Hay un gran futuro posible para América Latina y Uruguay si conciben una nueva forma de entender el rol de los bancos y usar el dinero, con una mayor conciencia y transparencia, optando por emprendimientos que no especulen y que impulsen una “economía real”, dijo a la diaria el catalán Joan Melé, que lidera el desarrollo de la Banca Ética Latinoamericana y tiene casi 50 años de experiencia en las finanzas.

La Banca Ética busca ser una alternativa a los bancos tradicionales y su objetivo es promover un sistema financiero transparente que promueva el desarrollo humano y social. El banquero español consideró que la “Banca Ética puede tener un gran futuro en Uruguay”, ya que el país tiene muchas posibilidades de llevar la agricultura biodinámica a Europa.

“Yo he conocido proyectos en el desierto de Egipto, una persona que está convirtiendo el desierto en un vergel con agricultura orgánica, biodinámica. Uruguay podría ser un lugar donde estas ideas se implantaran. Veo un gran futuro aquí en Uruguay”, afirmó. También consideró que en el país existe la posibilidad de que la cultura, las industrias creativas y la ganadería regenerativa crezcan “rápidamente” y muestren el camino.

Melé cuestionó que gran parte de la economía mundial esté destinada a la “especulación” y señaló que es necesario que los ciudadanos hagan un uso consciente del dinero y se pregunten cómo lo utilizan los bancos. “Estamos en medio de un mercado feroz, competitivo, que apela al egoísmo y se manipula con información, pero hay otras opciones”. En ese sentido, puso como ejemplo la Banca Ética, que ha despertado el interés de mucha gente y ha logrado movilizar a quienes apelan “a la nobleza del ser humano”.

En América Latina, la Banca Ética financió más de 1.000 proyectos por un valor de más de 120 millones de dólares. “Hemos demostrado que no es necesario competir, y que colaborando o cooperando vamos a estar todos bien, no sólo unos cuantos”, subrayó Mele.

¿Es posible que una banca sea ética?

Sí. Ya lo hemos demostrado, ya se ha hecho. Creo que la pregunta no es esa, porque para mí tendríamos que preguntarnos: ¿es posible que sepamos que la banca no es ética y sigamos depositando allí nuestro dinero? ¿De quién depende? De los clientes. Los bancos sólo gestionan nuestro dinero, por lo tanto, los clientes tienen algo que decir.

¿Por qué se le llama banca ética?

El nombre Banca Ética fue un adjetivo que nos pusieron los clientes. Yo estuve en Europa muchos años en Triodos Bank, que es el referente mundial. Pero ¿por qué nos llamaban Banca Ética? Por dos motivos fundamentales. Primero, porque establecemos criterios muy claros sobre qué proyectos financiar, en qué empresas invertir y en cuáles no. Todo ello definido claramente, de manera que el cliente sepa.

Lo segundo es que el cliente es el dueño del dinero, yo le llamo la transparencia radical. O sea, los clientes tienen derecho, pero también responsabilidad, de saber a quién le va a servir su dinero mientras ellos no lo necesitan. Estos criterios éticos de inversión y transparencia hicieron que la gente nos llamara un banco ético.

¿Cuál es la principal diferencia con la banca tradicional?

Hemos recuperado la idea de que la economía tiene que crear valor, no dinero. Porque el problema del mundo es que más del 99% del dinero que circula cada día es especulación. No se crea nada. Por una parte, circula dinero, no crea nada; por otra parte, hay miles de proyectos buenísimos que no se pueden desarrollar porque no encuentran una financiación adecuada. Y esto es una tragedia.

Entonces, la Banca Ética es una economía real. No hay especulación. Sólo se financian proyectos de estos sectores como la educación y la cultura, desarrollo social y medioambiente, que son las áreas más necesitadas hoy en el mundo. Y fíjate que es un banco, un negocio. O sea, da una rentabilidad. No estoy hablando de donaciones, estoy hablando de hacer negocios, de empresas que aportan soluciones y que también ganan dinero.

¿Qué hacen los bancos con el dinero?

Sería bueno preguntarles a ellos. Hay de todo. Hay cosas que se conocen, otras no tanto, porque a veces los propios bancos tienen filiales en otros lugares del mundo que nadie sabe. Es todo anónimo. Por eso se crearon las sociedades anónimas. Nadie sabe qué hay detrás ni lo que se hace. Hay una parte que sí se conoce, como los préstamos al consumo, las hipotecas, pero eso es una minoría. O sea, gran parte del dinero que se mueve son productos financieros estructurados que básicamente son especulación. Por ejemplo, no financian la alimentación, sino que especulan con el precio de los alimentos en el futuro, con el precio del trigo, del maíz, de la cebada o el cobre. Yo diría que gran parte de la economía mundial hoy es especulativa.

