una economía más estable y predecible con niveles de inflación bajos y alineados con el rango meta).

Lawrence Summers, que fue pionero en advertir sobre el problema persistente de la inflación, alertó que, si bien hay varios datos que sugieren que la inflación continuará disminuyendo, todavía no brindan una base para consolidar esa confianza. “Es una falacia elemental decir que, dado que las expectativas de inflación parecen contenidas, la FED puede relajarse”.2 Y agregó: “Durante más de una década, de 1966 a 1979, los políticos no lograron hacer lo necesario para contener la inflación porque se asustaron ante las consecuencias inmediatas de la política restrictiva. La historia no tiene un buen recuerdo de ello”.

El dilema de la FED, en ese sentido, no es muy distinto en su esencia al que enfrentan el resto de las autoridades monetarias del mundo. De hecho, detrás de las discusiones locales en torno a si el Banco Central del Uruguay debe continuar priorizando el objetivo de la inflación y profundizar su sesgo contractivo, subyace un balance similar en torno a cómo se distribuyen los costos y los beneficios en el tiempo.

La decisión de la FED

En este contexto, la FED anunció un incremento adicional de la tasa de interés. El aumento fue de 50 puntos básicos, en línea con lo previsto, y dejó el rango entre 4,25-4,50%. Además, anunció incrementos adicionales para 2023 −cuando alcanzaría el pico arriba del 5%− y una reducción de cara al 2024. Esta decisión no trajo grandes alteraciones, en tanto ya estaba descontada por el mercado. En el mismo sentido se movieron el Banco Central Europeo y el inglés.

Inflación, tasas de interés e inmigración

Ricardo Hausmann, que fue economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, vinculó las tasas de interés a la problemática migratoria.[1] En su última columna, escrita junto a Dany Bahar, alertó sobre el exceso de oferta en el mercado laboral y su impacto sobre la inflación y los movimientos de la política monetaria. Según alertan, hoy existen casi el doble de vacantes laborales que personas buscando empleo. Lo anterior, sumado al fenómeno de la “gran renuncia” y los consecuentes aumentos salariales, han contribuido a que la inflación se generalice, obligando a la FED a subir las tasas de interés agresivamente.

En particular, señalan que la política inmigratoria de la administración de Joe Biden exacerbó la escasez de trabajadores. “Al restringir la cantidad de trabajadores, la administración está limitando la producción potencial de la economía y reduciendo el nivel de gasto compatible con ese potencial. Una mayor inmigración, en cambio, podría conducir a tasas de interés más bajas, a un incremento de la producción y a una mayor demanda”.

En ese sentido, la combinación de una mayor inmigración con tasas de interés más bajas beneficiaría a todos; beneficiaría a las empresas y consumidores estadounidenses, pero también sería positivo para el crecimiento global y los países emergentes. Para fundamentar su argumentación, los académicos recuerdan que, como han demostrado múltiples estudios, el éxodo del Mariel de 1980 −que trajo 125.000 refugiados cubanos a Miami− no afectó negativamente las perspectivas laborales de los trabajadores locales.

Lo mismo con la migración masiva de judíos rusos a Israel a comienzos de los años 1990, que “generó un auge económico que ayudó a cimentar la marca Nación start-up del país”, y con el flujo de dos millones de refugiados venezolanos que llegaron a Colombia a partir del 2015, contribuyendo a que el país experimentara una de las recuperaciones poscovid más rápidas de América Latina. “Colombia les brindó a los inmigrantes venezolanos pleno acceso al mercado laboral, al sistema de atención médica y a la educación. Un estudio reciente ha demostrado que otorgar estatus legal a los venezolanos ha multiplicado por diez el emprendimiento empresarial de estos inmigrantes en Colombia”.

De esta manera, las iniciativas orientadas en esa dirección no sólo apuntalarían el dinamismo económico estadounidense, sino que ayudarían a mitigar la crisis migratoria y el sufrimiento de los refugiados en muchas partes del mundo. “Estados Unidos debe decidir entre una economía dinámica con tasas de interés más bajas y más extranjeros, o una economía estancada con tasas de interés altas y menos migrantes. Los norteamericanos necesitan saber que la xenofobia es una opción que sale cara”, rematan los miembros del Harvard Growth Lab.

[1] “Higher Immigration or Higher Interest Rates for America?” Project Syndicate.


  1. “All Pain and No Gain from Higher Interest Rates”. Project Syndicate. 

  2. “Curbing inflation comes first, but we can’t stop there”. The Washington Post