Un grupo de estudiantes atraviesa el pueblo. Todos llevan algo: Jonathan y Tamara, el cartel; Nadia y Martín, el material para realizar preparados; Elena, Joselin, Mathías, Joaquín y Nataly, los microscopios. Y Kevin la paciencia, pues se olvidó del permiso y tiene los minutos contados. La niebla, atrás y adelante, los enmarca.

En la escuela, los niños esperan la campana para salir al recreo. Afuera, en el patio, armamos nuestro Laboratorio Itinerante.

¿Qué es?

La experiencia a relatar no es precisamente una práctica de trabajo dentro de un aula, con una clase determinada y en horario curricular. Tampoco es pensada y puesta en acción desde el rol de docente de aula, sino desde el de docente preparador del laboratorio, un cargo que se da en llamar de “docencia indirecta”. En verdad, lo indirecto o no de la labor depende de la actitud que tome el preparador.

El Laboratorio Itinerante es un proyecto de trabajo del Laboratorio de Biología del Liceo 2 de Sauce, que apuesta a la integración entre estudiantes de primer y segundo ciclo y a su posterior interacción con la comunidad. Es una forma de aprender haciendo, sin competir con el otro o con otros, sin peligro de quedar afuera. Aprender para poder darle al otro y disfrutar con ello.

¿Cómo y por qué surge?

Comienza en 2011 y desde entonces funciona de forma ininterrumpida. Surge en torno a tres premisas, generadas a partir de la praxis como profesor preparador.

a. El lugar: el lugar de trabajo de un preparador tiene el privilegio de despertar la curiosidad. Es un sitio a conocer (ver qué hay) en cada recreo todos los inicios de año.

b. La permanencia: el preparador está todos los días en el liceo y pasa a ser una figura referente de estudiantes y docentes.

c. La ausencia de evaluación tradicional: el estudiante puede consultar y hacer, sin temor a un juicio o nota que lo perjudique.

Estos tres ingredientes permiten lograr un espacio adecuado, donde el aprendizaje no se convierta en el mero acto de transmitir datos. Porque, al decir de la psicopedagoga argentina Alicia Fernández, en su libro Poner en juego el saber, “si bien los maestros necesitan poseer información, su función no es principalmente transmitirla sino propiciarla y crear un espacio adecuado (lúdico) donde sea posible la construcción del conocimiento”.

La construcción de este nuevo saber se da en torno a un desafío, el de poder guiar al otro, que una vez logrado se transforma en alegría de poder hacer. El vínculo que se establece en este espacio de aprendizaje favorece la “confirmación” del adolescente, que se da no solamente porque el profesor y sus pares lo reconocen y valoran su esfuerzo, sino también al mostrar su saber a otro niño o adulto, una confirmación que repercute positivamente en su autoestima, tal como señalan Ariel Gold y Alicia Gómez en su trabajo Psicoeducar 1.

¿Qué hacemos?

Pensamos, discutimos y planificamos diferentes actividades relacionadas con la biología para poner en práctica en otras instituciones o en espacios abiertos. Después reflexionamos sobre lo hecho, para volver a hacer.

Hasta el momento hemos realizado muchas actividades en diferentes centros educativos: escuela urbanas y rurales de la zona, trabajando dentro del aula con niveles y contenidos específicos o en el patio con una propuesta abierta, en el aula comunitaria de Malvín Norte (año 2013), el liceo 2 de Toledo (plan 2012), el liceo 2 de Sauce (con alumnos de cuarto año), y el centro Delfines Sauce. También hicimos intervenciones en la plaza de la localidad y participamos en diferentes ferias educativas.

¿Quiénes somos?

En este momento el Laboratorio Itinerante está integrado por cuatro estudiantes de tercer año del liceo 1 de Sauce: Nataly Graban, Kevin Martínez, Martín Berrutti y Joaquín Rigoli, y seis estudiantes de sexto, quinto y cuarto del liceo 2 de Sauce: Mathías Charbonnier, Elena Peroni, Nadia Lacruz, Joselin Perochena, Tamara González, Jonathan Benítez y la profesora Silvia Ottonelo (ayudante preparadora del liceo 2 de Sauce).

Puesta en escena

Al montar el laboratorio en una escuela o un espacio público se coloca el estudiante en un sitio distinto al cotidiano: él es quien elabora previamente, hace y explica. Esto fortalece su autoestima, le permite transitar por diferentes espacios y conocer otras realidades, impulsa la investigación individual y colectiva, la responsabilidad, y el respeto por los tiempos para aprender.

Al mismo tiempo, las intervenciones realizadas por el Laboratorio Itinerante promueven la integración entre la comunidad y la institución educativa.

La importancia de los factores nombrados (autoestima, generación de vínculos, diversión, capacidad de compartir y expandir lo aprendido) en el proceso de aprendizaje aparece en los testimonios de los participantes del proyecto:

“Me encanta esto de ir a las escuelas y enseñar a los niños sobre biología. Es algo que me gusta mucho. Ya formé un grupo de gente a la que quiero mucho y me divierto mucho con ellos”. Elena, 16 años, integrante del Laboratorio Itinerante desde hace tres años.

“Cada vez estamos haciendo más cosas distintas y estamos aprendiendo más, y me sigue interesando lo que vamos aprendiendo”. Nadia, 16 años, integrante del Laboratorio Itinerante desde hace tres años.

“Me parece creativo… Me gustó, creé amistades, es adictivo de alguna forma y me recrea”. Mathías, 17 años, integrante del Laboratorio Itinerante desde hace dos años.

“Me gustó la propuesta y me pareció un buen grupo”. Tamara, 16 años, integrante del Laboratorio Itinerante desde este año.

“Me gusta mucho y es muy divertido”. Kevin, 14 años, integrante del Laboratorio Itinerante por tercer año consecutivo.

“Me gusta ver cómo los niños se sorprenden al descubrir cosas nuevas y me parece que hay que enseñarles desde chiquitos sobre las cosas que los rodean”. Nataly, 14 años, integrante del Laboratorio Itinerante por segundo año consecutivo.

Silvia Ottonelo, docente preparadora de Laboratorio de Biología.