El sistema educativo policial cambió por completo en 2016, dejó atrás las reglas y expectativas impuestas en la década de 1970 y se renovó para estar a tono con la nueva Ley Orgánica Policial, que también entró en vigencia ese año. Los cambios incluyen una visión única de carrera, prácticas preprofesionales obligatorias en cada nivel y un fuerte énfasis en derechos humanos. El número de estudiantes de la carrera de policía está celosamente controlado por el Ministerio del Interior (MI), que cada año define la cantidad de cupos que habilitará para cada nivel. En 2018 abrieron el primer llamado para el primer nivel de la carrera de oficial policial, en el que se inscribieron 2.800 personas; 600 pasaron a las pruebas teóricas y prácticas, pero sólo había 100 cupos para empezar las clases el 15 de abril.
La Dirección Nacional de Educación Policial renovó su oferta educativa para generar una única carrera, que consiste en cinco módulos (todos cuatrimestrales salvo el primero, que es de seis meses) que equivalen a los distintos niveles de la jerarquía policial: agente, cabo, sargento, suboficial y oficial ayudante; este último, a su vez, es el primer módulo de los estudios superiores en la carrera policial. Todos los ingresos y los pasajes de módulo se producen mediante concursos con pruebas teóricas y de aptitud física.
A diferencia de la normativa anterior, la Ley Orgánica Policial (19.315) responde a la pregunta ¿para qué sirve la Policía?, explicó a la diaria el senador del Frente Amplio Charles Carrera, que fue director general de Secretaría del MI en los tiempos de cambio. A su entender, “antes se podía decir que la Policía servía para el mantenimiento del orden público, y eso es un concepto jurídico indeterminado, que cada gobierno puede interpretar de diferente forma. Sin embargo, la nueva ley orgánica define a la policía como una fuerza civil para el mantenimiento y seguridad de los habitantes, y eso sólo tiene una interpretación”.
La ley trajo nuevas definiciones que cuestionaron el plan de estudios. Según consta en una presentación institucional del sistema educativo de 2016, fue “imprescindible realizar un cambio del paradigma educativo”, porque “desde su creación el sistema educativo policial en Uruguay se basó en cursos de formación y capacitación compuestos por asignaturas de distinta índole de carácter repetitivo, y con fuerte apego a la visión del docente que los impartía”.
“Teníamos que buscar una dinámica distinta; con el nuevo diseño curricular se buscó que existiera una dinámica de conocimientos, que dejara de estar partida en dos jerarquías y pasara a tener un plan único”, explicó a la diaria el director nacional de Educación Policial, el comisario mayor Henry de León.
Un solo plan
Hay dos formas de entrar a la Policía; la única diferencia son los requisitos de inscripción. Para ingresar a la carrera de oficial es necesario ser bachiller, mientras que para entrar en la escala básica como agente sólo se requiere haber completado el ciclo básico de secundaria. De todas formas, De León aclaró que “el escenario indica que la gente se postula a agente con mayor escolaridad que la requerida”. La innovación del nuevo plan es que ambas formaciones –la de oficiales y la de la escala básica– son “espejos”, sintetizó Carrera. Antes, una persona que culminaba la escala básica necesitaba cursar desde el principio la formación de oficiales para, luego, ingresar a los estudios superiores; ahora cada estudiante puede completar la serie de módulos correspondientes y al recibirse pasar a los estudios superiores, independientemente del trayecto que haya seguido.
Desparejo
En cualquiera de las dos modalidades de ingreso hay una disparidad que se mantiene en las inscripciones: los hombres son los más interesados en la carrera policial. En cada nivel se repite la misma situación: sólo 30% de los estudiantes son mujeres.
Otra de las diferencias en la carrera se encuentra entre los estudiantes de la capital y del resto de los departamentos. Como en muchas otras carreras terciarias, la oferta está concentrada en Montevideo: sólo allí se pueden cursar todos los módulos de la carrera de oficial. No obstante, la Dirección Nacional de Educación Policial da la posibilidad de hacer el primer módulo –el de agente– en las jefaturas de cada departamento, antes de tener que trasladarse. De todas formas, un bajo porcentaje de estudiantes deciden seguir esta opción y, por lo general, las jefaturas departamentales no llegan a tener 60 inscriptos.
