El gobierno tiene claro que Uruguay necesita mejorar sus tasas de crecimiento para lograr una economía equilibrada y sostenible que promueva el desarrollo y mejore la inserción de sus productos en un mundo lleno de nuevos desafíos.
Una de las apuestas para lograrlo es crear una secretaría de ciencia, tecnología e innovación que trabaje para impulsar el desarrollo sostenible del país mediante su inserción global en la economía del conocimiento.
El asesor presidencial en esta materia, Bruno Gili, que fue designado para liderar este desafío, habló con la diaria sobre las fortalezas y debilidades del país en este ámbito y delineó posibles estrategias para construir una “economía más sofisticada, que valorice el conocimiento de otra manera, con una perspectiva de cinco a diez años”.
Gili, que hasta hace un par de años fue socio de la consultora CPA Ferrere, donde coincidió por más de dos décadas con el actual ministro de Economía y Finanzas, Gabriel Oddone, consideró que Uruguay tiene por delante el reto de seguir construyendo infraestructura. Para eso será prioritario potenciar el talento y, de este modo, “desarrollar cosas más sofisticadas, de mayor valor agregado, y lograr un nivel de productividad más alto”.
¿Cómo lograrlo? Con el trabajo conjunto del Estado, los empresarios, la educación y el sistema financiero, integrados en una cadena de valor, explicó. Gili dijo que los países que han conseguido dar este paso lo hicieron gracias a la interacción de una masa crítica de científicos, un empresariado innovador y una buena política pública de promoción de estas actividades.
“Las políticas públicas van a ser importantes, porque tienen que poner los bienes y servicios necesarios para que este sistema funcione mejor, pero también necesitamos un entramado empresarial más sofisticado, centros de investigaciones más conectados con la realidad, y todo eso debe ponerse en acción, porque nadie lo va a resolver solo”, destacó.
Hace diez años que Uruguay tiene un crecimiento bajo. Uno de los principales objetivos del gobierno es impulsarlo. ¿Qué rol juegan la ciencia, la innovación y la tecnología en el desarrollo del país?
La evidencia académica y científica, junto con toda la información disponible, muestra de forma contundente que el rol de la ciencia, la tecnología y la innovación ha sido clave en el desarrollo económico de los países a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI. Los países que han logrado crecer sostenidamente son aquellos que han invertido en actividades productivas, infraestructura y bienes públicos que promueven la generación de bienes y servicios competitivos en los mercados.
Además, el crecimiento económico está estrechamente vinculado al desarrollo del capital humano. Las naciones que han apostado por una población capacitada y con altos niveles de formación han logrado mejoras significativas en productividad y sofisticación económica. Este proceso incluye, necesariamente, la formación de científicos y técnicos capaces de producir conocimiento –tanto básico como aplicado– y de desarrollar innovaciones que se traduzcan en nuevos productos, servicios, modelos de negocio y empresas más competitivas a escala global.
¿Qué se necesita para lograrlo?
Se necesitan muchas cosas, pero una de las más relevantes, además de la inversión en tecnología, es la capacidad de innovar en generación de conocimientos promoviendo aquellos que abran nuevas oportunidades para los actores de la economía y que produzcan desarrollo.
La mejor forma de aumentar la productividad, dado un conjunto de activos tangibles e intangibles, es agregarles valor a esos conocimientos, combinarlos de una manera distinta, buscar la manera de obtener mayores resultados a partir de esos mismos elementos. Y eso se hace con conocimiento, no es por intuición nada más.
En el proceso hay un poco de todo: intuición, conocimiento aplicado, desarrollo. Los países más avanzados logran que su ecosistema de ciencia, tecnología e innovación opere y funcione de una manera mucho más eficiente que los que no lo hacen.
Son países que tienen, además de una masa crítica de científicos, un empresariado innovador, una buena política pública de promoción de estas actividades, una fluida relación entre los generadores de conocimiento –en general, las universidades, los centros de investigación– y el mundo de las empresas, que es lo que termina de valorizar ese conocimiento para colocarlo en los mercados locales y mundiales en general.
¿Cómo pueden aportar las políticas públicas?
Las políticas públicas tratan de proveer bienes y servicios públicos que, en general, son un tema que el mercado no resuelve solo. Procuran poner incentivos correctos a una actividad empresarial con mayor valor agregado.
Los países tienen distintas estrategias, unas más exitosas que otras; no todos han desarrollado su economía y el conocimiento de la misma manera, pero hay algunos factores comunes que hacen a estas cosas que estamos hablando.
¿Cuál es el diagnóstico que hace el gobierno?
