Como señala uno de los últimos documentos divulgados por el Instituto Cuesta Duarte, “la ronda de negociación que comenzará a partir de julio (10ª ronda de Consejos de Salarios) es de particular relevancia, ya que se trata de la última bajo la actual administración de gobierno. Es, además, la ronda clave para que el gobierno cumpla su compromiso y al final del período el poder de compra del salario se ubique en los mismos niveles que tenía prepandemia”.

En este contexto, la economista Alejandra Picco conversó con la diaria sobre los aspectos principales vinculados a la situación actual de la actividad económica, el empleo y los salarios, y discutió, además, los desafíos que emergen en el mundo del trabajo con una perspectiva de mediano plazo.

¿Cómo evalúan desde el instituto la evolución reciente del empleo?

Nosotros vemos, en coincidencia con la mayor parte de los analistas, un mercado de trabajo que tuvo una recuperación muy rápida después de la pandemia, recuperación que se dio más que nada en la última parte de 2021, y, a partir de ahí, una especie de estancamiento. En promedio se crearon casi 40.000 puestos de trabajo entre 2021 y 2022, pero posteriormente asistimos a un enlentecimiento de ese proceso. Para este año también proyectamos un estancamiento, a pesar de que el gobierno está proyectando una creación de unos 12.000 puestos de trabajo; estaríamos en niveles de empleo y de actividad (esta última fue la que tardó más en reactivar) que son mejores que los que teníamos previo a la pandemia, pero todavía insuficientes. Si uno mira más allá de 2019 ve que el país ya venía de cinco años de pérdida de puestos de trabajo. Entonces, hay trabajo para hacer en materia de políticas compensatorias, niveles de inversión y crecimiento económico.

Por otro lado, en lo que refiere a la informalidad, es decir, al no registro a la Seguridad Social, hubo una clara mejora. Se redujo esa tasa del 25% de informalidad que parecía difícil de bajar, y más teniendo en cuenta que ese tipo de empleo fue el que más paró durante la pandemia.

Nosotros también hacemos un trabajo que categoriza a las personas según las distintas franjas de ingreso, y vamos monitoreando cuántos ocupados y asalariados formales tenemos en cada una de ellas. A partir de ese análisis constatamos que en la primera franja, que es la que recoge la problemática de los salarios sumergidos (esto es, ingresos que no superan los 25.000 pesos líquidos por una jornada de 40 horas semanales), es en la que se concentra la mayor cantidad de gente. Y, en ese caso, los datos muestran que la problemática aumentó con relación a 2019. Esto no sólo se explica por la caída del salario real, sino que también tiene que ver con la dinámica de la recomposición del mercado de trabajo, en la que los puestos de trabajo que se crearon tras la pandemia no eran de igual o mejor calidad que los que se perdieron, sino peores.

¿Cómo se explica este estancamiento del empleo si tenemos en cuenta los niveles de inversión que se alcanzaron en los últimos años?

La inversión en el último tiempo estuvo muy marcada por la segunda planta de UPM, que impulsó un crecimiento del sector de la construcción que ahora está cediendo. Entonces, ese efecto shock se disipa. Después está el problema cambiario con Argentina, que hoy está afectando las tasas de empleo en los departamentos del litoral y que también empieza a impactar en otros sectores por el desvío del consumo hacia allá. Justo son sectores que no se terminaron de recomponer tras la pandemia, como, por ejemplo, los servicios de gastronomía, hotelería, turismo, y el comercio.

Es una situación que se va a retroalimentando y que contamina toda la economía. Es un problema bastante complejo y no sé cuál podría ser la política para abordarlo, tal vez contener a los trabajadores más afectados y pensar en localizar inversiones allí que traten de compensar el problema, dado que va a continuar un tiempo más.

¿Cuáles sectores todavía siguen sumergidos en cuanto a empleo y cuáles vienen con mejor desempeño?

