Nancy y Paul no son una pareja normal. Nancy es una política de raza que fue electa para el Congreso por primera vez en 1987 y transita actualmente su 18° mandato. Más aun, ocupa la presidencia de la Cámara de Representantes, es decir, es la tercera persona con más poder de Estados Unidos ‒al menos según su jerarquía institucional‒.
Paul es un importante empresario. Es propietario de los Sacramento Mountain Lions, un equipo de fútbol americano, y dueño y operador de Financial Leasing Services Inc., una empresa domiciliada en San Francisco que es bastante polifuncional, dado que hace desde inversiones en capital de riesgo hasta bienes raíces, pasando incluso por la consultoría.
El patrimonio conjunto de este dúo fue estimado por la revista Forbes en junio de este año en unos 130 millones de dólares. Su apellido resuena como un trueno en los pasillos del poder de Estados Unidos. Son, nada más y nada menos, que los Pelosi.
A priori no hay nada extraño en esto. Parejas poderosas hay desde que el hombre es hombre, y así seguirá siendo. Sin embargo, sí hay un elemento que hace ruido, y es la billetera de Paul, que parece crecer por arte de magia. Como dijimos, Paul es un hombre de mercado. No es sorprendente que le vaya bien con sus inversiones, pero... ¿tan bien? ¿Todo el tiempo? De acuerdo a los reportes de transparencia que la familia está obligada a firmar, el timing con el que Paul ha efectuado diversas operaciones ha sido, por lo menos, curioso.
El último evento que despertó el interés mediático y la indignación de varios ocurrió el 17 de junio, cuando compró, a través de call options,1 entre uno y cinco millones de acciones en Nvidia, la empresa manufacturera de chips. ¿Cuál es el problema? Que lo hizo pocos días antes de que el Senado votara una ley para otorgarle hasta 52 billones de dólares en subsidios al sector de los chips, y también créditos fiscales a la industria de los semiconductores, por considerarlas “estratégicas” y para aumentar la competitividad respecto de China.
Esta iniciativa fue apoyada por su esposa, Nancy, que viajaría en agosto a Taiwán, territorio bajo la zona de influencia china donde se encuentra la empresa de fundición de semiconductores más grande del mundo, Taiwán SemiConductors. Si bien el gobierno estadounidense la reprimió con un tirón de orejas, y existe un temor por la crisis con China que pueda generar esta visita,2 a los Pelosi no les fue mal: al conocerse la noticia sobre la nueva legislación, las acciones de Nvidia subieron cerca de 10%.
Es difícil asegurarlo con la información disponible, pero de acuerdo a un cálculo realizado por el New York Post,3 esta jugada le podría haber generado a la pareja cerca de medio millón de dólares de ganancias en unos pocos días.4 ¿Pero cómo a la pareja? Sí, como están casados, su patrimonio cuenta como único y, por tanto, Paul debe obedecer los estándares de transparencia que aplican a Nancy en su condición de funcionaria pública. La billetera de Paul es también la billetera de Nancy.
Numbers don’t lie
“Fool me once, shame on you. Fool me twice, shame on me” reza un conocido dicho americano. Y la verdad es que el truco mágico de la billetera de Paul nos ha engañado más de una vez. El portafolio de inversiones del empresario ha tenido retornos sustancialmente superiores al S&P 500, un índice que contiene las 500 empresas más importantes de Estados Unidos y que generalmente es considerado como el retorno general de mercado. Durante el turbulento año 2020, nuestro amigo Paul superó el retorno de mercado en 14,3%.5
De acuerdo al análisis realizado por el New York Post, la pareja Pelosi también ganó aproximadamente 30 millones de dólares por operaciones vinculadas a las empresas del denominado grupo Big Tech (Google, Amazon, Meta, Microsoft y Apple). Empresas cuyo marco regulatorio recae, en gran parte, en las decisiones del Poder Legislativo y la Cámara de Representantes.