Hay que tener en cuenta que actualmente el PIB potencial está por debajo de lo que necesitamos. Además, las tasas de crecimiento de los últimos diez años también han sido bajas. Ese es un primer diagnóstico claro que tiene el gobierno. Es decir, el país no está creciendo a las tasas que necesitamos para el tipo de sociedad más justa, equilibrada y sostenible que queremos.
A su vez, el crecimiento de la productividad no es homogéneo. En ese sentido, dependiendo del sector de actividad, la productividad es distinta. No es lo mismo la productividad del sector público que la del agro. Tampoco la de las empresas de servicios ni la de los servicios globales que Uruguay exporta al mundo, o la de la industria tecnológica, que tiene mejor nivel de productividad. Es en el promedio de la economía que está el problema. Otro tema es el nivel de inversión del país. Estamos con tasas bajas, de alrededor del 16% o 17%.
¿Cómo evalúa en ese aspecto el aporte del capital humano?
El factor más determinante que vemos del lado del capital humano es que tenemos que lograr un nivel de formación, de capacitación y de educación para nuestros ciudadanos en el mundo del trabajo que tenga un mayor nivel de sofisticación y de conocimiento, de forma que nos permita desarrollar otro tipo de activos y productos, con mayor valor agregado y mejor inserción internacional. Ahí tenemos un reto importante. Necesitamos potenciar el talento para poder desarrollar cosas más sofisticadas, de mayor valor agregado y de más alto nivel de productividad.
Bruno Gili.
Foto: Ernesto Ryan
También es un reto el desarrollo de una economía más sustentada en el conocimiento. Esto tiene que ver con aquellas inversiones que hemos hecho en infraestructura para la generación de conocimiento, en la cantidad de capital humano, de investigadores en distintas áreas, todo eso sumado a la infraestructura tecnológica, laboratorios, centros de datos, capacidad para desarrollar actividades investigativas, etcétera.
Tenemos retrasos en lo que tiene que ver con el volumen en las áreas en donde se da la transferencia tecnológica. O sea, Uruguay no está óptimo en la posibilidad de que esta actividad científica y empresarial se conecten, lo que normalmente llamamos transferencia tecnológica.
También en los procesos de valorización del conocimiento Uruguay tiene mucho camino para recorrer. Tiene que desarrollar más hub de innovación, más centros tecnológicos, lograr mayor participación del sector privado y de los investigadores. Necesitamos que las empresas inviertan más en investigación, desarrollo e innovación. Por tanto, hay todo un trabajo vinculado al desarrollo de esas políticas de conexión entre el conocimiento de la empresa y las políticas públicas.
¿En cuánto incide el sistema financiero?
Uruguay tiene un sistema financiero que es muy poco sofisticado, no invierte. Es un sistema financiero con poca capacidad de invertir en proyectos de riesgo. La innovación es riesgosa, a largo plazo. Entonces, necesitamos mejorar toda la estructura para financiar este proceso de escalar en la innovación para lograr internacionalizarse. Hay trabajo para hacer, tenemos un sistema financiero muy tradicional todavía y faltan instrumentos.
¿Cuánto incide en todo esto la integración al mundo?
Necesitamos una mejor internacionalización. Si Uruguay invierte en desarrollar más capacidad científica, más capacidad de generar conocimiento básico y aplicado, más desarrollo experimental, si pretendemos impulsar más políticas de transferencias tecnológicas e infraestructura, para que eso ocurra necesitamos estar conectados al mundo. Uruguay necesita entender la demanda global de productos más sofisticados y ver cómo se conecta con ella.
El país tiene una inserción internacional bastante razonable, pero debemos dar un salto, necesitamos resolver algunos problemas. Hoy el mundo reclama soluciones que sean un poco más sofisticadas, entonces, lo que necesitamos es pegar ese salto para poder ofrecer respuestas.
Necesitamos colocar productos tecnológicos de valor en el mundo. Por ejemplo, somos muy buenos productores de carne, entonces exportemos tecnología vinculada al desarrollo de la industria de la proteína, que puede ser tecnología, software, genética, medicamentos, es decir, toda una cadena de valor que va por arriba del producto y que tiene que ver con la sostenibilidad y el desarrollo de los agronegocios en el mundo de la agricultura.
También están los retos vinculados con el cambio climático. Eso supone investigación, requiere entender y buscar soluciones adecuadas, y todo eso se hace con conocimiento. Así que tenemos muchos retos.
¿Cómo se articula la participación del Estado y del sector privado?
