Hace pocos días, la socióloga Karina Batthyány asumió la secretaría ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) por tres años y se convirtió en la primera uruguaya en desempeñar ese cargo, que antes fue ocupado por el argentino Pablo Gentili. Clacso es una prestigiosa organización que concentra su acción en Latinoamérica y el Caribe, conformada por una red de más de 650 instituciones y asociaciones académicas del campo de las ciencias sociales y las humanidades. Entrevistada por la diaria, Batthyány habló de sus desafíos de gestión del cargo, para el que fue electa a finales de 2018 en la 26ª asamblea general, que tuvo lugar en Buenos Aires, y para el que fue impulsada por un colectivo de cientistas sociales. Según consideró, la elección, que le permitió ser la segunda secretaria general mujer en la historia de Clacso, constituye un “reconocimiento” a las ciencias sociales y humanas uruguayas. Además, valoró que es interesante reflexionar sobre cómo se ven las ciencias sociales desde países pequeños como Uruguay respecto de los más grandes de la región, como Brasil, Argentina y México.

La socióloga explicó las implicancias del “enfoque crítico” con el que trabaja la organización y consideró que no implica una toma de postura por ninguna postura epistemológica ni metodológica en particular. Además, Batthyány adelantó que desde Clacso planteará la necesidad de rediscutir los mecanismos de evaluación académica a la que están sometidos los cientistas sociales, que en los últimos años se han regido principalmente por una lógica mercantil. Como docente de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad de la República (Udelar), Batthyány se dedicó a investigar dentro de los estudios de género y al respecto reflexionó sobre el crecimiento de ese campo de conocimiento y de la investigación feminista.

En el plan de gestión de tu candidatura se mencionaba varias veces la palabra “crítica” para referirse al tipo de trabajo científico que se necesita en el continente. ¿Qué sentido tiene en el contexto actual de América Latina y el Caribe?

El enfoque teórico con el que trabaja Clacso y en el que me inscribo es el de los pensamientos críticos –me gusta decirlo en plural–, en el marco de la teoría crítica. La idea es trabajar en la producción de conocimientos, en la reflexión teórica, pero con la voluntad de incidir y transformar la realidad social. En mi caso, eso está bastante marcado porque provengo del campo de los estudios de género, como socióloga he dedicado toda mi vida a trabajar sobre las desigualdades entre varones y mujeres. Las teorías de género son en sí mismas teorías críticas: si uno rastrea su origen se inscriben dentro de esa corriente. Los desafíos principales que enfrentamos en América Latina son tratar de entender de dónde venimos, qué es lo que ha pasado, por qué se están dando transformaciones en nuestro continente y el mundo, pero preguntándonos qué es lo que podemos hacer para construir alternativas que permitan transformar la realidad social. En ese sentido es que se usa la palabra “crítica”, que más bien es pensamiento crítico.

¿Qué lugar ocupa la teoría crítica en las ciencias sociales en relación con miradas neopositivistas?

Las ciencias sociales siempre se han caracterizado por la multiplicidad de visiones, enfoques teóricos y perspectivas de producción de conocimiento, y está muy bien que así sea. Si hay algo que las ha caracterizado en Uruguay y la región, es esa diversidad de formas de pensar y de investigar. La discusión que ha marcado la trayectoria de las ciencias sociales en general tiene que ver con las corrientes metodológicas, si [optamos por] lo cualitativo o lo cuantitativo, pero creo que eso ya está un tanto superado en la medida en que se han encontrado perspectivas de diálogo entre ambos enfoques. No creo que el lugar de la teoría crítica en las ciencias sociales sea menor o que tenga poco impacto, más bien todo lo contrario. En América Latina el pensamiento y los intelectuales que hemos tenido están muy marcados por el pensamiento crítico, y hay un conjunto muy importante de intelectuales que se enmarcan dentro de esta corriente. Lo mismo ocurre en el caso de Uruguay. Y cuidado: la teoría crítica no toma partido por ninguna de las posturas epistemológicas en la forma de concebir los objetos de estudio y la práctica científica en las ciencias sociales, sino que se plantea la diversidad y la pluralidad metodológica como el camino para acercarse a una mejor comprensión de la realidad social. Con la voluntad de incidir en la realidad que pretendemos conocer, de transformarla hacia sociedades más justas, más igualitarias, más democráticas, que respeten los derechos humanos de las personas, que integren lo diverso, lo plural, las distintas formas de conocer y aprehender la realidad en nuestra región. Esa es la razón de ser de Clacso, por eso reúne en este momento a más de 600 instituciones, más de 400 en la región latinoamericana y otras fuera, que se inscriben dentro de esta perspectiva.

