Ya hace un buen tiempo venimos pensando, entre un grupo de educadores y educadoras, por dónde vira la tarea de educar en espacios distintos al de la Escuela (en sentido genérico). Sin dudas, la primera respuesta sugiere que éstos requieren de cierta inventiva propia de cada contexto, dispositivo y/o propuesta socioeducativa.

Un relato de situación para la entrada

A través de una resolución judicial, se determina la desvinculación de un grupo de hermanos de su núcleo familiar en forma provisoria. Diversos informes de organizaciones que en diferentes momentos trabajaron con cada uno de los integrantes de la familia relataban parte de la desprotección. Negligencia en los cuidados, ciertos visos de abandono, relatos que podrían configurar un maltrato, omisión en los deberes de cuidadores de sus hijos por parte de los adultos responsables. Se resuelve que en forma provisoria los niños queden bajo los cuidados de INAU y se trabaje con los adultos procurando un retorno a su medio familiar a mediano plazo o en caso contrario la búsqueda de una alternativa a largo plazo.

Siguiendo: algunas reflexiones

Partimos de la base que toda situación de desvinculación genera altos grados de perplejidad y movimientos internos en los sujetos involucrados y sus redes familiares. La comunidad y el equipo encargado de trabajar específicamente en el momento de la desvinculación no están exentos de ello. Cuando se da a través de todo un proceso judicial, con el involucramiento de distintos operadores, los tiempos y modos de vincularse con los sujetos generan diversos movimientos en el tipo de propuestas a realizar.

Estas son algunas de las situaciones más complejas donde el cometido de la medida es restablecer (o restituir) ciertos derechos, y reconstruir parte de los lazos familiares y sociales para que la medida en sí misma sea efectiva a lo largo del tiempo; separando en principio a los niños de sus referentes adultos. Si a su vez existieran componentes de violencia intrafamiliar se debe trabajar con extremo cuidado y en forma coordinada con equipos especializados en la temática.

En el primer punto de la estrategia a desarrollar se deben tejer diversas redes y marcar algunas líneas de acción, mientras se reconstruye parte de lo discursivo que da origen a tal solicitud. Por ello la importancia del equipo como sostén, cada integrante desde su experticia realizando sus aportes para el desarrollo de la estrategia, conteniendo el dolor y la bronca del momento para pasar al plano de la planificación estratégica.

En todo caso, lo educativo tiene que ver con, por lo menos, dos líneas entrecruzadas en un mar de incertidumbre: la decodificación (tanto con los/as niños/as y adolescentes como con sus familias) de las situaciones específicas que llevaron a esa situación; y la transmisión de cultura en un sentido amplio, en pos de hacer posibles aprendizajes significativos de contenidos valiosos en sí mismos y no únicamente en función de ciertas pautas morales de cómo se debería vivir.

Desde un primer momento el pienso está puesto en entender el contexto en el cual se da inicio a la situación de desvinculación. Sobre todo, qué elementos hay que tener en cuenta para favorecer un posible retorno cuidado, una respuesta a nivel familiar u otra medida de cuidado por fuera de su núcleo familiar para los sujetos de derecho menores de edad.

El trabajo en la comunidad se hace indispensable para entender ese contexto en el cual se dio la situación inicial, qué actores intervinieron y cuáles no. Pero por sobre todas las cosas, si se piensa un retorno, para comprender cuál va a ser el papel de esa comunidad para ejercer como garante de derechos. No obstante, cuando la comunidad expulsa, refuerza ciertos mecanismos de violencia o no logra proteger a aquellos que requieren mayor atención, el grado de vulnerabilidad de los sujetos es cada vez mayor y exige un fuerte trabajo de promoción previo a cualquier retorno.

Entre el lugar y el no lugar

“El ‘hogar’ parece una de las pocas constantes de la condición humana” (Heller, 1996: 125) y cuando los sujetos se encuentran con la posibilidad de modificar su situación o bien dar a conocer su realidad, es fundamental generar las condiciones para construir nuevos escenarios que fortalezcan los aspectos básicos de la vida cotidiana. Esa elección de “el hogar” debe suscitarse desde el trabajo en cercanía. Si esa búsqueda se acompaña y promueve con un no lugar asignado sin consentimiento genuino, difícil será ver un resultado favorable; más aún si implica un desarraigo total (tanto de redes familiares como comunitarias).

Retornando a la situación, se empezó a vislumbrar que la primera solicitud de los adultos referentes estaba asociada a salir de una realidad cotidiana que no precisamente coincidía con la respuesta a dar, por ello la visión de un no lugar significaba una respuesta alejada a las posibilidades de ese momento de todo el núcleo familiar. Ese “no lugar” mencionado como tal, muchas veces oficia de espacio de fortalecimiento para la búsqueda y concreción de una nueva realidad; no así en esta oportunidad.

La protección punitiva del Estado está latente cuando se busca “re-educar”, “dotar de ciertas habilidades sociales” o “restablecer ciertos derechos”, más aún en aquellas situaciones donde el derecho no se ha hecho carne desde la promoción y ciertos agentes exteriores intentan marcar esos límites, reforzándolo a su vez con informes al Poder Judicial. Cualquiera de estas acciones, por más que esté cargada de buenas intenciones, sin un objetivo claro anclado en el Paradigma de Protección Integral de Derechos resultará desde inocuo (rozando la filantropía) hasta nocivo (re-estigmatización y ahora desde un lugar técnico).