Bueno, en ese sentido hay cuestiones que tienen que ver con la pandemia y hay cuestiones que van un poquito más allá. La pandemia generó un cambio en el mercado de trabajo que en algunos sectores fue transitorio y en otros fue más permanente. En el primer caso, no sabemos dentro de cuánto tiempo vamos a retornar a los niveles previos. Por ejemplo, la industria viene en un proceso de mayor crecimiento que el observado en el período prepandemia y, sin embargo, hay una cantidad de puestos de trabajo menor. Ahí se ven cuestiones que tienen que ver con el cambio técnico en algunos sectores específicos y que estaría bueno abordar.

También tuvimos una caída fuerte en el empleo del servicio doméstico, que capaz que uno lo mira como un sector menor, pero que es bien importante, especialmente para las mujeres. Previo a la pandemia, había aproximadamente unas 90.000 trabajadoras ocupadas en el servicio doméstico que percibían salarios muy sumergidos. Cuando irrumpe la pandemia se da una caída de puestos de trabajo bien importante y aún no tenemos claro si esos niveles previos se van a recomponer o si estamos ante una situación de menor empleo más perdurable. Después, el comercio tuvo una trayectoria de una fuerte caída y una recuperación bastante rápida, pero eso no significa que los mismos trabajadores hayan vuelto a sus lugares de trabajo, si bien en niveles generales vemos una situación de empleo similar a la que había previamente.

En esto juegan varios aspectos. Juegan, por supuesto, los efectos asociados a la pandemia, pero también juegan los cambios técnicos que se venían dando y que capaz se aceleraron, así como los cambios en los hábitos de las personas. Entonces, no podemos determinar exactamente dentro de cuánto tiempo podríamos pensar en volver a niveles normales en ciertos sectores de actividad.

Y cuando descomponemos por género, ¿qué diferencias emergen en torno a la evolución del empleo?

En el empleo uruguayo existen brechas que son estructurales, y una de ellas es entre hombres y mujeres, efectivamente. Sobre esto, en la última década hemos tenido una mejora en ese sentido, producto de un mejor desempeño de las mujeres, y luego asistimos a un empeoramiento en el marco de la pandemia, que posteriormente se corrigió.

También tenemos otra brecha muy grande que refiere a la situación diferencial de los jóvenes, que tienen serias dificultades para acceder a un trabajo, una tasa de empleo mucho más baja y un nivel mucho más elevado de desempleo con relación al resto. Los empleos son, además, de peor calidad, con tasas de informalidad mucho más altas y niveles de ingreso más bajos. El tema del empleo juvenil es un gran debe. Ni en los mejores años en lo que refiere al desempeño del mercado de trabajo se pudo mejorar esta situación, y la pandemia sólo empeoró el problema, porque cuando miramos cuáles fueron los sectores más afectados son justamente aquellos en los que hay una mayor predominancia de la población joven, como son la recreación, la cultura, el arte, los servicios de restaurantes y hotelería. Si bien se han llevado adelante políticas para abordar la problemática, no han sido lo suficientemente eficaces para alcanzar los efectos deseables.

¿Cómo esperan que evolucione el empleo hacia el final del período de gobierno?

Durante este año vamos a observar una trayectoria similar a la que hablamos, con un lento crecimiento de la tasa de empleo y una tasa de actividad que se va a recomponer con relación a los niveles prepandemia, con gente que vuelve al mercado de trabajo luego de mucho tiempo. Sin embargo, con una tasa de crecimiento económico tan baja como la que se proyecta (1% es la última estimación de los analistas para este año) y sin mayores inversiones específicas, no creo que podamos esperar mejoras importantes en el mercado de trabajo más allá de recuperar lo perdido. Tal vez en los promedios tengamos una creación de unos 10.000 puestos de trabajo, y hay que ver también cómo juega la sequía, pero este año vamos a tener un crecimiento mucho más bajo. Si bien en 2024 se espera que crezcamos un poco más, no visualizamos grandes mejoras en materia de empleo. Si queremos alcanzar tasas de empleo del entorno del 60% (hoy estamos en el 57,5%), necesitamos crecer más.

¿Cómo ha evolucionado la proporción de la masa salarial en relación al PIB?

