Hay muchos estudiantes en el liceo 74 de Lezica. Entre ellos, un joven de 17 años que va a clases con sus compañeros, aprovecha las tutorías, estudia mucho por su cuenta y tiene el síndrome de Dandy Walker. Esta malformación genera alteraciones del sistema nervioso central que, entre otras cosas, le provocan dificultades cognitivas y lo obligan a usar bastones. Llegó al liceo del barrio a los 15 años, luego de mucho tiempo en una escuela de la que salió prácticamente analfabeto. Hoy presenta importantes avances en su comprensión del mundo y ello se debe, en gran parte, al trabajo del equipo multidisciplinario que trabaja con él en las adecuaciones curriculares que necesita.
Ayer, el Departamento Integral del Estudiante (DIE) del Consejo de Educación Secundaria (CES) presentó los resultados de las adecuaciones curriculares de este año, entre las que se encuentra el caso del liceo 74. Gabriela Garibaldi, coordinadora del DIE, comentó a la diaria los resultados de la Encuesta Nacional de Adecuaciones Curriculares, que toma a 39 liceos del país de forma aleatoria y permite hacer estimaciones a nivel nacional, como que hay alrededor de 17.000 adolescentes que tienen algún tipo de adecuación curricular. El mecanismo consiste en modificar distintos elementos del currículo como la programación en objetivos, contenidos, metodología y evaluación para atender a las diferencias individuales, según detalla la Guía de Adecuaciones Curriculares del CES.
Se estima que hay 5.100 adecuaciones curriculares significativas en curso, que se diferencian del resto en tanto modifican el contenido, la evaluación y la forma de enseñar en todos los componentes del currículum. En esa cifra no se incluyen otras intervenciones “más cotidianas”, como cambiar de lugar a alguien para que no converse, que no se registran para este tipo de medición. En comparación con datos de 2017 se constató un aumentó de 61% en estas prácticas. Este año, por primera vez se compararon los resultados académicos entre los estudiantes con adecuaciones curriculares y quienes no las reciben, lo que arrojó que 85% de los estudiantes con adecuaciones curriculares aprobaron el curso, cifra más alta que el promedio general. Garibaldi subrayó que casi la totalidad de quienes necesitan alguna adecuación la reciben: “Venimos logrando que todos estén adentro, pasen de año y aprendan”.
Una de las dificultades a la hora de la medición es el registro. Muchos docentes hacen un doble trabajo y escriben sus notas en la libreta digital y en la ficha en papel, pero hay muchos otros que no registran las adecuaciones que hacen. Eso es un problema para la construcción de estadísticas, pero también para formar la trayectoria educativa del estudiante. Otro de los puntos a mejorar es la formación de los docentes. A pesar de que una de las principales líneas de trabajo es la formación en servicio, el DIE apunta a que los futuros profesores ya tengan incorporados estos conocimientos. “Cada vez saben más del tema, hay una cuestión cultural de decir que no se sabe cómo hacer, pero en realidad hay mucha experiencia e intuición profesional”, comentó Garibaldi. Al respecto, agregó que la mayor dificultad es percibir lo que ya se está haciendo y entender que las mejoras no tiene que ser para un solo alumno, sino que aportan a todo el grupo.
En la presentación, el liceo 50 de Casabó también mostró sus resultados al trabajar con adecuaciones curriculares. Cuando el equipo interdisciplinario notó las dificultades que tenían muchos de los estudiantes, aplicaron adecuaciones curriculares mixtas; en la mayoría de los casos se trató de entrevistas con los adolescentes, seguimientos y apoyos extras; en otras pocas situaciones se logró modificar la grilla del horario semanal, alternando en el mismo turno horas de aula con espacios de tutorías y clases de apoyo. Uno de los logros que marcaron es que del total de estudiantes que se presentaron con materias previas, 80% aprobó los exámenes luego de pasar por las adecuaciones.
Otras líneas del DIE
El DIE presentó también otros programas en los que está trabajando. Uno es el de trayectorias singularizadas, que presenta mayor énfasis en las adecuaciones curriculares. “Es una versión distinta de las adecuaciones, es trabajar con ese adolescente particular que necesita cursar algunas de las materias con un grupo en general, otras solo y otras en la casa”, comentó Garibaldi. Sólo en el este de Montevideo, este año se registraron 80 trayectorias singularizadas.
“Enlaces con la vida” es la línea de trabajo del departamento para la prevención del suicidio adolescente. Este año, por primera vez equipos multidisciplinarios educativos y de salud pública comenzaron a trabajar en territorio en forma conjunta. “Se armaron grupos de trabajo y de discusión en algunos talleres. Son situaciones muy interpelantes y a veces podemos tener todos los protocolos del mundo y te olvidás, en el momento no sabés qué hacer, es angustiante”, señaló Garibaldi. Además, insistió en que se trabaja sobre la prevención del suicidio y sobre la readaptación de los jóvenes que tuvieron intentos y luego vuelven al liceo.
Otro programa involucra experiencias con la familia y comenzará a funcionar a partir de 2019 en cuatro liceos del país. El objetivo será trabajar en conjunto con los referentes afectivos de los adolescentes –que no necesariamente son los padres– sobre ciertos temas para generar un espacio de comunicación y producción en el que la relación joven-adulto se configure de forma diferente a la tradicional.