¿Qué opinás de los actuales mecanismos de evaluación a los que están sometidos los cientistas sociales, que muchas veces responden a modelos estandarizados que provienen de otros países y ciencias?

Ese es uno de los puntos que destacamos en el plan de trabajo para la secretaría ejecutiva, que armamos con un conjunto de investigadores e investigadoras. Se ha impuesto un modelo de evaluación que no es el de nuestra región, que lleva a adoptar rápidamente y de manera no crítica estándares de producción y evaluación del conocimiento que por lo menos merecen ser discutidos. Creo, además, que deben ser transformados y que desde la región latinoamericana se deben proponer alternativas a esos modelos que se nos han impuesto, que tienen que ver con lo que se llama capitalismo cognitivo y con la mercantilización de la producción académica. Ahora debemos publicar, pero no en cualquier revista; en revistas arbitradas que pertenezcan al primer cuartil [indicador para medir su impacto], que generalmente son en inglés. Si no, nuestra producción parece no existir, no valer o no estar de acuerdo con los estándares para permanecer en la carrera científica. Los criterios con los que nos están evaluando, además de ser impuestos desde afuera, a veces también son impuestos desde otras prácticas científicas, claramente desde las ciencias naturales y las ciencias exactas. Eso hay que discutirlo, y Clacso es una herramienta privilegiada para hacerlo. Impulsó hace muchos años –y sigue trabajando con fuerza en torno a eso– el derecho al conocimiento, para que lo que producimos quienes trabajamos en investigación sea de acceso abierto para quien quiera acceder y que no sea publicado en medios que impliquen una mercantilización, revistas en las que hay que pagar para publicar y para leer. Ahora es el momento de discutir los criterios de evaluación que se han impuesto en todas nuestras universidades y de tratar de modificarlos. Hay iniciativas a nivel internacional, algunas vinculadas a lo que se conoce como el programa Dora, para proponer indicadores de evaluación que tengan en cuenta otros criterios, como el tipo de producción que se hace, la profundidad de ese conocimiento, los medios por los que se accede; distintos indicadores que son difíciles de resumir en esta entrevista. Como Clacso vamos a dar esa discusión. En 2019 vamos a organizar un debate regional en torno a este tema, vamos a producir documentos y posicionamientos que empiecen a intentar modificar o, por lo menos, no tomar estos criterios como los impuestos.

¿Estas políticas de publicación no van en contra de que los hallazgos y debates salgan fuera del ámbito académico? ¿Cómo considerás que se ha avanzado en ese sentido?

Otro desafío tiene que ver con para qué producimos conocimiento en las ciencias sociales. No es simplemente por el placer de conocer, sino para conocer y transformar. Para transformar se necesitan muchas cosas, pero sin duda hay dos que son indispensables: el contacto de ese conocimiento y de quienes lo producen con los movimientos y actores sociales, con las distintas formas de expresión social y también con las políticas públicas, que son herramientas que producen transformación social. Es importante que las políticas públicas estén informadas en base al conocimiento que producen las ciencias sociales. Hay muchos ejemplos, pero siempre pongo uno en el que me ha tocado trabajar como investigadora, que es la producción de conocimiento en torno a la temática del cuidado en Uruguay. La academia uruguaya ha generado muchísimo conocimiento, pero no quedó guardado en una oficina de la FCS; se puso en interacción con la sociedad civil, con todos los movimientos en torno a las políticas de cuidado, principalmente el de mujeres, el de personas mayores, el de los movimientos por la infancia, etcétera. También entró en articulación con quienes hacen la política pública –ahora la Secretaría Nacional de Cuidados– para interactuar en la búsqueda de cuáles son las mejores herramientas para cambiar la situación de los cuidados en Uruguay, a la que tenemos identificada como el nudo crítico de la desigualdad de género. Así surge, entre otros aportes, la política del Sistema Nacional Integrado de Cuidados. Ese es un ejemplo de lo que se busca cuando uno genera conocimiento en las ciencias sociales, y es el objetivo de Clacso.

¿Cómo te proponés encarar desde Clacso las desigualdades de género dentro del mundo académico?

