Para ser coherente con la perspectiva crítica que efectué acerca del taller realizado en el Liceo de Salto, opinaré acerca del material presentado por el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), elaborado por integrantes de la organización Gurises Unidos con la revisión de contenidos del CEIP, el Programa de Educación Sexual de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (1).

Es importante analizar la publicación desde su inicio, intentado comprender el sentido que le atribuyen quienes la presentan como material de referencia para la implementación de la educación sexual en la educación inicial y primaria. Según consta en el prólogo, la directora general del CEIP y la coordinadora de Educación Sexual de la institución expresan: “Esta propuesta didáctica para el abordaje de la educación sexual en educación inicial y primaria constituye un paso más en el proceso por el cual se busca que todos los actores en las instituciones educativas sean activos protagonistas en la inclusión de la educación sexual, acompañando a niñas y niños en sus procesos de crecimiento, desarrollo y aprendizaje”.

A la vez, el psicólogo Gustavo Salles, director de Gurises Unidos, sostiene que “dadas las problemáticas de la educación pública, se vuelve imperativo que se desarrollen propuestas innovadoras que brinden mejores respuestas a nuestros niños, niñas y adolescentes. Estamos convencidos que una muy buena forma es generando alianzas entre el sector público, la sociedad civil, la cooperación internacional y las empresas”. Agrega más adelante que el cuerpo docente “encontrará en este trabajo varias de las respuestas a las muchas interrogantes que se han planteado en el momento de abordar un tema tan cotidiano y a la vez tan desafiante como la educación sexual de niños, niñas y adolescentes”.

No me detendré en el análisis particular del material presentado, tanto en los aspectos teóricos de la primera parte de la guía, como en las 19 actividades ofrecidas como aporte didáctico al cuerpo docente, para realizar acciones en el aula o proyectadas a la familia. Ello excedería el objetivo de esta nota, en la que se desea enfatizar aspectos generales que encuadren la significación y alcances de este material, que busca facilitar/favorecer el abordaje de la educación sexual. A la vez, sería fundamental contar con la perspectiva de profesionales en el área de la didáctica que pudieran evaluar su aporte al proceso formativo en la educación inicial y primaria.

Intentaré resumir mi perspectiva al respecto en algunos puntos sustantivos:

1) Considero que esta publicación, presentada con el aval de las autoridades políticas y técnicas de la educación, podría contribuir a la falacia de creer que con la puesta en práctica de los 19 talleres propuestos, se da cumplimiento a la incorporación de la educación sexual en el proceso formativo integral que debe ofrecer el sistema educativo. Efectuar la necesaria contextualización previa para reubicar el sentido pedagógico de las acciones sugeridas requiere como primer paso la formación del cuerpo docente y un acompañamiento sostenido por parte de las autoridades técnicas respectivas. “No ofrecer pescado, sino enseñar a pescar”.

La propuesta pedagógica sustentada y compartida por los profesionales de distintas vertientes que participamos en los sucesivos intentos y propuestas de incorporar la educación sexual al sistema educativo formal (con profunda experiencia en el ámbito docente) sostuvo siempre como principio innegociable que dicha incorporación debiera llevarse a cabo estrechamente ligada al proceso educativo integral, realizado en la cotidianeidad del aula. No se consideraba oportuno efectuarlo en base a talleres específicos, a los que se recurrió cuando estaban prohibidas las acciones al respecto en el sistema. Se consideró que estas actividades sustitutivas y alternativas llegaban al aula con propuestas preestablecidas desde afuera, que en general resultaban ajenas a lo vivencial de la dinámica del aula en el momento de ejecutarse, por lo que, desde nuestra perspectiva, contradecían la esencia misma del acto educativo.

