Ambos artículos se basan en tres documentos, que son algo más extensos y probablemente menos amigables para quienes no son economistas, publicados en el blog del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración.

La reflexión filosófica en Economía es clave para enfrentar los desafíos de la economía real. Si bien todas las ciencias, por su estatus, ameritan un análisis metacientífico, el caso de la Economía es bastante singular: esta disciplina es parte de las ciencias sociales, estudia a la sociedad, pero lo hace con un enfoque propio de las ciencias físicas; las y los economistas utilizan un herramental matemático y teórico de relativa sofisticación y difícil comprensión para el común de la población, y con él buscan dar respuesta a cuestiones que la gran mayoría de la población se plantea, y utilizan (aunque vale aclarar que no todas las escuelas de pensamiento) una lógica hipotético-deductiva, característica de las ciencias naturales, para abordar problemáticas que podrían abordarse de manera inductiva. Los economistas, por ser parte del objeto de estudio, están sujetos a un posible sesgo ideológico y/o conflicto de intereses que no es característico de las ciencias que utilizan metodologías cercanas a la Economía.

Todas estas cuestiones hacen que la reflexión en torno al objeto de estudio y a la manera en que este objeto es estudiado no sea para nada trivial en la ciencia económica. Los debates filosóficos y metodológicos son inherentes a la Economía como Ciencia Social, y son una respuesta necesaria a los cuestionamientos a la disciplina.1 Si además tenemos en cuenta el “imperialismo” de la Economía, incursionando en áreas de estudio propias de otras ciencias sociales, y que ya no queda tan claro qué puede definirse como ciencia económica y qué no, la reflexión parece más que necesaria. Teniendo esto en mente, lo que planteamos en este artículo son algunas reflexiones sobre el individualismo metodológico adoptado por gran parte de la disciplina y un repaso de qué es lo que estudia la Economía.

El individualismo metodológico

Como la mayoría de los científicos, la mayor parte de los economistas trabajamos cotidianamente con poca reflexión explícita sobre los supuestos filosóficos que subyacen a nuestra investigación; cuando estos supuestos se explicitan, suele aparecer la adhesión al “individualismo metodológico”. Aunque el término tiene diferentes significados, básicamente implica insistir en la importancia de los individuos y en su comportamiento intencionado para comprender cómo funcionan los fenómenos sociales.

El concepto de “individualismo metodológico” no fue inventado por un filósofo, sino por un reconocido economista: Joseph Schumpeter. Para él, el término implica partir del individuo para describir ciertas relaciones económicas; no es ni un principio universal de la investigación científica social ni una regla obligatoria para todos los científicos sociales. Unos años más tarde, los principales economistas de la Escuela Austríaca (Friedrich Hayek y Ludwig von Mises) vincularon el concepto a su propia posición metodológica; de Hayek pasó a Karl Popper, desembarcando así en la filosofía y en otras disciplinas.

Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek

Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek

Foto: S/D autor

Pero ¿qué es el individualismo metodológico? Como ha señalado Geoffrey Hodgson,2 no hay una única definición aceptada del concepto. Típicamente se interpreta con un significado diferente al que le dio Schumpeter en su momento. Él usó el término “individualismo sociológico” para describir la idea de que el individuo (autónomo) constituye la unidad última de análisis de las ciencias sociales, y que por tanto todos los fenómenos sociales se resuelven a sí mismos en decisiones y acciones de individuos y no en términos de factores supraindividuales. Este “individualismo sociológico” se acerca bastante a lo que comúnmente se describe hoy en Economía como “individualismo metodológico”. Hay que aclarar, sin embargo, que Schumpeter rechazó de plano esta doctrina del individualismo sociológico por considerarla inviable como explicación completa de los fenómenos sociales, al tiempo que consideró al individualismo metodológico como una opción analítica limitada.