En cualquier tema de consumo, cuando uno compra una camisa, una chaqueta, tiene que saber quién lo ha hecho, dónde, en qué condiciones. Hay que buscar lo que algunos llaman la trazabilidad, qué hay detrás, es fundamental si queremos cambiar el mundo.

¿Qué es lo que debe tener en cuenta el cliente?

A lo mejor usted es defensora de los derechos de la mujer y sin saberlo su dinero está en un fondo que financia empresas que discriminan a la mujer. O usted es pacifista y su dinero está financiando el comercio de armas. O es una defensora del medioambiente y está en una empresa que está contaminando. Porque no hay transparencia.

Lo que cuentan los bancos seguramente es cierto, pero es el 1% o el 2% de sus inversiones. Lo otro no lo sabemos. Yo como profesional lo sé, pero no hay transparencia. Para mí este es el tema fundamental de la banca ética. Yo me puedo equivocar, pero todo lo que estoy haciendo lo publico, no tengo nada que esconder.

En cualquier tema de consumo, cuando uno compra una camisa, una chaqueta, tiene que saber quién lo ha hecho, dónde, en qué condiciones. Hay que buscar lo que algunos llaman la trazabilidad, qué hay detrás. Eso es fundamental si queremos cambiar el mundo.

Usted ha afirmado en distintas oportunidades que es más importante el uso consciente del dinero que votar. ¿Por qué?

Yo cuando era joven vivía en un país donde había dictadura, no votábamos. Luego nos dejaron votar. Pero luego entendí una frase que me había dicho una persona, que decía que la diferencia entre democracia y dictadura es que en democracia, antes de obedecer, te dejan votar. Pero acabas obedeciendo, no tienes un poder de transformación. Si no te gusta dentro de cuatro años, votas a otro, pero ya han pasado varios años. En cambio, con el dinero, tú eliges qué tipo de empresas quieres favorecer y cuáles no. Entonces, pues decir, esto no me gusta, esto no es correcto, no respetan los derechos de los ciudadanos. Con mi dinero no lo van a hacer.

La gente compra porque algo es bonito o barato. No es suficiente esto. La verdadera democracia está en mí, en cómo la ejerzo con el dinero. Voy a comprar productos de empresas que sean responsables. Voy a poner el dinero en un banco que sea ético. Esto es una gran democracia. Yo cambio el mundo con esto. Tengas poco o mucho dinero, cuando vas a comprar, tú decides si quieres que el mundo esté en empresas responsables o no. Esto es algo que tiene que tomar mucha fuerza en el futuro.

¿Cómo se puede relacionar la espiritualidad con el dinero y la economía?

En las últimas décadas se ha perdido un poco el concepto de espiritualidad. Antes estaba muy vinculado a la religión. El ser humano tiene una dimensión espiritual. Si no nos planteamos algo más, qué hay después de la muerte, o si hay un plan antes de nacer, qué queremos hacer de nuestra vida en el tiempo que nos han concedido, si sólo es voy a estudiar cuando soy joven para tener una carrera, para encontrar un trabajo, para ganar dinero, y cuando tenga esto voy a casarme, voy a tener hijos y les voy a decir que estudien. Hay algo ahí que provoca un malestar.

En los países más ricos del mundo el suicidio se está convirtiendo en la primera causa de muerte. Y esto no se está diciendo. En Suiza, uno de los países más ricos del mundo, se ha disparado el suicidio. ¿Por qué? Porque el ser humano necesita algo más que ganar dinero y consumir. Hay algo interior.

Muchas veces la gente no es consciente del vacío interior que tenemos, la tendencia compulsiva a comprar. Cuanto más vacío te sientes, más compras. A lo mejor crees que comprando vas a ser feliz. No es cierto. Te compras todo un shopping y lo que necesites ahí no lo vas a encontrar. Por eso gran parte de esta tendencia al consumismo y de querer acumular dinero tiene que ver con el miedo a la muerte. Hay miedo a la muerte, entonces hay miedo a la vida. Pensamos que teniendo dinero lo tendremos resuelto, lo cual también la vida ha demostrado que no es cierto.

Menos del 1% de la población mundial acumula más riqueza que el 99%. ¿El mercado y la economía se mueven con un comportamiento animal?

Sí, funciona mucho a partir de una forma animal. Nos lo han enseñado así. Han dicho que la vida es una lucha por la sobrevivencia. Comparan al ser humano con el animal. Con la tendencia de que el hombre es un animal un poco más inteligente, de pequeños nos enseñan que hay que competir, que hay que luchar para sobrevivir. Pero claro, de tanto hablar de sobrevivir, ya no sabemos qué significa vivir. Entonces el mercado es una lucha, pero los que han ganado más y son más ricos no están bien. Esto es lo que no nos explica la universidad.

Joan Melé.

Joan Melé.

