El contexto de la decisión

La dinámica de la inflación en Estados Unidos viene ejerciendo una presión creciente sobre la Reserva Federal (FED), que es el principal banco central del mundo; es el que tiene la “maquinita de hacer los dólares”, que por ahora siguen siendo la moneda de reserva global. El último dato, correspondiente al mes de mayo, pautó un incremento interanual de la inflación equivalente a 8,6%, lo que representa el registro más elevado desde fines de 1981.

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Estas presiones no son nuevas, ni derivan exclusivamente del impacto que ha tenido la guerra sobre el precio de los combustibles y los alimentos. Por el contrario, vienen desde el año pasado y han sido objeto de un debate que todavía no ha sido salado, y que difícilmente pueda saldarse dada la multiplicidad de enfoques con los que se ha abordado el fenómeno.1

La discusión: halcones y palomas

La discusión sobre la gestión monetaria de la FED y la dinámica de los precios ha decantado en al menos dos posiciones bien marcadas. Para muchos analistas, la principal autoridad monetaria del mundo ha perdido el norte y se ha alejado peligrosamente de su mandato principal, que implica garantizar la estabilidad de los precios. Esta es la postura de los llamados halcones, que atribuyen a la FED un manejo irresponsable de la política monetaria producto de un diagnóstico equivocado sobre la naturaleza del fenómeno inflacionario. Según esta visión, la dinámica alcista de los precios es más permanente que transitoria, y demanda un abordaje más agresivo a pesar de los efectos recesivos que pueda generar en el corto plazo. Para quienes defienden esta postura, el mayor riesgo pasa por repetir el episodio de estanflación que signó los años 70.

Para otros analistas, la cautela es fundamental en el marco del proceso de normalización monetaria, dado que las presiones transitorias vinculadas a la guerra y a las interrupciones en las cadenas de suministro global se van a diluir más temprano que tarde. Por este motivo, actuar apresuradamente podría tener consecuencias peores sobre la estabilidad financiera (en un contexto de elevado endeudamiento y fragilidad global) y sobre la actividad económica, que sigue perdiendo dinamismo luego del “rebote” estadístico que caracterizó al año 2021.2 Esta sería la postura de las llamadas palomas, que desde el año pasado advierten que este proceso reviste un carácter transitorio. Uno de los mayores exponentes de esta posición es Paul Krugman, que traza un paralelismo con la segunda mitad de la década del 40, y no con los años 70.

En esta línea, hace unos meses el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca comparó la situación actual con la vivida entre 1946-1948. Según Krugman, este fue un “caso clásico” de inflación por el lado de la demanda: “Los consumidores tenían mucho dinero gracias a los ahorros de la guerra, y había mucha demanda reprimida... tras años de racionamiento. Así que cuando el racionamiento terminó, se desató una carrera para comprar cosas en una economía que todavía no se había volcado por completo hacia la producción de los tiempos de paz”. Esta readecuación tuvo lugar, pero tardó dos años en operar. Durante esos dos años la inflación se mantuvo elevada y alcanzó un pico cercano a 20%. Luego se moderó.

El dato: fuerte incremento de la tasa de interés

En este contexto, la FED decidió hoy aumentar su tasa de referencia en 75 puntos básicos, el mayor incremento desde 1994. Con este movimiento, la tasa pasa a moverse dentro del rango que va de 1,50% - 1,75%. Al mismo tiempo, señalizó que continuará con este enfoque más agresivo hacia adelante, anticipando siete subas para lo que resta del año. De esta manera, la tasa podría finalizar el 2022 por encima del 3,4%, que es una cifra bastante más alta de la que se preveía meses atrás.

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La inflación y la política monetaria más allá de Estados Unidos

La Reserva Federal no es el único Banco Central que enfrenta presiones crecientes para endurecer las condiciones monetarias. Salvando las distancias, el Banco Central Europeo enfrenta una situación similar, aunque viene un poco más de atrás en el proceso de normalización monetaria. Con una inflación históricamente elevada (8,1% en el mes de abril), la institución europea comenzaría con el incremento de la tasa de interés en los próximos meses, abandonando la zona del 0% que habita desde hace más de seis años.

El mismo problema enfrentan el resto de los bancos centrales del mundo. De hecho, nuestro país no es ajeno ni a este fenómeno ni a esta discusión. En efecto, el Banco Central de Uruguay viene también aumentando su tasa de referencia, que hoy se ubica en torno a 9,25%. Es decir, se ha movido hacia una política monetaria más contractiva priorizando el anclaje de las expectativas de inflación.3

El (potencial) impacto: un mundo todavía más complejo

La trayectoria de la tasa de interés en las principales economías puede parecer lejana desde este costado del mundo. Sin embargo, lamentablemente dista de serlo. Primero, podría inducir un escenario recesivo, o al menos profundizar la desaceleración que se ha venido observando en los últimos meses producto de las consecuencias de la guerra sobre el desempeño económico mundial. La actualización reciente de las perspectivas por parte de los principales organismos, como el Fondo Monetario o el Banco Mundial, pautaron una corrección a la baja del crecimiento global en 2022 y 2023.4

Segundo, estos movimientos pueden generar correcciones globales en la órbita de las variables financieras y las paridades cambiarias -monedas-, que son mayores cuanto más profundos son los desequilibrios macroeconómicos de cada país; por ejemplo, en el caso de nuestro vecino rioplatense el golpe puede ser duro. Hay que tener presente, desde esta perspectiva, la fragilidad fiscal que caracteriza a las economías luego de dos crisis acumulativas y excepcionales. En ese sentido, el nivel de endeudamiento actual tiene escasos antecedentes, tanto en las economías avanzadas como emergentes.

En tercer lugar, un aumento de las tasas de interés tiende a fortalecer el dólar globalmente, y eso también puede impactar sobre el precio de las materias primas. Por el momento, esta no ha sido la primera reacción del mercado ante el anuncio, dado que el dólar se debilitó hoy en el mundo.

Además, el movimiento de la tasa supone condiciones de acceso a financiamiento más restrictivas en los mercados internacionales. Por un lado, aumenta la tasa libre de riesgo, que constituye uno de los componentes de la tasa que terminan pagando todos los países por endeudarse; está la tasa libre de riesgo y sobre ella una prima que recoge lo que sería el riesgo país propio de cada emisor. Por el otro, aumenta el atractivo de las colocaciones en dólares, dado que una tasa más alta de interés equivale a un mayor retorno. Las tasas históricamente bajas en las principales economías aumentan el atractivo de los países emergentes para atraer capitales; un poco más de riesgo, un poco más de retorno. Cuando este escenario se revierte, como está sucediendo actualmente, la cosa cambia y los capitales emigran hacia el norte.

En suma, las condiciones de financiamiento se tornan más desafiantes para países como Uruguay, tanto por el costo (tasa de interés) como por la dirección de los flujos de capital. De esta manera, el escenario internacional puede tornarse todavía más complejo en los próximos meses, principalmente para nuestra región que dista de recuperarse y enfrenta serios problemas para revertir el aumento de la pobreza y de la vulnerabilidad.5