Doctor en psicología, investigador, docente y vicerrector de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Juan Antonio Huertas se ha dedicado fundamentalmente a dos líneas de investigación: al campo de la motivación y el rol de los docentes en esa área, y al estudio de las personas con alteraciones psicológicas del desarrollo. En su última visita a Montevideo, para participar como docente del posgrado en Psicología Educacional de la Universidad Católica, recibió a la diaria en el nuevo edificio de la Facultad de Psicología para profundizar sobre la motivación en el ámbito educativo.
Juan Antonio Huertas es autor de múltiples investigaciones, artículos y libros sobre temas relacionados con la motivación, el papel de los docentes, las posibilidades de intervención en el aula y la autorregulación cognitiva y emocional. También trabajó investigando el desarrollo y la escolaridad de los niños ciegos, los problemas de comunicación de las personas con sordo-ceguera y el desarrollo comunicativo de las personas con síndrome de Asperger.
Durante su estadía en Montevideo participó en un encuentro de trabajo para investigadores en el área de habilidades socioemocionales, organizado por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), en el que brindó la charla “El contexto escolar, los climas motivacionales y emocionales, y sus efectos en el aprendizaje y la enseñanza”. En este encuentro participaron docentes de primaria y secundaria, así como investigadores de distintas instituciones. El vicerrector de la UAM se adentró en el concepto de clima de clase y expuso los temas más relevantes para la literatura actual y las últimas investigaciones en este campo. Al abordar el concepto de clima de clase, distinguió entre motivacional y emocional, refiriéndose a aquellos aspectos que la investigación viene confirmando como fundamentales. La importancia de enseñar la utilidad que tienen las tareas que se realizan, la explicitación de las metas de aprendizaje, los ejemplos que pone un docente, la autonomía del alumno y el poder de la retroalimentación fueron algunos puntos clave en el marco del clima motivacional en el aula. La empatía de los docentes, la cercanía y el apoyo que brindan son los puntos relevantes en el campo emocional.
–Parte de su trabajo acerca del clima emocional y motivacional del aula se centra en el rol del docente y en el peso que tiene en los aprendizajes su trabajo dentro del aula. ¿Qué características tienen los buenos docentes?
–El buen docente es el que piensa, cuando entra en la sala de clase, que los estudiantes quieren aprender algo de lo que él va a enseñar, que tiene este sesgo positivo. Por el contrario, el mal docente es el que piensa que el que tiene delante es un estudiante que quiere zafar, al que no le interesa realmente, que está obligado, y que realmente está reproduciendo la relación entre presos y carceleros. Creo que la siguiente característica importante de un docente es que genera entornos agradables, seguros y cercanos, que sabe de la materia, indudablemente, y que además es organizado. Por el contrario, un mal docente es aquel que genera escenarios de clase con mucha incertidumbre, en los que la gente siente que está en riesgo, que genera lejanía, distancia, que da poca retroalimentación; es relativamente desorganizado o muy desorganizado; no sabe comunicar lo que sabe o, precisamente, como no sabe comunicarlo, quizá no sabe tanto como cree. Por lo general, las personas que tienen mucho dominio sobre un tema saben comunicarlo; cualquier experto en una materia sabe compartir su experiencia.
–¿Dónde deberíamos poner el énfasis en la formación de los docentes?
–La formación docente es un tema de investigación. Cuando te digo que es un tema de investigación, significa que es un tema que todavía está abierto, que no hay una respuesta evidente. Los buenos cursos de formación docente generan un efecto inmediato de satisfacción, el auditorio sale contento con lo que ha recibido y valora con una especie de smile test al docente. Con eso definimos nosotros que ese ha sido un buen curso de formación. Si luego, pasado un tiempo de ese curso, buscáramos cuántos de los asistentes han usado algo de lo que aprendieron, nos llevaríamos una sorpresa por lo general muy desagradable. Evidentemente los cursos de formación docente están pensados para que la gente acabe haciendo cosas nuevas. Para que esto suceda hay un paso previo, que consiste en poder reflexionar sobre las cosas. Quiero decirte con esto que en el diseño de los cursos de formación docente tiene que haber una parte que facilite la aplicabilidad de lo que se ha aprendido, y un seguimiento. O sea, no tiene que haber cursos de formación docente, tiene que haber programas de formación docente que incluyan el acompañamiento y el seguimiento para que cada docente aplique más o menos lo que quiera. Porque el otro error consiste en obligar a los docentes a aplicar determinadas cosas que quizá no les interesen.
