Cuando en 2014 comenzaron a implementarse, los Centros Educativos Comunitarios (CEC) apuntaban a jóvenes desvinculados del sistema educativo formal. Ahora, este programa del Consejo de Educación Técnico Profesional-UTU está habilitado para cualquier joven que termine primaria. Consiste en una propuesta de tres semestres –dos de ellos curriculares y el último de seguimiento– con un fuerte énfasis en una orientación, ya sea informática, audiovisual o robótica, sumado a cuatros materias curriculares (lengua, matemática, deporte y filosofía) que trabajan en dupla con el taller. Luego del paso por el ciclo, el joven tiene acreditado el primer año del ciclo básico en la orientación que haya elegido y puede ingresar a cualquier otra propuesta.

Según explicó a la diaria María Saravia, coordinadora de los CEC, la propuesta se basa en estos tres talleres porque “se está dando un giro hacia lo tecnológico: la UTU está dándole más énfasis a lo audiovisual y a la robótica, que es lo que está en boga”. Saravia también comentó que a pesar de la evaluación positiva de los centros, no hay planes de abrir nuevos. Por el momento, se mantendrán los seis que están funcionando: cuatro en los barrios montevideanos de La Teja, Bella Italia, Casavalle y Casabó; y dos en Maldonado, uno en Lomas de San Martín y otro en Maldonado Nuevo.

Entre los aspectos característicos de esta propuesta está juntar en un mismo curso a jóvenes de entre 12 y 16 años. Para la coordinadora, esta situación particular tiene “ventajas y desventajas”, pero que es “bueno” trabajar con “chiquilines que ya vienen estudiando y tienen el hábito más incorporado y ayudan a compañeros que hace algunos años estaban sin estudiar, los engancha. Se trabaja mucho más la tolerancia, el respeto al otro, las diferencias”.

Por su parte, Alejandro Barreiro, coordinador del CEC de Lomas de San Martín, aseguró a la diaria que entre los 67 estudiantes que pasaron por el centro, “algunos vienen de la escuela, otros están desvinculados desde hace años, otros abandonan alguna propuesta educativa formal a mitad de año y pueden empezar el CEC en julio”. De todas formas, aclaró que al empezar en esa fecha “se egresaría en julio del siguiente año y entonces hay que ver el rendimiento, si amerita acreditar un módulo o dos, porque se trabaja en base a proyectos personales”. Esa es precisamente otra característica de los CEC: el trabajo está basado en proyectos personales. “Se evalúa mucho la capacidad de cada chiquilín, es un trabajo muy personalizado, porque no es lo mismo un gurí de 12 años que otro de 16, y más si alguno ya cursó otras propuestas, los conocimientos no son los mismos y eso se tiene en cuenta”, destacó Barreiro. Para Saravia, los estudiantes “tienen más libertad y flexibilidad para transitar por el centro” y “están más motivados, porque trabajan sobre algo que los inquieta a ellos particularmente”.

Barreiro ejemplificó el trabajo con alguno de los proyectos que realizaron sus estudiantes: “En informática, los chiquilines trabajaron en el diseño de páginas web; en audiovisual hicieron documentales para promocionar el CEC en la época de inscripciones –eso es algo que surgió de ellos mismos, porque cuando fueron a anotarse no podían ver lo que se estaba trabajando–; en robótica hicieron proyectos muy variados, desde cortadoras de pasto hasta faros, todo lo que pueda implicar la programación en robótica”. Para definir qué cursarán en el año, los estudiantes pasan una semana en cada taller al inicio de los cursos: “En base a lo que ellos quieren y el potencial que les vean los profes se les va asignando un perfil, sobre todo teniendo en cuenta qué es lo que quieren estudiar al próximo año, para que tenga sentido”, afirmó el coordinador.

A su vez, la propuesta tiene una carga puesta en la coordinación docente. Según manifestó Barreiro, “todos los días nos juntamos y eso es el fuerte del CEC, porque todos los días evaluamos cómo van funcionando los cursos y eso da la posibilidad de cambiarlos bastante rápido si algo no está funcionando”.

Las inscripciones continúan abiertas durante diciembre y se retomarán en febrero. Según la coordinadora, “algunos centros ya tienen lista de espera”. Cada centro puede recibir hasta 120 jóvenes. El objetivo es que los grupos no superen los 20 estudiantes en cada taller, en ambos turnos. Barreiro acotó que aún hay cupos pero que las inscripciones se han disparado en comparación con 2016.