Lo que vimos es algo que por lo general termina sucediendo en las crisis, y es que la relación de la masa salarial frente al producto se ha deteriorado, con una caída del PIB en 2020 que se recuperó entre 2021 y 2022, pero con un salario real más bajo. Lo que prevemos es que ese deterioro no se va a revertir, sino que se consolidará hacia el final de este período, en tanto las proyecciones del gobierno correspondientes a la Rendición de Cuentas suponen un crecimiento del 8% a lo largo de todo el quinquenio, pero con el empleo creciendo por debajo del 5%. Si a esto le sumamos que el salario real no va a tener un crecimiento relevante en este período, lo que tenemos es una pérdida de participación de la masa salarial con relación al Producto. Esto, en otras palabras, es una transferencia de riqueza de los asalariados hacia otros sectores consecuencia de la política salarial que se ha desplegado.

¿Cómo evalúan las pautas presentadas por el Poder Ejecutivo para la décima ronda de negociación colectiva?

Lo propuesto está bastante en línea con lo que esperábamos y es parte de una política salarial insuficiente. Creo que cuando se mira justamente el peso de la masa salarial con relación al PIB sale a la luz una distribución factorial del ingreso regresiva. Desde que se volvieron a convocar los consejos de salarios en 2005, el rol del gobierno en la fijación de salarios pasó a ser más importante, porque los lineamientos juegan un rol relevante en lo que termina siendo la determinación del salario. Entonces, estas pautas son, en definitiva, una expresión de lo que el Ejecutivo quiere que suceda en materia de empleo.

Para entender dónde estamos parados al comienzo de esta décima ronda hay que ir para atrás y mirar lo que pasó con la octava ronda en el sector privado, en la que se dio una caída de salario real bien fuerte de entre 4,2% y 4,8% dependiendo del período que se mire. Esa fue la primera ronda de este gobierno, en la que se definió una recuperación lenta, dado que se proyectaba que tardaríamos cuatro años en volver al mismo nivel de salario real vigente previamente. En paralelo, además, se da un crecimiento de la economía que es más rápido, y eso es lo que explica la redistribución regresiva del ingreso en detrimento de los trabajadores.

Por su parte, en la novena ronda se recuperó algo del salario perdido, pero la mejora fue muy tímida en los hechos, y con la economía ya en rápido crecimiento se podría haber recuperado más aceleradamente el poder de compra. En cambio, se priorizó contener una inflación que después terminó disparándose más que las proyecciones pautadas y se perdió aún más salario. Todo esto repercute en un menor bienestar, porque la peor situación de pobreza y distribución en estos años no sólo se explica por el recorte de transferencias, sino en igual o mayor medida por la pérdida de salario real consecuencia de la política salarial.

También creo que se podía haber contado con una política más fuerte para los salarios más sumergidos, con incrementos adicionales en los quintiles más bajos, algo que se implementó no solamente durante el gobierno anterior, sino también en algunas rondas durante esta administración. Hoy eso se dejó de lado, pero hubiese sido razonable atender a los salarios más bajos, para quienes la recuperación se va a posponer incluso más. Tal vez en los sectores agroexportadores se pueda hacer un compromiso; si bien hoy enfrentan problemas asociados al tipo de cambio y a la sequía, tuvieron un crecimiento muy importante durante gran parte de este período de gobierno, mientras que los trabajadores todavía no terminaron de recuperar sus salarios.

¿Es esperable que se cumpla el compromiso que hizo el gobierno en la octava ronda para que el salario real se recupere en 2025? ¿Cuál es la situación por sectores?

En algunos sectores ya se sabe que eso no va a pasar. El Poder Ejecutivo determinó en 2021, para algunos sectores que consideró como los más afectados por la pandemia (vinculados principalmente al turismo), una ronda “puente” adicional. Son sectores que emplean a unos 55.000 trabajadores que pertenecen a unas 20 mesas de negociación. En efecto, ellos atravesaron dos años de caída del salario real y eso les significó una pérdida de poder de compra equivalente al 10%, y el Poder Ejecutivo les propone una pauta que no implicaba la recuperación en este período. En cambio, se les propuso que retornaran a los niveles prepandemia recién en 2026, por lo que entonces ahí ya hay un sector en el que no se cumple ese compromiso, a pesar de que están dadas las condiciones para que sí se cumpla.

