Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), advirtió esta semana sobre el impacto social y económico de las crisis que se superpusieron en los últimos dos años y enfatizó que estamos ante el “entorno de políticas más universalmente complejo que hayamos conocido jamás”. “En términos económicos, el crecimiento disminuye y la inflación aumenta. En términos humanos, los ingresos de la gente disminuyen y las penurias aumentan”.

“Sencillamente, nos encontramos frente a una crisis encima de otra”. Primero llegó la covid-19, que generó una disrupción excepcional sobre la producción mundial cuyas ramificaciones continúan extendiéndose en múltiples direcciones. Luego vino la guerra, cuyas “ondas sísmicas” están repercutiendo en el mundo entero y exacerban los desequilibrios generados tras dos años de combate a la pandemia.

Y los problemas no se agotan acá, dado que la capacidad de respuesta para mitigar estos shocks se encuentra limitada por la creciente fragmentación de la economía en bloques con “diferentes normas comerciales y tecnológicas, sistemas de pagos y monedas de reserva”. Este fenómeno tiene asociados importantes costos de ajuste y podría generar una desarticulación mayor de las cadenas de valor y las redes de producción a nivel global. “Esta fragmentación de la gobernabilidad mundial podría ser la amenaza más grave para el marco basado en reglas que ha regido las relaciones internacionales y económicas durante más de 75 años y que ha contribuido a mejoras significativas de las condiciones de vida en el mundo entero”.

Las consecuencias económicas y sociales

Una de las consecuencias más problemáticas derivadas de esta conjunción de crisis es el incremento generalizado de la inflación que, por primera vez en décadas, vuelve a presentarse como un “peligro claro y presente para muchos países de todas las regiones”. En efecto, el aumento del precio de los alimentos y la energía, sumado a las persistentes dificultades que enfrentan las cadenas de suministro globales, están llevando la inflación a niveles inusitadamente altos, en particular en la órbita de las economías avanzadas que desde hace cuatro décadas no registraban los problemas inflacionarios en su radar. Partiendo de esta base, “proyectamos que la inflación seguirá siendo elevada por un período más prolongado de lo estimado”, señaló Georgieva durante su exposición.

“En términos económicos, el crecimiento disminuye y la inflación aumenta. En términos humanos, los ingresos de la gente disminuyen y las penurias aumentan”. Directora gerente del FMI

A su vez, si bien las nuevas estimaciones para el crecimiento mundial elaboradas por la institución se divulgarán esta semana, Georgieva adelantó que el crecimiento fue revisado a la baja para 143 países, que representan cerca de 86% del PIB mundial. Cuatro meses atrás el FMI ubicaba el crecimiento global en el entorno de 4,4% para este año, cifra que ya representaba una corrección bajista en relación con el dinamismo que se esperaba en octubre de 2021. Desde entonces, “las perspectivas han empeorado sustancialmente, en gran medida debido a la guerra y sus repercusiones”.

Esto supondrá un recorte adicional de las proyecciones de crecimiento para 2022 y 2023, pese a que en la mayoría de los países las tasas de crecimiento se mantendrán en terreno positivo. Las perspectivas son más pesimistas para los países que son importadores netos de alimentos y combustibles, especialmente de África, Oriente Medio, Asia y Europa. En el caso de los exportadores de materias primas, las ganancias derivadas de los precios elevados “están lejos de compensar la desaceleración mundial global” atribuible al impacto del conflicto bélico y la mayor incertidumbre.

Además, estas perturbaciones no se disiparán rápidamente y continuarán lastrando las perspectivas globales en el mediano plazo. “Prevemos ahora que el producto de la mayoría de los países tardará aún más en retomar la tendencia previa a la pandemia. La mayoría de las economías emergentes y en desarrollo están lidiando no sólo con las secuelas económicas de la guerra, sino también con las cicatrices que ha dejado la crisis provocada por la pandemia. Entre ellas cabe mencionar las pérdidas de puestos de trabajo y de aprendizaje, que han recaído principalmente en las mujeres y los jóvenes”.