Existió acuerdo en que el abordaje de la educación sexual en el aula requería metodologías dinámicas y participativas, que transformaran el espacio rígido del aula y que favorecieran el diálogo e intercambio. Por ello, se sugirió la utilización de la dinámica de taller, para partir y dar cuenta de lo que “hay en el alumnado”: sus intereses, motivaciones y preocupaciones. En este sentido, hemos considerado y escrito, con destacadas profesionales en la materia y hace ya bastante tiempo, dos publicaciones dirigidas a docentes acerca de la validez de las “ideas generadoras” que surgen cotidianamente en la intimidad del aula. Ambas resultaron apropiadas y legítimas para introducir elementos de información y reflexión en temas vinculados a la multiplicidad de áreas temáticas involucradas en la educación sexual. Sin duda que esto requiere la atenta mirada y escucha de las y los docentes para intervenir pedagógicamente, calibrando su posible significación en el proceso educativo. Para ello es preciso que se les ofrezca una formación adecuada en materia de educación sexual, que vaya más allá de brindarles recetarios prefabricados. Notoriamente, esto forma parte de las responsabilidades y compromisos de la dirección política y técnica del sistema educativo para cubrir omisiones de años.

Considero que si se quieren trasladar actividades de educación no formal al ámbito formal como aporte adicional, sea para conocimiento y defensa de los derechos de las personas o para propiciar acciones de promoción de salud y prevención de riesgo, entre otras cosas, estas actividades deberían:

-Ser adecuadamente contextualizadas, de forma que se valore su armonización con el marco teórico conceptual vigente en el sistema educativo público.

-Estar engarzadas en el proceso educativo integral, que tome conciencia del contexto social, cultural y de valores en que se inscriben y que propicie en todas las acciones el desarrollo de un pensamiento reflexivo y crítico. Es por ello que la participación del cuerpo docente en la planificación, elaboración conjunta y valoración de la pertinencia y validez de las propuestas constituye un imperativo.

-Considerar y adecuar las actividades al momento evolutivo del alumnado. La distancia existente entre las y los alumnos de educación inicial y educación primaria requiere una particular atención al manejo del proceso educativo, y la generalización de propuestas contradice su validez como aporte educativo/formativo.

-Ser respetuosas del principio de laicidad, así como de todas las cosmovisiones en materia de sexualidad que promuevan los principios de respeto y tolerancia hacia las diversidades existentes y que resguarden la libertad de conciencia.

El objetivo del acto educativo/pedagógico, en términos generales y en particular en lo relacionado con la educación de la sexualidad, debería aportar información científica veraz, actualizada y acorde a la comprensión del grupo etario con que se trabaja, a la vez que favorecer la reflexión y análisis sobre las distintas perspectivas/valoraciones/miradas existentes en nuestra sociedad respecto de los temas abordados.

En este sentido, lo fáctico y lo axiológico deberían estar presentes en el acto educativo, y la reflexión sobre valores debería incorporar la totalidad de las cosmovisiones existentes y, sin duda, ser consideradas a la luz de los derechos humanos. Partir de planteos con objetivos específicamente “deconstrutivos” (en el sentido que sea), como los que se señalan en varias de las actividades de la “Propuesta didáctica”, restringen el potencial análisis crítico que requiere ineludiblemente el progresivo pasaje de la heteronomía a la autonomía en este momento de la vida de las y los alumnos.

El irrenunciable papel formativo que corresponde al sistema educativo debería propiciar en sus estudiantes este aspecto de su desarrollo moral para que, progresivamente, puedan construir su propio marco axiológico, luego de una consideración gradual y reflexiva de todos los sistemas de valores existentes en su entorno: el familiar, el de sus grupos de pertenencia, de referencia, el que ofrecen los medios de comunicación y el ciberespacio, entre otros.

2) La elección/adopción de recursos didácticos debería ser cuidadosamente evaluada en términos de principios, protección de derechos y coherencia con la filosofía y marco conceptual en que se basa la incorporación de la educación sexual al sistema formal. Al mismo tiempo, es preciso que se consideren cuidadosamente los aspectos teleológicos, es decir, valorar detenidamente las consecuencias que las acciones puestas en práctica pudieran tener sobre la población receptora de estas. En este aspecto me remito al análisis realizado por la psicóloga Renée Behar en el libro La travesía de la vida, en el que hace una diferenciación muy clara entre el manejo de un grupo educativo, uno terapéutico u otro que busque cambios conductuales puntuales ante conductas de riesgo, actividades que apuntan a objetivos claramente distintos.

