El Consejo de Educación Secundaria (CES) está trabajando en expandir la línea de educación inclusiva en sus liceos y ha creado un grupo de trabajo denominado Mandela en CES. Aunque los programas son independientes, el nombre hace referencia a la política desarrollada por la Red de jardines y escuelas Mandela, que funciona en el Consejo de Educación Inicial y Primaria y que trabaja la inclusión de estudiantes con discapacidad en las escuelas comunes. En mayo comenzó a funcionar en ocho liceos de todo el país un proyecto piloto con un diseño simple, según caracteriza Mónica Ratto, coordinadora desde Planeamiento Educativo de Secundaria del grupo de trabajo Mandela en CES, que apunta a que los estudiantes con discapacidad estén en el aula común y que en el liceo trabaje un tutor encargado de asesorar a los estudiantes, a sus familias y, fundamentalmente, a los docentes que trabajan en el aula.
Ratto reconoce que la iniciativa surgió porque la educación inclusiva en secundaria es “un debe”, si bien es una de las líneas de política educativa del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) en este quinquenio. Pero la inclusión en la educación refiere a muchas cosas. “Durante mucho tiempo nuestro país entendió el desarrollo de esta línea de política educativa con el foco puesto en lo social: cuando se universaliza el acceso a la educación media, la preocupación fue cómo incorporar poblaciones que nunca habían estado en la educación media”, grafica Ratto.
Tradicionalmente, en el CES la discapacidad fue trabajada por el Centro de Recursos para estudiantes sordos (Cereso) y el Centro de Recursos para alumnos ciegos y de baja visión (Cer), más allá de cómo actuaba cada uno de los liceos cuando llegaba algún estudiante con discapacidad. Ratto y Richard Delgado, coordinador general del espacio Educación y TIC (tecnologías de la información y la comunicación) del CES, aseguran que la propuesta de Mandela en CES se ha nutrido “de investigaciones que se han hecho en esas instituciones y que muestran qué tipo de cosas hacían”. Pero además de lo que los liceos y los centros de recursos hacían, en 2017 la aprobación por decreto del Protocolo de Actuación para la Inclusión de Personas con Discapacidad en los Centros Educativos generó la obligación de pensar el tema: “Entendimos que no obligaba solamente a los centros educativos, obligaba a los lugares centrales del CES a dar una respuesta, a terminar de construir un diseño”, explica Ratto.
Así, en el área de Planeamiento Educativo se conformó un grupo de trabajo formado por el Espacio Educación y TIC, el Departamento Integral del Estudiante, el Cer y Cereso y la inspección docente, con el objetivo de “darle sentido de unidad o consolidar todas esas prácticas que ya venían produciéndose a nivel central y en los liceos”, dice Delgado. El concepto que determina el diseño propuesto es el de aula ampliada: el estudiante tiene que estar en un aula común, junto a sus compañeros, debe trabajar junto a un tutor, y puede trabajar en un espacio virtual de aprendizaje. Los tutores son docentes que ya trabajaban en los liceos y que ya venían trabajando en la inclusión; a ellos se les refuerza la carga horaria y serán los encargados de acompañar y asesorar a los estudiantes, a sus familias y, en particular, a los otros docentes de aula que deben trabajar con el estudiante.
Estrategias singulares
El principal trabajo de los tutores, asegura Ratto, consiste en “acercarse al estudiante, identificar qué necesita y acercarse al docente”. Descarta de plano la palabra “diagnóstico”, para “correrse del paradigma médico” con el que tradicionalmente se ha abordado el tema de la discapacidad, y explica que el tutor elabora un informe pedagógico sobre el estudiante. “Por ejemplo, ¿qué significa que tiene memoria a corto plazo? ¿Qué posibilidades tengo yo como educador? En Literatura, un estudiante de tercer año que tenga problemas para abstraer, con memoria a corto plazo, por ahí nunca puede reconocer lo que es una metáfora, pero puede hacer un excelente relato de una obra de William Shakespeare. Lo que tengo que hacer es tratar de ver cuáles son sus potencialidades y desarrollarlas al máximo”, explica la coordinadora del grupo de trabajo. En conjunto con los estudiantes, su familia y los docentes, el tutor debe diseñar estrategias de aprendizaje en base a la normativa y los recursos que ya existen (ajustes curriculares, planes de estudio, actividad presencial o virtual, materiales de los centros de recursos), para que los jóvenes puedan cursar en cualquier centro educativo.
