En lo que va del año las exportaciones de bienes crecieron 4,5% interanual, impulsadas por las ventas de carne bovina, soja y celulosa, cuyo incremento fue de 16,6% y compensó la baja del resto de las exportaciones (5,7%). Esta dinámica se da en un contexto de mejora del tipo de cambio real (TCR), que comenzó en 2024, tras dos años de marcado deterioro.

A este respecto, durante 2022 el TCR cayó 13,9%, reflejando un encarecimiento de las exportaciones y una afectación de la rentabilidad del sector exportador. Esta situación se mantuvo durante 2023, agravada por el impacto de la sequía sobre varios productos de exportación, y comenzó a revertirse parcialmente a partir de 2024, pero sin llegar a compensar aún la caída acumulada previamente. En efecto, más allá del repunte reciente, Uruguay sigue enfrentando un problema de encarecimiento en dólares que queda plasmado en el desvío actual del TCR (es decir, el llamado atraso cambiario).

No obstante, debe tenerse presente que el TCR dista de ser un indicador “perfecto” para capturar los vaivenes de la competitividad, un concepto mucho más amplio que descansa, entre otros factores, en la productividad y la explotación de las ventajas comparativas. Además, los efectos del TCR sobre las exportaciones deben observarse a más largo plazo, ya que una empresa puede hacer frente a dificultades coyunturales mediante distintas estrategias (como el recorte de gastos), pero no puede afrontar sistemáticamente un escenario adverso en ese sentido.

Por ese motivo, vale la pena analizar la dinámica exportadora más allá de lo sucedido con los principales productos, que son justamente los que han dado el impulso reciente a las ventas al exterior. Tomando como referencia lo acontecido este año, queda de relieve el marcado contraste entre el incremento interanual de las ventas de soja, celulosa y carne (21,9%, 13,2% y 10,9%) y el desempeño del resto.

En ese sentido, las exportaciones de otros productos relevantes de nuestra canasta han aumentado, pero de forma menos intensa, y otras se han contraído. Entre las primeras destacan el cuero y sus manufacturas (3,6%) y los lácteos (0,7%), en tanto entre las segundas sobresalen las caídas de las ventas de autopartes (18,9%), lana y sus tejidos (5,7%), madera (4,7%) y concentrados de bebidas (0,7%).

¿Qué medidas se pueden tomar frente al “atraso cambiario”?

Si bien una depreciación abrupta del peso uruguayo podría corregir esta situación en el corto plazo, tendría efectos negativos sobre otras variables, como la inflación, y, por esa vía, sobre los salarios reales. En otras palabras, mejorar la situación de la competitividad requiere desplegar acciones en múltiples frentes que van mucho más allá de las subas del tipo de cambio. De hecho, los supuestos contenidos en el presupuesto no asumen un abaratamiento por la vía del TCR, dado que la inflación superará la depreciación de la moneda durante el próximo quinquenio.

En consecuencia, las mejoras a largo plazo de la competitividad quedan sujetas a la capacidad de apuntalar la productividad, en particular en el sector no transable de la economía que produce los bienes y servicios que los exportadores emplean en su proceso productivo.

En paralelo, las mejoras sostenibles de competitividad requieren mayores avances en materia de inserción internacional, de forma de lograr acceso a más mercados y conseguir mejores condiciones de acceso a los vigentes. En esta línea, el reciente acuerdo entre el Mercosur y la EFTA (Asociación Europea de Libre Comercio), así como la posibilidad de cerrar el tratado con la Unión Europea, se tornan fundamentales.

Joaquín Pascal, Centro de estudios Etcétera.