Alejandra Picco en el PIT-CNT, julio 2023.

Alejandra Picco en el PIT-CNT, julio 2023.

Foto: Mara Quintero

Recientemente hubo algunos cambios en la Ley 18.566 de negociación colectiva. ¿Cómo van a repercutir en el funcionamiento de las rondas de acá en adelante?

Sí, esos cambios en la ley de negociación colectiva o la ley de personería jurídica ciertamente son los que más han llamado la atención. No tenemos muy claro cómo van a operar en esta ronda de negociación colectiva porque es la primera con esos cambios, pero los trabajadores no estaban de acuerdo con lo que se votó. También se dieron otros cambios que son más chiquitos y capaz que no se ven, por ejemplo, en cuanto a los grupos de negociación, en diferenciar por tamaño de empresa o vincular los correctivos al empleo; el primero se implementó pese a la negativa de los trabajadores, los otros no.

En el tema de la personería jurídica se dieron cambios para facilitar el intercambio de información entre trabajadores y empresas, un tema importantísimo en el que hay una diferencia muy grande en las mesas de negociaciones. Los trabajadores no tienen mucha información de cómo le va al sector en lo micro, hay sectores que tienen más información oficial y otros que no, entonces creo que debería ser un objetivo de cualquier próxima administración incorporar esos temas a la negociación, que el Poder Ejecutivo facilite la circulación de información entre las partes.

Desde la reinstalación de los consejos de salarios en 2005 vemos un período importante de madurez de la negociación colectiva y de las relaciones laborales, pero en este período hay un gran freno. En primer lugar, porque cuando cae el salario real y toda la discusión alrededor de recuperar niveles acordes la negociación queda limitada sólo a eso, se hace muy difícil plantear otros temas que es necesario abordar. Se matan las posibilidades de incorporar planteos sobre el crecimiento de la economía, la productividad, el crecimiento sectorial, la reducción de la jornada laboral, el ordenamiento del tiempo de trabajo y la introducción de tecnología. Entonces, me da la impresión de que cuando miremos estos cinco años en retrospectiva, vamos a notar un retroceso en las relaciones laborales, tanto por algunas cuestiones que tienen que ver con la forma de negociación como por otras que hacen a los contenidos que no abordamos por atender la recuperación del salario real.

Mientras tanto, el mundo ya habla sobre automatización, inteligencia artificial y reducción de la jornada laboral...

Sí, y yo creo que la negociación colectiva es la mejor herramienta que hay en materia de relaciones laborales para solucionar conflictos y anticipar cambios. Obviamente la introducción de tecnología no es algo malo, pero sí es algo que genera alguna situación conflictiva por el desplazamiento de trabajadores y la pérdida de puestos de trabajo en sectores puntuales. Sobre eso deberíamos estar hablando, pero por no ser ágiles en recuperar salario, postergamos lo importante y alargamos lo urgente. Entre tanto, surgen nuevas demandas que no podés atender, como hablar de balancear la vida personal con el trabajo, como incorporar licencias especiales vinculadas al cuidado o a la formación.

¿Cómo esperan que las resoluciones de los consejos de salarios impacten en la inflación y el empleo?

Obviamente hay un traslado de los ajustes salariales en los precios, pero se regula en mayor o menor medida según sectores, porque hay algunos más sujetos a la competencia internacional y otros que están en mercados internos que son bastante competitivos. Sin embargo, en algunos sectores no transables más monopólicos u oligopólicos hay más posibilidades de trasladar aumentos salariales a precios, y eso genera, naturalmente, un empuje en la inflación. Ahora, creo que no se puede culpabilizar al trabajador por no querer perder poder de compra, y se han hecho compromisos en la medida en que algunos sectores no tengan las posibilidades de trasladar los aumentos salariales a precios para no perder competitividad. Te diría incluso que hay ajustes de precios que son mayores a lo que demanda el aumento salarial e igualmente se responsabiliza al trabajador.