De León explicó cómo funciona la “equivalencia de conocimientos” de una carrera a la otra: “Tanto el que ingresa para agente como el que ingresa para oficial de policía va a hacer el módulo I. Eso quiere decir que va a estar seis meses en la escuela; son 650 horas de clase con práctica incluida, ya que a los cuatro meses y medio salen a las calles y a los distintos escenarios. Los dos egresan como agentes de policía, con todos los derechos y obligaciones. El que se postuló para oficial de policía pasa inmediatamente al módulo II, y así sucesivamente hasta el módulo V. Mientras tanto, el que se postuló en el pliego de agente comienza su servicio operativo y espera dos años –según establece la Ley Orgánica Policial– para hacer el curso equivalente al módulo II, para ascender. En ambos cursos hay equivalencia de conocimientos: los programas analíticos y las técnicas son los mismas, por eso la carrera tiende a ser única. La distancia está en los tiempos”.
Al tener que esperar dos años para el siguiente curso, que le permite ascender, suele haber una gran cantidad de agentes de policía en las calles, es decir, personas que tienen seis meses de formación. Ante la consulta de si este tiempo es suficiente para cumplir cabalmente las tareas que demanda la Ley Orgánica Policial, De León aseguró que sí: “Es una formación que nosotros estandarizamos, que tiene un volumen de horas importante. Seis meses en una formación para agente es suficiente; después tenemos actualizaciones y cursos continuos, que son derechos y obligaciones para irnos formando para la siguiente jerarquía inmediata, pero en esos primeros meses tienen un porcentaje importante de materias técnico-profesionales policiales. Se los dota de herramientas y se los despliega al servicio, y a su vez el servicio nos da una devolución de cómo están funcionando”.
La cantidad de agentes egresados en las calles también está regulada por el ministerio, que habilita más cupos para ingresar a la escala básica que para la formación de oficiales: este año ya hay 500 estudiantes en el primer nivel de agentes y el 15 de abril ingresaron unos 270 nuevos alumnos. Se espera que para fin de año haya alrededor de 1.000 estudiantes cursando el primer módulo, a diferencia de los 100 estudiantes que entraron a la carrera de oficiales el domingo 15.
Cuestión de práctica
Otra de las innovaciones de la nueva malla curricular de la Policía es el énfasis en las prácticas profesionales. En la carrera de oficiales hay cuatro módulos teórico-prácticos que equivalen a los dos primeros años y luego un quinto módulo que es netamente práctico, comparable, según el director de la escuela, al internado que hacen los estudiantes de medicina antes de recibirse.
Nuevo código
El nuevo Código del Proceso Penal, vigente desde noviembre, no generó grandes cambios en la formación de los policías. Según explicó el director de la escuela, cuando comenzaron el trabajo del nuevo diseño curricular en 2015 ya preveían la puesta en vigencia del nuevo código. “En los cinco módulos hay actividades que tienen que ver con el Código del Proceso Penal. No solamente se les enseña el nuevo código, sino que en las otras asignaturas se les enseña cómo abordar esa temática bajo esta nueva normativa”, puntualizó De León. Además, en conjunto con la Fiscalía General de la Nación, se creó un grupo de seguimiento y apoyo que rompe con el esquema de aula, para ir al lugar de trabajo de los policías y así enfatizar la educación permanente.
De León subrayó que “en cada módulo hay una instancia práctica”. “Hoy día, hay 200 personas desplegadas haciendo práctica preprofesional del módulo V, y conjuntamente hay otro grupo que está haciendo la práctica del módulo II; esos dos grupos se encuentran en la calle. Esa es la forma de amalgamar la teoría con la práctica y que el cadete de menor grado pueda acompañar el proceso con el que ya tiene más experiencia, sin olvidar que a ambos grupos los supervisan oficiales instructores y oficiales en servicio”, agregó. El fuerte hincapié en la práctica, lejos de desmotivar a los estudiantes, ha mejorado la permanencia en el curso; según los datos que maneja De León, desde que comenzó el nuevo plan sólo hay 8% de deserción en el módulo I.
Relacionada con la práctica de los estudiantes está la selección de los docentes. Las estructuras dinámicas del nuevo plan demandan profesores que impartan clases desde su propia experiencia: “Los docentes del procedimiento policial vienen del servicio operativo, los de técnicas de entrenamiento con armamento los provee, en su gran mayoría, la Guardia Republicana. Si vamos a enseñar estadística tenemos un docente de eso: los de derecho son abogados, los de criminalística de campo son oficiales capacitados de la Policía Científica, y todo eso tiene un coordinador”, destacó el director.
Una tarde cualquiera, los estudiantes se juntan bajo la sombra de un árbol del predio de la escuela, en Camino Maldonado, y, libretas en mano, toman apuntes de lo que dice el profesor, integrante de la Policía Científica desde hace años, mientras aprenden a quitar de un árbol un muñeco, del tamaño de una persona, colgado, porque, tal como enfatizó el docente, eso es parte de su trabajo y tienen que estar preparados para todo.