El sistema educativo tiene un vacío: una vez que un joven con pluridiscapacidad cumple 18 años no hay propuesta que lo integre al sistema formal. Durante años un grupo de madres y padres de jóvenes con pluridiscapacidad tocaron puertas del Estado para generar un espacio donde sus hijos puedan seguir con su desarrollo académico y social. La mayoría de los muchachos no puede hablar, pero se hicieron escuchar y luego de muchas reuniones, el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) recogió el reclamo y en conjunto con otras instituciones formó el primer centro educativo de atención a jóvenes con pluridiscapacidad de transición a la vida adulta, identificado con el número 387, que se inauguró la semana pasada.

La institución funciona en el predio del centro Tiburcio Cachón (ver recuadro). Allí estudia Karina, de 23 años, que espera poder aprender allí todo lo necesario para formar un emprendimiento de estampado. Ahí conoció a su amiga Florencia, una joven con ceguera y sordera que cada vez se comunica con más fluidez, superando las expectativas de las maestras. Juntas comparten las mañanas con Richard, un muchacho ciego con autismo que parecía que no iba a poder hablar en el centro, pero hace pocas semanas logró decir el nombre de la directora. En total son 17 jóvenes de 18 a 30 años con pluridiscapacidad –todos tienen alguna discapacidad motriz o ceguera, y otras patologías asociadas– que luego de su paso por las escuelas especiales del CEIP y algunos talleres que ofrece el Consejo de Educación Secundaria quedaron sin ningún lugar público al que ir todos los días.

Tiburcio Cachón

Hasta este año funcionó en el predio del centro Tiburcio Cachón un espacio de rehabilitación para personas ciegas o con baja visión. A fines de 2015 el Mides anunció que cerraría el Cachón y los usuarios se trasladarían al Centro Nacional de Discapacidad Visual en el Instituto de Ciegos Artigas. Eso desató fuertes protestas, incluyendo una ocupación de las instalaciones que duró varias semanas. La polémica siguió por años e incluyó una interpelación a la ministra Marina Arismendi. Finalmente, la mudanza se concretó en abril, aunque hasta hoy algunas clases de rehabilitación para personas ciegas siguen funcionando en el Cachón. A pesar de que las clases ya hayan comenzado en el Instituto Artigas, los usuarios mantienen su postura y aseguran que las condiciones no están totalmente dadas para trabajar en ese nuevo lugar.

La demanda del colectivo de padres era clara: el Estado prepara a los niños y jóvenes para que transiten la educación pública y luego no hay una red que los sostenga en su paso a la vida adulta, por eso la importancia de este lugar. Durante los primeros meses del año, cuando se abrieron las inscripciones, llegó a haber más de una centena de interesados, por eso se tuvo que crear un perfil de estudiante y comenzar a hacer entrevistas, según contó a la diaria la maestra directora Bettina Broglia. El objetivo de esta institución es ofrecer talleres donde los jóvenes puedan desarrollar ciertas habilidades, sobre todo relacionadas a la motricidad fina, y que cuando egresen sean capaces de acoplarse al mundo del trabajo.

El centro comenzó a funcionar formalmente cuando se mudaron al Cachón a fines de agosto. Allí se instalaron la directora y dos maestras especializadas más, un profesor de arte y fotografía y una profesora de educación física, todos cargos provistos por el CEIP. A ellos se sumaron talleristas de sublimación (estampado), de agraria, de telares y de tejido, que dependen del Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop), uno de los socios de Primaria en este centro junto con el Ministerio de Desarrollo Social (Mides).

Foto: Mariana Greif.

Foto: Mariana Greif.

De lunes a viernes

Florencia fue la última en llegar la mañana del martes 22. En la gran mesa del comedor ya estaban desayunando algunos compañeros junto con los profes: leche y pan con manteca o mermelada era el menú, pero Florencia sacó dos alfajores de chocolate de su bolso, uno para ella y otro para su amiga Karen. Además, había llevado tres libros para compartir con sus compañeros, el clásico Los tres cerditos y dos que tenían una particularidad: eran cuentos infantiles escritos en braile. El desayuno giró sobre esos extraños libros que se leían con los dedos.

Luego del desayuno, los estudiantes se dividen para pasar por los distintos talleres. A futuro la dirección buscará aumentar la cantidad de estudiantes y talleres (ver recuadro), pero por ahora los 17 estudiantes se dividen en dos turnos y comparten los distintos espacios en duplas, ya que es muy difícil que todos asistan todos los días.

La idea es que las maestras acompañen a los talleristas cuando el trabajo sea grupal y que puedan trabajar de forma individual cuando en el taller también se trabaje uno a uno. Florencia y Karen se fueron con la profesora de Educación Física al gimnasio, que queda en otra parte del predio. El primer ejercicio fue que Karen pasara de su silla de ruedas a la gran pelota de gimnasia; una vez que se acomodó, Florencia comenzó a hacerle masajes en la espalda. Al rato llegaron Fabián y Camila al gimnasio. Fabián es un joven con discapacidad motriz e intelectual, no desarrolló el lenguaje durante su paso por la educación formal pero logra hacerse entender; por ejemplo, encontró su pelota azul favorita y mostraba entusiasmado como lograba hacerla sonar cuando giraba entre sus manos.

