La brecha de precios fronterizos
El Observatorio económico de la Universidad Católica-Campus Salto divulgó la última edición del índice de precios fronterizos (IPF), que refleja las diferencias de precios de una canasta representativa de bienes entre Salto y Concordia. El relevamiento excluye a los servicios y recoge las brechas de precio para 60 artículos considerando el dólar blue como la referencia cambiaria.
Según la última actualización del indicador, que corresponde al mes de noviembre, Salto está 122% más caro que Concordia. Lo anterior supone un incremento del IPF del entorno de cuatro puntos porcentuales (p.p.) con relación a la medición realizada en setiembre, pero se ubica 52 puntos por debajo del máximo registrado en julio -cuando la brecha de precios superó el 173%-.
Para la primera división relevada, que corresponde a alimentos y bebidas no alcohólicas, la brecha de precios asciende a 144%. Casi un tercio de los 30 artículos relevados dentro de esta categoría presentó una diferencia de precios mayor a 200% entre ambas regiones, mientras que apenas cinco de los productos contemplados exhibieron una diferencia menor al 100%. De todas las divisiones sobre la que se estructura el indicador, esta es la que tiene mayor incidencia, con una ponderación de 56,6% dentro del índice.
La segunda categoría, que aborda las brechas correspondientes a los precios de las bebidas alcohólicas y los cigarrillos, es la que sistemáticamente exhibe las mayores distancias. Luego de marcar una diferencia de 234% en el mes de julio, el indicador se sitúa actualmente en torno a 201%, es decir, comprar bebidas alcohólicas y cigarrillos es 201% más caro en Salto que en Concordia. Según indica el reporte, el vino, la cerveza en supermercados y los cigarrillos exhiben diferencias de 116%, 188% y 291% respectivamente. En el caso del whisky la brecha es menor, superando apenas el 30%.
Por su parte, en lo que refiere a las prendas de vestir y el calzado la diferencia asciende a 46%, aunque dentro de esta división la dispersión de precios es amplia. A modo de ejemplo, el calzado deportivo de hombre es 18% más caro en Salto, mientras que en el caso del jean de mujer la brecha trepa hasta el 87%. Cabe destacar que, desde fines de 2015 hasta setiembre de 2018, Salto fue más barato que Concordia. Sin embargo, la situación cambió a partir de abril del año 2019, cuando Salto comenzó a encarecerse de forma casi sostenida hasta registrar un pico de 85% el pasado julio.
Con relación a los productos del hogar, las compras en Salto son 79% más caras que del otro lado del puente (lo que implica un incremento de casi 10 p.p. respecto a setiembre). Dentro de esta categoría la situación también varía marcadamente según el artículo: mientras que las sábanas son 13% más baratas en Salto, el jabón en polvo está 205% más caro. Las diferencias de precios para el resto de los productos pertenecientes a esta división se ubican entre estos dos extremos.
En la quinta categoría, referida al transporte y los combustibles, destacan las brechas respecto del gasoil y de la nafta. En el caso del primero, el diferencial es actualmente de 187%. En el caso del segundo, si se tiene en cuenta el beneficio de IMESI, la brecha asciende a 140%. Sin ese beneficio, el precio de la nafta sería 243% más caro en Salto que en Concordia. Las cubiertas de autos, que también forman parte de esta categoría, muestran una situación contraria: la brecha es a favor de Salto y ronda el 43%.
La penúltima categoría indica que comer fuera del hogar es 160% más caro de este lado del puente, mientras que la última, que recoge un conjunto diverso de bienes, arroja un diferencial equivalente a 152%. Esta categoría incluye, por ejemplo, la brecha para el precio del desodorante (264,4%), el shampoo (235%), el jabón de tocador (187,8%) y la pasta de dientes (160,7%).
