A pesar de que las autoridades reconocen que hay mucho por avanzar en la educación inclusiva, también es cierto que muchos profesionales impulsan la inclusión en su práctica diaria. El libro Educación inclusiva, un camino por recorrer, disponible en la web, destaca algunas prácticas del curso de posgrado que lleva el mismo nombre que dicta Flacso Uruguay y apunta a docentes de educación primaria, media y técnica del país. Ya han pasado por este espacio 700 docentes y se elaboraron “alrededor de 300 propuestas de actividades de aula y de gestión educativa que reflejan el paradigma de la educación inclusiva, cuestionan y transforman las prácticas que hoy continúan excluyendo a las personas”, afirma Carmen Beramendi, directora de Flacso, en el prólogo.

El curso se dicta en convenio con UNICEF, el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) y el Instituto de Formación en Servicio (IFS). El libro recoge experiencias de los egresados del curso que fueron evaluadas por un comité académico y cinco artículos de expertos en el tema. Según contó a la diaria Patricia Mauri, responsable del curso y coordinadora del libro junto con Sofía García Cabeza, el objetivo fue mostrar las “muchas buenas prácticas que se estaban haciendo en Uruguay para que nuevos docentes conozcan cómo se trabaja y que es posible hacerlo”.

Todas los casos están atravesados por el Diseño Universal de Aprendizaje (DUA), que según comentó Mauri es “una modalidad de trabajo que se aplica a la hora de pensar las actividades y ayuda a que todos los niños puedan aprender y trabajar a su propio ritmo”. Detalló que el DUA consiste, a grandes rasgos, en presentar los temas a trabajar “teniendo en cuenta diversas formas de abordaje, por ejemplo un mismo tema trabajado desde lo visual, lo auditivo, con textos largos y cortos, desde distintos conceptos. La idea es que todos los niños puedan trabajar las mismas temáticas con la posibilidad de elegir cuál es la manera que les gusta más”.

El libro recoge proyectos de las dos primeras cohortes en las que participaron docentes de las escuelas Mandela, escuelas especiales, directivos y docentes de secundaria y UTU. “Los mayores desafíos que plantean los docentes es cómo pensar en todas y todos y no pensar en el niño o la niña que está en situación de discapacidad. Lo que más cuesta es tener esa mirada más genérica, porque cuando hablamos de educación inclusiva no hablamos específicamente de discapacidad, sino de que todos los niños aprendan”, sostuvo. En su opinión es necesario que la educación inclusiva esté mucho más presente en la formación docente inicial “porque cuando ya tienen su formación es más difícil que se abran a cosas nuevas. Hemos pensado en algunas propuestas para trabajar en escuelas de práctica, para que haya estudiantes que puedan familiarizarse con la temática, por ejemplo”.

Experiencias

Para Mauri, la propuesta de la educación inclusiva “es que todos y todas puedan aprender a su propio ritmo y tiempo; no es planificar para grupos chiquitos, como muchas maestras dicen, porque en ese caso también se está discriminando. Es hacer una planificación genérica, consultando la misma temática pero desde distintos puntos”.

Lo que podría ser una mayor carga para los docentes no lo es, aseguró Mauri. “Se trata de tomar práctica, de conocer el DUA e interiorizarlo, eso es fundamental. Después de que se lo conoce es sólo pensar materiales de forma diferente, pero la temática la trabajás igual”, dijo, y ejemplificó: “Si tengo algún chico que aprende mejor por medio de lo visual, voy a trabajar con videos, mientras que otros compañeros van a trabajar en escritura u otras formas”.

Entre los materiales usados para generar dinámicas de inclusión se destacan los robots, y en el libro se recogen varios ejemplos de lo que se puede hacer con ellos: desde un cebador de mate, un dispensador de refresco o un repartidor de cartas para jugar, hasta una silla de ruedas comandada por la voz o una impresora braille, que traduce un texto escrito en un teclado común en texto en braille. Mauri destacó que Plan Ceibal y las XO en las escuelas han sido un gran impulso para la inclusión, ya que permiten que todos los niños tengan material para trabajar.

La tecnología no tiene por qué ser siempre la mediadora: “También hay que salir del aula, trabajar en huertas o jardines. No se trata sólo de trabajar desde lo cognitivo, sino de impulsar el desarrollo integral, por eso algunos proyectos apuntan más al arte o a la danza. La idea es que el DUA se pueda trabajar en distintas áreas”.

Además de presentar distintas prácticas, el libro dedica un capítulo a la evaluación y otro a la gestión institucional. Sobre la evaluación se sostiene que debe ser “una oportunidad” para que los estudiantes “pongan en juego sus saberes, visibilicen sus logros, aprendan a reconocer sus debilidades y fortalezas como aprendices, además de las funciones clásicas de certificar”. Sobre la gestión se presentan varias experiencias de directores que mediante el DUA han desarrollado un cambio en su institución. Para Mauri, “el director es fundamental, porque es el que organiza la escuela y ayuda a los docentes a llevar adelante esta práctica. La gestión en educación inclusiva se propone tener una cabeza que piense en abrirles las puertas a todos, que las familias y la comunidad puedan participar”.