Foto: Camilo dos Santos

El mercado oferta a ganar, acumular, pero no acaba por contar la película. Y cuando lo tengas todo, estarás mal. No estarás bien, porque lo esencial no lo tendrás. Adam Smith creía que el egoísmo sería la base de una vida feliz. Si tú miras por lo tuyo y el otro por lo suyo, el tira y afloje de la oferta y la demanda, al final habrá un equilibrio. Esta era la hipótesis. Han pasado casi tres siglos y no hay equilibrio. Cada vez hay más desequilibrio, que acaba generando violencia. Tenemos que invertir en seguridad, multiplicado por diez, dinero que si invirtiéramos en educación haría que eso no fuera necesario.

¿Cuál es el modelo adecuado entonces?

Un premio Nobel de Economía, John Nash, demostró matemáticamente, a través de la teoría de juegos, que los sistemas económicos basados en la cooperación y el apoyo mutuo son más eficientes y rentables que los basados en la competencia. Pero, a pesar de esto, el modelo es competir: yo gano, te voy a quitar clientes, y es esta lucha feroz que genera miedo, y ante esta situación el ser humano pierde sus capacidades. Se vuelve animal.

Si tienes miedo nunca serás plenamente humano. Te dicen que el mercado tiene sus leyes; no es verdad. No son leyes, son modelos. “Estamos en medio de un mercado feroz, competitivo”, hablamos de ética y miles de personas sacaban el dinero de otros bancos y lo traían al nuestro, porque valoraban más la ética que el tipo de interés. Si tú apelas al egoísmo, sólo será eso, pero si apelas a la nobleza del ser humano, muchos se movilizarán. El mercado se manipula con información, por eso es bueno también empezar a mostrar otros ejemplos. No tiene que ser así, hay otras opciones. Estamos en el mercado y hemos demostrado que no es necesario competir y que colaborando o cooperando vamos a estar todos bien, no sólo unos cuantos.

¿Cuáles son los avances de la Banca Ética en Latinoamérica?

La verdad es que empezó lentamente. Normalmente un banco lo crean cuatro o cinco amigos multimillonarios. Si crear un banco es difícil, un banco ético en Latinoamérica es muy difícil, y, además, si no tienes dinero, pues ya es de locos. Empezó lentamente, se desarrollaba bastante bien, y la covid lo frenó bastante. Fue un año y medio de frenazo, seguimos avanzando lentamente. Empezó en Chile muy fuerte y estamos en Uruguay, Argentina, Brasil y con perspectiva de, seguramente el próximo año, estar en México. Pero ¿de qué dependerá que suba más rápido o menos rápido? De que la gente diga “yo con mi dinero no quiero seguir apoyando cualquier cosa”.

¿Cuál es el objetivo de la banca ética?

Queremos que esto crezca, porque vemos que hay tantos proyectos buenos que podríamos financiar, que queremos que más gente nos confíe parte de sus ahorros para que podamos hacerlo. Por lo pronto va bien, pero creo que debería ir mucho más rápido, porque el mundo lo necesita, no nosotros. Es para que la sociedad mejore.

En Latinoamérica hay mucha creatividad. Yo soy europeo, cuando veo mi continente, pienso que está envejecido. Sobra dinero, sobran recursos, pero la gente no tiene ganas de hacer nada. Y aquí, en cambio, hay mucha imaginación, creatividad, proyectos, sólo necesitan que llegue una financiación adecuada. Entonces, va bien, pero debería ir mejor. Necesitamos que la gente nos conozca y nos apoye.

¿Por qué es necesaria una banca ética en América Latina?

Es un continente en el que la desigualdad económica clama al cielo. En todos los países, incluso Chile: cuando llegas a Santiago, no lo ves, pero hay una desigualdad brutal. Latinoamérica tiene las tres reservas de agua más importantes del mundo: Amazonía, Cuenca Guaraní y Patagonia. Sin embargo, en Latinoamérica hay más de 100 millones de personas que no tienen acceso al agua potable. Hay empresas con ideas buenas que ayudarían a que esto se resuelva. Es necesario, porque hay riqueza en el medioambiente. Hay riqueza humana de creatividad. Hay mucho dinero, pero no hemos conseguido unir una cosa con la otra.

¿Tienen algunas cifras de la Banca Ética en América Latina?

Hemos financiado ya más de 120 millones de dólares. Más de 1.000 proyectos. Es poco, pero ya no es una start-up, ya es algo. Pero ahora debería crecer exponencialmente. Ya nos conoce mucha más gente. Los inicios fueron muy difíciles. Ahora tenemos fondos de inversión y productos más conocidos.

¿Y cuál es la situación en Uruguay?

En Uruguay hay dos o tres sectores que podrían crecer muy rápidamente. Por ejemplo, hemos establecido relaciones con el mundo cultural, con el mundo de industrias creativas, del cine, también el tema de la ganadería regenerativa, y otros. También en el país veo una posibilidad de que pueda crecer mucho. No en todos los sectores, pero quizá en algunos.