En los últimos años, a nivel latinoamericano ha crecido el movimiento feminista o la ola verde, como se le dice. Tiene su manifestación, como hemos visto en Uruguay los 8 de marzo, por ejemplo, o en los temas vinculados con la violencia de género. Se ven la expresión y la fuerza de ese movimiento, pero es una corriente que recorre toda América Latina. Ese tema también interpela a las ciencias sociales, más allá de que son un campo de participación profesional muy feminizado, en el que las mujeres somos mayoría. Por otro lado, están las dificultades de acceso a la toma de decisiones que tenemos las mujeres en todos los ámbitos. En el parlamentario es en el que la gente lo ve con mayor facilidad, salvo en los países que tienen leyes paritarias. En el caso de Uruguay, la representación política de las mujeres es muy baja también en el ámbito ejecutivo y en la academia, aunque ha crecido. Las universidades son un lugar de mucha resistencia a la llegada de las mujeres a puestos de decisión. La Udelar nunca ha tenido una rectora: tiene muchas decanas, cada vez más, pero no rectoras. Una se pregunta por qué, con la cantidad de mujeres que trabajamos en la Udelar. Lo mismo ocurre en otras instituciones académicas y en Clacso, donde en 50 años de existencia sólo una mujer había estado en la secretaría general [la puertorriqueña Marcia Rivera, entre 1991 y 1997]. Desde nuestra propuesta también interpelamos eso diciendo que es momento de que se pueda dar oportunidad a las mujeres de Clacso, no sólo para integrar los grupos de trabajo o el comité directivo, donde hemos estado siempre, sino en los lugares de toma de decisión o de mayor jerarquía. Durante la campaña y antes de conocer los resultados de la elección, planteamos que mi candidatura también buscaba mostrar que hay mujeres dispuestas a ser candidatas. Muchas veces dicen que sería bueno que hubiera una mujer pero no hay candidatas, o que no hay mujeres con los perfiles adecuados para llegar a esos lugares. Eso es falso, es un mito: hay mujeres igual de capacitadas que los hombres en cualquier institución que te plantees, me resulta difícil pensar en una en la que no haya una mujer con las mismas condiciones que un varón para llegar a la dirección de esa institución. También había que demostrarlo en Clacso y por eso acepté, impulsada por un grupo importante de feministas latinoamericanas. El resultado fue favorable y me permite ocupar este lugar. Es un desafío muy importante, también porque implica lo que debe ser un devenir feminista de Clacso, que realmente sea sensible y esté permeado por esta perspectiva de género. Que permita la participación de mujeres en todos los niveles y también de varones, pero los varones ya participan.

¿Cómo es tener una agenda feminista de investigación en un ámbito muchas veces resistente a ello?

La investigación feminista y con perspectiva de género siempre ha sido muy resistida y considerada un tema menor –no hablo de Clacso sino a nivel general–. Además, se decía que se trataba de un problema de las mujeres y ellas debían ocuparse: “Que lo investiguen las mujeres y que ellas propongan las soluciones”. Eso está cambiando, realmente se está abriendo la perspectiva de que es un tema central para la igualdad y la equidad social. No es un tema menor ni poco importante, sino que está realmente en el núcleo de las desigualdades sociales, y si uno quiere comprender la realidad social no puede esquivarlo. Eso ha dado mucho trabajo, ha sido un esfuerzo importante de muchas investigadoras y algunos investigadores de la región y el mundo para ubicar este tema dentro de los principales de las ciencias sociales. Hoy lo está, más allá de que también puedan existir presiones, más propias del pasado que del presente, que sigan considerando esto un tema menor que hay que hacer porque es políticamente correcto. Eso ha empezado a transformarse, hay muchos ejemplos de lo que ha sido la trayectoria de los estudios de género en la Udelar, en la Universidad de Buenos Aires o en universidades mexicanas, chilenas, brasileñas o muchas otras. Ha sido un largo trabajo de muchas cientistas sociales para colocar este tema dentro de las corrientes principales del pensamiento crítico social latinoamericano. Dentro de Clacso este tema siempre estuvo planteado como un eje de investigación y de preocupación. En esta gestión que empieza vamos a fortalecer esa perspectiva.

¿Cómo debe darse el vínculo entre las disciplinas dentro de las ciencias sociales, donde muchas veces entran en competencia, y de estas con otras ciencias?

Entiendo el trabajo de las ciencias sociales como interdisciplinario por naturaleza, más allá de las especificidades o las particularidades de cada disciplina, que son importantes y no hay que desdibujarlas. La única forma de comprender lo que está ocurriendo es la perspectiva interdisciplinaria. Eso también ha avanzado en nuestra forma de trabajo, pero también hay que profundizar el diálogo con otras ciencias, sobre todo con las ciencias naturales, con las que tenemos grandes temas. Por ejemplo, todo lo que ocurre a nivel de medioambiente y en la cuestión de género, donde es necesario ese diálogo. Si no, es imposible que el conocimiento avance, que se produzcan las transformaciones que queremos impulsar. Nuestra propuesta para el próximo período es promover mejores canales de diálogo y de trabajo conjunto con otras ciencias, en los que en primer lugar se buscará el diálogo entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. El conocimiento que proviene de las ciencias naturales nos interpela a los cientistas sociales, incluso a lo que ya podíamos tener integrado a nuestro conocimiento. Va a ser un desafío interesante.