Uno de los principales activos del país es su matriz energética, lo que ha convertido a las energías renovables en un motor de crecimiento económico, de atracción de inversiones y de productividad. “Este logro posicionó a Uruguay como faro en energías limpias”, y lo convirtió en un referente a nivel regional. Por este motivo, especialistas y empresarios de distintos países participarán el 29 y el 30 de julio del Congreso Latam Renovables, organizado por la Asociación Uruguaya de Energías Renovables (Auder).

Su presidente, Diego Oroño, explicó a la diaria la importancia de este encuentro que, bajo el lema “EnergIA Inteligente”, reunirá a autoridades nacionales y referentes del tema para debatir sobre el presente y el futuro de las energías limpias en América Latina.

“Hoy en día las inversiones no buscan sólo estabilidad macroeconómica o seguridad jurídica, que han sido tradicionalmente las dos banderas clásicas que ha tenido nuestro país. Buscan también energía limpia, confiable y a precios competitivos”, señaló Oroño, y aseguró que Uruguay está en condiciones de ofrecer algunos de estos beneficios. “Los dos primeros ya los tenemos, pero, con respecto a los precios competitivos, todavía falta. En un mundo que transita hacia la electrificación, hacia la descarbonización, tener una matriz renovable madura no es sólo un detalle técnico, sino que constituye una ventaja estructural para el desarrollo”, afirmó.

El líder de Auder dijo que las energías renovables no solo impactan a nivel ambiental, sino que promueven la construcción de infraestructura e impulsan inversiones en otros tipos de industrias, mejorando así la capacitación de los profesionales uruguayos. Oroño advirtió que Uruguay se encuentra en un momento en el que enfrenta un enorme desafío: volver a impulsar una política de Estado, que tenga consenso de todas las partes, en materia de energía.

“El país construyó una política energética de cara a 2030 y ese fue el buque insignia sobre el cual se hizo todo lo que vino a continuación. Volver a impulsar una política de Estado es el principal desafío actual; no es nada sencillo en un contexto político de mayor confrontación y mucho más politizado. Pero, si bien es un desafío grande, es también una necesidad fundamental”, reflexionó.

El congreso es organizado por Auder y contará con la participación de la ministra de Industria, Energía y Minería, Fernanda Cardona, y del ministro de Ambiente, Edgardo Ortuño, así como también de las presidentas de las empresas públicas UTE y Ancap. En esta oportunidad se presentarán estudios, experiencias y propuestas en torno a movilidad eléctrica, hidrógeno verde, generación distribuida, almacenamiento energético y nuevas tecnologías aplicadas al sector. Asimismo, se discutirá el rol de la inteligencia artificial (IA) en el futuro de las energías limpias. Desde Auder aseguran que es muy probable que el nuevo gobierno, liderado por Yamandú Orsi, pueda aprovechar la oportunidad para hacer algún anuncio durante el encuentro.

¿Qué significa para Uruguay consolidar el liderazgo que tiene en materia de energías limpias?

Significa mucho. El Latam Renovables es un congreso que está cumpliendo 11 años con esta edición y se ha consolidado como un punto de encuentro para el sector nacional, pero también a nivel regional. Además, en el marco de este evento, será el quinto año que hagamos el congreso del capítulo uruguayo del World Energy Council, el que también tiene un arrastre internacional.   Es una gran responsabilidad, pero también es un orgullo que esto haya sido de esta manera, que tiene mucho que ver con el camino recorrido por Uruguay. No es casualidad que el país realice un congreso internacional de energías renovables que tenga tanto arrastre. Y eso lo podemos hacer por el trabajo que ha hecho la asociación en los últimos 15 años, pero también por el camino recorrido por Uruguay como faro en lo que tiene que ver con las emisiones energéticas.

¿Qué impacto tiene este tipo de eventos en la atracción de inversiones y el posicionamiento internacional del país como hub energético?

El evento en sí mismo genera un punto de networking muy importante, ya que confluyen autoridades nacionales. Para este evento tenemos confirmada a la ministra de Industria, a la ministra de Ambiente y a la presidenta de Ancap, así como también a las principales empresas del sector privado que están impulsando proyectos y a la academia.

Entonces, ese crisol de visiones hace que se generen espacios de networking muy buenos y, por lo general, el congreso es un sitio de anuncios. En los últimos años hemos escuchado siempre a algún presidente de un ente o algún ministro aprovechar la cita del congreso para hacer algún anuncio, con lo cual esperamos que en este caso nos encontremos con eso, teniendo en cuenta que estamos transcurriendo el primer año de un gobierno nuevo; es un ámbito que seguramente resulte muy atractivo para poder lanzar algunos de los primeros anuncios de esta gestión.