A futuro

En 2020 comenzarán a funcionar dos turnos en el centro, y se espera poder trabajar con el doble de personas que este año. Para eso, evidentemente, es necesaria una mayor inversión en recursos humanos, lo que esperan suceda cualquiera sea el próximo gobierno. Entre las estrategias de cara al futuro, alumnos de la escuela especial 200 ya están visitando el predio, para familiarizarse con el lugar, porque muchos de esos estudiantes serán estudiantes del centro en los próximos años. Además, proyectan convocar a los padres para hacer talleres con especialistas sobre el tema discapacidad.

Saliendo del gimnasio, en el inmenso patio del Cachón estaban los profesores del taller agrario y de arte construyendo un invernadero junto a Richard y Diego. Más tarde, las chicas decidieron llevar el gimnasio afuera y aprovechar la mañana de sol haciendo actividades cerca del invernadero. Pusieron unos conos adaptados y jugaron a embocar el aro en el cono, también armaron un circuito alrededor de unos árboles para que los estudiantes ciegos lo pudieran recorrer a través del tacto y así empezar a familiarizarse con el nuevo espacio.

Foto: Mariana Greif.

Foto: Mariana Greif.

El trabajo continúa hasta las 12.00: pasan entre media hora y 40 minutos en un taller y luego rotan. Después de pasar por la pelota y los aros, Karen y Camila siguieron su rutina y fueron al taller de sublimación. Allí las esperaba la profesora, que había prendido la máquina de sublimar hacía varios minutos, así cuando llegaran estaba todo pronto para empezar. La habitación con grandes ventanas tenía todo preparado para hacer pines, tazas y camisetas con el logo del centro. Karen explicó que es importante tener cuidado con las temperaturas, porque la máquina se eleva varios grados y mostró orgullosa una camiseta estampada que acababa de hacer la profe.

Proyecto

Entre lo que parece unas horas para pasarla bien hay un proyecto pedagógico. “Nuestros proyectos no están enmarcados en el programa del CEIP, porque no son niños, son jóvenes adultos, el abordaje es totalmente diferente y más si tenemos en cuenta que ya hicieron todo el transcurso por la educación formal”, destacó Broglia. La directora señaló que “no importa que el muchacho que llegue al centro no haya aprendido a leer y escribir, ya pasaron por la educación formal; lo que queremos con este espacio es que no estén más en sus casas escuchando la radio en la cama todo el día, queremos que estén con jóvenes de su edad, aprendiendo, por eso hay diferentes talleres, y queremos que a eso se le sumen un montón de cuestiones que los hagan interactuar, ser felices y aprender desde otros lugares, no desde el pizarrón y la tiza, la idea es tender hacia las habilidades básicas y la autonomía”.

El proyecto del centro es cogestionado por el CEIP, Inefop y Mides, por lo que, según detalló Broglia, la prioridad es “tratar de generar una salida laboral a futuro”, aunque aclaró que “si estamos hablando de jóvenes con pluridiscapacidad es bastante difícil”. Por eso, la idea de las docentes es que se puedan generar “microempresas a nivel familiar, para que el joven esté involucrado en algo que le genere ingresos a la familia, porque estamos hablando de muchachos con parálisis cerebral severa y con patologías sensoriales, es muy difícil que ellos mismos formen su propia fuente de trabajo”.

Foto: Mariana Greif.

Foto: Mariana Greif.

Una idea, de las tantas que surgen en este espacio, es que los padres puedan aprender de los talleres junto con sus hijos. “Por ejemplo, tenemos el taller de sublimación. La máquina cuesta 26.000 pesos, pero donde tres padres se puedan juntar y establecerse, generan un emprendimiento con los gurises”, subrayó la directora, y agregó que tampoco se puede decir que los jóvenes van al centro “a pasarla bien y nada más: queremos que se sientan bien, que aprendan algo, y que la familia esté involucrada hace que se estimulen, que puedan generarse trabajos a otro nivel”.

La participación de la familia es un punto clave en el éxito de la trayectoria educativa del estudiante y por eso es que los proyectos pedagógicos de cada uno se elaboran en conjunto con sus familiares: “obviamente tiene nuestro sustento teórico, que tenemos la especialización en atención a la pluridiscapacidad, pero se tiene muy en cuenta lo que desea la familia”.

Uno de los puntos débiles del proyecto es la salud. Por ahora la Administración de los Servicios de Salud del Estado no es parte de la iniciativa, aunque se espera que a futuro facilite los recursos humanos. “Necesitamos un enfermero. ¿Qué pasa si mañana hay un chico con sonda nasogástrica? Un maestro no puede manipularla. Si un chiquilín tiene una convulsión o un paro, ¿qué pasa? Son muy frágiles de salud estos jóvenes, necesitamos cierta garantía, son cosas que necesitamos ir trabajando”, comentó Broglia.

Foto: Mariana Greif.

Foto: Mariana Greif.

A pesar de que hay cosas para mejorar a futuro, son muchos los logros de los chicos en los pocos meses de trabajo. La directora aseguró: “El trabajo es muy difícil, muchos no hablan, pero se pueden expresar y es muy enriquecedor cuando podemos comprender ese otro lenguaje gestual, aprender a entenderlos a cada uno. Es una alegría cuando nos dicen que los chicos se levantan contentos y felices porque saben que en una hora van al centro, son pequeñas cosas que nos llenan de amor. Es obvio que muchas veces no podemos abordarlos desde lo pedagógico, porque a veces estamos hablando de alguien con multidiscapacidad severa, con macrocefalia, sin control de esfínteres, sin lenguaje, y sin embargo logramos entenderlos, logramos trabajar con ellos, que estén felices y contentos en este lugar”.