Las actividades de educación no formal generalmente se dirigen a objetivos específicos orientados a cambios conductuales, y brindan un número acotado de encuentros con evaluación inmediata centrada en los aspectos operativos o cualitativos del momento. Tales características no siempre tienen la posibilidad de medir las consecuencias que esas actividades pueden tener en la vida cotidiana de quienes participan en ellas. De igual manera, al tratarse de acciones de corto plazo, es probable que el vínculo con las y los participantes sea fugaz, y no esté a su alcance evaluar el resultado de las acciones efectuadas en el mediano y largo plazo. Diferente resulta la apreciación de las consecuencias de lo puesto en práctica en los grupos dentro del sistema educativo formal. En este caso, se establecen vínculos de cotidianeidad y permanencia que requieren extremar cuidados en las propuestas didácticas utilizadas, para que sean potenciadoras del bienestar de todas y todos los educandos y se evite cualquier exposición a trato discriminatorio que vulnere sus derechos o que pueda repercutir en su proceso de desarrollo saludable actual o futuro.

En base a los aspectos señalados:

1) No considero que este material se adecue a los lineamientos con que se definió la incorporación de la educación sexual como una de las cinco políticas estratégicas del sistema educativo público definidas en diciembre de 2005, ni con la propuesta para su implementación, elaborada por la Comisión de Educación Sexual de entonces, aprobada en noviembre de 2006 luego de casi diez meses de consultas a todos los niveles de la comunidad educativa y la sociedad civil, que deseo/espero que las autoridades de la educación todavía consideren vigente.
Allí quedó expresado con claridad la filosofía y el marco teórico conceptual desde el que efectuar la incorporación de la educación sexual en el sistema educativo. Este marco especifica claramente que “la sexualidad es una dimensión constitutiva de los seres humanos, integrante de la personalidad, en estrecha conexión con la vida afectiva, emocional y familiar de las personas, que se proyecta y expresa en relaciones sociales y en los diversos vínculos que establecen los integrantes de la sociedad”. También se establecen los objetivos de trabajo para la incorporación de la educación sexual, que en términos generales continúan los objetivos del programa de 1991.

2) Del mismo modo, considero que la propuesta didáctica ofrece un modelo para la realización de actividades descriptas cuidadosamente y paso a paso, similares en mayor o menor medida a varias decenas de publicaciones que ya existen en América Latina desde la década de los 70. Posiblemente, las publicaciones a las que aludimos hayan sido de utilidad en su momento para guiar/conducir las actividades de quienes se han introducido en el tema sin tener formación docente previa y desarrollan acciones que no están integradas a la dinámica institucional del sistema educativo formal en una planificación de alcance nacional. Sostengo que la publicación no parece constituir un aporte que enriquezca, dinamice y resignifique la creatividad del rol docente para incorporar la educación de la sexualidad en el contexto del proceso formativo integral de su alumnado. La puesta en marcha de una política educativa de carácter nacional requiere, para su apoyo y sostenibilidad, un cuidadoso balance que garantice el derecho a la educación de toda la población en el marco democrático, laico y plural que nos caracteriza como Estado.

3) A la vez, invito a las autoridades correspondientes a evaluar el balance riesgo/beneficio que conllevan acciones que intentando –sin duda– generar propuestas benéficas, pueden ser interpretadas de forma negativa por distintos sectores de la sociedad, favoreciendo el cuestionamiento de la legitimidad de la incorporación de la educación sexual al proceso educativo integral que brinda el sistema.

4) Finalmente, propongo que en el futuro, con seriedad y compromiso, se destinen inversiones similares al desarrollo de actividades pedagógicas formativas concretas de las y los docentes del sistema, que cuenten con su activa participación en todas las instancias; no solamente para asegurar la calidad de los procesos educativos, sino reconociendo su rol protagónico en la construcción de la sociedad.

(1) Es la primera de dos columnas que se publicarán para tal motivo.