Independiente de Avellaneda se ganó el mote de “rey de copas” entre la década del 60 y 80 al alcanzar siete copas Libertadores. La realidad actual es bastante diferente, ya que atraviesa una crisis política y deportiva de más de 20 años.

La deuda que tiene, que es de aproximadamente 21 millones de dólares, se transformó en un obstáculo insalvable debido a la falta de fondos para asumirla de forma inmediata, así como a las dificultades de gestión que tiene el club debido a la desconfianza y las acusaciones que recaen sobre todas las autoridades que gestionaron el club en las últimas dos décadas.

Si nos organizamos pagamos todo

¿Pueden los hinchas salvar un club? Los de Independiente lo quieren intentar. Convocaron al influencer Santiago Maratea (reconocido por organizar colectas en redes sociales para diferentes causas) para que lidere una campaña multitudinaria. El 27 de abril de este año abrió una cuenta en Mercado Libre, en la que recibe las donaciones que luego volcará a un fideicomiso. Allí gestionará los recursos e intentará reducir al máximo el pasivo del club. En las primeras 24 horas recibió cerca de un millón de dólares.

Dos anotaciones. La primera: El dinero será gestionado por el Fideicomiso y no por Independiente. El motivo principal es la falta de confianza en las autoridades del club. Debido a la falta de credibilidad en la institución, el dinero se mantendrá “a la vista” y con los controles financieros que tiene un Fideicomiso (estricta supervisión y un uso de fondos restringido a los objetivos para los que se crea). Informa el diario argentino La Nación, que el dinero deberá ingresar al club de Avellaneda ya que es esa institución la que obtuvo un permiso especial del Banco Central de la República Argentina para la compra de dólares, pero la gestión y decisión de los pagos a realizar será responsabilidad del Fideicomiso.

En segundo lugar, una buena gestión de los recursos podría generar una reducción de la deuda mayor a los ingresos generados. Esto puede ser viable, ya que los acreedores son conscientes de que esta movida perfectamente puede ser el “último tren” para cobrar. Así, una negociación adecuada podría generar que los acreedores acepten quitas y rebajas en la deuda total con tal de asegurarse entrar en el plan de pagos del fideicomiso.

Evidentemente, esta campaña no solucionará todos los problemas del club y nada garantiza que la historia termine bien. Pero sí puede ofrecer una nueva oportunidad para generar otro clima de confianza y el surgimiento de nuevos gestores que puedan encausar un club que parece desnorteado.

El rol de los hinchas en el fútbol actual

El fútbol del siglo XXI se caracteriza por manejar grandes sumas de dinero y enormes inversiones en salarios e infraestructura que un club profesional debe asumir para tener chance de competir, independientemente de si juega en Europa o en América.

Así, los clubes se han visto en la necesidad de incorporar capital privado para acompañar las necesidades de inversión. En primer lugar, y poco a poco, los socios fueron cediendo la conducción de los clubes a empresarios locales y nacionales. Luego, a medida que la industria del fútbol fue creciendo, los clubes pasaron a las manos de magnates internacionales y de grandes fondos de inversión privados, llegando, incluso, a la órbita de Estados soberanos. Este es el caso de Qatar con el París Saint-Germain de Francia, de Emiratos Árabes con el Manchester City (y otro montón de equipos en todo el mundo, incluido el Montevideo City Torque) y, recientemente, de Arabia Saudita con el Newcastle de Inglaterra.

De todas formas, todavía existen excepciones que mantienen en un lugar de privilegio a los hinchas. Por ejemplo, España cuenta aún con cuatro equipos en La Liga cuya propiedad es de los socios. Se trata del Real Madrid, Barcelona, Athletic de Bilbao y Osasuna.

En Alemania, la Bundesliga tiene la Regla 50 +1. De esta forma, ningún club está autorizado a competir si los socios del equipo no controlan más de la mitad de las acciones del club. Así y todo, igualmente existen clubes que con artilugios legales eluden el espíritu de la norma, como el caso del RB Leipzig, que es propiedad de la multinacional Red Bull.

