Los docentes comenzaron a combinar hace un tiempo su trabajo en las aulas con la investigación en educación. El lunes 17, en la presentación de los resultados del Fondo Sectorial de Educación “Investigación desde la perspectiva de los educadores sobre sus prácticas educativas”, Axel Rivas dio una conferencia enfocada, justamente, en el papel de investigador que empieza a desempeñar el docente. Director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés (Argentina) e investigador principal del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento, Rivas es una de las voces más consultadas en temas de educación en el país vecino y dedicó su charla a presentar lo que él llama las cinco esferas desde las que “emana el poder de agente del docente”.

Antes de dedicarse de lleno al tema principal, Rivas reflexionó sobre el contexto actual en el que trabajan los docentes. “Este es un tiempo de transición entre un pasado de orden escolar, de caras rígidas prestando atención obnubiladas por el poder, y un presente que es libre, un aula sin mecanismos de control explícitos, sin el automatismo, perdiendo alguno de sus rituales. En ese largo proceso de transición, que lleva por lo menos 50 años en Occidente, hay una transformación de las relaciones intergeneracionales, de las voces de autoridad, de los mecanismos de poder. Vivimos en una sociedad posdisciplinaria con nuevos mecanismos de control, pero también con nuevas libertades, y creo que lo que ocurre en el medio de estos dos tiempos es que los docentes nos convertimos en autores”.

Rivas enfatizó que los nuevos tiempos traen consigo nuevas narrativas, y ante esto los docentes deben estar atentos. Comentó que hoy en día es un lugar común decir que la educación necesita “un cambio total cruzado por la tecnología”, que suele plantearse que la educación debe ir hacia una especie de “paraíso digital de aprendizaje y disfrute total de los alumnos, que todo el tiempo van a estar disfrutando lo que hacen”. Según él, esta visión aparece en el discurso “llena de buenas intenciones” pero resulta “muy externa al sistema educativo, muchas veces es desconocedora de los procesos, de los ritmos y de las formas del aprendizaje, se genera cierta ilusión de que se puede aprender con placer permanente, como videojugando el aprendizaje”. Para el autor, hay mucho para aprender de esas visiones, pero también se debe “defender la posición del educador como un experto, como alguien que sabe de procesos de aprendizaje y de defender ciertas tradiciones y rituales”.

Esferas de poder

Rivas presentó lo que él define como las esferas desde las que se define el poder de los docentes. La primera de ellas es el saber disciplinar: “Es la primera fuente de poder, que permite ser conocedores de aquello que enseñamos, pero en un sentido muy particular; es una esfera que debemos seguir explorando y poniendo en cuestión. Tenemos que hacernos preguntas sobre aquello que enseñamos para que nos obliguen a mantener la curiosidad, que es, a su vez, la curiosidad que queremos ver en nuestros alumnos. Además, aunque no crea que el docente pueda saber todo sobre aquello que enseña, debe tener un dominio disciplinar, un dominio que le permita moverse en ciertos ámbitos y que le permita dejar emerger en el aula la pregunta, porque cuando el docente siente que aquello que domina es frágil y limitado no quiere preguntas”, afirmó.

La segunda esfera está relacionada con la primera: las destrezas pedagógicas. Rivas planteó que acompañando al saber disciplinar hay un saber pedagógico. “¿Qué tiene un docente que no tiene un experto en la disciplina? Tiene deseo de enseñar, tiene pasión por transmisión”. El argentino recalcó que los docentes son aquellos que “saben crear situaciones de aprendizaje; son expertos en eso, saben cómo generar que los contenidos se vuelvan algo vivo, y eso requiere cierta actitud didáctica que deja atrás la idea de la pedagogía homogénea para ser capaces de explorar el conocimiento”.

Otra de las esferas que le dan sentido a la docencia es la empatía pedagógica, que según el autor es “lo que guía las fuerzas de los docentes”, porque de esta idea deriva la concepción de que todos los alumnos pueden aprender y tienen derecho a hacerlo. Según Rivas, el docente “se pone en el lugar de los más débiles y siente como aquel que es excluido”, lo que permite pararse en un lugar opuesto al de la compasión: el educador no siente lástima por los estudiantes, siente que puede despertar el conocimiento en cada uno de ellos.

En cuarto lugar, mencionó el espíritu científico, que es en mayor medida lo que define el rol investigador del docente. “Eso nos pone también en el lugar de autores de la investigación, porque es el mismo espíritu que debemos mantener cuando nos enfrentamos a una nueva idea. Muchas veces se va a buscar lo que sea que compruebe aquello que ya se esperaba que pasara, y eso es todo lo contrario de la investigación”.

Por último, mencionó la esfera de la creatividad, que se relaciona con el espíritu inconformista de los docentes: “Si veo que mis estudiantes no estudian, no aprenden, no prestan atención, repiten o abandonan tengo que asumir que no puede seguir así; esto también nos hace autores y agentes de la educación. Para tener ese espíritu creativo tenemos que hacernos preguntas y probar cambiar las cosas; una parte muy importante del educador es preguntarse qué funciona y qué no, y esto nos lleva, de nuevo, a la necesidad de investigar”.