Frida Kahlo, Violeta Parra, Juana Azurduy, Ernesto Che Guevara, Alfonsina Storni, Eduardo Galeano, Gilda, Julio Cortázar, Clarice Lispector, una Liga integrada por Micaela Bastidas, María Remedios del Valle, Martina Chapanay, Bartolina Sisa y Victoria Romero, liderada por Azurduy o –atravesando los siglos– por Berta Cáceres. Son los protagonistas de los libros de las colecciones Antiprincesas y Antihéroes, con las que la editorial argentina Chirimbote intenta deconstruir los estereotipos que identifican al género femenino con princesas y al masculino con superhéroes, y proponer una mirada distinta, en la que héroes y heroínas se destacan por su trayectoria, basada en el talento, en la obstinación para perseguir un ideal, en el esfuerzo y en la lucha. La escritora Nadia Fink y el ilustrador Pitu Saá, autores de esas colecciones, estuvieron un par de días en Montevideo con motivo de la Feria Internacional del Libro (FIL), y en medio de una pequeña gira vertiginosa, que los llevó a escuelas de Rocha, Colón y Ciudad de la Costa, destinaron un ratito a conversar con la diaria.

–¿Cómo fue este viaje a Uruguay? Bastante ajetreado...

Nadia Fink (NF): –El día que llegamos tuvimos presentaciones en la FIL. Al día siguiente estuvimos a primera mañana en una escuela en Colón y después en una de Rocha. Las maestras de esa escuela le habían mandado un mail a la editorial en el que nos comentaban que estaban trabajando sobre Frida y nos preguntaban si en algún momento podíamos ir allá. Les mandamos ese mail a los chicos de Gussi, que distribuyen los libros de la editorial, y ellos armaron todo. En la escuela estaban sorprendidos porque les hubiéramos respondido al otro día desde Argentina... Ellos estuvieron trabajando durante meses en torno a Frida, con alumnos de segundo grado, y se presentaron con ese proyecto al concurso de ciencias, en la categoría de ciencias sociales. Nos mostraron el trabajo desarrollado, que había sido hermoso. Formularon sus hipótesis de qué es una antiprincesa, si ellas eran antiprincesas y ellos eran antihéroes.

–Les confieso que leí los libros con un poco de prejuicio, porque pensaba que pretenderían aleccionarme, pero no fue lo que encontré; quizá ayude a que se logre ese equilibrio el hecho de que no se trate de ficción, sino de libros de información, en los que el mensaje no está dado como una bajada de línea. En la elección de personajes que conforman la serie instauran un canon, ¿en qué se basó esa elección?

Pitu Saá (PS): –La idea es un poco, por medio de personajes reales y de sus historias, tocar temáticas que nos parecía que en la mayoría de los cuentos para chicas y chicos no se estaban tomando. Nos interesaba contar la historia de Frida porque nos parecía interesante, y un poco de esa idea nació la colección. También se trataba de desarmar... Veíamos que la mayoría de los libros que podíamos encontrar en las librerías, de Disney y demás, seguían el mismo estereotipo, las mismas historias, el mismo relato. Había una sola mirada; la idea, entonces, era sumar otras, otros relatos acerca de lo femenino y de las masculinidades.

NF: –Qué lindo esto que dijiste de que no sentías que eran bajadas de línea, porque nosotros teníamos esa preocupación. Queríamos que fueran cuentos, más allá de que no son ficción. Nuestro deseo, nuestra imaginación antes de que los libros salieran a rodar, era que las chicas y los chicos los leyeran más de una vez. ¿Qué pasa con la literatura didáctico-moralizante, que baja línea? Los chicos la leen una vez y la descartan porque es aburrida. En cuanto a la elección de personajes, me parece que es posible que haya un canon, pero tratamos de ir corriéndolo. Con Gilda se corre ese canon: lo esperable era que habláramos de Mercedes Sosa. Por otra parte, todas las antiprincesas son latinoamericanas y trascendieron la época en que vivieron, pero si bien son íconos feministas, no son feministas. Son mujeres comunes con una serie de idas y vueltas en sus vidas, que trascendieron cosas. En ese marco, Gilda significaba correr un límite: hacía cumbia, es una santa popular... Muchos se sorprendieron de que la incluyéramos, incluso se enojaron y nos criticaron.