Entre acción y reflexión, aparece un lugar para problematizar las diversas situaciones que se presentan a diario desde cada lugar disciplinar. Así, la síntesis de ello nos dará una respuesta como equipo, atendiendo a la demanda. Es así que derivar una situación nunca puede ser dejar a la deriva a otro. Si por familia hacemos acuerdo en que se trata de: un sistema complejo de relaciones múltiples entre individuos, que habitan o no un mismo lugar; donde puede, o no haber vínculo de consanguinidad; el armado de la red familiar (como eso que contiene y atrapa, con sus nudos y tensiones, con grandes agujeros pero que también puede evitar la caída) debe estar sobre la mesa, más aún cuando hay vulneración a la interna de la familia.

Ahí está el segundo paso, trazado de ciertas redes familiares y comunitarias con el otro. En este caso, lo que cada integrante entendía (o entiende) como familia y apoyo comunitario; en paralelo, realizar el armado de la red familiar.

Intentando reducir las prácticas detectivescas

A la hora de presentar una propuesta de trabajo con familias, se vuelve fundamental generar ciertos acuerdos a la interna de cada equipo. Uno de los puntos fundamentales está en ‘cuánto tengo que saber del otro’ para realizar ciertas propuestas. Cuánto de lo que algunos profesionales narran sobre la familia o de la situación de los sujetos (y es compartido como información de relevancia o complementaria) es pertinente para pensar la propuesta. Sobre todo, cuáles serán las alternativas a las situaciones planteadas, ya que las búsquedas de posibles soluciones son construidas en conjunto. En el marco de acciones tendientes a posibles restituciones de derechos, hay que actuar con criterios de corresponsabilidad entre equipos que trabajan con la familia, con responsabilidad a la hora de informar a otros y a sabiendas de los alcances que tienen nuestras expresiones: cuánto puede incidir ello en cada sujeto. Los sujetos muchas veces cargan con ciertas historias familiares difíciles de sobrellevar. Una postura ética reflexiva nos ayuda a reducir daños en la intervención, sobre todo evitando una posible iatrogenia (entendida ésta como una mala praxis e intervenir en base a elementos inexistentes o mal trabajados generando así un mal mayor).

En ese comprender al otro en toda su dimensión, con sus fortalezas, sus posibilidades y debilidades, está la raíz de la concepción de sujeto de derecho. En ese segundo paso se incorporan dos nuevos elementos conceptuales: referencialidad y educación. Toda acción socioeducativa en un dispositivo, requiere pensar los alcances y posibilidades de la tarea educativa en sí. No todo lo que se hace es educación, no por estar elaborando una estrategia de protección se realiza una tarea educativa. No por ser referente se tiene la palabra de todas las acciones a desarrollar con los sujetos. Es un hilo muy fino donde lo educativo va a estar puesto en juego en la medida de que se realice cierta planificación de contenidos a transmitir. Sin transmisión, mediación con la cultura y/o generación de contextos educativos, no podemos hablar de acciones socioeducativas.

Es así que educación será entendida como toda praxis que considere a los seres humanos como iguales en potencialidades y derechos; y esté dirigida a hospedar a los otros recién llegados, a contribuir a la configuración de una identidad personal y a la emancipación, transmitiendo y generando patrimonio cultural. Este proceso se piensa de tal manera que pueda suceder lo imprevisto, aquello que da a llamarse “antidestino”1.

El cuidado necesario

La concepción de institución total (o totalizante) sigue vigente tanto en el imaginario social de las comunidades (reforzado, entre otros, por los medios de comunicación) como de las organizaciones. Se le pide a un otro (equipo o dispositivo) que construya y elabore un cúmulo de estrategias en base a diversos derechos afín de modificar la situación primaria de la familia, pero ello es inviable si no nos apoyamos en ciertos pilares: el trabajo interinstitucional, el trabajo en comunidad, fortalecimiento de las funciones parentales, promoción de derechos, generación de nuevos contextos socioculturales y, sobre todo, el trabajo con el otro. Poder entender parte de las diversas estrategias que fueron elaborando de cara al cuidado de sí para intentar revertir o reconstruir parte de los discursos (los que, en casos como éste, pueden ser lapidantes en el sentido del “ser madre” o “ser padre”), qué se espera de cada comunidad y qué da cada equipo; es parte del nuevo camino a trazar donde cada integrante pueda narrar-se y reconstruir nuevamente los vínculos.

Se vuelve fundamental profanar ciertos discursos; generar un espacio de reflexión y de cambio; trabajar con los adultos aspectos vinculados a la vida cotidiana, brindar un espacio de cuidado (espacio de tiempo y lugar), con una escucha activa y así mismo qué criterios utilizar para derivar según la experticia o especificidad de cada equipo.

Transformar lo “insoportable” y “estigmatizante” es parte del desafío de los equipos que trabajamos cuerpo a cuerpo, buscando las referencias y trazando las estrategias cual navegante traza las cartografías. En cada niño, el cuidado inicial, el abrazo, la contención y reducir el daño y el dolor por la pérdida, para luego buscar otras alternativas tanto vinculares con pares como familiares con los cuales trabajar desde la protección y promoción de derechos. El interés superior del niño no es un discurso, es un acto político que se debe aliar con acciones concretas, que depende del mundo adulto del cual la comunidad, las familias y los equipos no estamos exentos de responsabilidad.


Heller, A. (1996) [1985] Una revisión de las teorías de las necesidades. Paidós. Barcelona, España.

  1. Análisis del trabajo Educativo Social con familias. Entrecruzamiento del trabajo de tres dispositivos” presentado en el marco del 1er. Coloquio Regional ¿Familias Contemporáneas – Intervenciones Contemporáneas? Y en el Encuentro Nacional de Educación Social en el año 2015. Autores: Juan Colman, Matías Meerovich, Esteban Ramírez.