La robótica educativa es una propuesta que permite trabajar con todas las áreas curriculares. Desde hace un tiempo está incluida como parte de mi proyecto áulico, porque considero que es una herramienta que genera muchas estrategias de aprendizaje a todo nivel educativo. A ello se le suma la propuesta de taller, que permite llegar a un resultado después de atravesar diferentes etapas: discusión, acuerdos, desacuerdos y, por último, consenso. Son microespacios de participación en los que no se ven las diferencias, sino que se parte de ellas para trabajar. Y, por último, la participación de los padres en las actividades áulicas está enmarcada en una pedagogía de aula abierta, a la que las familias siempre pueden ir a aprender y trabajar junto a sus hijos en el momento en que deseen, previa planificación. En esta aula-taller las familias son partícipes de los procesos de aprendizajes de sus hijos; es aquí que hablamos de contextos compartidos de formación.

El objetivo general de la actividad, desarrollada en el jardín de infantes 247, de Sauce, era desarrollar habilidades lógicas, espaciales, creativas y sociales, creando alumnos competentes para vivir en la sociedad de hoy. La propuesta consistía en que alumnos de nivel inicial sean capaces de resolver un problema mediante la programación que contenga un grado de movimiento. Así, niños de nivel tres y cuatro años pudieron crear a partir de material reutilizable (vasos, cartones, hojas, plásticos) el juguete que previamente habían diseñado en los tres grupos. Como antecedente y preparación, hubo una investigación sobre los juguetes por medio de la historia. Fueron surgiendo los problemas: ¿cómo dar movimiento propio a un juguete?; ¿dónde encontrar un kit de robótica? Sólo liceos y escuelas cuentan con el kit, pero los jardines no. Para solucionarlo se establecieron redes con el liceo para que pudieran prestarnos el kit de robótica y que fuera posible llevar adelante el taller. Así fue que se contó con lo necesario para establecer el movimiento a los juguetes. Ni los niños ni los padres no tenían conocimiento del software, y se estableció una retroalimentación en ese proceso de enseñanza y aprendizaje. Las actividades fueron planificadas para una duración de 40 minutos y de la siguiente forma: –crear un juguete que tuviera un grado de movimiento utilizando el kit de robótica Butiá, Lego NXT y materiales descartables;

–imaginar un juguete distinto de los demás que hayan visto;

–establecer un diseño posible del juguete;

–dialogar con las familias sobre la elaboración de este y tomar decisiones acerca de qué materiales reutilizables eran adecuados a la propuesta (cajas, plásticos, etcétera);

–crear el juguete entre alumnos y padres;

–incorporar la robótica a la creación para generar un grado de movimiento;

–utilizar la XO 1.0 para programar en el software TurtleBots;

–exponer la producción de los equipos.

La construcción propia de un juguete que surgió de la imaginación, el diseño, la creación y la programación, etapas fundamentales en la robótica educativa, pone en práctica la capacidad de aplicar la reflexión al diseñar un dispositivo, y cuando muchas veces el resultado no es el esperado. Pero aplicar el ensayo y error hace desarrollar una actitud optimista en el grupo. La integración de las áreas con énfasis en ciencias sociales se sumaron al trabajo colaborativo, que se vio reflejado en la excelente participación de las familias, en la toma de decisiones acertadas y en el uso correcto del software TurtleBots.

Los resultados fueron sorprendentes: se vio la motivación de niños pequeños a la hora de manipular elementos de programación, así como el interés por la ciencia y la tecnología. La resolución de un problema y el trabajo colaborativo en conjunto con la familia en esta aula-taller hizo que los aprendizajes fueran significativos y permitió que la propuesta traspasara los muros institucionales. La utilización de la robótica facilitó el aprendizaje sobre la evolución y la aplicación de la tecnología. Se crearon tres nuevos juguetes que tenían un grado de movimiento, programados por alumnos y padres, que aprendieron haciendo, al igual que sus hijos.

Simplemente tenemos que fomentar un aula abierta y flexible a las tecnologías de la programación y, por supuesto, a la participación de los adultos comprometidos en los aprendizajes de sus hijos. El aula taller nos mostró que la inclusión de la robótica en las aulas de los más pequeños es posible, y los logros fueron sorprendentes.