Hoy, la mayoría de los economistas defensores del individualismo metodológico lo tratan como un principio universal que debe ser usado por las ciencias sociales. Entre las distintas interpretaciones posibles del término, la idea de que necesitamos “explicaciones en términos de individuos” es la más clásica, y también problemática. Cabe preguntarse, ¿las explicaciones de los fenómenos sociales deben ser sólo en términos de individuos o deben ser en términos de individuos y relaciones entre individuos? El mundo social, precisamente por ser social, debe involucrar tales relaciones. Como señaló Hayek, la sociedad no consiste sólo de individuos, sino también de interacciones entre ellos y de interacciones entre individuos y su entorno (tanto natural como social). Partir del individuo para describir ciertas relaciones económicas no debe implicar la negación de las relaciones sociales.

El concepto de “individualismo metodológico” no fue inventado por un filósofo, sino por un reconocido economista: Joseph Schumpeter. Para él, el término implica partir del individuo para describir ciertas relaciones económicas; no es ni un principio universal de la investigación científica social ni una regla obligatoria para todos los científicos sociales.

Todas las explicaciones satisfactorias y exitosas de los fenómenos sociales involucran relaciones interactivas entre los individuos. Incluso cuando las explicaciones se reducen a individuos, las relaciones interactivas entre estos también están involucradas. ¿Por qué? Básicamente porque no vivimos en una burbuja; la elección individual requiere siempre de un marco conceptual que le dé sentido al mundo. Ese marco conceptual, ese sistema cognitivo, implica haber pasado por un proceso de socialización, proceso en el que necesariamente hay interacciones con otras personas.

Como individuos, comprendemos el mundo de determinada manera gracias a las interacciones sociales. Estas ocurren en un entorno influenciado por las instituciones, entendidas como estructuras que influencian el comportamiento de los agentes a través de la conformación de hábitos y costumbres y que, a su vez, son determinadas por el propio comportamiento social. La elección individual es imposible sin estas instituciones e interacciones. En otras palabras: el individualismo metodológico “estricto” tiene un problema: los intentos de explicar cada capa emergente de instituciones sociales siempre se basan en instituciones y reglas previas, y, si se admite la influencia de las instituciones sobre los individuos, hay que explicar también de dónde salen esas instituciones.

David Ricardo.

David Ricardo.

Foto: S/D autor

Analizando los fenómenos sociales nunca vamos a llegar a un punto final donde haya sólo individuos aislados “libres de instituciones”. Si seguimos un individualismo metodológico estricto, entramos en un círculo en el que las acciones de los agentes podrían entonces explicarse en parte por factores institucionales, que a su vez se explican en parte por las acciones de otros individuos, y así sucesivamente, de manera indefinida. Enfoques basados en microfundamentos, que pretendan comenzar el análisis desde los individuos, deben hacerlo desde los individuos y, en simultáneo, las instituciones. En síntesis: no es posible explicar el surgimiento de instituciones sobre la base de individuos y nada más, básicamente porque no hay manera de conceptualizar el estado inicial de la naturaleza a partir del cual se supone que emergen las instituciones.3

Por otro lado, una versión más amplia del concepto de individualismo metodológico, donde se supone que las explicaciones deben ser en términos de individuos y de relaciones entre ellos, equivale a decir que las explicaciones de los fenómenos sociales deben ser tanto en términos de individuos como de estructuras sociales. Esto, entendemos, no tiene nada de malo, pero, si es así, ¿por qué decirle individualismo metodológico? En última instancia, las estructuras sociales y los individuos tienen la misma relevancia como elementos de la explicación.

Visto que no tiene mucho sentido reducir el análisis de los fenómenos sociales al estudio del comportamiento de cada individuo de forma aislada, cabe preguntarse: ¿por qué la Economía ha insistido tanto en el individualismo metodológico? Es posible que haya, al menos, dos motivos.

En primer lugar, puede que se tenga la idea de que este es un componente necesario del individualismo político; esto implicaría mezclar ideología con análisis científico. En segundo lugar, quizá con mayor fundamento, podría argumentarse que la explicación en términos de componentes cada vez más pequeños (o más micro) es un objetivo clave de la ciencia. Cabe señalar, al respecto, que sobran ejemplos (en las más variadas disciplinas) que muestran que las explicaciones científicas nunca se dan en términos micro únicamente. Las explicaciones siempre implican también la consideración de relaciones interactivas.

