Desde 1999, todos los años, estudiantes de francés de Centros de Lenguas Extranjeras (CLE) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) participan en una experiencia de intercambio con familias francesas. De esa forma, jóvenes que también estudian en centros de educación media de ANEP –requisito para inscribirse en un CLE– conocen la cultura de ese país en una visita que dura varios días, lo que también les permite perfeccionar su acento y vocabulario.

Analía Martínez, profesora de Francés impulsora de la iniciativa, explicó a la diaria que se trata de una práctica de la lengua pero no en ámbitos de educación formal, sino en la vida cotidiana. En ese sentido, se apunta a que la experiencia sea integral y a que haya una vivencia directa de las costumbres francesas y de la vida con una familia de ese país. Más allá de que la práctica no incluye la cursada académica de asignaturas, está involucrada una institución educativa en el país europeo. Se trata del liceo Uruguay-Francia, que también selecciona a estudiantes interesados en viajar a Uruguay y cuyas familias puedan hospedar a jóvenes.

Si bien durante el intercambio los estudiantes visitan los sitios más populares y con mayor historia, no se trata de un viaje turístico, ya que al hacerlo con una familia local, se vuelve bastante distinto de lo que se podría obtener de un paquete comercial en una agencia de viajes. De esa forma, Martínez consideró que la vida cotidiana durante el intercambio “obliga” a los jóvenes a perfeccionar su vínculo con el francés. El viaje se hace en julio, en el verano europeo, cuando no hay clases en Francia, y los estudiantes del liceo de ese país viajan a Uruguay en febrero, cuando también hay vacaciones. Según explicó Martínez, se apunta a seleccionar a jóvenes franceses que estén estudiando español, de forma que el intercambio también a ellos les sirva para perfeccionar la lengua.

La experiencia

Como todos los años, en julio de 2018 viajaron a Francia cuatro jóvenes uruguayos. Tres de ellos conversaron con la diaria sobre la experiencia y acerca de lo que implicará recibir a los franceses en febrero. Nahuel Crujeira, de 17 años, Gonzalo Paredes, de 18, y Maite Pasek, de 15, coincidieron en que la experiencia de intercambio fue muy enriquecedora. Si bien viajaron juntos, en Francia cada uno se quedó con familias diferentes. De todas formas, para visitar los lugares más populares coordinaban para concurrir en conjunto en compañía de quienes los hospedaban.

“No nos quedamos en París pero sí cerca. Visitamos muchos lugares, como la Torre Eiffel, el Palacio de Versalles, el Museo del Louvre y otros sitios históricos; nos llevaban a los lugares que para su gusto estaba bueno conocer”, contó Paredes. En su caso, ya había tenido la oportunidad de hacer un intercambio en Estados Unidos, y valoró que “estas vivencias te enfrentan a situaciones en las que tenés que actuar para obtener cosas, en la cotidiana”. “Más allá de la mejora en la lengua, que es importante, lo que nos llevamos fueron los vínculos que armamos con las familias y los correspondientes”, como llaman a los estudiantes franceses que los hospedan. Precisamente, Paredes valoró que las visitas a los distintos lugares históricos “no era superficial” sino “algo muy íntimo”, ya que al mismo tiempo se iba generando el vínculo con la familia francesa, a la que no conocen hasta que llegan al país europeo.

Pasek también destacó que durante el viaje su acento francés cambió: “En Uruguay tenemos un acento totalmente diferente, y al hablar en francés allá te das cuenta de que hablamos re diferente. En mi caso, mejoré el acento y también el vocabulario; hay cosas que no aprendés en la clase”. Además, la estudiante del CLE 1 de Montevideo dijo que ya está pensando en la recepción de su correspondiente francés en febrero. “Cuando vengan ellos, voy a tener que guiarlos como si fuera guía turística, yo también voy a conocer cosas de Uruguay que capaz que no conocía. Es conocer más tu cultura y tu país”, dijo al respecto.

Por su parte, Crujeira destacó que el programa de intercambio le da la posibilidad de participar “a cualquier estudiante, no sólo a los que son más destacados en francés y sacan 100 sobre 100 en las pruebas”. “Para viajar a Francia tenés que tener un buen nivel, no es necesario que sea excelente, pero también tenés que saber desenvolverte en situaciones, relacionarte con otras personas”, valoró.

El funcionamiento

Actualmente, por motivos presupuestales el programa funciona sólo para los CLE de Montevideo y Solymar. En todos los casos, los estudiantes hacen el intercambio cuando están cursando el tercer año en el CLE, y sólo pueden acceder a la experiencia quienes se inscriben en cursos de ciclo básico de Francés, en los que deben hacer tres años, con la opción de un cuarto de profundización. Los profesores de Francés de tercer año postulan a los estudiantes con un buen desempeño académico, pero también es un requisito que tengan “curiosidad intelectual” y “la capacidad de poder compartir”, explicó Martínez. La profesora fundamentó que “el perfil social de un estudiante que participa en un intercambio es muy importante”, al igual que el compromiso que tengan con la institución y con el curso, y “que demuestren que el idioma significa algo para ellos”.