De cualquier manera, eso no es lo que explica que hoy tengamos una inflación alta como la que tenemos, más allá de que ahora podamos estar por debajo del 6% de manera más puntual. Desde hace bastante tiempo tenemos un núcleo de inflación que hace que el dato siempre se termine ubicando entre 7% y 8%, entonces también creo que en ese rango es difícil pensar en una desindexación de los salarios o en que los ajustes salariales se hagan de espalda a la inflación. Se puede pensar en un compromiso para alcanzar niveles inflacionarios más bajos, en la medida en que exista un compromiso de todas las partes y de que se trace un plan creíble. En ese sentido, es importante que todos hagan su esfuerzo y que no solamente sacrifiquemos el salario para que bajen los precios.

En cuanto al empleo, capaz en cuestiones más puntuales o de muy corto plazo puede haber algún impacto, pero si se mira la historia larga de las resoluciones de consejos de salarios no se ven efectos negativos en el empleo y no debería haberlos. Podrían ser otros los factores que hacen que haya un impacto en el empleo, pero después se termina culpando a los ajustes de la negociación colectiva cuando hay problemas más de fondo asociados a la competitividad. Lo que hacen las rondas de salarios es establecer mínimos según sector, y se evalúa caso a caso si no se puede alcanzar el compromiso, buena parte de las grandes empresas pagan salarios más altos y hay empresas chicas a las que se les complica. Entonces, hay que hablar de los problemas de fondo de la competitividad y no apuntar a los ajustes salariales como los grandes culpables de la pérdida de empleo o de la alta inflación.

¿Cómo visualizan desde el instituto las perspectivas de la actividad económica en el corto plazo?

Lo que vemos en el horizonte de corto plazo es el impacto de la sequía, entonces vamos a estar con tasas de crecimiento del PIB más bajas. Quizás el año que viene se dé parte del crecimiento que no se dio este año, pero tampoco estamos hablando de tasas de crecimiento excepcionales o suficientes. Creo que todavía no logramos salir de esa trampa del crecimiento económico y de los movimientos externos que nos condicionan y no permiten una evolución sostenida en esa dirección.

¿Y en el largo plazo?

Si se mira la historia reciente del crecimiento económico se observa que siempre hemos estado bastante atados a las inversiones externas y a los movimientos de precios internacionales. Entre 2005 y 2015 hubo una política bien importante en materia distributiva que buscó repartir mejor ese crecimiento de la economía que fue bien importante, pero no cambió el hecho de que ese crecimiento estuvo bastante vinculado a lo que sucedía en el mundo. Todavía somos muy susceptibles a lo que pasa afuera y no logramos generar condiciones para alcanzar niveles de inversión estructurales más altos y evitar quedar tan atados a lo que venga del exterior.

Lo que vemos es que no tenemos un modelo de crecimiento claro, y no es algo que sea específico de esta administración, faltan señales más claras de a dónde queremos apuntar en una cantidad de cosas. Pienso, por ejemplo, en la política de inserción internacional; no hay consensos sobre si quedarse o no en el Mercosur; se negocia con la Unión Europea o se mira a China sin tener un rumbo de para qué. Esa y otras cuestiones son importantes para que crezca la economía, se expanda el empleo, se reduzca la pobreza y la desigualdad y mejore el bienestar en general. Hay que generar políticas de Estado en ese sentido.

Mencionabas antes la necesidad de hablar de la reducción de la jornada laboral. ¿La ven viable desde el instituto?

Consideramos y creemos que es viable la reducción de la jornada laboral, pero antes tenemos que aclarar de qué estamos hablando cuando decimos reducción de la jornada laboral, porque no es que se quiere trabajar menos, es que existen nuevas demandas que hacen al disfrute de la vida que si se satisfacen es más deseable para los trabajadores y la sociedad en su conjunto. Hay una tendencia mundial a reducir el tiempo de trabajo, los países más avanzados son los que tienen jornadas laborales más cortas porque el trabajo rinde más, y eso permite tener más tiempo para la vida personal y familiar.