Uno de los varios ejemplos de este accionar tuvo lugar en marzo de 2021, cuando Paul Pelosi ejerció opciones para comprar 25.000 acciones de Microsoft, lo que representaba un poco más de cinco millones de dólares. Cerca de diez días después, el ejército estadounidense anunció un acuerdo por 21,9 billones de dólares para comprar lentes de realidad virtual a Microsoft, con el objetivo de entrenar a los soldados en el marco de escenarios de combate virtuales. Las acciones se dispararon. De nuevo, buen timing.
¿Qué dicen los protagonistas?
Nancy Pelosi fue consultada más de una vez sobre estos asuntos. Por ejemplo, en diciembre de 2021, un periodista le preguntó si los miembros del Congreso deberían tener permitida la compraventa de acciones particulares (más allá de índices o productos genéricos que reflejen el mercado), a lo que la mandataria respondió que “estamos en una economía de libre mercado” y que, por tanto, las autoridades públicas “deberían ser capaces de participar en eso”. El 21 de julio, ante las crecientes presiones que surgieron del caso de Nvidia analizado, negó que su esposo manejara información confidencial de ella para realizar sus inversiones.
Por otro lado, estadistas de perfiles diversos, como el senador republicano Josh Hawley y el senador demócrata Jon Ossof, plantearon un rechazo absoluto a este tipo de prácticas, que se encuentra relativamente extendida dentro de la clase gobernante estadounidense más allá de la familia Pelosi. De acuerdo a la Ley Stock, los miembros del Congreso están obligados a publicar sus operaciones de bolsa dentro de los 45 días posteriores, a través de un documento certificado del propio Congreso. Según Business Insider,6 que analizó la totalidad de estos documentos, 66 miembros del congreso violaron esta ley, cuyo objetivo es justamente evitar el insider trading7 y los conflictos de interés.
El dinero y la política
Permítame el lector decir algo antipático: el dinero en la política es bueno. Casi siempre, los sultanes del purismo, cuando hablan de “sanear” la política, o de quitarle el “dinero de encima”, se equivocan o están siendo malintencionados. Una política sin influjo de dinero lo único que consigue es restringir la arena pública y las posibilidades electorales a los que ya cuentan con el dinero o el capital electoral consolidado para tener chances de competición real.
Un hecho básico, que cualquiera que haya militado o formado parte de una estructura conoce, es que movilizar un grupo de gente en aras de un objetivo cuesta dinero. Cuesta dinero si es una empresa que tiene por meta generar rentabilidad, y cuesta dinero también para una estructura social con un objetivo ideológico o electoral. No digo que esto sea bueno o malo, sino que es un hecho de la sociedad en que vivimos.
Al plantear el debate en términos de dinero sí o dinero no, esquivamos una cuestión que es realmente importante: dinero de dónde y bajo qué reglas de juego. Debemos pensar cómo queremos que sea financiada nuestra política, si por el Estado o por los privados, en qué cantidades y bajo qué reglas de transparencia. Sólo así podremos evitar los trucos de magia como los que hace la billetera de Paul, que pese a ser menos visibles y cuantiosos, están presentes por nuestros lares.
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Derecho que se comercializa en los mercados como producto financiero. En este caso, es un derecho que le da al portador la posibilidad de comprar un activo a un precio determinado en el futuro. ↩
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https://www.washingtonpost.com/national-security/2022/07/23/biden-pelosi-taiwan-trip/ ↩
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https://nypost.com/2022/07/23/nancy-and-paul-pelosi-are-trading-large-with-a-wealth-of-hypocrisy/ ↩
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Más del doble del ingreso anual que cobra Nancy Pelosi como diputada, monto que asciende a cerca de 200.000 dólares. ↩
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https://nypost.com/2022/03/08/wallstreetbets-founder-debuts-new-fund-that-mimics-nancy-pelosi-stock-trades/ ↩
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https://www.businessinsider.com/congress-stock-act-violations-senate-house-trading-2021-9 ↩
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El insider trading es una práctica penada por ley que consta de hacer operaciones financieras con información que no es pública, es decir, con información privilegiada. ↩