Hoy, por ejemplo, he hablado con una empresa en Uruguay que está haciendo productos orgánicos 100% reciclables. Toda esta contaminación que hay de plástico, que es terrible, de ríos y mares, desaparecería en cuatro días. Entonces, hay tantas ideas buenas que hay que dar a conocer y que un banco como el nuestro puede apoyar. Veo un gran futuro también aquí en Uruguay. Muchísimo.

Uruguay es un país pequeño y en los últimos años ha tenido un crecimiento bastante magro. ¿Qué le podría aportar la banca ética al país en esta problemática?

Es pequeño, pero no tanto. El problema quizá sea que se buscan a veces crecimientos rápidos fáciles. Por ejemplo, una de las cosas que me han explicado es que personas que están en otros países con dinero se refugian en Uruguay. Esto también pasó en Suiza. Antes de la Segunda Guerra Mundial era un país muy pobre. Cuando empieza a llegar mucho dinero fácil, entonces se genera una economía burbuja.

En Europa hay una demanda de alimentos orgánicos y biodinámicos superior casi el doble de la oferta de hoy. Entonces, en países de aquí se podría hacer agricultura y ganadería totalmente sustentables; la biodinámica es ideal, porque además se ha demostrado que es una agricultura que no sólo no contamina, sino que captura emisiones de carbono, y esto podría suministrar a otros países, generar muchísimos puestos de trabajo. Hay muchas posibilidades, pero tiene que estar vinculado a una economía real, no a lo fácil. O sea, sólo se crea riqueza trabajando. Todo lo que sea riqueza rápida sin trabajar es especulación, y es la razón por la que unos se hacen ricos y otros pierden. Uruguay tiene muchas posibilidades, no es Etiopía. Hay una posibilidad muy grande de la tierra aquí.

A veces estamos esperando que venga alguien y cambie las cosas y lo arregle. Ya no hay líderes en el mundo. Ya no hay referentes. Y está bien, porque esto nos muestra que ahora cada uno tiene que ser líder.

¿Cuál cree que es el mayor peligro que enfrenta la humanidad en este momento?

En el presente, los cuatro elementos que hablaban los alquimistas están descontrolados. Tierra, agua, aire, fuego. Hay terremotos, inundaciones terribles. Se está inundando el sur de Brasil. Hay muertes, pérdidas de cosechas enteras. Huracanes, fuego. Si no estuviéramos tan autistas, tendríamos que ver que la tierra nos está diciendo que es insostenible.

Lo otro es la violencia creciente a todos los niveles, entre parejas, de hijos a padres, de padres a hijos, en el colegio. La violencia siempre es un síntoma de que hay un malestar interior. El gran problema es que el ser humano ha perdido el sentido de la vida, el norte. Y se comporta como un animal que lucha para sobrevivir. Esta es la gran amenaza, porque un animal asustado puede hacer mucho daño. A veces estamos esperando que venga alguien y cambie las cosas y lo arregle. Ya no hay líderes en el mundo. Ya no hay referentes. Y está bien, porque esto nos muestra que ahora cada uno tiene que ser líder. Cada uno es el referente. El siglo XX fue el siglo de los grandes líderes que iban a guiar a la humanidad. Todos eran guías. ¿Adónde nos llevaron? Entonces, ya no hay referentes ni intelectuales. Los grandes referentes ya no están. Yo no lo veo como una desgracia. Lo veo como una señal. Ahora nos toca a nosotros.

¿Cuál es el camino correcto entonces?

Cada uno tiene que hacer un esfuerzo por sacar lo mejor de adentro. Buscar el diálogo. Tenemos que dialogar mucho más. Estamos demasiado atentos a las pantallas. Todo es homeworking. Todo el mundo trabaja en casa. Está muy bien, pero es muy importante encontrarse con el otro. El diálogo, la discusión, no pasa nada.

Nos han convertido en espectadores de la vida. Mucha televisión, mucho Netflix, pero sé tú el protagonista. Yo lo digo así porque tuve la oportunidad a los 56 años cuando me ofrecían prejubilarme o tirarlo todo por la borda y empezar la aventura de la banca ética. Algunos me decían “tú estás loco, no te compliques la vida, ya eres mayor”. No me compliqué, me impliqué en la vida y renací. Y hoy, que tengo 73 años, tengo más energía que cuando tenía 20. Si hubiera optado por la vida cómoda, estaría como los walking dead. La vida es un regalo maravilloso, sobre todo si te implicas en ella. La pregunta es cómo, a través de mi trabajo, puedo ayudar a que el mundo cambie. Además, ganaré dinero. Pero eso es aparte, es una necesidad, no es el objetivo.