Los jóvenes postulados deben pasar por una entrevista con tres docentes de Francés que no hayan sido sus profesores; ellos son los encargados de hacer la selección. El programa de los CLE, que funciona en el Consejo de Educación Secundaria, financia un pasaje, que paga el Ministerio de Relaciones Exteriores uruguayo. Otro de los pasajes lo paga una asociación francesa que trabaja con el liceo de ese país, y el tercero corre por cuenta de empresas uruguayas a las que se les “golpea la puerta”, contó la profesora. En los últimos años las empresas propiedad de Laetitia D’Arenberg fueron las aportantes. El cuarto pasaje lo financian las familias de los estudiantes que viajan, mediante la venta de números de rifa. Por último, la estadía queda a cargo de la familia que los hospeda. Actualmente, el CLE trabaja en conjunto con las familias de los estudiantes para preparar la llegada de los jóvenes franceses en febrero. “Intentamos que sea una inserción familiar, cultural y lingüística para los estudiantes que vienen”, detalló Martínez.

Jóvenes con jóvenes

Un par de semanas atrás, un grupo de ex estudiantes de Francés del CLE fueron a visitar a quienes están en tercer año. Martínez contó que los invitó al curso para que los más chicos “conocieran las posibilidades de futuro de acercarse a una lengua”. “A veces, cuando a los 12 o 13 años optás por un idioma no tenés demasiado claro hacia dónde te va a llevar”, señaló. Rodrigo Mendes, de 23 años, y Germán Martínez y Camila Díaz, de 20, les contaron a los actuales estudiantes del CLE 1 que gracias a su recorrido por la institución, en la que también participaron en el intercambio con Francia, ahora volverán al país europeo. Los tres jóvenes se postularon a un programa del gobierno francés que posibilita que trabajen en centros educativos de ese país como asistentes de profesores de español. Además de tener entre 20 y 35 años de edad y dos años de facultad aprobados, uno de los requisitos para presentarse al llamado era tener al menos un nivel en francés equivalente a la categoría B1, que estos jóvenes lograron a partir de la cursada en los centros de lengua de la ANEP. En Francia los jóvenes podrán trabajar pocas horas a la semana en primaria o secundaria pública y percibir un salario mínimo francés, pero el programa no cubre los pasajes ni la estadía. La idea no es que los jóvenes uruguayos den clases de gramática, sino que puedan hacer un aporte en lo que respecta al uso cultural del idioma. El trabajo de los tres jóvenes comenzará en octubre y se extenderá durante siete meses. Mientras que Martínez irá a Bondy, ubicada unos kilómetros al norte de París, Díaz se quedará en Guadalupe, que es un territorio de ultramar de Francia en el Caribe, y Mendes se alojará en Saint-Denis, a pocos minutos del centro parisino.

En diálogo con la diaria, Mendes recordó que, años atrás, sus padres le insistían en que estudiara inglés porque ese idioma la abriría muchas puertas, y cuando optó por el francés lo hizo “como algo extra”. Sin embargo, esta última lengua le terminó dando más oportunidades. En su caso, el intercambio estudiantil que hizo hace cinco años por el CLE fue la primera vez que viajó en avión. De esa experiencia destacó los vínculos que pudo generar, y para ilustrarlo mencionó que la familia que lo recibió en 2012 es la misma que lo alojará ahora, cuando viaje para trabajar.

En la misma línea, Díaz evaluó positivamente la realización del intercambio estudiantil: “Hay cosas que un paquete turístico no incluye, como sentarte a comer con una familia francesa. Comer queso antes del postre y esas cosas, que si vas a un restaurante no lo hacés porque no lo sabés. En cuanto al idioma, aprendimos cosas más cotidianas, que no aprendemos en una clase. Martínez, por su parte, destacó especialmente la oportunidad que le dio el CLE de haber rendido en forma gratuita el examen internacional Delf (ver recuadro), que consideró muy importante para haber sido seleccionado por el programa del gobierno francés.

Herramientas

Desde hace un tiempo, desde los CLE se le da la posibilidad a los estudiantes de la educación pública de rendir pruebas internacionales de francés en forma gratuita, lo que a partir de este año se va a hacer con otras lenguas, explicó la profesora. Martínez opinó que se trata de “una herramienta democratizadora”, porque por lo general las certificaciones internacionales de idiomas y los diplomas han estado reservado “a algunas elites”.