Cuando se termina el cuarto año de la educación media hay que tomar una decisión. Algunos eligen entre las opciones de bachillerato de secundaria, otros se van a la UTU, y también hay quienes deciden armar sus valijas para terminar el liceo en otra parte del mundo. El Bachillerato Internacional (BI) es un programa académico oficializado desde 1975, extendido en la mayoría de los países, que permite cursar y obtener un título de enseñanza media válido en todos los continentes, apto para ingresar a la mayoría de las instituciones terciarias. Una de las organizaciones que ofrece este tipo de bachillerato es Colegios del Mundo Unidos (UWC, por sus siglas en inglés), que tiene las inscripciones abiertas para jóvenes uruguayos hasta el 2 de setiembre.

La organización inglesa UWC ofrece el BI en 17 colegios de cuatro continentes. Tiene representación en Uruguay, por lo que quienes hayan terminado cuarto año de enseñanza media en cualquier modalidad y no tengan 18 años al 1° de setiembre de 2019 pueden presentar su aplicación y participar en el proceso de selección. Todos los años los cupos varían, pero según informó a la diaria la presidenta de la organización en el país, Mariana Apkarian, los seleccionados uruguayos siempre son entre dos y seis participantes.

Además del BI como programa académico, la organización ofrece experiencias de aprendizaje vivencial a través de diferentes proyectos extracurriculares, instancias de servicio comunitario y una importante presencia de actividades al aire libre, con énfasis en los deportes y las artes. Otro punto característico está en que, en cada colegio, la comunidad de jóvenes proviene de diferentes partes del mundo, lo que decanta en la confraternización a nivel internacional.

Agustina Romero terminó el liceo en Duino, al norte de Italia, en 2016. Durante el primer año en el pueblo compartió habitación con otras tres estudiantes: una de Barbados, otra de Japón y una italiana. “Ya esa experiencia fue interesante; la de Barbados se perdía las clases de la mañana, mientras que la japonesa se despertaba a las cinco de la mañana para estudiar antes de ir a clase”, contó Romero a la diaria y agregó que vivir en esa comunidad hizo que se convirtieran en su familia. Paula Leguisamo culminó el bachillerato en mayo, después de dos años viviendo en Armenia. “Se forma una comunidad muy unida, sentías que podías recurrir a cualquier persona. Me costó acostumbrarme a 200 caras nuevas, pero una vez que me adapté, sentía que no estaba sola”, afirmó.

Sin escritos

El BI tiene un programa académico alejado del uruguayo. Los estudiantes deben elegir dos series de materias, algunas de nivel alto y otras de nivel estándar. Entre ellas debe haber al menos dos idiomas, matemática, una ciencia natural, una ciencia social y optativas, entre las que se impulsan las artes. La presidenta de la división uruguaya explicó: “Es un programa que se evalúa una sola vez al final de los dos años de estudios, en una prueba que concentra todo lo aprendido y que es corregida por profesores que no conocen a los estudiantes porque están en otra parte del mundo. Mientras cursan, los jóvenes completan tareas, monografías, orales y presentaciones”.

Otro de los puntos que caracterizan la forma de evaluación del BI es la participación en la comunidad. Para aprobar los dos años de estudios, los jóvenes deben haber desarrollado habilidades creativas y de relación con la naturaleza y la sociedad.

Para Romero, la diferencia se ve sobre todo en la forma de enseñar: “Quieren que se aprenda técnicamente, pero hay una parte grande de producción. Quieren que los estudiantes hagan cosas, que tengan proyectos”. De allí el hincapié en actividades extracurriculares alejadas de los campos de estudio tradicionales. Sobre las materias, comentó que le llamaba la atención cómo se trabaja lo relacionado a estudios ambientales y el énfasis que tienen las artes, con docentes a disposición de teatro, cine, danza y artes plásticas.

La relación con los docentes también es muy diferente a la que suele darse en Uruguay, ya que, en vez de verlos sólo durante los 45 minutos que dura la clase, en los liceos del programa los profesores viven con los estudiantes en el mismo campus. Según Romero, “son tutores de referencia, como padres de casas. Están pendientes y nos acompañan. Desde la organización fomentan mucho que aunque no tengas una familia viviendo contigo, tengas esos momentos de vida familiar; entonces, por ejemplo, los tutores deben organizar una cena familiar con todo su grupo al menos una vez al mes”. En Armenia, Leguisamo encontró en su profesora de literatura a una persona que siempre le abrió las puertas de su casa para cocinar.

Entrar al programa

En el caso de querer cursar el BI en una de las instituciones de la UWC con una beca total o parcial, hay que pasar por un proceso de selección que comienza en octubre y termina los primeros días de diciembre. Lo primero a hacer es llenar un formulario de inscripción en la página web y con esos datos ya invitan a las familias a participar en una primera instancia en Montevideo, donde se organiza una mañana de preguntas abiertas con la participación de los adultos referentes de cada adolescente, y luego una tarde de actividades de integración, en las que enfrentan a los estudiantes a ciertas situaciones sociales.

“En la primera etapa buscamos que puedan identificar un problema social y empezar a trabajar en esas temáticas. Buscamos la racionalidad y la capacidad de identificar un problema, también la autorreflexión y la resolución de conflictos. Este perfil se busca a lo largo del mundo. Nosotros, al igual que otros países, también hacemos pruebas de corte académico, pero ahora nos enfocamos más en la producción de ensayos, con opinión, con ideas formadas, porque eso es lo que valoramos más”, explicó Apkarian.

En las siguientes etapas se van aplicando filtros según lo que evalúa el comité asesor. Otra de las actividades implica participar en un servicio social, que este año será apoyar a una organización que realiza una olla solidaria itinerante. “Serán dos cocinas en simultáneo en dos puntos de Montevideo. La idea es que ellos organicen todo esto y participen en la actividad”, puntualizó la presidenta. Los finalistas también participarán en actividades que “ejerciten la escucha empática, la introspección a través de la meditación, la producción artística y la escritura. Vamos viendo de exponerlos a actividades a las que no están acostumbrados”, señaló. La última de las etapas es una entrevista con el equipo psicológico en la que participa la familia de los postulantes, porque “la contención es fundamental, durante los dos años afuera y también en el antes y el después”.

El proceso de selección es así de exigente porque se postulan estudiantes de 155 países para los 17 liceos de la organización. En Uruguay el número de inscriptos crece todos los años, y se espera que este año la cantidad de interesados de todo el país ronde los 100. El interés es grande porque más allá de la experiencia en el extranjero, la participación en el programa permite ingresar a otras universidades en el mundo; de hecho, tanto Romero como Leguisamo viven en Estados Unidos, donde están estudiando sus carreras con becas que obtuvieron por contar con el bachillerato internacional. Al respecto, Romero destacó: “Irme fue difícil, pero yo tenía ganas de hacerlo, fue una experiencia genial y ahora se me abrieron muchísimas puertas”.