En las ciencias sociales, y no olvidemos que la Economía es una de ellas, si se da por válida la necesidad de explicar todo en términos de microcomponentes, se puede acabar en última instancia teniendo la necesidad de intentar explicar los fenómenos sociales exclusivamente en términos de partículas subatómicas; por supuesto, una agenda reduccionista tan extrema no parece nada razonable.

Muy vinculada al debate entre fundamentos individuales o sociales emerge otra pregunta, quizá más incómoda para la disciplina...

Autores como Adam Smith, John Stuart Mill, David Ricardo y Karl Marx terminaron de sentar las bases, hacia fines del siglo XVIII y durante buena parte del siglo XIX, de una disciplina cuyo objetivo fue estudiar la generación y distribución de la riqueza de las naciones y las relaciones sociales vinculadas a estos procesos.

¿Qué estudia la Economía?

Hagamos un breve repaso histórico sobre los cambios del objeto de estudio de la Economía.4

Autores como Adam Smith, John Stuart Mill, David Ricardo y Karl Marx terminaron de sentar las bases, hacia fines del siglo XVIII y durante buena parte del siglo XIX, de una disciplina cuyo objetivo fue estudiar la generación y distribución de la riqueza de las naciones y las relaciones sociales vinculadas a estos procesos. Es decir, el objeto de estudio de la Economía (o, mejor dicho, de la Economía Política) eran los procesos por los cuales las sociedades generaban valor, cómo lo distribuían y cómo lo consumían.

Esta es una definición clásica del objeto de la Economía, que genera un conjunto de particularidades a la hora de estudiar la realidad, es decir, una ontología propia. Para la Economía clásica, si bien el individuo era tratado en mayor o menor medida como sujeto de análisis, en general el lugar donde sucedían los fenómenos económicos era el agregado, ya sea la sociedad entera o las distintas clases sociales.

Karl Marx, detalle de billete de 100 marcos de la República Democrática Alemana, año 1975.

Karl Marx, detalle de billete de 100 marcos de la República Democrática Alemana, año 1975.

Esto no implicaba negar al individuo, sino que, en los casos más “extremos” (por ejemplo, el marxismo), se traducía en explicaciones del comportamiento económico basadas en lo social, que existe más allá del comportamiento individual, como una especie de supraelemento. Podemos ligar estos enfoques a un conjunto de teorías del valor objetivas: por ejemplo, que el valor de las cosas viene dado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas.

Como indica el filósofo John B Davis,5 la clásica es una visión objetiva de la Economía, que bajo la influencia de varios factores fue transformándose, avanzada la segunda mitad del siglo XIX, en una visión subjetiva. El marginalismo, bajo la influencia de autores neoclásicos como Alfred Marshall y, principalmente, Léon Walras y William Stanley Jevons, y de algunos austríacos como Carl Menger, dio paso al predominio del individuo como sujeto de análisis de la Economía, en el entendido de que a partir del estudio de características subjetivas tales como los gustos y deseos personales (preferencias) darían una mayor cientificidad al estudio de los fenómenos que interesan a la Economía.6

Esta visión subjetivista, con su propia teoría del valor basada en la interacción en el mercado entre la oferta y la demanda, presenta una definición de ciencia económica que amalgama sus principales características. Esta definición neoclásica es la de Lionel Robbins, que es utilizada hasta el día de hoy en la corriente dominante: la Economía como ciencia que estudia la toma de decisiones respecto a la asignación de recursos escasos entre fines múltiples.

Posteriormente, el avance de la corriente dominante en Economía dio paso a un individuo cada vez más desprovisto de subjetividad. A medida que la teoría económica avanzaba en la formalización matemática y descansaba cada vez más en el supuesto básico de preferencias racionales, el individuo sujeto de estudio fue cayendo en un grado de abstracción cada vez mayor. El fundamento social de los modelos teóricos fue paulatinamente olvidado.

