Según una nueva investigación del Banco Mundial, en 2023 –último año del que se dispone de datos– las economías en desarrollo recibieron apenas 435.000 millones de dólares en inversión extranjera directa (IED), el nivel más bajo desde 2005 (que implica un retroceso anual del 37%).
En términos del PIB, estos flujos representaron sólo el 2,3%, cerca de la mitad de la proporción alcanzada en 2008. Este fenómeno se enmarca en una tendencia más general que también afecta a las economías avanzadas, donde los flujos cayeron al nivel más bajo observado desde 1996.
El contexto
Este desplome marca un quiebre con respecto a la recuperación que tuvo lugar luego de la pandemia, en particular durante 2021, cuando la IED alcanzó un pico elevado en perspectiva histórica. Durante los años previos, y a pesar de la volatilidad, el flujo de inversiones se había mantenido relativamente elevado.
La caída actual se da en un contexto signado por mayores obstáculos al comercio y la inversión, producto del enfrentamiento comercial y las tensiones geopolíticas que han erosionado las perspectivas de crecimiento y han disparado la incertidumbre a nivel global. Todo ello comprime los márgenes de maniobra para impulsar el crecimiento, fomentar el desarrollo y atender los desequilibrios macroeconómicos que se han agudizado en los últimos cinco años.
Según advirtió el economista en jefe del Banco Mundial, Indermit Gill, “lo que estamos viendo es un resultado de las políticas públicas... No es coincidencia que la IED esté cayendo en picada al mismo tiempo que la deuda pública alcanza máximos históricos”.
¿Qué implica la menor inversión extranjera?
Menos inversión extranjera implica menos financiamiento externo para proyectos productivos, infraestructura, tecnología e innovación en economías caracterizadas por un acceso más limitado al crédito internacional. En ese sentido, la IED representó aproximadamente la mitad de los flujos de financiamiento externo recibidos en 2023 por las economías en desarrollo y fue clave para apuntalar el crecimiento, crear puestos de trabajo y financiar los déficits externos.
Según el Banco Mundial, recuperar el atractivo para la IED requiere recuperar la estabilidad macroeconómica, mejorar la productividad (en especial la del capital humano), levantar las restricciones al comercio, potenciar las agencias de promoción de inversión y calibrar los incentivos fiscales. En definitiva, requiere reformas estructurales que alteren la trayectoria inercial que arrastran las economías desde hace más de una década.
Más allá de los países emergentes
Como fue señalado, la reducción de la inversión extranjera no se limita a la órbita de los países emergentes: los flujos hacia las principales economías cayeron 19% en 2022 y 68% en 2023, llevando los registros a los umbrales más bajos de los últimos 30 años.
Joaquín Pascal, Centro de Estudios Etcétera.