¿De qué manera las energías renovables han impulsado el crecimiento económico durante los últimos años?

La verdad es que Uruguay ha impulsado una transformación energética que comenzó como una apuesta ambiental, pero hoy está claro que se impactó mucho más allá. Se ha convertido en un motor del crecimiento económico, de atracción de inversiones y de la productividad. La matriz energética es uno de los principales activos de Uruguay. No sólo en la atracción de la inversión extranjera pública y privada en los propios desarrollos de infraestructuras, sino que también el hecho mismo de haber transformado la matriz energética ya es un activo de inversiones en sí.

Hoy en día las inversiones no buscan sólo estabilidad macroeconómica o seguridad jurídica, que han sido tradicionalmente las dos banderas clásicas que ha tenido nuestro país. Buscan también energía limpia, confiable y a precios competitivos. Uruguay está en condiciones de ofrecer algunos de los dos primeros diferenciales. Respecto al tema de los precios competitivos, todavía no. En un mundo que transita hacia la electrificación, hacia la descarbonización, tener una matriz renovable, madura, no es sólo un detalle técnico, sino que es una ventaja estructural para el desarrollo.

Diego Oroño.

Diego Oroño.

Foto: Alessandro Maradei

¿Qué sectores productivos se han transformado a partir de esta matriz?

Cuando pensamos en qué sectores se han visto catapultados por este boom que se llamó la primera transformación energética, están la construcción de infraestructura, grandes empresas constructoras, los sectores de logística, pero hay además todo un entramado que tiene que ver con sectores secundarios y terciarios vinculados con que esto funcione. Y después, cuando ya están instalados, acercan al país otro tipo de industrias, otro tipo de emprendimientos.

Por ejemplo, en Uruguay se están acercando empresas que tienen que ver con los data centers. Como es de público conocimiento, Google es una de ellas y busca la construcción de un data center de gran porte. Todos los factores que estábamos mencionando anteriormente tienen que ver con la decisión de Google de elegir a Uruguay para construir su segundo data center en Latinoamérica. Tiene muchísimo que ver. Después se están arrimando también empresas que tienen que ver con el sector de minería de datos. Tenemos en Uruguay granjas que eligieron al país por la confiabilidad de la matriz energética. Así que no es sólo el impacto inmediato en las empresas que tienen que ver con el desarrollo de infraestructura, sino que también en todo el horizonte que viene alrededor.

¿Qué impacto tienen, por ejemplo, en la mejora de la infraestructura, el empleo calificado y la innovación tecnológica en el país?

En lo que refiere a la mejora de la infraestructura, cualquier tipo de proyecto siempre deja algo más. Llamémosle una carretera, un puerto, un ferrocarril y, ni qué hablar, el desarrollo de redes eléctricas. Entonces, secundariamente a lo que tiene que ver con el desarrollo propio del proyecto, siempre queda algo más en materia de la infraestructura para el país. En cuanto a la formación de recursos y el personal calificado, tampoco es casualidad que en el interior del país tengamos una universidad con una carrera en energía renovable.

Uruguay, en el transcurso de la primera transformación energética, envió a técnicos a distintas partes del mundo, a Dinamarca, a Portugal, a Japón, donde todos se formaron y posteriormente trajeron muchísimo conocimiento, al tal punto que hoy muchos de esos técnicos forman parte de empresas que exportan. Entonces, desde el punto de vista de la formación de capacidades, este tipo de emprendimiento genera profesionales con capacidades muy específicas que pueden trabajar no sólo en Uruguay, sino en todo el mundo.

¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta Uruguay para seguir avanzando en su agenda energética y, a partir de ella, impulsando el crecimiento?

Si recapitulamos y observamos por qué fue tan exitosa la primera transformación energética, nos encontramos con varios factores, pero hay uno que es clave y refiere al logro de un consenso en nuestra comunidad; se pudo construir una política energética con el consenso de todas las partes.

Uruguay construyó una política energética de cara a 2030 y ese fue el buque insignia sobre el cual se hizo todo lo que vino a continuación. Yo creo que el principal desafío en el contexto actual, en el que cualquier tipo de decisión encierra mucha más confrontación y todo está muchísimo más politizado, a tal punto que se torna casi un duelo de hinchadas, es lograr nuevamente ese consenso. Ese es un desafío grande. Pero, así como es un desafío grande, yo diría que es una necesidad fundamental.

