En un contexto atravesado por la preocupación sobre el cierre reciente de algunas plantas industriales, la consultora Exante compartió desde sus redes un análisis sobre el desempeño del sector tomando como referencia un horizonte de mediano plazo.

Según indicó el economista Pablo Rosselli, socio de la consultora, Uruguay cuenta con “una base industrial potente”, un hecho que queda de relieve al contrastar el peso que tiene el sector en el PIB con relación a otros países1. Concretamente, la participación de la industria uruguaya en el producto ha venido cayendo y hoy se ubica en torno al 10%, lo que nos posiciona “por debajo de la mitad de la tabla” en el contexto internacional.

Similar es el peso que tiene la industria en el empleo total del país, dado que el sector manufacturero comprende cerca de 167.000 empleos (sobre un total de 1.700.000). Según los datos procesados por la consultora, esto lo ubica por detrás del sector de servicios (571.000 empleos) y de comercio (310.000), pero por delante —entre otros— de las actividades primarias (139.000), la construcción (123.000) y el sector de transporte y comunicaciones (91.000). Por lo tanto, “es lógico que se observe una preocupación por la pérdida de empleos en el sector”. 

Sin embargo, aclara, la pérdida de fuentes laborales no forma parte de un fenómeno reciente asociado únicamente a factores coyunturales, más allá de que el tema ha venido ganando notoriedad en la discusión pública producto del cierre reciente de empresas importantes. Por el contrario, forma parte de una tendencia de mediano plazo que se arrastra desde hace varios años.

A este respecto, la producción del llamado núcleo industrial (que ofrece una aproximación más representativa del tejido empresarial al no considerar ni la refinería de Ancap ni las plantas de celulosa y de Pepsico que operan en zona franca) acumula cerca de 15 años de estancamiento. Como advierte Rosselli, “el crecimiento del núcleo industrial en la comparación 2025 frente a 2010 es de apenas 0,7% anual. Y, si tomamos de referencia los niveles de 2011 o 2012, el crecimiento es prácticamente nulo. Por eso decimos que el núcleo industrial está estancado”.

En este sentido, el crecimiento del sector a partir de 2010, que es cercano al 2% anual, “obedece esencialmente a la apertura de las plantas de celulosa (Montes del Plata primero y UPM2 después) y a una expansión de la planta de concentrados de Pepsico”. Una vez depurado esto, el resto del sector, que incluye casi 20.000 empresas, no ha logrado expandirse desde entonces.

Entre las principales ramas que están incluidas dentro de esta agrupación y que muestran crecimiento destacan la industria frigorífica, la industria láctea y la industria farmacéutica. En particular, el análisis difundido por la consultora enfatiza el desempeño de esta última, dado que su crecimiento acumulado desde 2010 ha sido superior al 100%. Además, la rama sobresale por su “creciente orientación exportadora”, con ventas al resto del mundo que totalizaron 320 millones de dólares durante el año pasado.

En contraposición, las ramas más afectadas en el marco de este fenómeno de estancamiento son la industria de las bebidas no alcohólicas, las malterías y cervecerías y las curtiembres, así como las metalúrgicas y las imprentas. 

Más allá del estancamiento del sector, los salarios muestran una tendencia creciente en términos reales (es decir, descontando la inflación) durante el mismo período: “En la comparación 2025 frente a 2010 los salarios en la industria acumulan una suba de 27%, que es algo inferior al aumento del salario real promedio de la economía (31%)”.

En paralelo, los dos indicadores de empleo relevados por el Instituto Nacional de Estadística, que son el índice de personal ocupado y el de horas trabajadas, muestran contracciones relevantes en ese período, que se sitúan en el entorno del 27% y el 30% respectivamente. Por eso, argumenta Rosselli, no estamos ante un fenómeno nuevo, más allá de la notoriedad que ha tomado el tema y la creciente preocupación por parte del sistema político, empresarial y sindical. De hecho, desde 2010 a esta parte, sólo cinco ramas industriales lograron incrementar sus niveles de ocupación de forma significativa.

Sobre las causas de este fenómeno

Consultado por las razones que explican este proceso de destrucción de empleo, el especialista identificó varios motivos. Por un lado, existe un problema estructural que tiene que ver con la concentración global de la producción industrial en empresas grandes localizadas en pocos países, principalmente en Asia (siendo China el caso más paradigmático, dado que concentra cerca de un tercio de la producción industrial global).

Otro de los factores enumerados por el socio de Exante tiene que ver con la innovación tecnológica, que permite producir más con menos recursos y empleos. En efecto, “en este sector es muy fuerte el impacto de la automatización de procesos, que es una tendencia de largo plazo que se está acentuando con la robotización” —y que se profundizaría hacia adelante—.

Además de estos factores asociados a transformaciones de naturaleza global, existen otras causas de alcance doméstico que contribuyen a entender la situación compleja que atraviesa el sector desde hace una década y media. Entre ellos, destaca la dinámica de la productividad laboral que caracteriza a este sector en nuestro país, que “aumentó significativamente en todo este período que estamos analizando” y, dado el contexto de estancamiento de la producción, provocó una contracción relevante de las horas trabajadas y de la ocupación.

En ese sentido, señala Rosselli, parte de la problemática del empleo responde al proceso de “destrucción creativa” descrito por el economista austríaco Joseph Schumpeter (que implica, entre otras cosas, la desaparición de empresas con baja productividad y viabilidad en favor de otras más innovadoras).

¿Cuáles son las posibles medidas para revertir esta situación?

Por un lado, Rosselli enfatizó la importancia de elevar los niveles de inversión por trabajador, a efectos de apuntalar la productividad y mitigar los impactos que se derivan de nuestra condición de país caro, principalmente en relación a nuestros competidores de la región y de Asia.

Esto requiere, a su vez, promover mejores condiciones de rentabilidad, dado que, según la información procesada, los niveles de la industria son menores con respecto a otros sectores de actividad locales. En efecto, “ese contexto de baja rentabilidad y destrucción de empleos debería ser considerado en las negociaciones colectivas, algo que en todos estos años no ha sido contemplado”.

En esa línea, otras recomendaciones pasan por “mejorar sustancialmente nuestra institucionalidad en el mercado laboral”, promover avances más sustantivos en materia de inserción internacional (considerando que las industrias que logran expandirse son las que tienen un perfil crecientemente exportador) y corregir las deficiencias en lo que refiere a la regulación del mercado eléctrico, dado que “termina impidiendo la competencia en la generación y venta de energía a grandes consumidores y le termina dando una amplia discrecionalidad a UTE”.

En suma, concluye el especialista, “no hay soluciones fáciles para mitigar las tendencias globales, pero esas deberían ser líneas de trabajo de una política de fortalecimiento del sector industrial uruguayo”.


  1. “Sector industrial en Uruguay: ¿qué ha pasado con esta actividad económica en el mediano plazo? ¿Cómo se explica la pérdida de empleos?”. Con Pablo Rosselli, socio de Exante. En perspectiva, Radiomundo.