Con motivo del aniversario de sus 50 años, el miércoles pasado el Instituto de Computación de la Facultad de Ingeniería (Udelar) organizó una mesa redonda que convocó a cinco actores representantes, tanto del ámbito público como del privado, para intercambiar acerca del impacto del productos y servicios de software en los sectores de la economía nacional.

Con más de 10.000 personas empleadas la producción de las 350 empresas que lo conforman, el sector del software contribuyó en 2016 con 2,2% del Producto Interno Bruto del país y una facturación de 1.160 millones de dólares, que incluyen los 670 millones de ventas a más de 50 mercados externos.

“Al día de hoy es un sector comparable al de la celulosa y es inimaginable un plano de la actividad económica sin presencia del software”, afirmó Mariano de Larrobla, de Bantotal, una empresa dedicada al desarrollo de software para instituciones financieras con sede en Uruguay y presencia en otros países de América Latina. Afirmó que se trata de una industria transversal “vertida a todas las industrias” porque, “cuando las empresas empiezan a desarrollarse, derraman para otras”.

Daniel Guerrero, director de Ideasoft, una empresa que ofrece servicios y equipamientos para producciones audiovisuales, resaltó el papel de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento (AGESIC), el Plan Ceibal y Antel, como fuerza “relevante” de puja desde el sector público. “Consolidan y van para adelante”, afirmó.

Desde el plano estatal, Ignacio Horvath, gerente general de ANCAP, señaló el cambio que tuvo en el último año el rol de las Tecnologías de la Información (TI) en la empresa. “Cuando llegué eran simplemente un soporte y hoy ocupan un lugar de relevancia”, afirmó; “compramos el crudo de manera online, lo cual da al proceso transparencia y robustez y a la empresa eficiencia, y también estamos llevando hacia allí los combustibles, para que sean instrumentos digitales”, ejemplificó. El próximo paso de la empresa será la utilización de los datos para buscar predecir cuánto consumirá de combustible cada zona del país y “así hacer nuestra distribución más eficiente” y “reducir los costos de mantenimiento hasta 30%”, contó.

Para el ingeniero, el gran desafío será “desde lo público fortalecer lo privado” y en esto coincidió con el subsecretario del Ministerio de Economía y Finanzas, Pablo Ferreri. Valoró la “capacidad innovativa” de la industria, su “menor aversión al riesgo” en comparación con otras y su doble aporte al desarrollo: desde “el crecimiento y la equidad y cohesión social”. Dijo que el reducido tamaño del país probablemente nos brinde una ventaja y que en este sentido el camino de desarrollo tendrá que ser la reducción de costos “antes que la reducción de salarios” y en eso juega “la productividad que puede aportarnos la tecnología”.

Leyenda urbana

Varios sobre la mesa hicieron énfasis en la falta de personas formadas disponibles. “Hay una leyenda urbana de que las computadoras taran”, dijo De Larrobla, despertando risas entre los presentes, pero llamando a la vez la atención sobre un factor: “La gente les tiene miedo a estas carreras”.

Se trata de una industria con el llamado “desempleo negativo”, dado que la demanda de trabajo supera a la oferta. No se pueden atender ciertas potenciales oportunidades de ventas por falta de gente disponible para hacerlo”, explicó el director de Bantotal , que agregó: “Estamos ante un futuro de pérdida de chance”, porque la desventaja es tal, que “por más que lo intentemos, no vamos a llegar nunca a capacitar a toda la gente que precisamos”. Ferreri nuevamente coincidió: “Sabemos que aunque hagamos todos los esfuerzos no vamos a llegar y por ende va a ser fundamental atraer personas del exterior, por ejemplo, a través de Uruguay XXI”.

El ingeniero industrial, escritor y académico Juan Grompone señaló que “el desafío se tornará aun más difícil porque va a ser innovar donde no haya innovación”. Por su parte, Horvath dijo que es necesario que la Universidad de la República “desde su lugar apoye este proceso de transformación” y que los profesionales recibidos “se sientan empoderados como para liderar este cambio”.

“Bajándose” de su rol dentro del gobierno y ubicándose “como ciudadano”, Ferreri señaló dos cuestiones “políticamente incorrectas”: “Me gustaría ver en una planilla de Excel todas las carreras universitarias y el presupuesto que el Estado le dedica a cada una, la producción de egresados que se obtienen y las tasas de empleo que presentan. Quiero ver si Uruguay está poniendo el peso presupuestal donde debe. No quiere decir cortar la posibilidad de estudiar lo que cada uno quiera, pero Uruguay no es un país que pueda darse el lujo de no direccionar bien sus recursos y menos en el área educativa”.

Por otro lado, consideró que se necesita “apostar muy fuertemente” a la creación de conocimiento desde el sector público, esfuerzo que está “atado a la utilización de ese conocimiento desde el sector privado”, y dijo que actualmente “la apropiación de parte de estos están subutilizadas”.