¿Cómo cambió la composición de nuestras exportaciones?

Entre 2004 y 2024, la canasta exportadora uruguaya experimentó algunos cambios. Por ejemplo, la carne vacuna dejó de ser la principal fuente de ingresos provenientes del exterior, dando paso a la celulosa, un producto inexistente en las exportaciones de Uruguay hace una década.

En el otro extremo, el cuero, así como la lana y los tejidos, que fueron productos de exportación históricos, abandonaron el ranking y hoy representan menos del 1% del total exportado en ambos casos.

A su vez, y en línea con las transformaciones que experimentó el comercio mundial durante las últimas décadas, los servicios de telecomunicaciones, informática e información se consolidaron como la cuarta cadena exportadora, más que triplicando el peso que tenían 20 años atrás.

¿Cuáles son las causas de esos cambios?

La ley forestal de 1987 fue el impulso inicial para el desarrollo de la forestación que, luego de la instalación de las tres plantas de celulosa hoy presentes en nuestro país, permitió apuntalar este eslabón agroindustrial, posicionando la celulosa en el mismo nivel de las exportaciones de carne en lo que refiere a su participación en el total.

Junto con el auge de la celulosa, otro cambio significativo se produjo en la órbita de los servicios, dado que el avance de la digitalización a nivel global disparó la demanda por las telecomunicaciones y los servicios informáticos. Para tener como referencia, las ventas de este sector crecieron en valor a una tasa promedio anual del 22% durante los últimos 20 años.

Cabe destacar que este fenómeno también estuvo anclado en un conjunto de políticas públicas que impulsaron el desarrollo de esas actividades y facilitaron la formación de trabajadores capacitados. Ejemplo de estas fueron la apuesta por el desarrollo de la informática en la Universidad de la República durante la década del 60, la entrega de computadoras a estudiantes de las escuelas públicas en el marco del Plan Ceibal (2007), la instalación de Antel de fibra óptica en todo el país (2010), la creación de la Universidad Tecnológica (2012) y su posterior descentralización, así como la conexión con Estados Unidos a través de un cable submarino en 2017 que permitió agilizar la conexión a internet.

¿Qué implican estos cambios?

La transformación de nuestra canasta exportadora implica una diversificación de nuestra oferta de bienes y servicios destinados al resto del mundo, incorporando algunas actividades de mayor valor agregado, como es el caso de la informática o la celulosa.

El éxito de las exportaciones de servicios informáticos también otorga ventajas a nuestro país, ya que reduce su dependencia de las condiciones climáticas y lo conecta con actividades que presentan una demanda altamente dinámica en una cantidad mayor de países.

Por otra parte, la caída en las exportaciones de otros bienes tradicionales, como la lana y el cuero, da cuenta del declive relativo de estos sectores productivos. En algunos casos, esto responde a la fuerte competencia asociada a la industria textil de los países asiáticos, pero también al desarrollo tecnológico que, de la mano de nuevos materiales sintéticos, fue reduciendo la demanda por estas fibras naturales. Al mismo tiempo, productos como la soja se expandieron fuertemente.

También se constata que los concentrados de bebidas y los lácteos mantuvieron su peso dentro de la estructura de las exportaciones, y que el arroz moderó su participación en el total exportado.

Entre los servicios tradicionales, mientras el turismo se sostuvo como el segundo mayor rubro de exportación, los servicios de transporte (de pasajeros, fletes y otros) se redujeron fuertemente como porcentaje de las exportaciones totales.

¿Cómo afectan los cambios en el sector exportador al resto de la economía?

En la medida en que el sector exportador se diversifica hacia sectores de mayor valor agregado, tiende a impulsar un mayor crecimiento económico (promoviendo incluso una dinámica más estable). Al mismo tiempo, en la medida en que dichos sectores requieran trabajadores más calificados, tenderán a pagar salarios más altos, beneficiando así a los trabajadores nacionales.

Además, no importa sólo el monto exportado, sino también cómo se vincula cada sector con el resto de la economía. Contar con rubros de exportación que demanden insumos nacionales impulsa en mayor medida el crecimiento económico y la generación de puestos de trabajo.

En consecuencia, es fundamental que las políticas públicas impulsen aquellos sectores de exportación que cuenten con el potencial de crear el mayor valor agregado y, al mismo tiempo, generen mayores derrames sobre el resto de la economía.

Vale la pena recordar, no obstante, que a pesar de los cambios que se procesaron durante los últimos 20 años, aún contamos con un gran número de productos en nuestra matriz exportadora que se caracterizan por agregar poco valor en términos relativos, por lo que el margen para promover impulsos adicionales desde esta perspectiva sigue siendo amplio.

Joaquín Pascal, Centro de Estudios Etcétera.