“Se trata del entorno de políticas más universalmente complejo que hayamos conocido jamás, y eso plantea disyuntivas tremendamente difíciles”. Kristalina Georgieva

En este contexto, “la inseguridad alimentaria es un grave motivo de preocupación” y requiere de una iniciativa multilateral para mitigar sus efectos sobre la población más vulnerable del mundo. “La alternativa es funesta: más hambre, más pobreza y más disturbios sociales, sobre todo en los países que llevan muchos años luchando por escapar a la fragilidad y al conflicto”. Como señaló semanas atrás el representante adjunto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Tito Efraín Díaz, en diálogo con la diaria, la inseguridad alimentaria afecta a cuatro de cada diez personas —267 millones— en nuestra región.

En suma, la situación actual no sólo representa un revés significativo para la recuperación mundial, sino que además constituye el “entorno de políticas más universalmente complejo que hayamos conocido jamás”. Todas las disyuntivas que están planteadas al día de hoy son “tremendamente difíciles”.

A modo de cierre, Georgieva señaló que estamos ante un momento crucial para la comunidad internacional. “Las medidas que tomemos hoy, juntos, serán determinantes para el futuro. No puedo dejar de pensar en el Bretton Woods de 1944, cuando, en medio de las oscuras sombras de la guerra, los líderes mundiales se reunieron para contemplar un mundo mejor. Fue un momento histórico de valentía y cooperación”.

El índice de precios de los alimentos elaborado por la FAO está en el máximo nivel desde 1990

El índice de precios de los alimentos que elabora la FAO aumentó 12,6% entre febrero y marzo y se ubica en el nivel más elevado desde su creación hace más de tres décadas. Este índice representa una medida de la variación mensual de los precios internacionales de una canasta de productos alimenticios. Concretamente, recoge el promedio de los índices de precios de cinco grupos de productos básicos ponderado con arreglo a las cuotas medias de exportación de cada uno de los grupos durante el período 2014-16.

Como era esperable, todos los componentes del indicador dieron cuenta de un incremento significativo durante marzo, y varios de ellos se sitúan en sus máximos históricos. Este es el caso de los aceites vegetales, los cereales y la carne.

Cereales. El subíndice alcanzó el nivel más alto de los últimos 32 años luego del incremento registrado el último mes (17% frente a febrero). Este incremento se explica por la fuerte suba del trigo y los cereales secundarios, impulsada mayormente por los impactos de la guerra. “La probable pérdida de exportaciones de la región del Mar Negro agravó la ya escasa disponibilidad mundial de trigo. La preocupación sobre la situación de los cultivos en los Estados Unidos de América también contribuyó a que los precios mundiales del trigo subieran marcadamente en marzo, disparándose 19,7%”. Luego de subir 20,4% en marzo, los precios internacionales de los cereales secundarios marcaron un récord y los precios del maíz, la cebada y el sorgo alcanzaron sus valores más altos desde 1990 (en el mes aumentaron 19%, 27% y 17%, respectivamente). En contraposición, el precio del arroz se mantuvo relativamente estable en relación con febrero y 10% debajo de los niveles observados un año atrás.

Aceites vegetales. En este caso la variación mensual del subíndice fue 23,2% y también marca un nuevo récord. Detrás de este incremento influyeron los precios de los aceites de girasol, palma, soja y colza.

Lácteos. El aumento mensual de este componente fue comparativamente menor y ascendió a 2,6% en el mes, siendo el séptimo mes consecutivo de incremento. En términos interanuales, la variación es de 23,6%. En este caso, los precios estuvieron apuntalados por la creciente escasez en los mercados mundiales, producto de la insuficiente producción en Europa occidental y Oceanía.

Carne. Este componente exhibió una variación mensual equivalente a 4,8%, que también lo impulsó a quebrar su máximo histórico. En particular, destacó el impulso de la carne de cerdo asociado a las festividades de pascua y a la escasez de oferta. En menor medida aumentó la carne de aves (ante brotes de gripe aviar y disrupciones de la guerra) y la carne bovina (en un contexto de mayor demanda y problemas de oferta).

Azúcar. En este último caso el incremento frente a febrero ascendió a 6,7% y revirtió los retrocesos acumulados durante los últimos tres meses. En relación con marzo de 2021 el indicador se encuentra un 20% más arriba. Detrás de esta dinámica pesó el aumento del petróleo (que reforzó las expectativas sobre un mayor uso de caña de azúcar para producir etanol en Brasil) y el fortalecimiento del real frente al dólar (que tiende a “limitar las ventas de los productores debido a la menor rentabilidad en moneda local”). En sentido contrario, la buena cosecha y las perspectivas favorables para la producción en India, uno de los principales exportadores, mitigaron el aumento.

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