No son liceos especiales
El piloto comenzó en mayo de este año y actualmente hay ocho liceos con este esquema; para 2020 la idea es poder aumentar el número de tutores en liceos, aunque todavía no está claro a cuántos. Ratto tiene en cuenta del riesgo que se corre si el proyecto no se expande rápidamente, y “es que se visualice al liceo que tiene este recurso como un liceo especial”, algo a lo que no quieren llegar.
Si bien este formato permitiría trabajar con todos los estudiantes que lo requieran, en esta primera etapa se está buscando visibilizar las situaciones de los adolescentes con discapacidad, y a eso apuntan las formaciones que están recibiendo los tutores, ya que se busca deconstruir el paradigma con el que se abordaba este tema. “Lo que tenemos en nuestras aulas, en los liceos que están trabajando con estudiantes con discapacidad, es mucho más un proceso de integración que de inclusión; tenemos que trabajar mucho para deconstruir el viejo paradigma”, afirma Ratto. Según la docente, este paradigma tiene que ver “no solamente con el concepto de discapacidad, sino con la construcción de una idea de que todos aprendemos de la misma manera. Y que la propuesta educativa, la igualdad o la justicia, se construye con igualdad de formatos o igualdad de propuestas”. En contraposición, el paradigma social de la discapacidad plantea que “hay tiempos distintos, capacidades distintas, intereses distintos, que el sistema educativo debe tener una vigilancia sobre esas trayectorias singularizadas, y que eso no implica que haya una propuesta diferenciada con pérdida de calidad, sino que las propuestas que se construyan deben tener un marco común y deben hacer foco en cómo progresa cada estudiante. Hoy estamos bastante lejos de esa idea, pero nosotros queremos empezar a construirla haciendo foco en la discapacidad”.
Respecto de los docentes que oponen resistencia a trabajar en forma diferenciada con los estudiantes, Ratto apunta a que los docentes “vienen transitando una ruptura epistemológica, de cómo le enseñaron y cómo se vio a sí mismo como docente, a reposicionarse en un aula en la que de pronto aparecen muchos diversos”. La coordinadora del grupo asegura que “hay que apostar y confiar en los docentes”, que hay “muchos más docentes de los que uno se imagina” dispuestos a trabajar en esta área, y recuerda que el piloto busca el “ida y vuelta” entre las experiencias que se desarrollan en los liceos y lo que se pueda aportar desde la centralidad. A su vez, desde el grupo de trabajo apuestan a generar “comunidades de aprendizaje”, conectando entre sí a los directores, inspectores y tutores.
El grupo de Mandela en CES se reunió con representantes de varias organizaciones de la sociedad civil que trabajan en el tema de la discapacidad, en un encuentro en el que presentaron esta estrategia y respondieron varias preguntas. También tuvo una reunión con las autoridades del CES, que respaldaron lo actuado. “Este trabajo inaugura una mirada inclusiva, un reconocimiento a las instituciones de lo que se venía haciendo, y es un camino en el que la educación media tiene un gran debe, que tiene que ver con las concepciones, salir del viejo paradigma y empezar a plantearse qué significa verdaderamente una educación para todos, a tantos años de conferencias internacionales. Cómo garantizar formas, formatos y prácticas que permitan que estén todos los diversos. Eso es un camino mucho más largo”, manifiesta la coordinadora.
Aportes tecnológicos
El Espacio de Educación y TIC integra el grupo de Mandela en CES, porque en muchos casos se ha requerido el aporte de la tecnología para favorecer la inclusión de estudiantes con discapacidad en el aula. Uno de los espacios virtuales de aprendizaje con los que cuenta el CES es el portal Uruguay Educa, donde están alojados todos los recursos generados por Cereso, que adaptan y traducen a Lengua de Señas Uruguaya los materiales que reciben de los docentes sobre distintas disciplinas. “Allí hay un aporte de la tecnología, porque requiere todo un dispositivo funcionando, que sea accesible y que esté disponible en cualquier momento y lugar”, explica Richard Delgado.
La tecnología también ofrece alternativas cuando, por distintos motivos, los estudiantes no pueden asistir regularmente a clase: “El uso de una plataforma educativa sería un ajuste que permitiría que ese estudiante tuviera acceso de mejor manera a los materiales. Eso es muy a medida: tenemos los dispositivos tecnológicos y la posibilidad de hacerlo; después hay que implementarlo con los tutores y los docentes de ese estudiante. Uno de los roles del tutor es articular de qué manera los docentes podrían acercar a los estudiantes recursos de manera diferente, que eso también requiere una formación”, añade.
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