El sector privado no lo puede hacer solo, necesita que el Estado tenga políticas activas. Hay ejemplos de países como Finlandia con sus agencias de implementación, de globalización: tienen 40 oficinas y más de 180 promotores en el mundo del comercio. Nosotros no lo podemos hacer igual, pero tenemos que buscar alternativas, porque si yo no estoy cerca del mercado evaluando sus necesidades, es muy difícil que pueda innovar. Además, necesito ser confiable, tener capacidad técnica, imaginación.
Para resumir un poco, Uruguay tiene un reto en seguir construyendo infraestructura. Las políticas públicas van a ser importantes, porque tienen que poner los bienes y servicios necesarios para que este sistema funcione mejor, pero también necesitamos un entramado empresarial más sofisticado, centros de investigaciones más conectados a la realidad, y eso hay que ayudar a concretarlo porque no es que alguien lo va a resolver solo. Se trata de visualizar desde arriba y generar instrumentos que hagan que el sistema se potencie, que las coordinaciones entre empresas, ciencia, políticas públicas e internacionalización funcionen.
¿Cuánto de esto se ha venido haciendo en el país?
No es que hasta ahora Uruguay no haya hecho nada. En los últimos 20 años se ha desarrollado la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, el plan Ceibal, la Agencia Nacional de Desarrollo, se han definido políticas en la Comap [Comisión de Aplicación de la Ley de Inversiones], entre otras cosas. Es decir, no es que el país no haya hecho nada, por algo está entre los tres países de la región con mayor PIB per cápita y más estabilidad política y económica.
¿Cuáles son los principales retos?
Tenemos muchos retos vinculados a integrarnos en las cadenas globales de valor. Uruguay hoy tiene ciertos potenciales en la industria de la ciencia de la vida, en la tecnológica, en los servicios, pero lo que hay que mejorar es cómo nos integramos al mundo. Esto no es una tarea sencilla, porque uno no sabe a priori si lo que va a hacer va a tener éxito o no, porque no hay un camino recto.
El reto de Uruguay es ser una economía más sofisticada, que valorice el conocimiento de otra manera, por lo menos, en una perspectiva de cinco a diez años. Para lograr ese crecimiento potencial del PIB, que hoy se pretende llevar a más del 3%, no va a ser suficiente continuar vendiendo solamente más commodities o tecnología de desarrollo para otros, sino siendo capaces de hacer un poco más sofisticada nuestra matriz de productos y servicios que aportamos al mundo. Esto no es un reto que pueda resolver un solo gobierno, es un desafío que tienen las empresas, las políticas públicas, nuestros centros educativos y nuestra economía científica.
¿Es un problema que el modelo de desarrollo de nuestro país se base específicamente en materias primas?
Ese no es el problema, la cuestión es que a eso tenemos que agregarle tecnología. A Finlandia no se le ocurrió dejar de producir celulosa, pero también desarrolló tecnologías para producir papel, celulosa de punta, muebles, y no lo hubiese logrado si no tenía antes una industria de la madera y una política de forestación. O sea, no hay una contradicción, lo que tenemos que hacer es agregar más escalones en la cadena de valorización de lo que ya hacemos.
¿Todo esto supone un cambio en la matriz productiva?
Hacer una matriz de productos y servicios de Uruguay más sofisticada es un objetivo. Pero no es contradictorio con seguir produciendo lo tradicional, sino que, de hecho, yo creo que lo que hay que hacer es agregar sofisticación a esas mismas cosas en las que ya tenemos ventajas históricas.
Por eso es muy importante estar cerca de los problemas y tener una comunidad empresarial dinámica que intente resolverlos y que se integre más a un Estado que pone políticas públicas a su servicio. No es trabajo de uno solo. Pero el éxito está en lograr que esta relación de empresas, generación de conocimiento y políticas públicas se potencie.
¿Tienen estipulado un aumento del presupuesto en cuanto a este tema?
La idea es que Uruguay debe mejorar y aumentar su inversión en I+D, eso ya está planteado como un objetivo. El monto todavía no está definido, el ritmo que se va a ir aplicando tampoco, pero sí está clara la voluntad de que Uruguay tiene que invertir en estas infraestructuras tecnológicas. Así que yo entiendo que el gobierno va a hacer un esfuerzo y que también vamos a hacer un trabajo de eficiencia, porque hay mucha dispersión en nuestro sistema de agencias y lo estamos evaluando. Creo que hay que poder aglomerar mejor y definir de manera más eficiente los incentivos. También se está trabajando en resolver los temas de los procesos regulatorios, los trámites y ciertas agencias que permitan hacer mejores regulaciones.
Además, el Estado necesita continuar digitalizándose. Requiere optimizar el funcionamiento para que la relación entre el ciudadano y el Estado esté mucho más mediada y optimizada por la tecnología. Hay mucho trabajo por hacer también en la innovación y la modernización.