Los proyectos solidarios son muchos y variados: desde niños preocupados por el medioambiente hasta adolescentes conmovidos por la realidad del barrio. Los jóvenes lograron ser “protagonistas de su aprendizaje” al integrar el currículum –en sus múltiples áreas– con acciones destinadas a mejorar la vida de ellos mismos y las personas de su comunidad. El martes, el Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario (Clayss) de Uruguay presentó por quinto año consecutivo los resultados del concurso “Educación solidaria”, al que se presentaron 43 experiencias de todos los subsistemas de la educación, la sociedad civil y la educación no formal. Los estudiantes llegaron de 36 localidades de 12 departamentos del país; 16 equipos fueron premiados por sus proyectos de este año y a tres se les dio un premio a la trayectoria por mantener su trabajo activo.

El concurso recibe el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y la asociación civil El Chajá. Según explicó a la diaria Catalina Thölke, coordinadora operativa de Clayss, para destacar algunos proyectos tuvieron en cuenta la aplicación de los temas estudiados, porque “cuantas más asignaturas estén comprometidas, mejor”. También evaluaron el impacto en la institución y en la comunidad, y el nivel de protagonismo de los estudiantes en todo el proceso del proyecto, desde su creación hasta la evaluación.

Thölke considera que este tipo de proyectos tiene su diferencia con el aprendizaje basado en proyectos, en tanto “los docentes pueden trabajar articuladamente y lograr que sea multidisciplinar, ya que se planifica todo el proyecto de forma conjunta, nutrido por todas las asignaturas”. Esto también implica un cambio en el rol del docente, que debe trabajar en equipo con otros colegas y pasar a ser guía del aprendizaje. Además, en todo el proceso la organización hace énfasis en trabajar las habilidades socioemocionales, la reflexión, y la sistematización y comunicación del proyecto.

Entre otros

Una de las menciones a la trayectoria fue para el grupo de Formación Profesional Básica (FPB) del Centro Comunitario de Aeroparque, en Canelones. Comenzaron con la colocación de la señalética con los nombres de las calles del barrio, porque no tenerlos le costó la vida a un vecino, cuando la ambulancia no supo llegar hasta su casa. Los años siguientes participaron con proyectos de reacondicionamiento de los espacios públicos. Otro de los premios a la trayectoria fue para la escuela rural 88 de Las Violetas, también en el departamento canario, que trabaja sobre el medioambiente, con temas como la contaminación sonora o las características de los arroyos.

Otro de los proyectos mencionados fue el de la radio Con Estilo 47, del liceo 47 de La Teja, en la que los estudiantes se encargan de las emisiones y escriben un blog con información sobre educación y las actividades de la institución y del barrio. También se destacó el proyecto Entrebichitos, de la escuela 319 de Casavalle, que trabaja con microorganismos eficientes que sirven para limpiar los pozos negros, los corrales y, al mismo tiempo, fertilizar los cultivos. Thölke señaló que en todos los proyectos hay una “alta participación y un protagonismo estudiantil que hace que se empoderen, que logren gestionarlos y tomen de allí las herramientas que necesitan”.