Con el regreso del proteccionismo y la política industrial a las economías avanzadas, y con el aumento de las tensiones geopolíticas, este es un momento poco propicio para las estrategias de crecimiento impulsadas por el comercio. Dado que el crecimiento futuro dependerá cada vez más de políticas internas sólidas, los países de bajos ingresos y de ingresos medios deben centrarse en garantizar que los recursos existentes se utilicen plenamente y de manera eficaz. Y ningún recurso es más valioso que el capital humano.

Si bien los economistas y los responsables de las políticas reconocen desde hace tiempo que la acumulación de capital humano –en particular, mediante inversiones en educación– es un motor de crecimiento y desarrollo, han prestado mucha menos atención a la asignación eficiente del capital humano existente. Una economía, sea cual sea su nivel de desarrollo, solo puede alcanzar su pleno potencial si los individuos se dedican a aquellas ocupaciones que mejor se adaptan a sus talentos y preferencias.

Por lo tanto, eliminar, o al menos reducir, la mala asignación del talento debería ser una prioridad absoluta. Un número creciente de estudios económicos ha demostrado que, incluso en economías avanzadas como la de Estados Unidos, la reducción de la mala asignación del talento puede tener efectos económicos significativos.

Por ejemplo, un documento influyente publicado hace unos años atribuía entre el 20% y el 40% del crecimiento de la producción per cápita del mercado estadounidense entre 1960 y 2010 a la mejora de la asignación del talento1. Este crecimiento adicional se logró reduciendo la discriminación en el mercado laboral contra las mujeres y los hombres negros, y disminuyendo las barreras a las que se enfrentaban estos grupos para desarrollar su capital humano.

El potencial para desbloquear tales beneficios es probablemente aún mayor en los países menos ricos, donde la mala asignación del talento quizá sea más generalizada. Si bien la importancia de la raza u otras barreras basadas en la identidad varía según los contextos, el género es una cuestión universal. Dado que las mujeres representan aproximadamente la mitad de la población de cualquier país, garantizar que puedan utilizar plenamente sus capacidades y talentos podría generar importantes réditos económicos.

Está bien establecido que los resultados del mercado laboral varían significativamente en función del género. En la mayoría de los países, las mujeres tienen tasas de participación en la fuerza laboral e ingresos más bajos, están sobrerrepresentadas en empleos no remunerados o informales y dedican más horas a la producción y las tareas domésticas. Si estas diferencias reflejaran ventajas comparativas innatas o preferencias genuinas, serían eficientes, y reasignar a hombres y mujeres a actividades diferentes no mejoraría la productividad de una economía. Pero, si reflejan distorsiones, los responsables de las políticas están desperdiciando recursos.

En un nuevo estudio con el Banco Mundial, junto con mis colegas desarrollamos una metodología para distinguir entre estas dos fuentes potenciales de diferencias observadas y la aplicamos utilizando datos públicos sobre la población activa de varios países. Los resultados confirman las conclusiones del estudio estadounidense: las distorsiones están muy extendidas. En muchos países, la eliminación de las barreras a la participación de la mujer en el mercado laboral podría aumentar la producción entre un 15% y un 20%, lo que supondría un gran aumento de los ingresos.

En promedio, los países más ricos presentan menos distorsiones. Pero las diferencias entre países en fases similares de desarrollo son sorprendentes. Por ejemplo, Egipto podría aumentar la producción en torno a un 24% si eliminara las barreras de género, mientras que Perú sólo podría lograr un 5% de ganancia, a pesar de tener niveles de ingresos similares.

La comparación de la evolución de las distorsiones también revela pautas interesantes. Si bien la asignación del talento en la mayoría de los países ha mejorado con el tiempo, hay excepciones. A pesar del rápido crecimiento económico, India experimentó pocos cambios en las distorsiones entre 1990 y 2022. Como las mujeres siguieron excluidas de los empleos de alta productividad, la economía creció menos de lo que podría haberlo hecho. El crecimiento por sí solo no garantiza automáticamente la igualdad de oportunidades; se necesitan reformas deliberadas para desbloquear ganancias adicionales.

Nuestra metodología también nos permite distinguir entre dos tipos de distorsiones: las barreras “del lado de la demanda”, que son generadas por los empleadores (como la discriminación en la contratación o la desigualdad salarial), y las barreras “del lado de la oferta”, que reflejan las propias limitaciones de las mujeres (como las responsabilidades domésticas, la falta de cuidado infantil, los problemas de seguridad o las normas sociales restrictivas).

En la mayoría de los países, las distorsiones del lado de la demanda desempeñan un papel más importante que las del lado de la oferta. Desmantelar solo las primeras genera beneficios económicos casi tan grandes como los que se consiguen abordando ambas.

Este resultado tiene implicancias importantes, porque ayuda a los responsables de las políticas a decidir dónde invertir los recursos para reducir la mala asignación. Las distorsiones del lado de la demanda –como la discriminación en el mercado laboral– son más susceptibles de una intervención política que las del lado de la oferta, que pueden reflejar normas sociales arraigadas. Por lo tanto, centrarse en las primeras podría permitirles a los países obtener la mayor parte de los beneficios en términos de bienestar derivados de la reducción de la asignación inadecuada de recursos en función del género.

Los escépticos podrían argumentar que los beneficios económicos de la reducción de la mala asignación del talento son modestos en comparación con los de la mejora de la productividad. Puede que sea cierto. Pero, si bien los aumentos de productividad suelen ser costosos y cada vez más inciertos en el entorno mundial volátil de hoy, reducir la mala asignación del capital humano es relativamente barato y más fácil de conseguir.

En un momento en que sostener el crecimiento en los países de bajos ingresos y de ingresos medios se ha vuelto más difícil e incierto, los responsables de las políticas deben buscar todas las vías de crecimiento disponibles. Garantizar el pleno aprovechamiento de las capacidades y el talento de aproximadamente la mitad de la población no es sólo una cuestión de justicia social, sino también una estrategia económica pragmática.

Pinelopi Koujianou Goldberg, execonomista jefa del Grupo del Banco Mundial y redactora jefa de la American Economic Review, es profesora de Economía en la Universidad de Yale. Copyright: Project Syndicate, 2025.


  1. Hsieh, Chang‐Tai, et al. “The Allocation of Talent and U.S. Economic Growth” Econometrica, vol. 87, n° 5, Econometric Society, 2019, pp. 1439-1474.