Tradicionalmente, la disciplina económica ha distinguido los productos transables de los productos no transables. Los primeros son justamente aquellos que son objeto de comercio exterior, cuyos precios se determinan en función de condiciones internacionales de oferta y demanda. Los segundos, por oposición, son los productos que se comercializan fronteras adentro bajo precios que surgen de las condiciones domésticas de mercado. La carne es un ejemplo clásico del primer tipo, mientras que el corte de pelo representa el ejemplo tradicional del segundo.
El problema es que, hoy en día, esta distinción se diluye producto de la magnitud que tiene el diferencial de precios con nuestro vecino rioplatense: los productos que típicamente entendemos como no transables dejan de serlo ante la conveniencia económica que supone cruzar un puente. En otras palabras, el servicio “corte de pelo” también se fuga hacia Argentina, como mucha de la demanda que hoy se traslada hacia ese país para beneficiarse del diferencial cambiario.
Vecinos muy baratos y, además, empobrecidos
La afectación por el lado argentino no se limita únicamente al plano referente a las brechas de precios, sino que deriva también del deterioro en las condiciones de vida de la población. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), 32,7% de los hogares y 43,1% de las personas se encuentran actualmente bajo la línea de pobreza. En otras palabras, en 2022 habría aproximadamente 17.000.000 de argentinos pobres. En relación con el año pasado, esto implica un incremento de la pobreza equivalente a 0,7 puntos porcentuales (p.p.). La indigencia, por su parte, alcanzó 5,7% de los hogares y 8,1% de la población.
Esta tendencia no es una característica del período pospandemia, sino que emerge como un rasgo distintivo de las últimas décadas. Como indica el informe: “Luego del lejano 6% de pobreza en 1974 (1,5 millón de personas), durante la recuperación de la democracia el piso de pobreza fue 20% (6 millones de personas), durante la convertibilidad oscilamos entre 25% y 30% de personas bajo la línea de pobreza (no menos de 10 millones de personas), todo esto antes de la crisis del 2001-2002. Actualmente, 40% de la población urbana estaría afectada por privaciones económicas”.
En este marco, el ingreso per cápita de Argentina, medido a paridad de poderes de compra, se ubica por debajo del nivel de Uruguay, lo que implica un reposicionamiento con relación a lo que ha sido la tendencia de las últimas décadas. Según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el PIB per cápita uruguayo se ubicaría actualmente en el entorno de los 23.143 dólares, mientras que el argentino se sitúa en torno a 22.158 dólares. Si consideramos los datos desde 2014, que fue un año bisagra desde el punto de vista del ciclo económico regional, el PIB per cápita uruguayo creció 4,8% al tiempo que el de Argentina cayó casi 6%.
La perforación de la frontera: el efecto Argentina
Considerando todo lo anterior de forma conjunta, el “shock argentino” no parece ser un fenómeno coyuntural que pueda revertirse en el corto plazo en favor de Uruguay. Por el contrario, en clave uruguaya deberíamos internalizar que esta situación reviste un carácter más permanente que operará como una restricción al dinamismo de la actividad económica, especialmente en la región del litoral.
A modo ilustrativo, los datos presentados por la empresa Scanntech días atrás revelan la magnitud del impacto asociado a este fenómeno: la caída acumulada del consumo (formal) en la región Salto-Paysandú asciende al 14% en los once meses que van del 2022, y es casi tres veces mayor respecto al promedio nacional (5%).
Complementando lo anterior, los datos divulgados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE) también ilustran los efectos que está teniendo el deterioro de la situación en Argentina sobre los departamentos fronterizos. Concretamente, las tasas de desempleo más altas registradas en octubre correspondieron a Río Negro (13,4%), Salto (12,5%) y Paysandú (11,1%).
Esta no es una situación sencilla de abordar desde la política económica, en tanto refleja esencialmente problemas ajenos que son difíciles de corregir desde este lado del Rio de la Plata. Más allá de las medidas paliativas que han sido desplegadas en los últimos meses, la magnitud de la brecha de precios hace que sea difícil asegurar su efectividad1, dado que tienden a “mover la frontera hacia adentro”.