En nuestro país se ha avanzado en muchos sectores de actividad a nivel de la negociación colectiva en materia de reducción de la jornada de trabajo. Lo vemos en sectores como el industrial, que bajó de las 48 a las 44 horas y después a las 40, también en la construcción hubo una reducción importante. Lo que estamos planteando desde la central, y vamos a seguir avanzando incluso en esta ronda de negociación colectiva, es que esta nueva reducción de la jornada tiene que venir con una normativa general, porque hay algunos sectores que tienen todavía dificultades.

Por ejemplo, los trabajadores rurales tienen una jornada laboral de 48 horas y, pese a que era mayor, sigue siendo muy extensa, te deja con muy poco margen para hacer otras cosas, como cuidar a los hijos, repartir tareas del hogar, capacitarse y disfrutar de la vida. Tenemos que dar ese salto de avance en la normativa, pero también hay que ver cómo se canaliza esa reducción de la jornada en la heterogeneidad de sectores. Capaz que en lugar de trabajar seis horas todos los días un grupo puede trabajar cuatro días ocho horas; eso se tiene que ver caso a caso.

Está claro que cuando se plantea esto se propone que tiene que venir acompañado de un crecimiento de la productividad, y yo creo que ha habido un crecimiento importante de la productividad del trabajo. Hay sectores que están teniendo un buen desempeño y eso tiene un correlato en el aumento de los costos laborales por hora, capaz en esos sectores está bueno avanzar primero y ver cómo se sigue con el resto. Pero, en un momento de introducción de cambio tecnológico importante y que repercute en un aumento de la productividad, consideramos sumamente viable y oportuno reducir la jornada de trabajo.

Ya que trajiste el tema del cambio tecnológico, ¿cómo observan desde el instituto la evolución de la automatización en Uruguay y cómo planean abordarla?

En los últimos tiempos ha habido mucho para evaluar en ese tema, y, por lo que vemos, no consideramos que la automatización vaya a ser homogénea en toda la economía, hay actividades en las que la automatización va avanzando y otras en las que no. En lo que tiene que ver con la industria es claro, porque es donde hay tareas más automatizables, pero en el cuidado humano también se van a dar avances próximamente, y no es que se vaya a terminar el trabajo en esos sectores ni nada por el estilo. Yo comparto la opinión de algunos economistas que han señalado que sería bastante dramático que en Uruguay nos pase por el costado la nueva revolución tecnológica, porque necesitamos dar un salto de productividad, el problema es cómo administramos los efectos que eso pueda tener en el corto plazo sobre el empleo.

Personalmente, no creo que el cambio tecnológico vaya a terminar con el empleo o con la necesidad del trabajo humano en el mundo, pero sí va a generar disrupciones y se van a perder trabajos que eran bien pagos y de buena calidad, y eso hay que atenderlo. Se puede pensar en un subsidio especial, en la reconversión y en otros mecanismos para proteger a esos trabajadores que pierden su puesto y que como la tarea en la que se desempeñó toda su vida ahora está automatizada no sabe a dónde ir. En Uruguay tenemos el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop), que tiene una cantidad de recursos que están subutilizados; las empresas no recurren a él y podrían hacerlo para preparar a sus empleados de cara al cambio técnico.

Me parece que es un tema cuyo ámbito propicio para tratarlo es el de la negociación colectiva, para plantear lineamientos de qué se hace con el trabajador que queda al margen, para qué lado se puede reconvertir y así evitar que se precarice el empleo. Porque, sí, se automatizan los procesos productivos, en los que había trabajo bien pago, pero después no se automatizan los deliveries de comida, en los que las condiciones son indignas. Para evitar que eso pase, hay que hablar de esto en próximas rondas de negociación, una vez hayamos recuperado los niveles normales de salario real.