PS: –Por ahí veníamos en una línea más intelectual o progresista, y de repente te das cuenta de que había prejuicios donde uno suponía que no tenía que haber. Son libros que nos interpelan a nosotros mismos: yo no escuchaba a Gilda, no conocía su historia, tuve que romper esa barrera para conocerla y darme cuenta de la riqueza que tenía esa historia, revisitarla, resignificar su obra. Como autores, hacemos una deconstrucción nuestra para después llevarla al libro. Me parece que desde ese punto de vista no hay bajada de línea posible, porque nosotros mismos nos cuestionamos.

–¿Cómo fue la recepción por parte de los niños?

PS: –A mí me sorprendió un poco. Esto empezó como algo muy chiquito, muy modesto, y creció bastante: la prueba está en que estamos en Montevideo haciendo una entrevista, algo que hace dos años y pico no imaginábamos. Es evidente que si no se hacía este tipo de libros no era porque no les interesaran a los chicos y chicas, sino porque había una intencionalidad de que sólo hubiese ese tipo de cosas. Intentamos que no sean una cosa solemne y aburrida, encontrarles la vuelta a las maneras que tienen las nuevas generaciones de acercarse a un libro, de llegar a la información. A los chicos les interesa, los disfrutan, y eso nos deja tranquilos: no es que al padre o a la madre se les ocurra comprar los libros porque tienen cierta mirada.

–¿Arrancaron con Frida Kahlo? ¿Primero surgieron las antiprincesas y después los antihéroes?

NF: –Sí, Frida salió en abril de 2015, y la siguieron Violeta y Juana durante ese año. La idea original era intercalar una antiprincesa y un antihéroe, pero nos embalamos con lo que generó el concepto de antiprincesas. No lo esperábamos y fue claro que había un terreno en el que resultaba necesario... Con los antihéroes también queremos movernos de lo esperable; el más reciente, que todavía no salió acá, es el Gauchito Gil, que es un santo popular de la Argentina y continúa la línea que iniciamos con Gilda. En todos los colegios a los que fuimos, los chicos conocían a Gilda. Les interesa ese libro porque trata de un personaje al que conocen, que les es cercano. Con el Gauchito Gil ocurre lo mismo: allá, en los barrios populares, todos tienen un gauchito; está en las rutas, a los costados del camino, porque protege los viajes. Fue un desertor del ejército por no haber querido pelear en la guerra contra el Paraguay. Lo trasladaban de un lugar a otro para juzgarlo y la policía lo mató en el camino; era algo muy propio de esa época, que podríamos comparar con lo que hoy es el gatillo fácil; la figura histórica funciona como un disparador para abordar la realidad de nuestros pibes y pibas. Antes el santo de las cárceles de Argentina era San La Muerte, pero el Gauchito le está sacando el lugar. En el Instituto de Menores tienen a la Virgen del Luján, que es la virgen de los policías; nosotros vamos con el Gauchito Gil.

–¿Cómo funcionan sus libros en el contexto actual, en el que ha tomado mucha fuerza la lucha del movimiento feminista?

NF: –Nosotros habíamos sacado Frida y Violeta un poco antes de la explosión en la calle de Ni Una Menos –el movimiento feminista, obviamente, viene desde hace mucho tiempo atrás–. Creo que empezamos a pensar en esto de las mujeres porque son doblemente invisibles: la historia suele estar escrita por quienes ganan, entonces nosotros pensamos en quienes perdieron, pero además, por ser mujeres, eran doblemente invisibilizadas. Con el libro Ni una menos. Los primeros años –que también editamos en Chirimbote, aunque es para grandes–, la idea era trabajar la perspectiva de género desde la primera infancia, empezar a pensar en torno a eso y desandar nuestra propia crianza. Fuimos con una bandera bastante sencilla, que era “vamos a contar estas historias, vamos a oponerlas a las tradicionales”, pero el movimiento feminista nos tomó fuertemente como símbolo o como representación de lo que se venía haciendo. Por eso nuestra propuesta terminó de insertarse con tanta fuerza, a pesar de que empezamos chiquitito y sin marketing.

–¿Tienen pensado seguir trabajando en esa línea?

PS: –Hasta que nos aburramos. Hay tantas cosas que revisitar... Estamos viendo de ir buscando otros caminos. Teníamos ganas, el año que viene, de tocar la temática trans. Si el feminismo para niños es difícil, imaginate lo trans. El tema es ese: plantearnos retos.