En los últimos años me tocó ver a ministros de distintos partidos políticos, en diversos lugares del mundo, hablando sobre Uruguay y ya en los primeros cinco minutos de la presentación todos hacían referencia al hecho de contar con una política de Estado. Entonces, en un momento de alta politización y en el que cualquier tipo de decisión o definición es muy confrontada, yo diría que el principal desafío es poder construir una política energética con un horizonte a 2050. Pero es una necesidad, porque los proyectos de infraestructura y de energía habitualmente trascienden un período. Entonces, se necesita una política de Estado para que el inversor tenga confianza en que, aunque ocurra un cambio de gobierno, el proyecto no se va a morir.

Por eso es necesario trabajar en la construcción de una política energética con mira a 2040 o 2050, donde se incluya no sólo el desarrollo de la energía renovable, sino también otros aspectos que hoy en día están arriba de la mesa y que no lo estaban en 2008 o 2010, cuando se construyó la política energética anterior. Llamémosle el desarrollo del hidrógeno verde como vector para la descarbonización o llamémosle el desarrollo de la movilidad eléctrica. Todas esas aristas hay que incluirlas dentro de una política energética con mirada de acuerdo nacional para poder tener éxito. Ese, sin duda, es el principal desafío. Pero, si logramos superarlo, pasará a ser una gran oportunidad y una gran ventaja competitiva respecto de cualquier país de la región.

Teniendo en cuenta que el principal objetivo del nuevo gobierno es el crecimiento económico, ¿considera que este desafío que señala de impulsar una política de Estado hacia 2050 es imprescindible para asegurar una senda de desarrollo sostenible?

Sin duda. El ministro Gabriel Oddone habla de que Uruguay debe crecer a un 2% anual y para eso se necesita una inversión que ande en el entorno del 20% del PIB. Hoy en día el país está 4 puntos por debajo de su objetivo. Estamos hablando de que se requieren niveles de inversión similares a los que tuvimos en 2012 o 2013. Para que se pueda alcanzar ese nivel de inversión, es imposible hacerlo dejando afuera al desarrollo de los proyectos de infraestructura y de energía. Pero, además de todo esto, hay una necesidad real de hacerlo que tiene que ver con el crecimiento de la demanda. O sea, no se debe hacer sólo por el hecho de la captación de inversión y el aumento del crecimiento económico. Ya llevamos unos siete años sin energías renovables nuevas en el país, por lo que es necesario comenzar, teniendo en cuenta el plazo que demora el desarrollo y la construcción de estos proyectos, que es de uno a dos o tres años.

Sin duda, creo que tiene que estar en la agenda del gobierno trabajar al menos en la concreción de una política de Estado o pensar en un plan nacional de energía. Y hay que pensar en alguna línea en la cual puedan existir consensos. Después, por supuesto, hay una realidad. Cada gobierno le pone su impronta. Más Estado, menos Estado, que el crecimiento sea con más o con menos inversión privada. Cada gobierno, dependiendo de cuál sea su ideología, le pondrá su impronta.

¿Qué potencial ofrece la inteligencia artificial para hacer eficiente y justa la transición energética?

Es una gran pregunta que esperamos poder responder en el Congreso. Por eso, el título del Congreso es energía inteligente con la IA. Hay al menos dos o tres aristas que para nosotros son importantes. En primer lugar, todos los indicadores a nivel mundial señalan que el desarrollo de infraestructuras vinculadas con IA, data centers, centros de cómputos, etcétera, va a implicar aproximadamente el 30% de las energías eléctricas del mundo para dentro de unos cinco años. Esto es un dato muy grande, es un punto de partida muy importante. Estamos hablando de que ya hoy el consumo de data centers a nivel mundial sumado es más grande que en muchísimos países del mundo.

Esta situación nos impone una capacitación muy grande para impulsar un desarrollo responsable, pero también para el sector de energías es una oportunidad; hay un mundo nuevo, muy intensivo en energía, y tenemos que lograr que sea accesible con energías renovables, porque si no, estamos haciéndole trampa al sistema.

Después, la segunda arista tiene que ver con temas ambientales. El consumo de agua está en el ojo de la polémica, y queremos ponerlo arriba de la palestra, analizar cuáles son los cuidados ambientales que tenemos que tener en la medida en que esto se siga desarrollando. Por último, está la cuestión de que el desarrollo de IA nos acerca a un nuevo conjunto de herramientas que hace cinco años ni siquiera pensábamos que íbamos a poder tener en la mano.