–¿Cómo tendrían que ser estos programas de formación para lograr intervenir sobre lo que el docente hace dentro de su aula, respetando sus intereses y necesidades?
–Lo que dicen las personas que trabajan asesorando y formando docentes es que si se dirigen al docente como si fueran expertos y los docentes inexpertos, no consiguen nada. ¿Cómo cambia una persona? ¿Cómo podemos cambiar a un docente? El ser humano cambia fundamentalmente en dos circunstancias: cuando cree que el cambio es beneficioso, o cuando empieza a hacer cosas distintas de las que estaba haciendo que están encaminadas a que se dé cuenta de que está asumiendo un modelo nuevo. Es decir, uno cambia curiosamente las cosas, por convencimiento o porque está haciendo cosas que al darle sentido acaban cambiando. Esos serían los dos modelos; el primero es mejor. El docente, en definitiva, va a cambiar lo que él considere relevante, como él lo considere relevante y con alguna ayuda: la que él pida. Entonces el modelo de asesoramiento a los docentes tendría que ser distinto. Tendría que ser un modelo que se acerque a cada uno, que haga que reflexione en voz alta, que permita que determine qué cosas cree que tiene que cambiar y ayudarlo a que lo lleve a cabo.
–Un tema presente en el debate actual acerca de la educación en Uruguay ha sido el de la repetición. ¿Cómo se relaciona con la motivación de un alumno y qué peso tendrá en su posterior trayectoria educativa?
–Si tuviésemos que hablar en términos de cuál es el formato ideal, sin meternos en todo lo que es la estructura social e institucional de la escuela, en la realidad del currículum, en los costos que esto genera ni en quién paga esos costos –en fin, si pudiéramos prescindir de eso–, está claro que cuando una persona fracasa en algo, lo que necesita es volver a intentarlo de otra manera. Lo que no se puede es volver a intentarlo de la misma manera, porque cuando una persona acumula fracasos empieza a ser muy poco receptiva a cosas a las que antes era receptiva. Hay una frase que siempre digo y que merece la pena que la pensemos, porque las evidencias que hay sobre motivación no lo demuestran claramente: del fracaso se aprende. En realidad, en psicología de la motivación lo que está absolutamente claro es que del éxito se aprende. Lo que está claro también es que del fracaso se aprende algunas veces y otras veces, nada. Esto tiene que ver con todas las connotaciones de fracaso que tiene repetir. Si lo que estamos buscando es que el alumno repita para señalar públicamente que ha fracasado y para que siga haciendo lo mismo, le estamos exigiendo más dificultad para que aprenda que la primera vez que lo hizo. Si lo que hacemos es que el alumno repita porque va a recibir una enseñanza más segura, más paso a paso, más cercana, estamos garantizándonos que va aprender mucho mejor esta segunda vez que la primera.
–Ha planteado que si hay que poner el foco en alguna etapa del sistema educativo, sería en secundaria, porque en ese nivel ve el reto más grande para la educación en general y para el campo de la motivación en particular. ¿Por qué?
–En secundaria ya tenemos personas psicológicamente adultas, que no comen vidrio, y en cambio las sometemos a un aprendizaje obligado y complejo. Esa situación justifica que sea un escenario educativo difícil. Lo digo porque en general solemos interpretar que es difícil porque son adolescentes, pero si a nosotros, que somos adultos, nos pusieran en esa misma situación también nos rebelaríamos por tener que estudiar asignaturas que no queremos y de la manera en la que nos imponen. Yo no sacaría la conclusión de que el problema de la enseñanza secundaria es que son adolescentes; de hecho, en algunos estudios que he podido leer se ve que el problema es más fuerte en los primeros años, porque es el golpe con ese modelo.