Incluso en los clubes que han optado por convertirse en sociedades anónimas existen mecanismos para que el control de los socios se mantenga. Entre ellos se encuentran otros dos clubes vascos, que son la Real Sociedad y el Eibar, donde ningún accionista puede acumular más de 5% del total de las acciones.

En estos casos, la tradicional participación de los socios del club se transforma en la compra de acciones, donde el objetivo no es necesariamente el retorno económico a través del reparto de utilidades, sino el preservar la injerencia en el destino del club. De esta manera, la conducción estratégica del club sigue siendo definida por sus hinchas, ya que el director o presidente de la sociedad anónima se elige entre sus hinchas/accionistas.

Llamativamente, existe en Estados Unidos un equipo de fútbol americano que se gestiona bajo esta modalidad y no es propiedad de ningún multimillonario. Se trata de los Green Bay Packers. Esta institución deportiva, creada hace 100 años, estipula un tope de control accionario de 4% y es, para muchos, un milagro que logre mantenerse en las altas esferas competitivas, ya que proviene, además, de una ciudad de tan sólo 100.000 habitantes.

De hecho, este equipo ha sido de gran importancia para los estudios sobre la industria deportiva estadounidense, ya que su propiedad compartida lo obliga a presentar de manera pública sus estados contables. Esto permite monitorear la evolución de los grandes contratos como televisión, ticketing, merchandising, así como los valores que se pagan a los jugadores.

¿Le prestarías plata a tu club?

En algunos lugares no tan lejanos, un ciudadano común y corriente puede invertir sus ahorros en un club. El fideicomiso que River Plate de Argentina abrió en 2018 tuvo carácter público y estuvo supervisado por el Banco de Valores, por lo que cualquier persona podía formar parte de él. El atractivo de ese fondo era que se realizaba en dólares con una tasa de 9% anual a tres años y que contaba como garantía el contrato de patrocinio que el club tenía con la empresa deportiva Adidas. El monto del fideicomiso fue de 20 millones de dólares.

En Europa también se han emitido obligaciones negociables (como las que en Uruguay emitieron UTE o Conaprole) por clubes de fútbol, como el Sporting Clube de Portugal. El club donde juegan los uruguayos Sebastián Coates, Manuel Ugarte y Franco Israel emitió en 2021 deuda por un total de 30 millones de euros a una tasa de 5,25% anual a tres años.

Tanto en el caso argentino como el portugués, los hinchas pueden volcar sus ahorros en el club de sus amores, obtener un retorno económico mayor que el de otras opciones de mercado y abaratar el costo de financiamiento de sus clubes.

¿Podrían desarrollarse estas estrategias alternativas de financiamiento en el fútbol uruguayo?

Sí, pero falta mucho. En primer lugar, es necesario formalizar el 100% de la actividad con una correcta estructuración de contratos, presentación de balances e informes contables por parte de los clubes. En este sentido, la bancarización del fútbol y sus instituciones, con apertura de cuentas bancarias, líneas de crédito y utilización de medios de pagos electrónicos debería ser un objetivo intermedio de mediano plazo.

Otro paso sustancial en este camino pasa por mejorar el resultado operativo de los clubes. Esto significa que los ingresos habituales sean equilibrados con los gastos. Para que esto ocurra se necesita, por un lado, una mejora en los ingresos televisivos, que son la principal fuente de ingresos en el fútbol de todo el mundo. Y, por el otro, un control de gastos al estilo tope salarial que solamente permita registrar contratos dentro del presupuesto que el club acredite tener.

Con instituciones auditadas, ingresos operativos equilibrados y un sistema financiero que le preste la atención que el fútbol merece, los uruguayos podrían apoyar al club de sus amores al mismo tiempo que capitalizan sus ahorros. El camino es largo.