En la segunda mitad del siglo XX el mainstream de la Economía comenzó a otorgar una relevancia cada vez mayor a la “ciencia cognitiva” (cognitive science), lo que podríamos expresar de otra forma como la “ciencia de la toma de decisiones”, que conformó un individuo “abstracto”. Este reduccionismo, que confía cada vez más en el comportamiento individual como explicación de los fenómenos sociales-económicos, permeó tanto en la microeconomía como en la macroeconomía, transformando a los microfundamentos en la base de las explicaciones sobre el comportamiento de los agregados sociales por parte de la corriente dominante.

El marginalismo, bajo la influencia de autores neoclásicos como Alfred Marshall y, principalmente, Léon Walras y William Stanley Jevons, y de algunos austríacos como Carl Menger, dio paso al predominio del individuo como sujeto de análisis de la Economía, en el entendido de que a partir del estudio de características subjetivas tales como los gustos y deseos personales (preferencias) darían una mayor cientificidad al estudio de los fenómenos que interesan a la Economía.

Finalmente, cabe señalar que desde el propio mainstream se intenta, de forma ad hoc (en otras palabras, “sobre la marcha”), incorporar desarrollos que tengan en cuenta las interacciones entre individuos, los muchos sesgos comportamentales que pueden presentar los individuos en su accionar, o la presencia de “instituciones” como constructos supraindividuales pero que son creados y moldeados por el comportamiento individual. En términos de Imre Lakatos,7 en torno al núcleo (core) del mainstream se ha creado un “cinturón protector” que más o menos explícitamente limita las críticas (y la propia falsación) del “núcleo duro” de la teoría neoclásica.

Al respecto, John B Davis8 señala que no puede considerarse que estas corrientes aborden adecuadamente la influencia de lo social sobre el comportamiento individual. Es necesario que, expresamente, las teorías den cuenta del contexto social en el que los individuos se desenvuelven, influenciados por él e influenciándolo en un proceso único; los individuos deben estar incrustados en el contexto social (deben ser embedded individuals). La idea detrás de esta forma de razonar es que los individuos y las estructuras sociales son interdependientes e inseparables, y cada parte constituye y determina a la otra a través de prácticas sociales recursivas. En esta visión, los individuos se caracterizan por no perder su carácter de tal, y por ser seres reflexivos (y, por tanto, activos).

Adam Smith.

Adam Smith.

Foto: S/D autor

En síntesis

Hasta aquí hemos presentado algunas reflexiones y cuestionamientos que se le realizan a la corriente actualmente dominante en Economía. Estos se centraron en el énfasis realizado en el comportamiento individual como explicación última del objeto de estudio de la Economía, el cual aparece desprovisto de un rico conjunto de relaciones sociales y un entorno que reflejen más fielmente la realidad.

En el próximo artículo bajaremos a tierra estas reflexiones, que a priori pueden parecer de interés estrictamente académico. Pondremos el foco en un área particular de la disciplina, para la cual las cuestiones que planteamos en este artículo son particularmente relevantes: la macroeconomía. Con esto pretendemos problematizar algunas cuestiones que nos parecen claves para la Economía (en tanto ciencia social) y para la economía (en tanto dimensión clave de la sociedad).


  1. Ver Maki, U (2011). Filosofía y metodología de la economía. Documento 104 de la serie Temas de Teoría Económica y su Método. Universidad de Santiago de Compostela. 

  2. Hodgson, G (2007). Meanings of methodological individualism. Journal of Economic Methodology, 14(2), 211-226. 

  3. Puede profundizarse este planteo en Hodgson (2007), op. cit. 

  4. Este análisis debería complementarse con el de los propósitos de la Economía: ¿describir?, ¿explicar?, ¿proponer políticas? Aquí no indagamos en esta discusión; proponemos a Reiss (2013) para una introducción a este y otros temas cercanos. 

  5. Ver Davis, J B (2003). The theory of the individual in economics: identity and value. Routledge. 

  6. Profundizar en Roncaglia, A (2017). A brief history of economic thought. Cambridge University Press. 

  7. Lakatos, I (1976). Falsification and the Methodology of Scientific Research Programmes. In: Harding, S G (eds) Can Theories be Refuted? Synthese Library, vol 81. Springer, Dordrecht. 

  8. Davis (2003) op. cit. / Davis, J B (2011). Individuals and Identity in Economics. Cambridge University Press.